31 de julio de 2022

Entre girasoles y maizales

La sequía y la guerra en Ucrania ha hecho que los precios del girasol alcancen máximos históricos. Como necesita mucha menos agua que el maíz y menos abono, muchos agricultores han vuelto a cultivarlo en detrimento de ese porque vuelve a ser rentable. Eso es lo que ha ocurrido en algunas zonas de regadío de nuestra provincia. Hoy hemos recorrido una próxima a Zamora y, efectivamente, hemos podido ver más girasol que nunca, aunque sigue habiendo también mucho maíz.


Acordamos, cuando hablamos ayer para quedar, adelantar la hora de salida habitual para protegernos del calor, así que a las 9.00 estábamos saliendo de la Ciudad Deportiva cuatro de los cinco bíkers que estábamos por Zamora en esta época vacacional. Primero recorrimos el carril bici de Los Tres Árboles. En él coincidimos con un grupo de ciclistas conocidos con los que fuimos charlando hasta llegar a la gasolinera Vista Alegre. Allí abandonamos el carril bici y nos separamos de ese grupo para continuar, una vez cruzada la N-122, en paralelo a esta.

En teoría teníamos que haber salido después a la carretera unos cientos de metros y coger un camino de la derecha, pero íbamos hablando y se nos pasó, así que cuando nos dimos cuenta del error decidimos seguir con dirección a Coreses. A pesar del calor previsto para hoy, la mañana estaba fresquita y era una gozada pedalear sintiendo el aire fresco. Enseguida nos encontramos con campos de girasol y de maíz.


Cuando llevábamos unos once kilómetros vimos la oportunidad de retomar el track, ya que había un paso elevado sobre las vías del AVE y, precisamente las vías eran el obstáculo que nos impedía volver al track previsto. Rodamos sobre dicho paso elevado y terminamos saliendo al Polígono de Coreses. Recorrimos varias de sus calles sorprendiéndonos las industrias que vimos allí. Al llegar a la N-122 nos incorporamos a ella y recorrimos su asfalto durante un kilómetro, aproximadamente, y lo abandonamos girando a la derecha para seguir por una pista por la que continuamos avanzando con varios cambios de dirección, entre maizales y girasoles y alguna que otra planta fotovoltaica. 


Finalmente llegamos a la finca San Pelayo y desde ella continuamos en paralelo al río Duero y, por supuesto, disfrutando de esos campos amarillos. Muchos de estos, y de los de maíz, los estaban regando y tuvimos que esquivar la lluvia artificial que, mal orientada, regaba lo que tenía que regar, pero también el camino.


Poco después enfilamos la recta que conduce a Fresno de la Ribera.  A nuestra derecha encontramos maizales con un aspecto espectacular. 


Pero ese aspecto es gracias a todo el agua que reciben cada día. Seguimos sin entender muy bien, por muy de regadío que sean algunas de nuestras tierras, qué hacemos sembrando maíz en una zona tan seca como la nuestra. Parece un total despropósito por la ingente cantidad de agua que se necesita por Ha. 


El acceso a Fresno terminó siendo una cuesta larga pero llevadera. Se acabó al hacer intersección con la N-122. La cruzamos, nos internamos en el pueblo y recorrimos varias calles, contemplando en la salida del mismo un espectáculo lamentable: las botellas, bolsas, vasos y todo aquello que un grupo de jóvenes había decido tirar con descaro en el lugar donde habían estado haciendo botellón por la noche. A modo de trofeo habían puesto en hilera todas las botellas de whisky Ballantine's que habían consumido: no había menos de 15. Sin palabras...

Salimos de Fresno por la carretera de Matilla la Seca, pero solo la pisamos unos quinientos metros. La abandonamos tomando un camino a la derecha que, tras varios sube y bajas nos llevó junto a unas naves de ganado. Estábamos muy cerca del comienzo de Monte la Reina.


Al llegar a esas naves giramos a la izquierda, pasamos junto a ellas y al terminar la recta ascendente donde se encontraban giramos a la izquierda de nuevo para enfilar otra recta con varios toboganes. En ellos empezamos a percibir que el sol ya calentaba. También en esta zona, aunque ya es mayoritariamente de secano, encontramos grandes extensiones de girasol.


Cruzamos la carretera de Matilla la Seca y no mucho después giramos a la derecha. Pronto hicimos un giro hacia el mismo lado y pasamos por debajo de la autovía. Continuamos algo más sin cambiar de dirección y, finalmente, volvimos a la izquierda para iniciar un nuevo ascenso. En esta zona solo había tierras de secano, así que ni rastro de girasoles o maíces.



Un nuevo ascenso nos llevó de nuevo junto a la autovía y, en paralelo a ella, iniciamos una larga bajada hacia Algodre. En ese tramo salió de la cuneta izquierda un milano real. Alzó el vuelo sobre nuestras cabezas y después planeo unos metros delante de nosotros durante unos cientos de metros, haciéndonos disfrutar de su vuelo.

La bajada terminó enfilándonos hacia la localidad conocida por su famoso baile, que ya veíamos a lo lejos.


Cruzamos la carretera, rodamos por varias de sus calles y salimos del pueblo por una pista similar a todas las transitadas a lo largo de la mañana.  Una larga recta y llana nos fue llevando hacia Molacillos. De nuevo aparecieron los girasoles a nuestro lado.


Después de un suave giro a la derecha y, pronto, otro a la izquierda, iniciamos un suave ascenso que culmina en una zona en la que, debido a la altura ganada, hay buenas vistas de esa localidad, destacando la linterna y la cúpula de su iglesia de San Martín. De estilo barroco (siglo XVIII), llama la atención porque su estilo no está visto en estas tierras. La explicación es que fue mandada construir por D. Andrés Mayoral, arzobispo de Valencia, y natural de Molacillos, encargando el proyecto al arquitecto valenciano Cristóbal de Herrera que, lógicamente, la diseñó de acuerdo a los gustos levantinos.


Desde Molacillos seguimos el camino habitual que se sigue para ir a Zamora, ocho kilómetros hasta la entrada de la capital, en los que apenas hay que cambiar de dirección y en los que hay un par de subidas cortas y suaves. En este tramo también el girasol y el maíz volvieron a estar presentes en nuestra ruta.


Tras pasar por encima de los viaductos que salvan las vías del AVE y de la autovía, cruzamos la N-122, y nos incorporamos al carril bici por el que rodamos hasta llegar a la calle Obispo Acuña, donde en uno de los bares tomamos una caña. Mientras la bebíamos planteamos la siguiente ruta, que será el próximo sábado por la zona de Sanabria. Y allí seguro que no encontraremos ni girasoles ni maizales, fijo.


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