28 de diciembre de 2022

Cascadas de Abelón tras las lluvias

Tras las lluvias otoñales teníamos ganas de ir a alguna de las cascadas de la provincia. Hoy, aprovechando que no llovía fuimos a disfrutar de las Cascadas de Abelón.

Abelón se encuentra a unos 38 km de Zamora, así que tras poco más de media hora de viaje llegamos a esta localidad. En un primer momento vemos varias casas del pueblo. Seguimos adelante y parece que el pueblo se termina, pero si continuamos por la carretera volveremos a encontrar más viviendas. Al llegar a una pequeña plaza, que encontraremos a nuestra derecha, podremos ver una báscula para el pesado de camiones. Ese es un buen sitio para aparcar el coche.

Allí mismo comenzamos a caminar en perpendicular a la carretera, es decir, dejando esta a nuestra espalda. Enseguida encontraremos señales con bandas blancas y amarillas, que son las que debemos seguir. 

Ante nosotros tenemos un camino típico sayagués, de buen firme y que va descendiendo suavemente desde la salida del pueblo.


A medida que vamos avanzando nos encontramos con "cortinas" delimitadas por paredes de piedra que son verdaderas obras de arte. 

Debido a las abundantes lluvias caídas durante las últimas semanas el agua está por todas partes, en pequeños regatos, corriendo por los laterales del camino, o formando charcas.


La pendiente se va inclinando más a medida que nos vamos acercando al río. Al alejarnos del pueblo también empiezan a desaparecer las "cortinas" y encontramos a nuestro paso algunas encinas y monte bajo.

Después de haber recorrido unos dos kilómetros y medio llegamos a un punto en el que el camino se bifurca y en los dos caminos, tanto el de la izquierda como el de la derecha, encontramos balizas con las bandas blanca y amarilla. Tenemos que tomar la opción de la izquierda. Este es el único sitio donde pueden surgir dudas de hacia dónde seguir.

Justo después de ese punto el descenso se hace mucho más pronunciado y el camino se convierte en un sendero. No tardamos mucho en ver a nuestra derecha el arroyo de la Cunca, el que alimenta las cascadas.

Bajamos algo más, el sendero nos lleva hacia la izquierda y, casi de repente, nos encontramos con una espectacular panorámica del río Duero, ya encerrado entre paredes de piedra. 


Llegados a ese punto el descenso se complica algo, pero yendo con cuidado no tiene por qué haber ningún problema. Eso sí, hay que tener cuidado al pisar algunas piedras, si estas están mojadas.

Poco después ya podemos contemplar la cascada en todo su esplendor. El arroyo sigue trayendo mucha agua y nos ofrece, en su caída, un bonito espectáculo.



Después de algunos minutos disfrutando del agua iniciamos el regreso porque los días en invierno son muy cortos y dan muy poco de sí, así que hay que darse prisa para llegar a Abelón con luz.

Ascendemos por el mismo sendero por el que habíamos descendido. La pendiente es importante así que nos lo tomamos con cierta calma. Poco antes de llegar al punto donde habíamos dudado a la bajada nos desviamos a la derecha porque ya se sabe que a este grupo no le gusta pisar el "track", es decir volver a pasar por donde ya se ha pisado. 

Seguimos el sendero que nos hará descender primero por una ladera, después tendremos que cruzar una pequeña corriente de agua para, finalmente, volver a ascender.

Volvemos a repetir las misma acción: descendemos, cruzamos otra corriente de agua, y subimos otra ladera. Al llegar a la parte más alta nos encontramos con un mirador que nos ofrece una preciosas vistas del Esla (frente a nosotros) y el Duero, a nuestra izquierda y derecha. Estamos contemplando la desembocadura del afluente en el río principal.


A la izquierda del mirador encontramos una cruz de piedra y al lado la llamada ermita de San Vicente.


Volvemos al sendero, que a estas alturas ya se ha hecho camino. Este cambia de dirección, dejando a nuestra espalda el río. 

Descendemos ligeramente para ascender después una larga cuesta. Se asciende bien por ella y más adelante se suaviza mucho.

Llegamos a un cruce de caminos y en ese punto tenemos que seguir el de nuestra izquierda, señalizado como el GR-14 (la Senda del Duero). Caminamos por este y pronto volvemos a encontrar cortinas a ambos lados. Como un kilómetro y medio después entramos de nuevo en el pueblo. Nuestro GPS marcaba 6,71 km al llegar a los coches. 

Realizando la vuelta por donde la hicimos nosotros se rodea un poco, menos de un kilómetro, pero merece la pena.

Ya montados en el coche y como nos gusta, cuando es posible, dejar algún euro en el lugar donde hacemos alguna actividad, nos acercamos al bar del pueblo, el Bar Tito, donde nos tomamos un refresco que puso un broche de oro a una tarde diferente del mes de diciembre.


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