11 de febrero de 2024

Una de trámite para evitar la lluvia (que no llegó)

Todos los servicios de predicción meteorológica coincidían: a las 12.00 h iba a llover. Por ello planificamos una salida de trámite, no muy larga, para que nos permitiera llegar a Zamora antes de que lloviese. Finalmente la lluvia no llegó, ni a las doce, ni a la una, ni a las dos... 

A pesar de que somos un grupo de nueve bíkers, solo dos madrugaron esta mañana para coger la bici. Lesiones, catarros, viajes, pereza y haber trasnochado el día anterior,  tuvieron la culpa de que siete se quedaran en casa. 

Los que estábamos quedamos a las 9.00 h para tener un poco más de margen para hacer la ruta tranquilamente sin lluvia, y si caía, que nos pillara ya cerca de Zamora. Así que a esa hora estábamos los dos a la puerta del Bar CD dispuestos a comenzar.

Hacía frío, pero para ser febrero no nos podemos quejar. El termómetro marcaba cuatro grados, no había ni rastro del sol y el viento soplaba del sur. Este acrecentaba algo la sensación térmica a la baja. 

Callejeando nos dirigimos al Puente de Hierro y continuamos adelante hasta la rotonda del Cementerio. Continuamos dirección Salamanca pero enseguida nos desviamos ligeramente a la derecha para comenzar a rodar por el denominado (erróneamente) carril bici Zamora-Morales. Al llegar a la altura del Cristo de Morales continuamos por camino. Poco después hicimos un giro de noventa grados y seguimos un sendero que nos llevó casi frente al inicio de la Cuesta Blanca. 

Cruzamos la carretera de El Perdigón y comenzamos a ascender por ese tramo de subida que hace quitar el frío a cualquiera que ruede por él. Son casi dos kilómetros y, como aún se está algo frío, siempre se atragantan un poco. La subida termina al entrar en Morales del Vino. Cruzamos la carretera y nos sumergimos en algunas calles del pueblo. Finalmente, pasada la iglesia, giramos a la izquierda para, poco después, iniciar una subida bastante inclinada que nos llevó casi hasta el Camino de Pontejos. Desde esa zona pudimos observar una buena vista de la localidad.


Después de hacer una revuelta entramos en el camino que nos llevaría hasta Pontejos. Tan solo dos kilómetros nos separaban de él y los hicimos charlando, así que, cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos bordeando el pueblo. Entramos hasta la plaza y, enseguida, volvimos de nuevo al camino.
 

Continuamos adelante sin novedades. Lo único que nos rompía el ritmo era, cuando había charcos, tratar de esquivarlos. En ese tramo el viento aún nos daba lateralmente y se notaba en exceso su fuerza.


Realizamos una especie de cuatro invertido y, cuando nuestro sentido de la orientación nos estaba indicando que debíamos ir hacia la derecha si queríamos ir a Corrales, nuestro GPS nos señalaba al lado contrario. Fuimos obedientes e hicimos caso. Terminamos en un soto que hay cerca de las piscifactorías de Jambrina. Bordeamos este y, en un momento dado, giramos a la derecha, comenzando un suave ascenso. El camino era inédito para nosotros, si bien, en ese momento, pensábamos que era otro por el que habíamos ciclado en otras ocasiones. Poco después de entrar en él vimos al borde del camino un adelantado a su tiempo, es decir, un almendro bien florecido. Este año ha tenido suficientes razones para hacerlo, pero es casi seguro, que va a tener problemas con alguna que otra helada.


Este camino ya iba en dirección al sur, así que el viento frontal se dejaba notar, y mucho. De hecho, en un tramo descendente íbamos dando pedales y no pasábamos de 16 km/h. A esas alturas ya nos habíamos cerciorado de que no habíamos rodado nunca por él y nos estaba gustando. 


Poco después estábamos entrando en Peleas de Abajo. No tuvimos que callejear ni hacer nada más que seguir la dirección que llevábamos para pasar junto a la iglesia y por la plaza. Y sin girar a ningún lado continuamos, salimos del pueblo y enfilamos hacia Corrales.


Este tramo, prácticamente recto y de unos cinco kilómetros, es una ascenso suave pero continuo hasta llegar a la cabecera de la comarca. Entre eso y el viento en contra íbamos rodando bastante lento. La parte buena era que no veíamos signos evidentes de que fuera a llover de inmediato.

El camino está rodeado de tierras de cultivo que ahora lucen sus mejores galas, vestidas de distintas tonalidades de verde. Un verde más propio del inicio de la primavera que del mes de febrero, todo hay que decirlo.


A dos kilómetros de Peleas y a tres de Corrales nos encontramos con las instalaciones abandonadas de la Cerámica Acústica. Es una víctima de la crisis del ladrillo que asoló nuestro país desde 2008 a 2013. Ahí se quedaron las naves silenciosas y la campa repleta aún de ladrillos que ya nadie quiso poner.


Después de la cerámica continuamos rodando hasta muy cerca de la localidad, pero antes de llegar a ella tuvimos que cruzar la autovía A-66 bajo un pequeño túnel que nos recibió con un charco enorme a la entrada y en el que tuvimos que bajar la cabeza para no ir dando con el casco en el techo. Como se aprecia en la foto, a la salida nos esperaba "la luz".


Al llegar a la circunvalación del pueblo giramos a la derecha y, al llegar al monolito con el nombre del pueblo, nos adentramos hacia el centro del mismo haciendo un recorrido que, para uno de los bikers, resultó inédito.


Ese recorrido pasó por la plaza, donde se encuentra, tras una polémica rehabilitación de la misma, una fuente que simboliza la Ruta de la Plata. Y es que esta estratégica situación favoreció su crecimiento a través de los tiempos. Por su término municipal han transcurrido a lo largo de los siglos la Calzada Romana Vizana, la Cañada Real Berciana, el Camino de Santiago Mozárabe, y ya en tiempos más modernos la Vía y Ruta de la Plata y más actualmente la Autovía de la Plata.


También nos dirigimos hacia el Ayuntamiento y la iglesia de la Magdalena, un enorme templo, uno de los más grandes de la provincia, construido en el siglo XIII.


Desde allí nos dirigimos, de nuevo, hacia la circunvalación, la cruzamos y tomamos el otro camino que une esta localidad con Peleas, trazado en paralelo al otro. Ya en este fue "otro cantar", esa pequeña inclinación y el viento, ahora favorable, hizo que voláramos y recorriéramos los kilómetros que nos separaban de esa localidad en muy poco tiempo.

Al llegar a la carretera giramos a la izquierda para seguir por ella unos quinientos metros. Al llegar a unas naves la abandonamos para seguir por un camino que se abría a nuestra derecha y que, con un pequeño ascenso en los primeros cientos de metros, y una zona más llana después, nos condujo en un breve espacio de tiempo hasta las inmediaciones de Cazurra, que dejamos a un lado.

Nos incorporamos unos metros a la carretera y enseguida nos desviamos hacia un camino que surgía a la derecha. Este nos llevó hacia la autovía. Al llegar a esta comenzamos a rodar en paralelo a ella.


Poco después cruzamos por el Camino de Pontejos por el que habíamos rodado al comienzo de la ruta y seguimos en paralelo a la autovía unos dos kilómetros más.


El camino nos llevó hasta la carretera que une el Cristo de Morales con Pontejos. Nos incorporamos a ella y continuamos por asfalto casi tres kilómetros. Poco antes de llegar a la rotonda nos desviamos a la derecha para seguir por un camino por el que no habíamos rodado nunca. Este nos llevó hasta otro más conocido por nosotros por el que fuimos hasta la carretera de Fuentesaúco. La cruzamos y seguimos el recorrido habitual que siempre hacemos desde ese punto hasta el Camino Viejo de Villaralbo. 

Desde este nos dirijimos al próximo puente de Cardenal Cisneros, subimos por las escalerillas, cruzamos el mismo y lo abandonamos para ir hacia el mismo punto desde el que habíamos partido. Si en el recorrido de ida habíamos tardado una hora y tres cuartos, en el de vuelta empleamos una hora, y todo al terreno favorable y la inclinación. Al llegar ni rastro de lluvia, y eso que eran las 12 en punto. Pero eso sí, nos dio tiempo a rehidratarnos y a limpiar las bicis, es lo que tiene el madrugar, aunque sea por un engaño meteorológico.



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