El primer incidente fue una sorpresa. Un bíker cogió su bici para salir y se encontró con una avería inesperada. No había tiempo de hacer nada más que sacar su otra bici, pero eso lo notaría, sin duda, en sus piernas.
Salvado ese problema se unió a los, sólo, tres bíkers que se presentaron a la convocatoria dominical. La iniciamos rodando hacia Valorio donde, poco después, nos enfrentamos a la primera cuesta del día, la que siempre nos ahoga al pillarnos aún fríos. Tras recobrar el aliento nos sumergimos en esa sábana que, a algunos gusta, pero que a mí en concreto, nada de nada. Tras intentar romper nuestras piernas una y otra vez en esa inmensa recta llena de pliegues, no se salió con la suya y salimos airosos de ella girando a la izquierda a su fin y ascendiendo un poquito más hasta llegar al inicio del descenso de Palomares.
Tras el descenso ya se sabe... ala, a subir de nuevo. Y es que la alegría dura poco en casa del pobre... Y tan poco, tras bajar poco menos de un kilómetro hubo que ascender más de tres, es verdad que tendidos, pero también adornados con arena suelta que obliga a intensificar el esfuerzo.
Terminado el ascenso giramos a la derecha y continuamos rodando por una excelente pista. En pocos días toda esa zona, que hace tres semanas o menos lucía totalmente verde, se ha agostado y, de hecho, ya algunos campos estaban segados, contrastando esa estampa típicamente veraniega con el cielo plomizo más propio del otoño o invierno.
La ruta prevista tenía 47 km y era prácticamente imposible de hacer de 7.45 a 10.00 h. así que teníamos pensado dar la vuelta antes de lo previsto. Pero nos liamos algo con el track y terminamos, descendiendo hacia Valdeperdices.
Bordeamos unas casas del pueblo y enseguida nos escoramos a la derecha para ascender por una pista asfaltada bastante empinada. El asfalto se terminó y continuamos por tierra pero terminamos llegando al mismo lugar desde el que habíamos iniciado el descenso a dicha localidad.
Llegados a ese punto iniciamos el regreso a Zamora ignorando el track porque el tiempo se nos echaba encima y a las 10.00 h había que estar en la capital. Y lo iniciamos pisando el mismo camino que habíamos traído unos minutos antes a lo largo de unos dos kilómetros. Después cogimos un camino que nos llevó descendiendo hacia Palomares.
Cruzamos esta dehesa y volvimos a coincidir en un pequeño tramo con el track de la ida, en la cuesta donde termina. Al llegar arriba en vez de seguir por donde habíamos venido tomamos el camino que conduce a la gasolinera de Guimaré, casi tomado por la vegetación tras el confinamiento, pero muy divertido por su trazado y sus suaves sube y bajas.
Llegados a la gasolinera continuamos, dirección Zamora, por un camino paralelo a la N-122 hasta llegar a la altura de la entrada de Guimaré.
Allí cruzamos dicha carretera y nos sumergimos en ese paraje a buenísima velocidad aprovechando que el camino es descendente. En dos minutos estábamos ya en la carretera de Almaraz, junto a la carcel. Eran las 10.00 en punto, así que, ya en el asfalto, empezamos a darnos relevos y llegamos al camino de las Aceñas de Gijón en muy poco tiempo. Allí nos despedimos de un bíker y seguimos los otros tres bordeando el Duero hasta el Puente de los Poetas.
Desde allí continuamos por Olivares y, como solemos hacer siempre, al llegar al Puente de Piedra, dejamos el carril bici y continuamos por los Barrios Bajos, terminando en la Ciudad Deportiva, donde en una terraza pudimos disfrutar de un café (por la hora) y un rato de conversación.
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