19 de noviembre de 2023

Ruta a la "Capilla Sixtina de Sayago"

En pleno corazón de Sayago existe un lugar que dispone del mayor conjunto de pinturas que se conserva en la comarca. Ese lugar es la ermita de Nuestra Señora de Fernandiel. Como teníamos muchas ganas de conocer esta ermita y contemplar ese conjunto pictórico, hemos diseñado una ruta que nos ha llevado hasta allí.

La niebla, esa vieja conocida de los zamoranos, quiso darnos la bienvenida esta mañana. Nos recibió, además, húmeda y fresca. Mentiríamos si no dijéramos que no nos hizo ninguna ilusión saber que nos iba a acompañar, pero al mal tiempo, buena cara, así que a las nueve de la mañana nos encontrábamos tres bíkers en el lugar habitual y salimos en busca de otros dos que nos esperaban al otro lado del Puente de Hierro. El resto, por enfermedad o por viaje, estaba excusado.

Al otro lado del río, ya los cinco, enfilamos hacia el GR-14 (la Senda del Duero) pasando por Cabañales y San Frontis. Comenzamos a rodar por él y, en cuanto salimos de la ciudad nos dimos cuenta de que la niebla estaba más cerrada de lo que parecía. La temperatura no era mala, pero la humedad y la velocidad hacían que pareciera que la temperatura era más baja.

Pronto cruzamos la carretera que va al Polígono de Los Llanos y allí nos encontramos con el sexto bíker. Continuamos por el GR-14, que no abandonaríamos hasta Abelón, y no tardamos en llegar a un punto que sabemos que es crítico. Una zona que, cuando hay barro, es intransitable. Pensamos que, al llevar una semana sin llover, se encontraría en buen estado, pero no fue así.

Fuimos por un borde donde había hierba, llevamos la bici en la mano y, finalmente, nos pudimos volver a subir pero eso sí, en pocos metros las ruedas comenzaron a tener pegadas una capa de barro considerable.

Pasado El Brocal de las Promesas pasó el peligro y pudimos seguir rodando a gusto. Proseguimos sin novedad varios kilómetros y llegamos a Tardobispo. Sin salirnos del GR-14 descendimos hasta la carretera, la seguimos unos metros y nos desviamos a la derecha. Poco más de un kilómetro después encontramos un coche que, por evitar un gran charco, terminó "clavado" en la cuneta. Como no había nadie en su interior, continuamos nuestro camino.

No mucho después cruzamos otro punto que también sabemos que es crítico en época de barro. Se encuentra cerca de La Pueblica de Campeán y, para no defraudarnos, se encontraba en pleno esplendor, pero pudimos esquivar el peligro rodando por la hierba del lateral del camino. Poco después llegamos a la altura de La Pueblica.

Proseguimos dirección Pereruela, pero eso sí, antes de llegar tuvimos que ascender un larga cuesta de tres kilómetros en la que hay muchos tramos de en torno al siete por ciento de desnivel. Al terminar la subida hicimos una especie de ese y terminamos en la carretera, por la que rodamos unos cien metros. Nos desviamos ligeramente a la derecha y entramos en Pereruela. Menos mal que hay a la entrada un cartel porque con esa niebla no habríamos sabido ni dónde estábamos :)


Cruzamos Pereruela y, tras alguna bajada y su posterior subida, iniciamos un descenso largo que nos condujo hasta el bonito puente de Las Urrietas. Hay que reconocer que con la niebla tenía cierto encanto.

Nos separaban de Arcillo poco más de tres kilómetros en los que nos encontramos con la subida posterior al puente, dura en otros tiempos, pero mucho menos después del arreglo al que sometieron el camino (si bien le quitaron el encanto), una pequeña bajada y otro ascenso largo que culminó para dar paso a la sinuosa bajada que lleva hasta esa localidad.

Justo antes de entrar en ella pudimos ver el bonito puente que el pasado verano todo el pueblo limpió de la gran cantidad de vegetación que cubría parte de él, y debido a eso, ahora luce mucho más.

Dejamos el pueblo a nuestra izquierda y continuamos por el GR-14. El tramo existente entre este pueblo y Abelón es de los más bonitos que podemos recorrer en Sayago y donde encontraremos su paisaje en estado puro.


En este tramo pasamos otro puente, el llamado de La Albañeza. Después tocó subir y bajar en varias zonas, pero siempre subidas llevaderas que podíamos hacer a buen ritmo.

Unos seis kilómetros después de Arcillo pasamos por el camino que bordea las llamadas Casas de La Albañeza. 

Continuamos subiendo y bajando, al tiempo que íbamos disfrutando del paisaje, si bien seguíamos echando de menos el sol porque, si así nos estaba encantando, qué no habría sido con la luz que deberíamos tener si no fuera por esas nubes bajas.

Ya cerca de Abelón el GR-14 abandona la pista de tierra y se desvía a la derecha para atravesar, primero, una zona de enormes rocas aflorando a la superficie, y después continúa por un camino estrecho que serpentea entre rocas, terminando finalmente, tras atravesar una zona con mucha agua y un par de pasos de piedra, junto a las primeras casas del pueblo.

En Abelón abandonamos el GR-14 para desviarnos a la izquierda, hacia el interior del pueblo. Recorrimos varias calles y antes de finalizar las edificaciones hicimos un giro a la derecha para después continuar recto y tomar un camino que nos llevaría a Luelmo de Sayago. Pasamos junto al cementerio y seguimos por ese camino. Se trataba de una pista por la que se rodaba de maravilla. Tenía algún tramo de subida y otros tantos de bajada, pero tanto unos como otros con una suave inclinación. 

Sin sobresaltos ni novedades recorrimos esos seis kilómetros que separan Abelón y Luelmo. Durante el recorrido continuamos disfrutando de las imágenes que nos iba regalando Sayago, pero también de la charla y la compañía.


Aparte del paisaje, si algo nos gusta de Sayago son sus caminos. Pocas veces defraudan, drenan muy bien, siempre son lisos y la mayoría se conservan en buen estado. Por ello se disfruta tanto rodando por ellos. Y si a eso se añaden paredes de piedra a los lados y encinas bordeando el camino, ya es el no va más. 


Y así llegamos a Luelmo. Cruzamos la carretera y pasamos junto a la iglesia. Después nos desviamos ligeramente, sin darnos cuenta, de nuestra ruta prevista.


Vimos que se podía arreglar siguiendo hacia adelante y desviándose después, pero antes pasamos, gracias a ese desvío, por una bonita fuente junto a la que había algunos otros vestigios de otras épocas.


En cuanto nos encontramos de nuevo con el camino a seguir pasamos junto a la preciosa fuente romana de La Fontanina. 


Nada más pasar delante de esta fuente nos desviamos a la izquierda para continuar por un camino que nos llevaría a la siguiente localidad. 

El paisaje cambió en este tramo y nos encontramos con tierras de mayor tamaño dedicadas a la siembra de cereales, principalmente, y poca vegetación. Empezábamos a tener prisa porque teníamos la visita a la ermita de Fernandiel a las 12.45 y veíamos que no llegábamos, así que los cuatro kilómetros que separan Luelmo de Villamor de la Ladre, los hicimos rápidos y eso que la primera mitad tenía un ligero ascenso.

Llegamos a las primeras edificaciones de esta localidad y nos gustó la primera imagen que nos regaló este pueblo.


Pasamos junto a la iglesia, con su original espadaña, y también pasamos junto a otra fuente, Fuente Concejo, de algo menor tamaño que la de Luelmo, pero de origen romano también. 



Al sobrepasar las últimas casas de Villamor nos fijamos que la rueda trasera de un biker estaba casi en el suelo. Paramos a echar aire y, cuando terminamos y comenzamos a rodar, otro también iba tocando casi con la llanta en el camino. Paramos otra vez, hinchamos y, sin perder un minuto, continuamos nuestra marcha.


Primero rodamos por una pista ancha y de buen firme, después abandonamos esta para continuar por un bonito camino más estrecho. 


Este camino nos llevó hasta una zona en la que casi se perdía el rastro del mismo. La hierba lo invadía todo y, además, era engañosa porque acumulaba bajo ese manto verde una cantidad de agua increíble. Era como una balsa de agua cubierta de hierba. 


Y, además, de vez en cuando había que atravesar charcos que cubrían casi la mitad de nuestras reudas. Este tramo produjo que nos empapáramos los pies y la parte de nuestro cuerpo que apoya sobre el sillín.


Terminaba la "ciénaga" tras una cancilla que tuvimos que abrir, y cerrar. Después, volvimos a rodar por un buen camino y, tras algunos cambios de dirección, llegamos a Muga de Sayago. Pasamos junto al centro del pueblo, pero no paramos. Y es que nos faltaban algo más de dos kilómetros y teníamos cinco minutos para recorrerlos. 


Nos alejamos de él por buen camino. Pronto vimos una indicación a la ermita en una estupenda pista. Al principio tendía un poco hacia arriba, pero en cuanto lo hizo hacia abajo comenzamos a rodar a todo lo que podíamos. 


No conseguimos llegar a las 12.45 h, pero sí que lo hicimos un minuto más tarde. Justo en ese mismo momento acababan de llegar las Galanas que habían podido ir y que habían realizado una ruta de senderismo en Fariza de Sayago.



Enseguida entramos a la ermita y allí una persona nos explicó con detalle lo que representan todas estas pinturas murales, realizadas en los siglos XV y XVI por motivos económicos, era más barato y rápido encargar a alguna de las cuadrillas que se dedicaban a ello que decorara las paredes de un edificio religioso, que encargar un retablo de madera, mucho más costoso y con un proceso de fabricación mucho más largo.

Tratar de comparar estas pinturas con las de la Capilla Sixtina es ridículo, pero lo cierto es que son muy bonitas y, desde luego, merece la pena la visita.





Tras la visita nos cambiamos en los coches y nos fuimos a Muga. Allí estuvimos tomando el vermú en uno de los bares del pueblo, ya que la comida la teníamos encargada en el de en frente, en concreto en La Brasería de Muga. Allí comimos, muy bien, por cierto.

Después de la comida, como la niebla no se consiguió levantar, iniciamos la vuelta a casa, poniendo fin, al llegar, a esta jornada en la que combinamos la cultura, con el ocio y el deporte.






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