17 de febrero de 2019

Al Puente Mocho y Ledesma desde Santiz

Llevábamos tiempo con ganas de hacer esta ruta y, de hecho, la aplazamos el pasado Domingo porque la climatología era adversa. Hoy, sin embargo, el día era perfecto.

Como estaba previsto empezar en Santiz, nos desplazamos hasta allí sólo cuatro bíkers (varios eventos robaron protagonismo a la ruta) en dos coches. Después de preparar las bicis y tomar un café en uno de los bares del pueblo comenzamos a rodar.

Tras abandonar las últimas casas nos encontramos con este paisaje frente a nosotros:


Viendo esto, que en la foto dice mucho menos que en la realidad, todos nos supusimos que íbamos a disfrutar de bonitos paisajes, como así fue.

Los primeros kilómetros los hicimos por excelentes caminos, con buen firme, sin barro, lisos y encima ligeramente descendentes.


Tras unos tres kilómetros cruzamos la carretera de Ledesma y proseguimos entrando en la Dehesa de Asmesnal. Allí nos encontramos con las ruinas del castillo del mismo nombre, " (...) una fortificación medieval de carácter militar que en el siglo XV jugó un importante papel en las guerras con Portugal, aunque seguramente participara en el devenir histórico del Reino de León en una etapa anterior, básicamente desde el siglo XII. (Fuente Wikipedia).



Poco después nos encontramos con la primera cancela de las más de ocho o diez que tuvimos que abrir, cerrar, o saltar... Tras esta primera nos encontramos con un camino muy poco marcado y que parecía la servidumbre de las dos tierras colindantes.



Empezamos también a encontrar algunas vacas (veríamos cientos en todo el recorrido), si bien estas estaban tras una valla.


Después apareció otra cancela y tras traspasarla nos encontramos sumergidos en una zona preciosa, con encinas por todos lados, el campo empezando ya a verdear por la proximidad de la primavera y todo recorrido por un buen camino.




En un tramo tuvimos que pasar junto a decenas de vacas que no nos miraban muy bien. Nosotros recelábamos de ellas también, pero no teníamos más remedio que molestarlas para seguir avanzando. La molestia no debió de ser muy grande porque no tuvimos que sacar la muleta, pero digamos que ese tramo lo hicimos a mejor media que el resto.

Más adelante cambió el paisaje y volvimos a rodar por un camino ancho y con muy pocas encinas. Estábamos en paralelo a Moraleja de Sayago. Resulta curioso que empezando la ruta en un pueblo de la provincia de Salamanca, tras rodar unos diez kilómetros hacia el sur, estuviéramos frente a un pueblo de Zamora. Esto es porque justo en esa zona nuestra provincia hace un saliente que se adentra en la de Salamanca.


No mucho después más cancelas para abrir y cerrar. Ya en ese punto habíamos perdido la cuenta, pero más de 6 llevábamos fijo.



Esta última nos volvió a meter en una zona con bastantes encinas, algunas centenarias. En una zona más abierta hicimos una ascensión suave pero larga y no nos dimos cuenta de que teníamos que haber girado a la derecha, así que nos tocó recular un poquito y meternos por una zona en la que el camino no estaba marcado, pero por la que se rodaba bien.



Y, como no podían faltar, más cancelas no mucho después. La penúltima no daba la posibilidad de abrirla porque tenía un candado, así que la saltamos. 


Continuamos rodando y nos dimos de bruces con una más, que sí pudimos abrir. Pasamos por ella, abrimos otra que había justo a su izquierda y pocos metros después nos dimos cuenta de que no había sido necesario pasar ambas porque teníamos que haber rodado por un camino que iba paralelo, por el lado de acá, a la pared. Cuando nos cercioramos de eso, nos tocó saltar la valla de piedra para poder seguir el camino.


Tras el salto de la valla (menos mal que sin concertinas, aunque sí con alambre de espino) seguimos rodando y disfrutando de la mañana, el paisaje y la bici. 


No transcurrió mucho tiempo cuando el terreno empezó a ser más escabroso, con piedras aflorando en la superficie, haciendo que el camino se diluyese sin estar claro su trazado. Nos guiamos por los GPS y terminamos en una zona con muchas rocas y por la que costaba rodar sin bajarse. Tras superar ese tramo nos estaba esperando el Puente Mocho para atravesarlo.




Tras verlo de un lado, del otro, contemplar el paisaje y leer los carteles que nos aclararon su historia 
(su construcción se ha atribuido repetidamente a época romana, no tanto por su propia fábrica, que parece muy modificada en época medieval, especialmente los tajamares, cuanto por la existencia asociada al puente de restos bien conservados de calzada, formando parte de una vía de comunicación entre las localidades de Ledesma y Zamora (Bletisama-Ocellum Duri). El puente, en su configuración actual y salvando las dificultades inherentes siempre a la datación de estos monumentos, parece en su conjunto obra medieval, y los tajamares, escalonados y en forma de huso, de época moderna. Fuente Wikipedia), iniciamos los más de dos kilómetros de subida que, inevitablemente teníamos que hacer para llegar a Ledesma, eso sí por un camino que daba gusto rodar.


Después de pasar la zona de aparcamiento entramos en la carretera que, descendiendo, nos llevó hasta uno de los dos puentes sobre el Tormes que dan la entrada a Ledesma.



Ascendimos hasta la parte alta del pueblo, en concreto hasta la Fortaleza y desde allí recorrimos algunas de sus calles, viendo a nuestro paso algunos de los muchos palacios y casonas señoriales, que tanto abundan en esta villa.


En la plaza, junto a la iglesia y frente al Ayuntamiento, hicimos una parada para comer algo. Invertimos lo justo en esto y enseguida nos pusimos en marcha porque el tiempo se nos había echado encima.


Salimos de la plaza en dirección al río, lo que nos permitió contemplar unas excelentes vistas.



Al llegar abajo cruzamos el puente más antiguo y ascendimos por la carretera que encontramos de frente, la de Peñausende, pero la abandonamos enseguida para coger la de Santiz, que también abandonamos más adelante para continuar por un buen camino a lo largo de unos seis kilómetros. 


Llegados a un punto en el que, según el track, nos teníamos que desviar, sólo encontramos una valla sin puerta y tampoco había camino donde se suponía debía estar. Vimos que había una alternativa así que seguimos más adelante y unos quinientos metros más allá la encontramos, una cancela más, eso sí, la última, y tras ella un camino que nos uniría al track un par de kilómetros después.

Unos metros más adelante de la cancela empezamos a ver vacas negras por todos lados. También estas nos miraban, pero ni se inmutaban, lo que no sabíamos si sería bueno o malo. Habríamos preferido que se hubieran asustado alejándose de nosotros. El, aproximadamente, kilómetro que fuimos entre ellas lo hicimos sin decir palabra y a un ritmo merecedor de podio en el campeonato de España.


Terminamos por engancharnos de nuevo al track algo más adelante y ya lo continuamos sin más novedad hasta la localidad de Añover de Tormes. Curioso que, a pesar de su nombre, el río que le da nombre quede a más de diez kilómetros. A su entrada nos encontramos con este bonito mural.


Recorrimos algunas de sus calles, pasamos junto a la iglesia y descendimos para retornar al track. Este seguía por un buen camino pero siempre con tendencia ascendente, no muy empinada, pero continua. Así, unos cinco kilómetros después, entrábamos en Palacios del Arzobispo. 


Nos sorprendió su coqueta plaza de la iglesia.


Ya con prisa, porque llevábamos mucho retraso, salimos del pueblo y continuamos con ese ligero ascenso que ya traíamos, aunque poco después se inclinó más, al entrar en una zona de pinos repoblados con un parque eólico en la parte de mayor altitud. 


Tras superar los aproximadamente dos kilómetros de subida llegamos a la zona más alta y allí giramos a la izquierda para continuar por un tramo con algunos altibajos. El último alto ya cerca de Santiz, por lo que justo antes de llegar tuvimos que realizar una buena bajada que nos dejó a las puertas de esa localidad.


Al llegar logramos cargar las bicis en el coche en tiempo récord porque era tardísimo y, rápidamente, iniciamos el regreso a Zamora. La caña fue la gran perjudicada por la falta de tiempo. Otra vez será...


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Relive 'Morning Feb 17th'

16 de febrero de 2019

Por la ribera del río Aliste

Hoy, según nuestro calendario, tocaba senderismo, y escogimos para ello una ruta por la ribera del río Aliste.

Nos trasladamos hasta Vegalatrave para iniciar la caminata allí. Tras aparcar los coches los siete andarines (hoy muchos bíkers y muchas galanas tenían otros compromisos) empezamos a caminar saliendo del pueblo y cogiendo una carreterita a la izquierda.


Tras unos quinientos metros la abandonamos para seguir por un camino que estaba trazado junto al cauce de un arroyuelo y que tenía algo de pendiente. La zona tenía bastante vegetación y el camino poco a poco se fue convirtiendo en una pequeña garganta.



Tras pasar esa garganta, atravesamos también una zona boscosa y poco a poco fuimos encontrando menos vegetación, el valle se fue abriendo y se caminaba mejor.

Como el campo no sabe de fechas y, aunque la primavera aún no ha llegado y las temperaturas diurnas están resultando altas, el paisaje que fuimos encontrando era ya casi, casi, primaveral.



Terminamos esa ascensión suave que habíamos traído durante todo el trayecto y llegamos a un camino ancho con campos de cultivo alrededor.



Pero en realidad teníamos que coger uno paralelo a ese, así que cruzamos un barbecho para alcanzarlo. Ya en él fuimos avanzando y descendiendo poco a poco, sin abandonarlo en ningún momento, hasta recorrer los casi tres kilómetros que nos separaban de Domez.



Esta parte es la menos vistosa de la ruta, sin llegar a ser fea, pero es menos atractiva que el resto.

Llegamos a Domez y decidimos buscar un bar para tomar una cervecita que nos supo a gloria, acompañada de la conversación de la dueña y de unos frutos secos que amablemente nos puso para picar.

Volvimos atrás unos cientos de metros para cruzar de nuevo el puente sobre el río Aliste y comenzar a caminar por su ribera.


Ribera que no dejamos prácticamente en ningún momento ya hasta llegar de nuevo a Vegalatrave. Esta zona es muy bonita y ofrece variadas estampas del río, porque a veces sus aguas son negras porque la vegetación apenas deja entrar la luz y en otras ocasiones se deja teñir del color del cielo.



Hay zonas donde se camina a un metro de él y en otras en las que el caminante lo vigila desde las alturas, como en el último tramo, en el que se asciende una ladera y eso permite contemplar unas vistas, del propio río y de toda la zona, espléndidas.




Tras disfrutar de las vistas el camino comienza a descender y se mete en Vegalatrave enseguida. Atravesamos la localidad para ir hasta la zona donde estaban los coches.


Ya en ellos nos dirigimos a Samir de los Caños, del que estábamos a seis kilómetros, porque habíamos encargado la comida en el Bar de Agustina, que nos trató excelentemente. Estuvimos muy a gusto allí. Tras la comida un paseíto por el pueblo y rumbo a Zamora, pero eso sí, hicimos una pequeña parada en Villaflor, para mostrar la famosa barca a quienes no la conocían aún y para disfrutar de las vistas desde el Mirador de la Barca.


Tras la parada ya nos dirigimos de un tirón hasta Zamora, poniendo así fin a un bonito día disfrutando de la naturaleza y de la buena compañía.

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Relive 'PVegalatrave'

10 de febrero de 2019

En busca de los entresijos del Duero

La ruta prevista para hoy no era la que finalmente hemos hecho, pero la previsión del tiempo era mala: viento, cielo nublado y lluvia; así que ayer decidimos aplazarla. Como el viento iba a soplar del suroeste tocaba ir en ese sentido, así que planificamos una ruta hacia la zona de San Román y El Porvenir, un meandro de 180º, una península con un perímetro de casi 10 km que hace el Duero a pocos kilómetros de Zamora.

Salimos a las 9,30 h. seis bíkers de la Ciudad Deportiva y seguimos el curso del río para terminar cruzándolo por el Puente de los Poetas.


Continuamos ascendiendo al barrio de Rabiche por una cuesta que nos hizo sudar, por la propia cuesta y porque hoy no hacía frío e íbamos abrigados. Terminamos saliendo al camino que va a Carrascal y que hemos seguido ya en otras ocasiones. Tras algunos sube y bajas llegamos a esta localidad. Cruzamos por algunas de sus calles y cogimos un camino que tras algún giro terminó por ponernos en el que lleva a la dehesa de Congosta.


Desde las zonas altas ya atisbamos el río y comenzamos a rodar en paralelo a él. Pronto llegamos a algunas edificaciones de la dehesa.


Justo donde empieza la Carva nosotros continuamos recto y cruzamos una entrada que aparecía con unas cintas para disuadir a los que pretendan cruzarla. No fue el caso.

La sorpresa fue grande al ver que ese camino, por el que habíamos intentado pasar el año pasado, había sido limpiado de zarzas, ramas y demás vegetación que, en esa ocasión, hizo que nos tuviéramos que dar la vuelta. Así que, ya limpio, rodamos por él de maravilla, pudiendo contemplar inmejorables vistas del Duero.



Ese camino es, además, muy variado, teniendo una zona en la que aparece delimitado por una paredes de piedra perfectamente construida al mejor estilo tradicional.



Poco después avistamos ya las instalaciones de la presa de San Román y enseguida llegamos a ellas.



Estas instalaciones, puestas en marcha en 1902 (ver su historia aquí), fueron de las primeras de España. Desde la presa el agua pasa a través de un túnel al otro lado del meandro, donde está la central eléctrica de El Porvenir. Nuestra intención era llegar también a esta, pero finalmente no pudo ser. Lo dejamos pendiente.

Una vez sobrepasada la presa continuamos por un camino que abandonamos en cuanto se separó del río. Hasta aquí algunos habíamos estado alguna vez, pero de aquí en adelante era inédito para todos. Proseguimos por un caminito que nos encantó porque estaba trazado por la orilla del río y nos permitía pedalear con unas vistas impresionantes.



De vez en cuando nos tocó echar el pie a tierra por algún desnivel o por zonas de roca, pero no nos importó en absoluto. Y tampoco nos importó que no fuera un "camino de rosas" porque estábamos disfrutando.




Después de esta zona rocosa el paisaje cambió y empezamos a rodar algo más alejados del agua y rodeados de encinas.


Poco después empezamos a ver a lo lejos, en la orilla opuesta, la llamada carretera de Los Infiernos y en esa zona es donde ya los caminos desaparecieron y empezamos a rodar por donde nos parecía que la bici iría mejor. Tuvimos que cruzar una tierra sembrada por su borde, después llegamos a  una zona muy arenosa, más tarde a un lugar por el que no podíamos seguir...


Para "ayudar", el viento, que en el tramo anterior no nos había molestado, comenzó a darnos de frente y, además, empezó a llover. Poquito a poco íbamos avanzando muy lentamente, parando cada poco a pasar algún obstáculo, pero íbamos avanzando al fin y al cabo. Estábamos ya frente a la zona de Los Infiernos en la que la carretera va elevada, junto al Duero. Algunos cientos de metros después encontramos al fin un camino usado por maquinaria agrícola. ¡Nos pareció una autopista!


Pero se terminó y poco después tuvimos que volver a cruzar otra tierra sembrada, eso sí, ya veíamos las edificaciones de la dehesa, por lo que imaginábamos que algún camino habría cerca.


Podríamos haber seguido bordeando el río campo a través, pero nos tentó un camino que conducía a las viviendas de la dehesa y lo tomamos porque cada vez hacía más viento y llovía más, además de que se estaba haciendo tarde. El camino nos condujo a esas edificaciones, pasamos junto a ellas y enseguida empezamos a ascender. Un ascenso que duró, salvo algún pequeño tramo llano o de suave descenso, unos ocho kilómetros.


Ocho kilómetros que dieron de sí. Primero parte de ellos fueron de buen camino, más tarde uno de esos buenos caminos nos llevó hasta la carretera que va a San Román y El Porvenir. Y siguiendo esta llegamos a la bifurcación que conduce a la localidad de San Román. Pensábamos seguir por ese ramal, pero para llegar antes a Zamora decidimos seguir la carretera hasta el cruce con la de Fermoselle. Nos separaban 4 kilómetros hasta ese cruce pero, a pesar de ser por carretera, se nos hicieron largos porque el viento soplaba muy fuerte frontal o lateralmente, sin olvidar la lluvia.



Ya en la carretera de Fermoselle todo cambió, por fin rodamos con el viento de popa y ¡cómo se notaba! Pasados poco más de quinientos metros nos desviamos hacia el centro hípico y proseguimos, pasado este, hacia La Pueblica de Campeán. Con el viento empujando y cuesta abajo volábamos.

Antes de llegar a esa localidad giramos a la izquierda para seguir por el GR-14 por el que también rodamos fenomenalmente con esa ayudita extra. No tardamos nada en llegar a Tardobispo. A estas alturas, además, había dejado de llover.  Pasada esta localidad incluso el sol quiso asomarse entre los pocos huecos que le dejaban las nubes.



En pocos minutos sin más novedades estábamos a las puertas de Zamora. Entramos por San Frontis y cruzamos el Puente de Piedra, siguiendo por la Horta para regresar al lugar de partida, donde hicimos una parada para reparar los líquidos perdidos y comentar la jugada...

Nos queda pendiente visitar El Porvenir, hoy no pudo ser, pero no nos olvidaremos.


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Relive 'Morning Feb 10th'

4 de febrero de 2019

Incursión en Sayago

Esta mañana fuimos cinco los bíkers que nos encontramos en nuestro lugar habitual de encuentro para tratar de disfrutar un Domingo más de los caminos, de la bici, del deporte y de la compañía. Bueno... y de una cañita al final, de premio.


Nuestra intención era llegar hasta Cabañas, el primer pueblo de esa zona con el apellido de Sayago, pero antes había que atravesar una amplia zona de la Tierra del Vino.