17 de mayo de 2020

Una valla en mi camino

Mañana espléndida, con un sol radiante que llevábamos días sin ver, temperatura fresquita y dos horas y cuarto por delante para disfrutar de la bici. No mucho tiempo, pero a las diez hay que estar en casa... Todo hace pensar que tengo por delante una gran jornada, una gran ruta..., pero no.

Y es que hay veces que las cosas no salen como uno planea y hoy ocurrió eso, se fueron acumulando pequeños incidentes que hicieron que la sensación final, al terminar, fuera de haber hecho una ruta fea y que ni siquiera merecía un espacio aquí. Finalmente la he indultado y aquí estoy escribiendo la crónica, pero no hay mucho, mucho, que contar. Lo mejor las vistas, como esta:



Salí bordeando el río por el carril bici hasta Valorio. Salir a esas horas tiene algo bueno y es que la luz es distinta a la que estoy acostumbrado a ver cuando inicio una ruta, y es la luz dorada propia del amanecer y del anochecer que tan bien le sienta a todo. Todo ese recorrido estaba muy bonito con esa iluminación.

Junto al comienzo del bosque ascendí hacia San Lázaro, primer calentón cuando aún estaba frío, y ya en el barrio callejeé hasta tomar el camino que va bordeando el alto de Valorio. Justo al empezar oí caer a un ciclista que iba tras de mí, parece ser, a recorrer el mismo camino. Menos mal que todo quedó en el susto. Superado el incidente continúo. Este es un camino técnico que es una delicia, aunque le doy la razón a un amigo que dice que es más bonito en sentido contrario porque vas viendo en todo momento una vista preciosa de la ciudad. Terminado este descendí hasta el Puente Croix (¿o Crois?, nunca he sabido cuál es su verdadero nombre) y me metí por el sendero que va entre en arroyo y el carril bici.

Al haber estado tanto tiempo sin ser paseado en algunos tramos estaba casi tomado por la naturaleza, pero en cualquier caso era una gozada pedalear por él entre tanto verde.


Al terminar este continué prácticamente recto hasta la entrada del bosque, donde cogí la carretera y giré enseguida para dirigirme al puente de Los Poetas. Tras cruzarlo me bajé a acompañar al Duero por el camino que lo bordea y él me regaló buenas vistas de la ciudad como agradecimiento.


Pasé por debajo del puente de Piedra, y de los dos de Hierro y al llegar a las Aceñas ascendí para cruzar la vía por el sendero que lo permite. Delante de mí iban caminando tres personas. Me sitúe a unos metros de ellas para no molestar y no quise tocar el timbre para no asustar. Cuando el camino ya lo permitía porque había ganado anchura dije en voz alta que iba a pasar por la izquierda, pero la señora que llevaba delante no se movió del medio. Cuando se ensanchó más volví a decir lo mismo y comencé a pasar a su lado porque había sitio suficiente. Pensé que seguía sin escucharme, pero me había oído de sobra las dos veces, ya que al pasar junto a ella, sin siquiera mirarme dijo: "Por la carretera es por donde tienes que ir." Al segundo el hombre que iba por delante gritó que tenía que ir por la carretera, y le dije que no, que tenía el mismo derecho que ellos, mientras los respetara como había hecho. Él siguió increpando y yo contestando más airadamente... Al final recordé lo que me habrían dicho mis amigos en una situación así: "Déjalo, que no merece la pena...". Y así lo hice, me fui, pero eso no impidió que me invadiera la rabia por tener que aguantar a personas que gustan de meterse con los demás, aún sin razón, porque ese tramo es carril bici compartido.

Continué por la carretera vieja de Villaralbo pero enseguida me desvié para coger el camino que lleva a la carretera de Moraleja. La crucé y seguí en paralelo a la doble vía que va a Morales hasta llegar a la rotonda del Cristo. Hice la rotonda y tomé el carril bici, como si quisiera regresar de nuevo a Zamora. Tras algo menos de dos kilómetros en esa dirección tomé un camino que sale a la izquierda y que va a salir al GR-14, poco antes de cruzar la carretera que va al Polígono Los Llanos.

Crucé la carretera y seguí por el GR-14 pero no mucho después hice un ángulo de 90º hacia la derecha y me sumergí, esa es la palabra, en un camino literalmente comido por la vegetación. Vegetación que, como era propio de la hora, estaba repleta de rocío. Rocío que iba haciendo una limpieza exhaustiva de mis zapatillas y ruedas, aunque al mismo tiempo me iba empapando los calcetines y, por ende, mis pies.

La vegetación cesó al llegar el camino a la parte de atrás de las últimas naves de Los Llanos. Allí el track que iba siguiendo indicaba que se giraba a la derecha en una calle que hay entre dos hileras de naves. ¡Pero había una tapia! Es algo que no entendí, ni entiendo horas después, porque dicho track era de una ruta hecha ayer y descargada de Wikiloc. El que la puso debería haber puesto que había ese impedimento, porque a mí me chafó el resto de ruta.

Seguí por un senderillo con el objetivo de llegar a la carretera, pero este se perdía. Iba a seguir campo a través, pero recordé que si mis amigos estuvieran conmigo me habrían aconsejado no obcecarme y buscar otras alternativas, así que paré, miré al otro lado y seguí por un sendero apenas visible que me llevó a un camino de verdad. Eso sí, me iba separando de la carretera pero no me importó porque había un cercado que me habría impedido el paso. Desde ese camino pude contemplar buenas vistas de los campos de cereales que lo circundaban todo.


Incluso el camino estaba precioso en algunos tramos. Realmente no sabía hacia donde iba, sólo sabía que estaba yendo, me parecía a mí hacia la zona de Entrala. Finalmente supe dónde estaba al ver de lejos los tres monolitos del Brocal de las Promesas.


Una vez allí giré hacia Zamora pisando el GR-14 porque miré el reloj y la hora se empezaba a echar encima, eran ya las 9 y 20.

Por el camino disfruté de la galanura de los cereales que se muestran tiesos y fuertes gracias a la primavera que han tenido, la soñada por todo cereal que se aprecie.


Entré en Zamora por San Frontis pero me resistía a terminar la ruta con menos de 30 km y sin haber llegado a la zona bonita del recorrido por culpa de la valla, así que fui hacia Los Pelambres, tomé la carretera de Carrascal y al llegar al camino de Las Lecheras ascendí por él para terminar descendiendo hacia el camino que va a Las Chanas. Al llegar a este giré totalmente a la izquierda para volver hacia Zamora. También los laterales de este camino habían sido adornados de verdes para la ocasión.


 Al llegar a las últimas casas de Rabiche me dirigí hacia ese barrio desde donde se contemplan unas de las mejores vistas de Zamora.


La hora empezaba a apremiar, así que rápidamente me dirigí hacia el Puente de Piedra, lo crucé y por los Barrios Bajos me dirigí al final de la ruta.

Salvo de la misma el camino por el Alto de Valorio y las vistas de cereales. Y censuro que no se avisara de ese paso cerrado que rompió mi ruta justo donde comenzaba lo más interesante.


Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

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