Hay deudas que quedan pendientes y una que teníamos todos era repetir la ruta de Peña Mira y La Culebra (también conocida como Ruta de las Castañas) en primavera, porque la hicimos en otoño, pero aquel día la niebla fue la protagonista y nos robó el placer de disfrutar de las vistas y del paisaje de esa sierra tan querida por todos. Hoy nos hemos resarcido y la hemos gozado, la verdad.
Para saldar esa deuda de la que hablamos tuvimos que madrugar porque quedamos a las 8.00 h. con las bicis ya cargadas. Hubo puntualidad y a esa hora estábamos los cinco bíkers y los dos coches en el lugar acordado.
Tras una breve parada en San Vitero para tomar un café rápido, llegamos a la puerta del cámping de Figueruela de Arriba a las 9.15. Unos minutos después, tras descargar las bicis y preparar todo, comenzamos a rodar. Enseguida, en cuanto vimos el paisaje, nos dimos cuenta de que íbamos a disfrutar. Los primeros metros se hacen por carretera, dirección Figueruela de Arriba, hasta el campo de fútbol, donde se coge un desvío a la derecha que, tras alguna subida suave y alguna pequeña bajada, conduce hasta la carretera de Flechas.
Rodamos por ella unas decenas de metros y giramos a la izquierda para continuar por un camino ancho, serpenteante y descendente, que nos llevó hasta el arroyo Cabrón. Aunque bajamos deprisa empujados por la propia inercia, al levantar la vista podíamos ver paisajes como este:
Cruzamos el arroyo por un puente y seguimos pedaleando en paralelo al mismo por un camino muy bonito, repleto de vegetación.
Dos kilómetros después volvíamos a cruzar un rudimentario puente de madera, ya a las puertas de Flechas.
Después de hacernos un selfie en la puerta de la iglesia nos dirigimos hacia el puente que, de nuevo, cruza el Cabrón, y pocos metros más adelante, al dejar atrás las casas del pueblo, comenzamos el ascenso a Peña Mira. Aquí realizamos una variación respecto a la ruta que hicimos en otoño, porque en esa ocasión el ascenso lo hicimos por otro camino. Comparando ambos, está algo mejor de firme el que hemos seguido hoy, así que es más recomendable.
En los primeros metros la subida es tendida, acompaña en paralelo al arroyo Cabrón y está flanqueada, en estos días, por los miles de flores que lucen las jaras.
Después de un kilómetro se giran 180º, se abandona el arroyo, y la subida se endurece algo más. Poco a poco habíamos ascendido bastantes metros y ya se podía contemplar una buena vista de la zona.
El firme seguía siendo estupendo, una pista ancha y sin baches, y comenzamos a rodar entre pinos. Como quinientos metros después realizamos un giro de 90º a la derecha, abandonando la pista para seguir por un camino de menor importancia.
Durante el ascenso se fueron alternando tramos de mayor o menor dureza, pero sin tregua. Poco a poco, cada uno a su ritmo fuimos ganando más y más metros.
Cuando la vegetación lo permitía los paisajes que podíamos contemplar a nuestra izquierda, o detrás después de algún giro, eran espectaculares, con las lomas de la sierra cubiertos con un manto amarillo producido por la flor de las escobas.
Estando ya más cerca del final del ascenso encontramos algún tramo con el firme en peores condiciones, pero fueron tramos concretos y no muy largos, mientras que en la subida realizada en otoño este firme era el más común.
Finalmente desembocamos en un camino más ancho, donde giramos hacia la derecha, teniendo ya delante de nosotros las características rocas que culminan Peña Mira, aunque los ojos se nos iban para el suelo, repleto de todo tipo de florecillas.
Junto a la antena dimos por concluida la subida, ya que ascender hasta la parte más alta tendría que ser sin bici y, además, el calzado que llevábamos no es el más adecuado para hacerlo.
Tras la foto de recuerdo de nuestro paso por la cima de la Sierra de la Culebra (1.240 m) comenzamos el descenso. Primero rodando hasta donde habíamos cogido el camino ancho hacía unos minutos, después girando allí mismo hacia la derecha y continuando por este camino más de dos kilómetros de, prácticamente, bajada continua con vistas impresionantes que se pueden contemplar las pocas ocasiones en las que nos permitimos la licencia de levantar la vista del suelo.
Este primer tramo de descenso termina al llegar a la carretera que une Villarino de Manzanas y Linarejos. Allí mismo hay un pequeño mirador con buenas vistas de todo el valle. Parada obligada para hacer otra foto de grupo. En el propio mirador giramos a la derecha y continuamos con otro tramo de casi cinco kilómetros, descendente en su inmensa mayoría.
Interrumpimos esa bajada para realizar un giro de noventa grados a nuestra derecha para dirigirnos hacia Santa Cruz de los Cuérragos. Se podría seguir recto evitando este rodeo, pero la localidad bien merece una visita. Poco después del desvío ya empezamos a divisar los tejados de las casas del pueblo. Giramos casi 360º y continuamos descendiendo hacia esta localidad.
La entrada en Santa Cruz de los Cuérragos no puede ser más bonita: una zona sombría repleta de antiguas edificaciones, verdaderas obras maestras de la colocación de la piedra. Finalmente la calle sin asfaltar por la que estábamos rodando desembocó en la entrada habitual del pueblo, donde llega la carretera que viene desde Linarejos.
Cada día son más las casas recuperadas en esta localidad y eso se percibe nada más entrar en la calle principal. Además encontramos a bastantes vecinos hablando unos con otros. Se percibe vida.
Casi al final de esta calle principal nos desviamos a la derecha. Enseguida abandonamos las últimas edificaciones, siguiendo por un camino muy frondoso bordeado de grandes, y no tan grandes, castaños.
A medida que fuimos avanzando el camino se fue abriendo a la luz, al tener menos vegetación, y empezamos a rodar entre pinares de repoblación. Lo bueno es que seguíamos descendiendo, así que, aunque en los primeros kilómetros habíamos tardado mucho, desde que coronamos Peña Mira habíamos avanzado muchísimo.
El camino que llevábamos terminó llevándonos hasta un enorme cortafuegos que nos hizo coger buena velocidad, pero enseguida volvimos a un camino, por el que continuamos bajando.
Estábamos ya en el llamado Camino de Riomanzanas, caracterizado, cómo no, por ser descendente en su inmensa mayoría, y por estar rodeado de vegetación baja, jara, escobas, etc. Fueron unos cuatro kilómetros en los que los últimos fueron de descenso más acusado.
Finalmente llegamos por una calle muy inclinada al bonito pueblo de Riomanzanas. Rodamos por algunas de sus calles, quitamos el polvo a la ruedas rodando por el cauce que corre por el medio de una de las calles del pueblo, disfrutamos de la vista del puente, precioso en estos días al estar repleto de flores; y terminamos saliendo de él por la calle principal.
Nada más pasar las últimas casas, giramos a la derecha y nos dirigimos hacia el cauce del río Manzanas, para seguir en paralelo a él, durante alrededor de un kilómetro, por una próspera y llana vega.
Terminó este camino en la carretera que va hacia Riomanzanas. Continuamos por ella y enseguida llegamos a un cruce, donde continuamos hacia la izquierda unos cientos de metros. Entre un tramo y otro no llegó ni a un kilómetro porque nos desviamos hacia la izquierda para tomar un camino ligeramente ascendente.
No mucho después cambiamos de dirección noventa grados e iniciamos un ascenso casi imposible para todos aquellos que no tengan apoyo de motor, por su inclinación y por su mal firme. Ya todos arriba continuamos ascendiendo, pero más suavemente y casi abriéndonos paso entre las escobas.
No tardó mucho en cambiar la inclinación y comenzamos a descender hasta llegar a las primeras viviendas de Villarino de Manzanas.
Allí mismo, junto a la iglesia, paramos para que, quien quisiera, comiera algo. No tardamos más de cinco minutos, así que enseguida volvimos sobre las bicis. Seguimos avanzando atravesando el pueblo. Al llegar al final de la calle principal nos desviamos a la derecha para entrar en un camino muy bonito.
En los primeros metros pasamos junto a un puente de piedra y poco después cruzamos el Manzanas por encima de otro. Aunque la vegetación estaba bastante cerrada, de vez en cuando se abrían claros que nos permitían disfrutar de buenas vistas.
Terminábamos de comenzar el ascenso hacia Figueruela. Teníamos por delante unos seis kilómetros de subida prácticamente continuada. Al comienzo más suave, endureciéndose en las proximidades de la localidad. Eso sí, fuimos en todo momento casi sumergidos entre la vegetación, escobas, robles, castaños, zarzas...
Poquito a poco íbamos ganando altura y restando kilómetros. Aunque la subida es larga es llevadera, la dureza se la imprime su longitud y no su inclinación.
Ya en las proximidades de alguna edificación de Figueruela, y tras atravesar una zona de castaños centenarios, la vegetación se abrió y nos permitió disfrutar de increíbles vistas presididas por el amarillo de las escobas, en contraste con el verde de los castaños.
En vez de seguir hacia el pueblo, nos desviamos hacia la izquierda, aunque eso supuso realizar un par de subidas más. Tras culminar la segunda hicimos una parada junto a una peña en la que hay un reloj de sol y desde donde se pueden contemplar buenas vistas de la zona.
Desde allí prácticamente sólo había que seguir disfrutando del amarillo que lo inundaba todo y dejarse caer hasta llegar a la carretera.
El asfalto solo lo cruzamos porque continuamos por un camino que va en paralelo a este y que nos llevó hasta la entrada del cámping, donde teníamos los coches.
Después de cargar las bicis decidimos tomar una cerveza en el restaurante Alfonso, en San Vitero. Con la cerveza en la mano terminamos decidiendo avisar a nuestras respectivas casas y comunicar que nos quedábamos a comer. Así lo hicimos y, además, lo hicimos bien. Tras la comida regresamos a Zamora sin más novedad.
Sólo queda por añadir que esta ruta la incluimos en el Top Ten de las mejores y, sobre todo, más bonitas que hemos realizado. Sin duda hacerla hoy nos ha quitado la "espinita" que teníamos clavada desde el otoño.
Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
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