Cuando pensábamos que después de todo lo que ha llovido este año por fin íbamos a poder disfrutar de los caminos, han llegado las tormentas de primavera para volver a llenarlos de barro. Como ya estamos hartos, hoy preparamos una ruta en la que estuviera garantizada la ausencia de barro, cruzamos los dedos para que no hubiera lluvia y eso sí, tuvimos mucho asfalto.
De nuevo las previsiones meteorológicas anunciaban lluvias para distintos momentos de la mañana de hoy, por ello se descolgaron dos bikers de la convocatoria y nos presentamos a las 9.30 cinco. Teníamos dos rutas preparadas, una por caminos y otra por asfalto. Nos decantamos por la segunda porque había llovido por la noche y no queremos lavar más la bici, ni estropear sus elementos mecánicos, ni tener que frotar la ropa antes de meterla en la lavadora.Salimos de Zamora cruzando el río Duero por el Puente de Cardenal Cisneros. Desde él la panorámica nos mostraba un cielo no demasiado plomizo. En esos momentos la temperatura era agradable, 11º, y soplaba viento del suroeste.
Esos primeros kilómetros nos sirvieron para ir calentando piernas, cogiendo ritmo y para ir charlando con unos y con otros. Así, sin casi darnos cuenta, llegamos a Villaralbo. Atravesamos el pueblo por varias de sus calles para ir a tomar la denominada Carretera de Moraleja, un camino asfaltado que termina en la carretera ZA-610, como a un kilómetro antes del pueblo.
Hay que decir que ese kilómetro casi se nos atragantó porque es un ascenso que parece suave, pero que termina pesando en las piernas. Entramos en el pueblo y continuamos adelante. Al llegar a la plaza giramos a la izquierda y continuamos recorriendo Moraleja.
Eso sí, empezamos a sufrir el fuerte viento frontal que nos frenaba muchísimo. Por ello en ese tramo procuramos ir en fila para irnos protegiendo unos a otros de él, salvo el primero, claro.
Poco antes de llegar a Gema hay que trazar un "cuatro". En ese tramo se encuentra la única subida que hay entre Bamba y esta localidad.
Podríamos haber bordeado Jambrina porque la carretera no llega a entrar en él, pero nosotros sí lo hicimos, nos desviamos a la derecha y continuamos hasta la plaza de la iglesia.
A continuación giramos a la izquierda para proseguir por la larguísima calle que recorre esta localidad.
Al terminar las edificaciones la calle se prolonga por un bonito paseo que concluye en la intersección con la carretera que va hacia Santa Clara de Avedillo, por la que nosotros teníamos que continuar.
Nos separaban de esta localidad unos siete kilómetros, la mayoría de ellos de suave ascenso con tramos de más inclinación que, unido al viento, y a la velocidad que tratábamos de mantener, nos supuso un esfuerzo añadido.
En esos momentos la temperatura, cuando salía el sol, se aproximaba a los 19º, aunque con el viento la sensación térmica era menor. Sobre la zona de Santa Clara de Avedillo volvíamos a vislumbrar nubes oscuras así que continuamos cruzando los dedos para ir librando.
Entramos en "Avedillo" (como se conoce popularmente este pueblo) y no cambiamos de dirección hasta haber recorrido una parte del pueblo. Seguidamente giramos para ir hacia la plaza. Allí decidimos parar y hacer un pequeño receso.
Como cinco minutos después volvimos a montarnos en las bicis y salimos del pueblo con dirección a Corrales del Vino. Eso significaba un cambio de dirección y, por lo tanto, el viento ya no nos daría de frente, sino de costado.
Molestaba menos el viento, sí, pero tuvimos que enfrentarnos a dos subidas. La primera desde el mismo pueblo, que terminó en una inclinado descenso.
A este le siguió otra más larga pero también más tendida. Una vez superada tocó realizar lo mejor de las subidas, la bajada. Esta nos dejó a las mismas puertas de Corrales del Vino.
Justo para entrar en el pueblo tuvimos que realizar un pequeño ascenso, continuamos recto para, enseguida, girar a la derecha y recorrer varias calles.
Pasamos junto a la plaza y después muy cerca de la iglesia. Allí, junto a un parque, pudimos ver un mural realizado recientemente que contiene un bonito mensaje.
Seguimos avanzando por el pueblo y pasando junto a casas, la mayoría abandonadas, realizadas con la piedra arenisca propia de la zona y con abolengo en sus fachadas.
Finalmente, salimos a la N-630 que cruzamos para seguir de frente, por la carretera que va a Casaseca de Campeán.
De nuevo hubo que ascender a lo largo de más de la mitad de los tres kilómetros que separan ambas localidades. La parte buena es que el viento ya nos daba lateralmente y no nos frenaba, incluso nos ayudaba ligeramente.
El punto más alto lo encontramos en el paso elevado sobre la antiguo trazado férreo de la Ruta de la Plata. Desde él se tenía una buena panorámica del pueblo y de los alrededores.
Descendimos hasta entrar en el pueblo, pero enseguida nos desviamos ligeramente a la derecha para seguir cruzándolo, terminar saliendo de él y continuar por la carretera que va a El Perdigón.
Salimos de Casaseca, pasamos junto al cementerio y poco después tocó subir la cadena a piñones más grandes para enfrentarnos a la última subida de la mañana. Una vez realizada descendimos, una curva nos cambió algo nuestra dirección. El viento seguía dándonos lateralmente pero se notaba su ayuda. Entre eso, y que el perfil era ligeramente descendente, rodamos muy rápido en ese tramo.
Tan rápido que enseguida pudimos ver El Perdigón "a tiro de piedra".
El perfil seguía ayudándonos y el viento no nos frenaba, así que rodábamos rápido. Pasamos junto a la estación abandonada de El Perdigón, compartida con Morales del Vino, y continuamos hacia este pueblo. Enseguida aparecieron las primeras urbanizaciones y, finalmente, llegamos a la N-630.
Proseguimos por la N-630 hasta el desvío que indica Bermillo de Sayago y otras localidades. En esos momentos una nube muy sospechosa cubría una buena parte de Zamora capital. Tomamos ese desvío y enseguida llegamos al cementerio.
En Puerta Nueva hicimos una parada para felicitarnos por haber conseguido terminar la ruta sin barro y sin lluvia y, ya de paso, tomarnos una caña juntos. Así lo hicimos y después cada uno se fue hacia su casa, por cierto a una hora muy temprana para lo habitual, pero claro, el asfalto es el asfalto y nos permitió hacer una media de más de 22 km/h.
Nota: poco más de una hora después de terminar nuestra ruta comenzó a llover y cayeron algo más de 35 litros en poco más de una hora.
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