Si tuviéramos que escoger al protagonista o a la protagonista de la ruta de hoy, sin duda, sería el barro. Después de lo que ha llovido durante las últimas semanas, después de lo que había llovido por la noche, sabíamos que nos lo íbamos a encontrar, pero lo cierto es que lo ha condicionado todo y ha evitado que disfrutáramos como se merecía la ruta, que tenía un trazado muy bonito.
El Passeio BTT Valles de Vimioso se realiza en la localidad de Vimioso, muy cerca de la frontera española y a 22 km de Alcañices. Es un acto más de la FAOS (Feria de Artes, Oficios y Sabores), que cada año se celebra en este pueblo.
En la edición de este año, la VIII, había menos participantes que en otras ocasiones, no llegábamos a 150, y casi seguro que no estaban todos por las condiciones climatológicas.
La salida estaba prevista a las 10.00 h. así que salimos de Zamora a las 9.00 para ir con tiempo, contando que teníamos que atrasar nuestros relojes una hora. Al llegar fuimos a recoger los dorsales y la sudadera, que siempre regalan, y posteriormente procedimos a descargar las bicis y prepararnos. No tardamos mucho en esta tarea y a las 9.30 ya estábamos listos, así que nos tocó movernos para aquí y para allá para no quedarnos fríos.
La mañana no estaba nada agradable, había 3º, neblina y chispeaba. Poco a poco fueron pasando los minutos así que posamos para hacernos una foto y empezamos a rodar para calentar un poquito.
En dicho recorrido gastamos 3 km, pasamos por el punto de salida y seguimos avanzando algo más por la carretera, para enseguida girar a la izquierda y comenzar a rodar sobre el barro. Uno de los nuestros quiso ciclar por el carril bici y al pasar con la rueda sobre la madera que hacía de bordillo le patinó esa y terminó en el suelo pero sin consecuencias.
A los quinientos metros ya todo el mundo tenía la espalada bien salpicada de barro. Después de una suave subida realizamos un giro y comenzamos un descenso con un firme muy resbaladizo. Incluso yendo muy despacio y frenando las ruedas se iban a un lado y a otro. En ese tramo bastantes ciclistas cayeron sobre el barro.
Los siguientes kilómetros no tuvieron mucha historia. Tras el fresquito inicial que siempre se pasa hasta que se entra en calor, íbamos a gusto, sin frío y con las manos y los pies a buena temperatura. Además, había dejado de llover, algo que se agradecía.
Sobre el kilómetro 9 aproximadamente tuvimos que cruzar una ribera o arroyuelo. No había alternativa así que ni nos lo pensamos. El problema fue que, aunque no lo parecía, cubría hasta mitad de nuestras ruedas, así que los pies se sumergieron en sus aguas al cruzarlo.
Este hecho nos hizo ir molestos unos kilómetros porque enfrío por completo nuestros pies. A estas alturas íbamos tres unidades juntas, después iba una en solitario, y más atrás otras dos.
El paisaje comenzó a ser más bonito que el de los primeros kilómetros, atravesando zonas con mucho verdor y con bastante arbolado.
Sobre el kilómetro 12 nos encontramos con la primera localidad del recorrido. Se trataba de un pequeño pueblo llamado Vale de Frades. Siguiendo las flechas hicimos un pequeño recorrido por el mismo, pareciendo un pueblo fantasma porque no vimos a nadie por la calle, claro que la mañana invitaba poco...
En el kilómetro 20, aproximadamente, llegamos a Avelanoso, una localidad que teníamos reciente en nuestra memoria porque pasamos por ella hace un par de meses en una ruta que tocó esta zona.
Después de recorrer algunas calles comenzamos a oír música tradicional de gaita, flauta y tamboril. Giramos en una calle en ángulo recto y nos encontramos a los músicos que estaban situados frente al local del avituallamiento.
Salimos de Avelanoso rodando unos metros por la carretera para desviarnos poco después a la derecha. Empezamos a encontrar las zonas más bonitas del recorrido, con caminos alfombrados de hojas de robles y pequeños ascensos y descensos.
La pena es que durante todo el recorrido nuestra atención iba dedicada casi al cien por cien a mirar bien hacia donde dirigir nuestra rueda para evitar zonas embarradas en las que irse al suelo era sencillo. Eso nos impidió disfrutar al máximo de la ruta y del paisaje, que en este tramo era muy bonito.
Tras uno de los ascensos llegamos a un alto desde que se podía contemplar una amplia panorámica de la zona.
Más de una vez, varias, tuvimos que cruzar pequeñas corrientes de agua o charcos que, por sus dimensiones, se acercaban más al concepto de charca, y algunos de ellos nos engañaron en cuanto a su profundidad y nos volvieron a sumergir los pies.
Continuamos avanzando y sobre el kilómetro 25 llegamos a Serapicos. Realmente pasamos junto a la localidad porque la tocamos tangencialmente. Allí nos encontramos con el río Angueira, que hace dos meses estaba totalmente seco y ahora rebosaba agua.
Comenzamos a rodar por su ribera, que no abandonaríamos hasta unos tres kilómetros más adelante. Este tramo posiblemente sea el más bonito del recorrido. Los prados despedían verdor, el río realizando su recorrido entre árboles, y nosotros junto a unos y otros.Pasados esos tres kilómetros llegamos a São Joanico. Su bienvenida fue un bonito puente de piedra.
Recorrimos una calle trazada en paralelo al río y salimos pronto de la pequeña localidad. Recorrimos algunos tramos de monte y no tardamos mucho en comenzar a subir.
La zona de ascenso fueron unos dos kilómetros que hicimos bien porque ya sabíamos que nos quedaba poco para terminar.
No sabíamos si llevábamos a algún ciclista por delante pero nos parecía que no porque desde que optamos por realizar la ruta corta no habíamos visto a nadie.
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