18 de septiembre de 2022

Quien a Malva va..., bien vuelve

Después de un buen número de años haciendo bici son muy pocos los pueblos que se encuentran en un radio de unos 30 km de Zamora a los que no hemos ido alguna vez. Hoy hemos llegado a dos de ellos: Malva y Fuentesecas. 


Se suponía que hoy inaugurábamos la "temporada ciclista" porque ya todos hemos terminado nuestras vacaciones y hemos vuelto a la normalidad, entre la que se encuentra la salida en bici de los Domingos por la mañana, pero el caso es que, por unas causas o por otras, solo estábamos tres a la hora estipulada a la puerta del Bar CD.

Habíamos quedado a las 9.15 y pocos minutos después iniciamos nuestra marcha. Fuimos dejando atrás Zamora por el carril bici, atravesando Los Tres Árboles y siguiendo el cauce del Valderaduey. Cruzamos la N-122 y continuamos por el camino que habitualmente seguimos para ir a Molacillos.


Pero en esta ocasión no hicimos el giro que se realiza para desviarse hacia esa localidad, sino que seguimos recto. Por el camino fuimos encontrando los campos con las mieses segadas y esperando ser aradas y también aquellos maizales, que hace un par de meses comenzaban a tomar altura, y que ya están a punto de terminar su crecimiento. Las extensiones de girasol que tanto alegraban el camino ahora son campos desolados que en los que, cabizbajos, esperan que llegue su día.


De vez en cuando, muy de vez en cuando, algún árbol adornaba el camino, pero no era hoy una ruta para disfrutar de las arboledas.


De hecho fueron muchos los kilómetros que hicimos en los que solo veíamos campos y horizonte, nada más.


Después de dejar atrás el camino que va a Molacillos enfilamos una enorme recta de unos 9 km que solo rompimos cerca de Gallegos del Pan. Cuando ya veíamos el pueblo en la cercanía tuvimos que hacer una especie de cuatro para llegar a la localidad. 


Una vez que atravesamos este pueblo salimos del mismo por otro camino con dirección a Villalube. El firme recorrido hasta ese momento era bueno, caminos de concentración mayoritariamente, con un ascenso ligero pero continuo y cierta brisa que nos daba prácticamente de frente. Y esa misma tónica no cambiaría hasta Malva.

Pero antes de llegar a esa localidad había que pasar por Villalube. Y para ello había que recorrer los cuatro kilómetros que la separan de Gallegos. Fueron una subida casi constante, pero llevadera. Finalmente el camino nos sacó a la carretera que la une con Coreses y con Malva. Rodamos por ella unos cientos de metros y nos encontramos con las primeras viviendas.



Recorrimos varias de sus calles y nada más dejar atrás Villalube nos adentramos en una recta que parecía no tener fin. Seis kilómetros tenían la culpa adornados con un perfil de sábana, pero por los que rodamos a una buena media.


Antes de completar esa recta íbamos viendo en la lejanía la ermita de la Virgen del Tovar, patrona de Malva. 

El camino por el que rodábamos dejaba la localidad a nuestra izquierda por lo que, poco antes de ponernos a la misma altura, giramos hacia ese lado. Poco después llegamos a la carretera que da entrada a la localidad.



Rodamos hasta la iglesia. Cerca de ella encontramos unos bancos junto a un pequeño monumento y nos pareció un buen sitio para comer algo y hacer un pequeño descanso. El monumento era un agradecimiento al pozo que había junto a él. En su inscripción dice: Durante siglos el pueblo calmó la sed con tus aguas y por eso para Malva serás siempre el "Pozo Bueno".


Una vez comida la barrita, el gel o la pieza de fruta, iniciamos la marcha hacia Fuentesecas, otro pueblo al que nunca habíamos llegado en bicicleta. Primero rodamos por la carretera de salida del pueblo, que nos llevó hasta la que va a Pozoantiguo. Entre una y otra recorrimos como un kilómetro por asfalto. En ese tramo pudimos contemplar dos bonitos palomares, imaginamos que restaurados, por el buen estado de conservación en el que se encuentran.


Abandonamos el asfalto para tomar un camino a la derecha que, tras una subida, ya nos permitió ver nuestro siguiente destino. Justo antes de entrar en Fuentesecas nos encontramos con otro precioso palomar.


Atravesamos un par de calles de esta localidad, cuna de Pablo Morillo, general conocido por luchar contra los insurgentes en Iberoamérica, sofocando la sublevación de Simón Bolívar y otros levantamientos en Venezuela. Salimos de ella tomando un camino ascendente que nos llevó hasta la Iglesia de San Esteban, un edificio del siglo XVI, con unas dimensiones importantes y que gana lozanía al estar erigida sobre un promontorio, que permite que su silueta sea inconfundible en todo el contorno.


El mismo camino que nos permitió dejar atrás Fuentesecas nos llevó hasta Villalube de nuevo, eso sí, tras recorrer otra recta, en esta ocasión de unos 6 km de largo. Desde ella pudimos contemplar ajedrezados de tonos ocres en llanuras infinitas.



El perfil de ese tramo era de ligero descenso, así que rodamos a buena media y en pocos minutos llegamos a Villalube de nuevo. Pero nos cuidamos mucho de pasar por la parte del pueblo por la que no habíamos rodado antes para evitar pisar el track. 

De Villalube a Algodre, nuestra siguiente estación, fuimos trazando una línea quebrada adornada de subidas y bajadas y, en una zona, atravesamos una especie de oasis, porque encontramos un tramo frondoso que rompió la monotonía paisajística de casi toda la ruta.


Continuamos avanzando y nos encontramos con una subida importante. Se encuentra antes de llegar a Algodre. Fue como un kilómetro de ascenso.


Pero tuvo premio porque al llegar arriba la bajada que nos esperaba no estaba nada mal. Al final de la misma giramos a la izquierda, ascendimos a lo largo de unas decenas de metros y comenzamos otro descenso que ya nos llevaría hasta el propio Algodre.


La impresión que siempre nos causa esta localidad cuando pasamos por ella es que está cuidada. Tiene algunas zonas muy coquetas y varios jardines que siempre están que da gusto verlos. 


Desde Algodre salimos por la carretera dirección Coreses, pero enseguida nos desviamos hacia un camino que lleva a esta localidad en un plis plas y es que son poco más de dos kilómetros los que las separan.

Ya en Coreses seguimos el recorrido habitual que hacemos cuando lo atravesamos. Y también hicimos la misma rutina para salir de él, siguiendo el camino que casi todo el mundo elige para dirigirse a Zamora. Aunque ya íbamos notando cierto cansancio en las piernas seguimos rodando a buen ritmo. Antes de llegar a Villagodio protagonizamos el momento gracioso de la ruta. Estábamos rodando en paralelo a las vías del AVE cuando vimos que este tren se iba a cruzar con nosotros. A los dos que íbamos en cabeza se nos ocurrió hacer la señal que indica que se desea que pite. Y el conductor, cómplice necesario de nuestra gracia, nos hizo caso y pitóooooooo.

Con la sonrisa puesta llegamos a Villagodio, ascendimos el viaducto que pasa por encima de las vías y descendimos hasta la N-122. Continuamos por la derecha de esta, cruzamos hacia la gasolinera y fuimos en busca del carril bici, por el que continuamos hasta el primer aparcamiento. Bajamos hacia el río y seguimos hacia la salida de Los Tres Árboles. Desde allí no nos costó nada llegar al Bar Cambalache, donde nos tomamos un refrigerio para recuperar los líquidos perdidos. 

Si en la ida empleamos 2 horas, la vuelta la hicimos en 1h y 30', de ahí que digamos que de Malva "bien se vuelve".


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