La comarca Tierra de Tábara alberga parte de la Sierra de la Culebra. Hoy hemos recorrido una buena parte de dicha comarca y también hemos atravesado la sierra, asolada por el terrible incendio de 2022 y ahora convertida en un lugar totalmente diferente al que conocíamos.
Como teníamos previsto iniciar la ruta en Faramontanos de Tábara, no hizo falta madrugar en exceso. Quedamos a las 9.30 y faltando un minuto para esa hora ya estábamos iniciando la marcha en dos coches los cuatro bikers participantes.
Al llegar a esta localidad aparcamos junto al bar donde íbamos a comer, el Bar Nemesio. Descargamos, nos preparamos y, como manda la tradición, nos tomamos un café antes de partir. Sobre las 10.30 h iniciamos nuestro recorrido. Aunque las previsiones meteorológicas indicaban que hoy no iba a llover, lo cierto es que el cielo estaba nublado, sobre nuestras cabezas había un nubarrón grisáceo muy amenazante, y la temperatura estaba en torno a 8º, vamos, que hacía fresquito.
Salimos del pueblo después de recorrer algunas de sus calles. Al llegar a la carretera la cruzamos y continuamos por el camino que parte enfrente, una pista estupenda por la que se rodaba de maravilla.
Íbamos entre campos sembrados de cereales hasta que, después de cambiar dos veces de dirección, a izquierda primero y después a derecha, el camino comenzó a ir por una zona boscosa repleta de encinas y jaras en flor.
Más adelante cruzamos sobre las vías del AVE a través de un paso elevado y continuamos adelante. Todo el recorrido que estábamos haciendo coincide con el del Camino Mozárabe Sanabrés, como este lo hicimos hace dos años y pasamos por esos mismos caminos, nos sonaba todo.
Llegando a Tábara el camino se estrechó y atravesamos una zona con la vegetación más cerrada. Poco después la preciosa iglesia de Santa María de Tábara (construida en el siglo XII y, aunque ha sufrido distintas reformas conserva muchas partes originales: muros, portada y torre) nos dio la bienvenida.
Atravesamos esta localidad pasando por la plaza y por varias calles hasta que salimos del pueblo cruzando la carretera de Riofrío casi a la altura del Centro de Salud.
Nada más iniciar el camino comenzamos a ascender, bien es cierto que suavemente. Los alrededores del camino no podían estar más bonitos porque nos rodeaba un mar de jara en flor. Como un kilómetro después giramos a la izquierda e iniciamos un descenso.
Tras la bajada continuamos ascendiendo. A los lados del camino, aparte de la jara, comenzamos a ver pequeños árboles quemados, contrastando con la vida que robosaba el monte bajo.
Un segundo descenso nos llevó hasta la zona conocida como San Mamed, porque allí se encuentra la pequeña ermita dedicada al santo. Atravesamos la explanada y una curva a la derecha nos introdujo en un camino por el que comenzamos de nuevo a subir.
Y lo hicimos en un primer tramo de unos cuatro kilómetros en los que lo fuimos haciendo con cierta comodidad.
Justo antes de terminar ese tramo la inclinación fue creciendo hasta llegar a una curva de ciento ochenta grados.
Después de trazar esta continuamos subiendo a lo largo de otros tres kilómetros. Mientras, a nuestra izquierda, podíamos contemplar una ladera totalmente esquilmada, cuando hasta hace tres años era un pinar por el que apenas podía penetrar la luz. Es increíble, pero no parece que sea el mismo paisaje que habíamos visto decenas de veces, está irreconocible después de la tala de todos los pinos quemados.
Poco a poco habíamos ido ganando metros de altitud y eso nos permitió poder disfrutar buenas vistas de las últimas estribaciones de la Sierra de la Culebra.
Finalmente, tras un par de curvas a uno y otro lado, terminamos saliendo a la carretera de Riofrío. Entramos en ella para continuar subiendo hasta el llamado Alto de Carmona, del que solo nos separaban cuatrocientos metros.
Tras esos cientos de metros por asfalto, justo al culminar el puerto nos desviamos ligeramente a la izquierda para comenzar un descenso. El primer tramo era de buen firme, pero el segundo tenía mucha piedra suelta y era muy inclinado por lo que tuvimos que extremar las precauciones.
Tan concentrados íbamos bajando que ninguno nos dimos cuenta de que habíamos perdido el track. Nos pareció que lo podíamos encontrar más adelante y continuamos pedaleando bordeando hacia la izquierda por el final de la ladera.
El camino era bonito, si bien tenía aún algo de agua y barro, poco nos pareció para todo lo que había llovido en días anteriores. Y por si se nos había olvidado que todo aquello fue arrasado por el fuego, cada poco nos seguíamos encontrando sus vestigios.
Como un kilómetro y medio más adelante vimos un caminito que salía a nuestra derecha y lo tomamos. También este era muy bonito, flanqueado por jaras cuyas flores contrastaban con el verde que lo cubría todo.
Tuvimos que rodar casi dos kilómetros y medio hasta que nos reencontramos con el track, pero no nos importó en absoluto ya que íbamos disfrutando de la bici (algo ayudaba que íbamos descendiendo ligeramente) y del paisaje.
Unos dos kilómetros después de volver al track, tras un par de cambios de dirección y después de cruzar a través de un pequeño puente el Arroyo de Moratones, llegamos a una zona muy frondosa y enseguida entramos en la localidad de Sesnández de Tábara.
Recorrimos algunas calles del pueblo, y también pasamos junto a la iglesia de Santa María Magdalena.
En varios muros pudimos contemplar otros tantos murales, lo que nos llevó a pensar que en esta localidad hay algún/a vecino/a que se encarga de pintarlos.
Al salir de Sesnández recorrimos unos quinientos metros por la carretera que va a Ferreruela para, seguidamente, girar noventa grados a la izquierda y así entrar en una pista ancha y de muy buen firme.
Rodamos por ella unos ocho kilómetros en los que solo hicimos un cambio de dirección. Como aún se mantenía un ligerísimo descenso aprovechamos ese tramo para rodar a velocidades en torno a los 30 km/h a pesar del viento, fresquito, por cierto, que en esa zona nos daba frontal.
Aunque al llegar a las proximidades de Escober de Tábara el track bordeaba el pueblo, en el último momento decidimos entrar a él. Enseguida nos encontramos con un potro de herrar y allí mismo nos hicimos un selfie porque dicho potro había sido realizado por el abuelo de dos de los bikers.
Recorrimos la calle principal del pueblo y, pasada la iglesia, nos dirigimos hacia el final de las edificaciones. Al terminar estas cruzamos de nuevo el Arroyo de Moratones, pasando sobre un puente y, a al terminar este, giramos a la izquierda, de este modo nos incorporamos de nuevo al track.
Como unos quinientos metros los hicimos por una zona muy frondosa. Poco a poco fue disminuyendo la vegetación y realizamos un giro de noventa grados a la izquierda.
Cruzamos de nuevo por un pequeño puente el Arroyo de Moratones y nada más comenzar a rodar por ese camino iniciamos un ascenso, necesario para cruzar de nuevo al otro lado de la Sierra de la Culebra.
Como son las últimas estribaciones de la sierra, la subida fue mucho menor que la realizada para ascender al Alto de Carmona, en concreto, se prolongó a lo largo de un kilómetro y medio. Al culminar el ascenso pudimos contemplar todo el valle que hay tras la sierra y los pueblos que se encuentran en él. Comenzamos a descender por el ancho camino que trazaba una amplia curva hacia la derecha.
Como el firme lo permitía dejamos que la inercia actuara y llegamos a coger velocidades altas, si bien cuando los réditos de la subida se terminaron y tuvimos que pedalear de nuevo, lo hicimos con ganas porque se rodaba muy bien y el perfil era ligeramente descendente.
Después de unos cinco kilómetros llegamos a la entrada de Pozuelo de Tábara. Nos desviamos a la izquierda, seguimos por una calle recta que nos llevó a la plaza, a la iglesia y a la carretera N-631. Cruzamos al otro lado y continuamos de frente, por la carretera que va a Moreruela y Santa Eulalia.
Antes de salir del pueblo nos desviamos de dicha carretera para ver algo más de esta localidad. En un cruce hubo ocasión de hacer un autorretrato.
Enseguida volvimos a la carretera de Moreruela. Dejamos atrás las últimas viviendas de Pozuelo y continuamos por el asfalto porque no existe alternativa por camino. La distancia entre ambos pueblos no llega a los tres kilómetros, que hicimos enseguida porque el trazado es plano y el viento ya no nos daba frontalmente. Además, sin peligro, porque no había tráfico alguno.
Poco después de entrar en Moreruela nos desviamos para recorrer alguna calle del pueblo. Enseguida llegamos a la plaza, donde se encuentra el Ayuntamiento y la iglesia, románica en su origen, aunque fue destruida por Almanzor y reconstruida a partir de sus restos.
Dejamos la iglesia a nuestra derecha y continuamos rodando por la carretera hasta la salida del pueblo. Enseguida encontramos en paralelo a esta una especie de carril bici separado del asfalto por una hilera de árboles. El paseo cuenta con farolas y, además, cada quinientos metros, más o menos, hay una fuente. Nos encantó y seguro que por las tardes está repleto de caminantes de uno y otro pueblo porque une Moreruela con Santa Eulalia, separados tan solo por poco más de kilómetro y medio.
Enseguida llegamos a Santa Eulalia de Tábara. Poco después de entrar por su calle principal nos desviamos a la derecha para pasar junto a la iglesia, la rodeamos y volvimos a la misma calle.
Más adelante giramos a la izquierda, pasamos por una plaza de generosas dimensiones y continuamos recto, saliendo así del pueblo poco después.
Dejamos atrás esta localidad por una pista ancha y con buenas vistas a los lados de la misma.
Solo tuvimos que realizar un par de cambios de dirección antes de llegar a Faramontanos, primero a la derecha para, enseguida, girar hacia el lado contrario. Íbamos disfrutando porque se rodaba muy bien, porque el viento nos ayudaba ligeramente y porque la temperatura había ido ascendiendo hasta los 14º.
Como desde Santa Eulalia a Faramontanos solo hay poco más de cuatro kilómetros, no tardamos en ver la silueta del pueblo. Nos dio pena comprobar que la ruta estaba a punto de terminar, habríamos seguido algunos kilómetros más con gusto.
Al llegar al pueblo nos dirigimos hacia la parte alta del mismo para ver algo más de él que lo que habíamos visto al salir unas horas antes. Después descendimos de nuevo a la parte baja y allí pasamos por la plaza, donde se encuentra la iglesia, de origen románico, pero de esa época solo se conserva la lápida de consagración del templo.
Desde la plaza enseguida llegamos al lugar donde teníamos los coches. Cargamos las bicis, nos aseamos como pudimos, nos cambiamos y nos tomamos una cerveza en la puerta del
Bar Nemesio, donde se agradecía estar al sol. Después de recuperar líquidos entramos en el bar donde comimos estupendamente. Tras la comida regresamos a Zamora, eso sí, con una pequeña parada en el Puente Quintos para disfrutar de las vistas.
Para descargar la ruta, haz clic en el logo de Wikiloc.
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