8 de diciembre de 2020

De trámite a Andavías

Después de la bonita ruta del Domingo pasado por tierras de Sayago, hoy martes festivo, la idea era hacer una suave, no muy larga, cómoda... de las llamadas "de trámite", porque además nos acompañaba una nueva incorporación al grupo y un jovenzuelo apasionado de la bici, pero aún sin la forma física necesaria para una jornada de muchos kilómetros. 

Nadie habría dicho que, tras las lluvias de anoche, iba a amanecer una mañana así de espléndida. Cierto es que la previsión meteorológica nos lo había anunciado, pero tanto cambio en tan pocas horas no nos lo terminábamos de creer.

A la hora de siempre y en el lugar de costumbre nos presentamos unos cuantos bíkers dispuestos a disfrutar de una mañana con una luz preciosa y fresca, dos grados, pero con la garantía que ofrece el sol de que la sensación térmica va a mejorar con mucho la temperatura. 

Salimos hacia el río para coger el carril bici trazado junto al Duero para seguir hacia Valorio, cruzar el bosque, seguir por Valderrey y continuar dirección La Hiniesta.


No llegamos a entrar en esta localidad porque en vez de girar, como es habitual, hacia las primeras viviendas, continuamos recto. Como un kilómetro más adelante hicimos un doble giro, izquierda primero y derecha después, para continuar por otra recta larga de firme perfecto, eso sí, salpicada de algunos charcos producidos por las lluvias de la noche anterior.



A ambos lados del camino estampas más propias del comienzo de la primavera que de diciembre, pero la ausencia de bajas temperaturas hasta ahora han conseguido engañar al campo.


Después de recorrer aproximadamente tres kilómetros de recta, cambiamos de rumbo noventa grados a la izquierda, cruzamos por encima de un puente sobre la vía y poco después, otros noventa a la derecha, así que seguimos llevando la misma dirección, pero en esta ocasión por otra recta de otros tantos kilómetros.


Este tramo desembocó directamente en Andavías. Nos recreamos por algunas de sus calles, que no dejan de sorprendernos porque es un pueblo que engaña, ya que parece más pequeño de lo que realmente esconde en su interior.



Cuando nos pareció volvimos de nuevo al track previsto y abandonamos la localidad, primero casi en perpendicular a la carretera que va hacia La Hiniesta, pero después variamos nuestra dirección casi noventa grados y seguidamente noventa a la derecha y así terminamos en paralelo a dicha carretera. 

Disfrutando de la buena mañana, de la agradable temperatura que, a pesar de ser fresca, yendo abrigado no ofrecía ningún problema, y también del barro ; ) fuimos comiendo kilómetros hasta tener a tiro de piedra, de nuevo, a La Hiniesta.


Pero en el lugar donde podríamos haber girado hacia el pueblo hicimos lo opuesto y fuimos hacia el lado contrario, una pequeña subida y, tras virar en ángulo recto comenzamos a ascender el primer pliegue de esa "sábana" que hay esta zona. Mirando a nuestra derecha creímos haber entrado en el escritorio de Windows XP.



Tras los sube y bajas encadenados, al llegar a un puente trazado sobre la autovía, cambiamos de dirección, pasando a su lado y dirigiéndonos a tomar el camino que nos llevaría hasta las rotondas de la N-122 que hay próximas a la gasolinera de esa carretera. En este tramo es donde más barro acumulado había, así que más que rodar hacíamos eslalon esquivando charcos.

Después de pasar las dos rotondas tomamos el llamado camino de La Higuera. En este tramo el viento nos daba de frente, igual que había sucedido durante todo el camino hasta Andavías, pero con la diferencia de que en ese momento había ganado velocidad, y pedalear se hacía costoso.

Al llegar a la carretera de Almaraz la cruzamos y continuamos por la zona denominada Valdelaloba. Este tramo, en el que las tierras de cereales dejan paso a las encinas y monte bajo, nos encanta. En la intersección con el llamado camino de Valdesenaguas continuamos por este, dirección Zamora. No tardamos en abandonarlo y seguir por el que bordea las instalaciones de una autoescuela y que, tras un giro a la izquierda, nos llevó hasta ese por el que tanto nos gusta rodar que termina junto al río.


Sobra decir que nos dio mucho gusto bajar ese camino técnico en el que la concentración y los frenos juegan papeles de similar importancia y que es capaz de desatar nuestra producción de adrenalina. Al leerlo cualquiera pensará que debe ser el "no va más", y no deja de ser poco más de un kilómetro de diversión, pero los alrededores de Zamora son tan llanos y previsibles, que cualquier cosa diferente la ensalzamos, posiblemente en exceso.

Ya junto al río seguimos por el camino de Los Pisones hasta llegar a la carretera de Almaraz por la que continuamos hasta poco antes de llegar al colegio Corazón de María, momento en el que decidimos volver de nuevo hacia el río y seguir a su vera hasta entrar en Zamora por Olivares. 


Pisando el mismo camino por el que habíamos rodado tres horas antes llegamos al punto de partida, pero lo alargamos un poco más para poder tomar una caña al aire libre acompañados por el solecito. Se estaba de maravilla. Final estupendo, desde luego.


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