6 de abril de 2024

Una de embalse, campos de colza y romería

De nuevo la meteorología condicionó nuestra actividad. Las lluvias previstas para el Domingo por la mañana hicieron que adelantáramos nuestra ruta a la tarde del sábado. Además, como se celebraba la primera romería de la provincia, hicimos que nuestro itinerario pasara por el Cristo de Valderrey.

Hace un par de días, viendo cómo iba a estar el tiempo el Domingo, se nos ocurrió que podíamos salir el sábado por la tarde y, de paso, aprovechar para pasar por el Cristo de Valderrey. Hoy, viendo que las malas previsiones se mantenían, confirmamos esa propuesta y así, a las 16.30 h nos presentamos en el lugar habitual seis bikers.

Comenzamos callejeando por Zamora para terminar en Cardenal Cisneros. En la rotonda del Centro Comercial Valderaduey tomamos el desvío hacia el barrio de La Alberca, donde cogimos un buen camino que,  en ligero y casi continuo ascenso, nos llevaría hasta Valcabado.


En este primer tramo nos encontramos con algo de viento, que molestaba porque nos frenaba y porque zumbaba en nuestros oídos, lo que impedía que pudiéramos entender lo que hablaban unos y otros. También nos encontramos con manchas de amarillo intenso destacando entre tanto verde, y es que hay  campos de colza, muchos con su floración al máximo, mires hacia donde mires.

No tardamos en vislumbrar Valcabado, que aparecía enmarcado también por el amarillo.


Cruzamos una parte del pueblo, salimos a la carretera y, enseguida, giramos a la izquierda para continuar por un camino en buen estado que nos llevó hasta una de las rondas de Zamora. 


Fuimos en paralelo a ella unos metros y cruzamos por debajo a través de un túnel, bueno no, cruzando una piscina. Lo que ocurre en este paso es un mal endémico, vayas cuando vayas siempre lo encuentras así.


Al salir del paso subterráneo fuimos al encuentro de la autovía A-66, que también atravesamos por debajo, pero eso sí, sin tener que mojarnos. Poco después de salir del pequeño túnel giramos a la izquierda para seguir por una recta que nos conduciría a Cubillos.


Pero hay que hacer una pausa. Y es que a uno de los bikers se le soltó la cadena. Se abrió por el cierre rápido y costó volverla a poner. Pero finalmente pudimos, respiramos tranquilos y continuamos hacia Cubillos.


En cuanto nos subimos a las bicis y comenzamos a rodar tuvimos la localidad a "tiro de piedra". Aparecía en el horizonte muy realzado por todo el amarillo que tenía a su alrededor.


De hecho, el campanario de la iglesia, con el fondo verde y amarillo que lucía, daba gusto verlo.


Recorrimos un par de calles, salimos a la carretera que cruza la localidad, giramos a la izquierda y, poco después a la derecha, para seguir por un camino que nos alejó del pueblo. Este camino, denominado Camino de Carbajales, era el inicio de una larga recta. También por esta zona flanqueaba el camino el amarillo intenso. Una auténtica pena que la luz no acompañara nada para contribuir al realce de estos campos, eso sí, contrastaban con el gris plomizo que cubría el cielo.


La recta tiene una longitud de casi cuatro kilómetros hasta llegar a la Autovía A-66, que pasamos por debajo, y a la N-630, que cruzamos.


Al otro lado de esa nos esperaba otra recta de tres kilómetros. El grupo se fue estirando así que terminada la recta nos reagrupamos y giramos a la derecha para, unos cientos de metros después, hacer lo mismo pero al lado contrario.

En los tres kilómetros que nos separaban de Andavías cambiamos varias veces de dirección. Después de uno de estos cambios llegamos al camino que, en paralelo a la vía, nos ha llevado muchas veces hasta el Viaducto Martín Gil. Seguimos por él unos metros, solo hasta un pequeño túnel para cruzar la vía por debajo. Como estaba encharcado cogimos las bicis en la mano y pasamos al otro lado atravesando el trazado férreo.


De nuevo en el camino comenzamos a pedalear por una recta pero enseguida giramos a la derecha y poco después al lado contrario y así entramos en una recta. Al final de la misma ya se veía el pueblo.


Una vez en Andavías hicimos un buen tour por sus calles. Es un pueblo que siempre nos sorprende porque es más grande de lo que parece. Finalmente lo dejamos atrás siguiendo un camino recto que nos llevó hasta la carretera que une esta localidad con Valdeperdices. En ese punto uno de los bíkers regresó hacia Zamora porque tenía un compromiso y quería llegar a tiempo. 

A estas alturas el cielo era cada vez más amenazante. 


Ya sobre el asfalto nos enfrentamos a un largo descenso que, cuando lo hemos hecho en sentido contrario, siempre se termina atragantando porque tiene una inclinación importante.


Casi al final del mismo nos desviamos a la derecha para continuar por un camino que apenas se veía. Un poco más adelante se convirtió en un senderito divertido, sinuoso y con pequeños sube y bajas. Uno de estos "bajas" nos llevó a una pequeña cola del embalse. Descendimos de las bicis porque por un lado podíamos pasar pisando poca agua.


Un poquito más adelante cruzamos un camino y, enseguida, llegamos a la orilla de lo que, originariamente, era un arroyo y que, en esta ocasión, es una gran cola del embalse de Ricobayo. Al otro lado pudimos contemplar Palacios del Pan, nuestro próximo destino.


Bordeamos las aguas por un bonito camino durante algo menos de un kilómetro y siempre con la duda de si, al estar tan alto, al 86% de su capacidad, nos cortaría el paso en algún momento.


Cuando estábamos convencidos de que lo íbamos a lograr porque ya teníamos el puente que debíamos cruzar a "tiro de piedra", ocurrió lo que esperábamos, un tramo del camino estaba anegado por el agua, pero no supuso ningún inconveniente, más que bajarse de la bicicleta, pasar con ella sobre unas piedras y, unos metros después, volver al camino.


Este nos llevó hasta la misma entrada del llamado puente de Valdeperdices. Lo cruzamos con la sensación de que teníamos el agua cerquísima, y es que pocas veces hemos pasado por él estando el nivel de las aguas tan alto.


Salimos del puente y continuamos por el camino, un ascenso como de un kilómetro que nos llevó hasta Palacios del Pan. Pasamos por algunas de sus cuadriculadas calles, ya que se trata de un pueblo construido sobre los años 30 del siglo XX, al estar emplazado el original junto al río Esla y quedar anegado al construirse el embalse.


Antes de salir de la localidad comenzó a llover. Hasta ese momento el cielo había estado muy oscuro, en parte también por el polvo en suspensión que cubre en estos días media península, ya habíamos percibido alguna gotita de vez en cuando, pero lo de ese momento era más serio. Frente a nosotros veíamos una buena cortina de agua. Nos resguardamos bajo un alero y pensamos qué hacer porque nos quedaba bastante más de la mitad del recorrido por hacer. Mientras lo pensábamos el aguacero fue a menos y, además, pasó a nuestro lado un matrimonio paseando. El hombre nos dijo, esto no es nada, se va a pasar enseguida. Palabras que oímos... Nos subimos a las bicis y a pedalear.

Tocaba ir ahora al llamado Puente de Almendra. Estaba cerca, solo teníamos que recorrer una pequeña vaguada y descender hacia él. Al comenzar ese descenso la vista no podía ser más bonita.


Cruzamos el puente con la misma sensación vivida en el anterior y con la satisfacción de ver el embalse tan, tan alto.


Nada más terminar este continuamos por el camino que parte hacia la izquierda y que va bordeando las aguas. A estas alturas ya apenas llovía y el camino nos estaba encantando porque iba pegadito al embalse.


Y, por si fuera poco, comenzamos a rodar junto a un enorme campo de colza, así que, a un lado las aguas y al otro el amarillo intenso.


Continuamos orillando la cola del embalse y, finalmente, ocurrió lo que nos temíamos: el nivel estaba tan alto que se había "comido" el camino. Intentamos solventar el problema bordeando el campo de colza pero al final se llegaba a una zona con un tramo que no se podía cruzar. 


No nos quedó otra que dar media vuelta y recorrer el camino en sentido contrario. Eso sí, pudimos así contemplar otras vistas diferentes a las de la ida.


Al llegar de nuevo al inicio del puente nos unimos a la pista hacia la izquierda. Estando como habíamos estado muy cerca de Valdeperdices ahora nos estábamos alejando del pueblo.


Casi dos kilómetros después, la mayoría ascendentes, abandonamos este camino para girar noventa grados a la izquierda. Al haber ascendido volvíamos a tener vistas del embalse pero las perdimos enseguida porque al incorporarnos al nuevo camino comenzamos un largo descenso.


La bajada terminó en Valdeperdices. Recorrimos algunas de sus calles y buscamos la carretera porque queríamos seguir por un camino que parte de esta.


Enseguida llegamos a ese camino que salía a nuestra izquierda. De nuevo nos enfrentamos a una larga subida por la que hemos rodado otras veces.


Intentando acortar la ruta porque, entre unas cosas y otras, habíamos perdido bastante tiempo, decidimos abandonar el track previsto y seguir nuestra intuición. Erramos, porque al terminar la subida teníamos que haber abandonado el camino y seguir por otro, pero continuamos recto, lo que provocó dar un rodeo. Menos mal que en ese tramo el viento nos ayudó y la tendencia era descendente.

Como tres kilómetros después de dejar Valdeperdices hicimos un giro a la izquierda, recorrimos como un kilómetro más y cambiamos de dirección de nuevo, esta vez hacia la derecha.


El camino, de menor importancia, más estrecho y marcado por dos roderas, nos debía de llevar hacia Palomares, y así lo hizo. En ese punto ya habíamos vuelto a seguir el track previsto.


Casi allí mismo iniciamos un descenso atravesando la citada dehesa de Palomares. Terminada la bajada llegamos a un camino que tomamos siguiendo hacia la derecha. Recorrimos esa parte baja de la dehesa que tanto nos gusta y, cuando estábamos a punto de comenzar el ascenso con el que termina ese paraje, una nueva confusión nos llevó a tomar el camino equivocado.


Cierto es que la zona es bonita y también merece la pena ser recorrida, pero a nosotros lo que ya nos interesaba era terminar cuanto antes porque nos estaban esperando en el Cristo de Valderrey.


Abandonamos este camino para seguir hacia la izquierda, ascender y enfrentarnos a una pista, ascendente al principio, que nos llevaría hasta cerca de La Hiniesta tras un descenso.


El camino terminó en otro. Hacia la izquierda nos habría llevado a La Hiniesta, pero optamos por ir hacia la derecha y enseguida girar de nuevo hacia el lado contrario para continuar por una larga recta con bastantes pliegues que, a esas alturas, resultaban ya molestos.


Unos cuatro kilómetros después nos desviamos ligeramente hacia la izquierda para descender por un camino realizado cuando se construía la línea del AVE. 


El camino, que lo habíamos conocido hace unas semanas en sentido contrario, nos llevó hasta el mismo Cristo de Valderrey. Al llegar, a pesar de ser una tarde plomiza, nos alegró ver una cantidad de gente importante en las mesas, en los puestos y ocupando parte de la pradera. 


Habíamos quedado allí con algunas de nuestras Galanas que habían ido caminando desde Zamora. Las buscamos y las encontramos acompañadas de dos bíkers que no habían podido hacer la ruta. Ya todos juntos tomamos una caña junto a una de las casetas.


No nos demoramos mucho porque la tarde estaba cayendo y la temperatura también, así que nos estábamos quedando fríos. Recogimos nuestras bicis e iniciamos el recorrido hasta Zamora donde, al llegar, dimos por concluida esta bonita ruta. Si así nos ha gustado, con sol nos habría encantado porque, según está el campo, los distintos tonos de verdes y los contrastes entre los campos de colza y los de cereales habrían sido espectaculares.

Una anotación más. Dada la cantidad de campos cultivados de colza que hemos visto, convalidamos este recorrido con la tradicional Ruta de la colza que hacemos cada año.



Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

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