2 de julio de 2022

Recorriendo el desastre

Hace poco más de quince días el mayor incendio sucedido en España en lo que va de siglo arrasó la Sierra de la Culebra. Una semana más tarde pudimos hacer un recorrido en coche por algunas de las carreteras que la atraviesan y ya nos hicimos una idea. Hoy hemos ciclado más de 30 km por caminos y cortafuegos y el desastre es absoluto. Parece un escenario apocalíptico, irreal, y genera mucha pena ver la Sierra así cuando lo hemos conocido en pleno esplendor. 

Como los kilómetros a realizar eran pocos no madrugamos para desplazarnos hasta Villadeciervos. Solo éramos dos porque el grueso del grupo está haciendo en estos días la ruta larga del verano. A las 10.
45 h estábamos aparcados en la playa de dicha localidad y poco después estábamos preparados para iniciar la ruta.

Nada más salir de la playa cogimos una pista asfaltada con carril bici a un lado y por él seguimos. Después giramos a la izquierda para continuar por un camino. No mucho más tarde empezamos a ver las huellas del desastre.


Era el principio, porque a partir de ese punto lo que marcó todo el recorrido fue el negro y el olor a quemado que envolvía el ambiente.

Poco más adelante el camino cruzaba lo que antes serían zonas de hierba seca y que ahora era una pradera negra.


El olor a quemado llenaba todo el ambiente y resultaba desagradable por todo lo que representa. Si alargábamos la vista el paisaje era más deprimente aún porque miráramos hacia donde miráramos el resultado era el mismo.


El camino que seguíamos tenía cierta pendiente, cierto que no era mucho, pero se iba dejando notar.


Cruzamos la carretera que va hacia Cional y comenzamos a subir por un cortafuegos muy empinado. Al terminar este giramos a la derecha y avanzamos pero ya sin ascender. Como habíamos ganado altura la vista hacia atrás era más amplia y ya podíamos ver sin dificultad el embalsde de Valparaíso, y entre medias la desolación


Poco después descendimos otra vez hacia la carretera por otro cortafuegos. En él nos encontramos con un gran pinar a cada lado de ese, ambos arrasados por el fuego.


Resulta curioso ver cómo estos cortafuegos, anchos y bien cuidados, no sirvieron de nada para frenar las llamas. En todos los que encontramos había ardido lo que habá a uno y otro lado.


Al llegar a la altura de la carretera nos desviamos a la izquierda y continuamos por un camino que nos llevó hasta la orilla del embalse, justo frente a la zona de playa de Cional. 

El fuego había descendido por la ladera hasta el camino e incluso había saltado al otro lado del mismo, quemando la vegetación que llegaba hasta el agua. 

En esa zona vimos dos corzos que imaginamos vendrían de beber agua, porque el pasto que les pudiera servir de comida era inexistente en la zona.



Fuimos bordeando la orilla del embalse durante un kilómetro, aproximadamente, para continuar después hacia la izquierda, comenzando un ligero ascenso que nos internó en lo que fue otro pinar. No tardamos en descender para enseguida subir de nuevo.
 

Después de atravesar esa zona boscosa salimos a un claro en el que también el fuego había hecho estragos.


Y continuamos volviendo a atravesar otra zona en la que se fueron sucediendo los pinares. En otro de ellos volvimos a ver a otro corzo, corza en este caso, de grandes dimensiones.



Al atravesar uno de estos pinares nos sorprendió que en algunas zonas ya había empezado a crecer hierba. Nos pareció un milagro de la naturaleza y fue la única alegría y la única imagen esperanzadora de todo el recorrido.


Después de pasar por uno más salimos a un cortafuegos ancho en el que ya encontramos troncos quemados apilados para ser cargados. Miramos hacia atrás y vimos en una ladera una franja en la que ya se había talado todo lo quemado. Nos gustó ver que ya ha empezado la actividad para regenerar toda la zona. Esperemos que no sea solo para beneficio de las empresas madereras.


Tras descender por ese cortafuegos realizamos un giro y continuamos nuestro recorrido, siendo la tónica la misma que la seguida hasta ese momento. Pinares y más pinares abrasados, piñas quemadas en los caminos, que imaginamos sirvieron de proyectiles incendiarios que contribuyeron a extender el fuego. El perfil seguía siendo ascendente. 
 


En el kilómetro 13 iniciamos una subida que duraría unos tres kilómetros. La inclinación no era excesivamente dura, la dureza realmente se la otorgaba su longitud. Además, transcurría por algunas zonas donde daba el sol de plano y eso hizo que pasáramos mucho calor en su ascenso.

Cuando ya estábamos a cierta altura la vegetación era escasa pero aún así las llamas habían conseguido extenderse, quemando la hierba seca y el matorral bajo que fueron encontrando a su paso.



La subida culminó en "Peña Campana" donde se ubican una antena de telefonía y una de repetición de señal de TV. Ambas estaban ahora alimentadas por un generador puesto junto a ellas para paliar la falta de electricidad producida al haberse quemado el cableado que dotaba de energía eléctrica a ambas instalaciones.

Nos acercamos a esas antenas y desde allí miramos al otro lado de la montaña, hacia el valle del río Aliste. Pero por allí también habían actuado las llamas haciendo de las suyas.


Ascendimos un poquito más y pasamos junto a una caseta de vigilancia contra incendios, pero estaba vacía a pesar de ser ya 2 de julio. Claro que, aunque se queme lo quemado, ya no pasa nada. 

Accedimos enseguida a un cortafuegos muy, muy, ancho por el que transitamos a lo largo de unos dos kilómetros donde pudimos constatar, de nuevo, que su razón de ser no había servido de nada...


Finalmente nos desviamos a la izquierda y, tras una pequeña subida, iniciamos un largo descenso por una pista por la que se rodaba muy bien. La bajada duró unos cinco kilómetros, así que fue una gozada ver cómo iban sucediéndose los kilómetros, con lo que había costado que corrieran hasta ese momento.

En un momento del descenso paramos junto a una señal que podría ser muy representativa de lo sucedido. Por un lado ponía Sierra de la Culebra, y por otro, estaba rodeado de árboles quemados.


Durante el descenso pudimos ver a nuestra izquierda las "manchas de fuego" de la zona y también otras especies quemadas, fundamentalmente robles.


La larga bajada terminó cuando llegamos a la carretera que une Ferreras de Arriba con Villadeciervos. Transitamos junto a ella como cien metros o poco más, otros tantos pisando el asfalto, para después desviarnos, ascender un pequeño alto y continuar hasta que cruzamos la carretera que va de Villadeciervos a San Pedro de las Herrerías. 

Después de cruzarla continuamos por un camino ascendente para terminar desviándonos hacia otro estrecho rodeado de robles y donde también había actuado el fuego.
 

Próximos ya a Villadeciervos pudimos contemplar fincas arrasadas. En algunas de ellas vimos colmenas que también habían sufrido las consecuencias del infierno desatado el 15 de junio.


Finalmente llegamos a la carretera que va a Cional, la cruzamos y ya muy cerca de Villadeciervos dejamos de rodar por zona quemada. Terminamos llegando al pueblo y en lugar de seguir fielmente el track, que ya nos llevaba hacia la playa sin apenas tocar esta localidad, continuamos hacia el centro de la misma.


Tras un breve "paseo" por Villadeciervos encaramos de nuevo hacia el fin de nuestra ruta: la playa. Llegamos a ella pronto porque la distancia es de poco más de dos kilómetros, y más de la mitad descendiendo suavemente.

Finalmente llegamos a la zona de la playa y, sin siquiera colocar las bicis en el coche, nos dirigimos al chiringuito porque había que apaciguar la sed producida por las subidas y el calor padecido.


Tras la caña de rigor procedimos a colocar las bicis en el portabicis, nos cambiamos e intentamos el baño. Lo conseguimos a medias porque el agua estaba algo fresca, pero nos sirvió para quitar la sensación de sudados.

La sensación que no pudimos quitar es la de tristeza, la de desolación y la de impotencia. El incendio de la Sierra de la Culebra ya no tiene solución pero es importante que se haga todo lo necesario para que el daño producido impacte lo mínimo posible en los habitantes de la zona y es imprescindible que se aprenda de todo lo sucedido para que no se vuelva a repetir algo similar jamás en nuestra Comunidad o en nuestro país.

Por último lo más duro. Nosotros, los que formamos parte de este grupo, ya no volveremos a ver nunca la Sierra de la Culebra como la conocimos y como la disfrutamos. Eso tendrán que ser ya generaciones venideras. Triste, ¿no?


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