Ya hemos hablado muchas veces de la variedad paisajística de la provincia de Zamora, pero es que esta se da incluso cerca de la capital y en la misma comarca. Hoy a diez kilómetros de esa nos hemos sumergido en un bosque de pinos con senderos, subidas y bajadas para después desplazarnos a las llanuras cerealistas que se encuentran prácticamente a la misma distancia en otra dirección. A una y otra zona las une la misma comarca pero no tienen nada que ver.
Esta mañana, a las 9,30 h, la hora a la que habíamos quedado, se dieron dos circunstancias excepcionales. La primera, que estábamos todos los componentes del grupo, y la segunda, que había 20º de temperatura, lo que permitió iniciar la ruta en manga corta. Por fin.
Salimos yendo hacia el río y siguiendo junto a su cauce por la Avenida del Mengue. Desde allí continuamos hacia Valorio, cogimos el carril bici a la entrada, si bien lo dejamos para seguir por la izquierda y continuar por el camino que bordea la zona de pinos centenarios del bosque.
Al llegar al Puente Croix cogimos de nuevo el carril bici hasta su fin y seguimos por la antigua carretera de La Hiniesta hasta Valderrey.
Al llegar a la entrada del campo de golf y de la ermita nos desviamos para continuar por esa, pasando muy cerca del templo.
Pocos metros después pasamos por un pequeño túnel bajo las vías y comenzamos una subida que, aparte de que es larga y posee cierta inclinación, por ser tempranera nos ahogó un poco a todos. La ascensión terminó al desembocar en el llamado Camino del Monte. Nos unimos a él y como un kilómetro después pasamos por un viaducto sobre la variante de Zamora. Desde este pudimos contemplar con la perspectiva que nos daba la altura la larga recta repleta de pliegues por la que teníamos que transitar.
Los más de tres kilómetros de dicha recta los hicimos en pequeños grupos, los que iban adelante llevaban un ritmo demasiado rápido y se fueron descolgando distintas parejas. Estos bis a bis sirvieron para ir charlando con el que llevábamos al lado y también para prestar atención a las cunetas, donde no cabía más vegetación.
Al terminar este tramo giramos a la izquierda y, tras una pequeña subida, llegamos al cruce de caminos que hay donde comienza Palomares. Nosotros continuamos por el de la derecha y, de este modo, no llegamos a entrar en la zona boscosa.
Más adelante una cuesta abajo y, al terminar esta, un cambio de dirección hacia la izquierda, ya nos condujo a la zona de pinos.
Como un kilómetro después nos desviamos hacia la izquierda y continuamos por un sendero flanqueado por jaras y pinos, fundamentalmente. Hicimos un divertido recorrido por este de casi un kilómetro, finalizando al unirse de nuevo al camino que habíamos abandonado hacía unos minutos.
Seguimos por ese, poco después giramos a la izquierda, como si regresáramos de nuevo al inicio de Palomares, para, seguidamente, desviarnos noventa grados de nuevo a la izquierda. Instantes después, en cuanto levantamos la vista, nos dimos cuenta de que nos enfrentábamos a una subida prácticamente imposible, no solo por la inclinación, sino porque el terreno está totalmente suelto. Y así fue, terminamos todos con las bicicletas en la mano.
Al llegar arriba recuperamos el aliento y continuamos un pequeño tramo por un sendero para terminar saliendo a uno de los caminos que solemos transitar por la zona. Siguiendo este llegamos al inicio de la subida de las llamadas Casas de Palomares. Eso sí, el ascenso no termina al pasar junto a esas edificaciones, sino que se prolonga a lo largo de más de tres kilómetros en los que se va bordeando la dehesa. Es justo aclarar que es una subida tendida que se hace bien.
Culminamos la ascensión y giramos a la izquierda para descansar las piernas, ya que por delante teníamos una bajada. Para no enfriarnos a esta le seguía una subidita que terminó en la N-122.
Teníamos que tomar un estrecho camino que discurre por la cuneta. Como había tanta vegetación los que iban primero no lo vieron y siguieron por el arcén de la carretera, solo los dos últimos nos dimos cuenta de que había un senderito que permitía rodar sin problemas entre tanta hierba. De este modo seis siguieron por asfalto y dos por sendero.
Unos quinientos metros más adelante todos (menos uno que tenía prisa y regresó a Zamora siguiendo la N-122) nos desviamos a la izquierda para continuar por un camino que también estaba casi tomado por la vegetación.
Siguiendo este no tardamos en llegar a una zona de pinos muy bonita en la que se rueda de maravilla, por su buen firme y porque es una cuesta abajo de unos dos kilómetros de largo.
La bajada termina en una zona donde hay una charca y allí mismo comienza un ascenso de un kilómetro de largo. Este concluye al llegar al cruce de caminos existente a la entrada de Palomares. El mismo por el que habíamos pasado como una hora antes.
Allí continuamos por el camino de la derecha. Seguimos por este menos de un kilómetro y lo dejamos girando noventa grados a la izquierda para dirigirnos hacia La Hiniesta.
Poco antes de llegar al pueblo pasamos por un puente sobre las vías convencionales del tren y desde él descendimos hacia las primeras edificaciones de esta localidad.
Atravesamos el pueblo por una de sus calles principales que nos llevó hasta la carretera. Cruzamos esta dejando los muros de la iglesia a nuestra derecha y siguiendo recto.
La calle terminó en un camino. Continuamos por este hacia la izquierda y poco después pasamos junto a los últimos edificios de la localidad.
Como medio kilómetro después abandonamos ese camino para seguir por uno que partía a nuestra derecha. Recorrimos por él unos dos kilómetros, la mayoría de subida, hasta llegar a otro camino, el de la Vía de la Plata, al que nos unimos girando a la izquierda.
Aunque en esta época ya se ven pocos peregrinos por este, nos encontramos con dos a los que deseamos el "Buen Camino", más sabiendo que cuatro de nosotros dentro de menos de quince días estaremos iniciando por este mismo lugar nuestra aventura de este año.
Recorrimos por esta vía unos dos kilómetros prácticamente llanos y, desviándonos a la derecha, continuamos por otro camino de similar firme, si bien tenía alguna subida tendida seguida de la consiguiente bajada de similares características.
Uno de estos descensos nos mostró en el horizonte otra localidad de paso, se trataba de Cubillos del Pan.
Aunque, como ya citamos, habíamos partido con 20º, y a esas alturas de la mañana ya había 26º, si bien seguíamos sin pasar calor sobre la bici.
Cruzamos el pueblo rodando por varias de sus calles. Una de ellas nos llevó hasta la plaza en la que se encuentra la iglesia.
Llamó nuestra atención lo bonito que han dejado este espacio, con dos parterres con sendos olivos y una zona peatonal con varios bancos.
Terminamos bordeando la parte derecha del pueblo hasta llegar a un camino que terminó de alejarnos de esta localidad. Recorrimos por él unos quinientos metros, tras los que nos desviamos hacia la izquierda y unos cientos de metros después a la derecha, iniciando así una subida hacia un teso donde hay instalados varios aerogeneradores.
El ascenso no llegó a un kilómetro pero en los últimos metros gana inclinación y eso se dejó notar en nuestras piernas.
Justo al culminar el ascenso nos desviamos a la izquierda para iniciar así un pequeño recorrido (de un kilómetro) por el teso que terminábamos de "conquistar". Este fue divertido porque contaba con un tramo de sendero con algunos pequeños sube y bajas. Finalmente, llegamos a un camino más ancho que nos devolvió al lugar donde nos habíamos desviado.
De nuevo en el itinerario principal enseguida viramos noventa grados a la derecha e iniciamos una bajada con unas espectaculares vistas de la meseta. Quedaba claro que estábamos en la Tierra del Pan.
Concluida la parte más inclinada de la bajada, mirando hacia la izquierda nos encontramos con este paisaje lleno de color y solo propio de las primaveras con abundantes precipitaciones, como la de este año.
Seguimos disfrutando del descenso, aunque más suave, incluso después de realizar tres pequeños cambios de dirección a izquierda, derecha y derecha, respectivamente, consiguiendo llegar con poco esfuerzo casi hasta la entrada de Monfarracinos.
Realmente no entramos en el pueblo, solo pasamos junto a una zona residencial que se encuentra en un lateral del mismo.
Terminamos de bordear esta localidad y, sin cambiar de dirección, continuamos de frente por un camino ancho. No tardamos en pasar por un viaducto sobre la A-66.
Poco después comenzamos a recorrer un trecho entre pequeñas fincas con sus respectivas construcciones y terminamos de recorrer los cuatro kilómetros de este tramo pasando por un lateral de la urbanización Siglo XXI y saliendo a la carretera de Villalpando.
Ya en esta nos situamos en el arcén y continuamos hasta donde se coge la pasarela que facilita el paso al otro lado de las vías del tren. Hicimos uso de la misma, llevándonos esta hasta la zona de Las Viñas.
Desde allí fuimos hacia Príncipe de Asturias y desde esta avenida a la de Portugal, para terminar en el punto de partida. Bueno, hay que reconocer que hubo una pequeña parada antes de culminar el recorrido pero simplemente para recuperar hidratación y comentar la ruta.
Para descargar la ruta, haz clic en el logo de Wikiloc.
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