6 de diciembre de 2020

Sayago en lugar de Sanabria

Si la borrasca Dora no estuviera rondando el oeste de España hoy habríamos hecho una ruta por Sanabria. Pero ya desde el lunes pasado la previsión para el Domingo en esa comarca era muy mala, y no mejoró un ápice a lo largo de la semana. Hubo que claudicar. Pero como ya teníamos metido el "gusanillo" de hacer algo especial, decidimos disfrutar Sayago, que también es un entorno precioso para la bicicleta.

Tanto miedo nos habían metido con el frío de este fin de semana que cuando esta mañana salimos a la calle no nos pareció para tanto. Habíamos quedado temprano, a las 8,45, para cargar las bicis. Lo hicimos sin dificultad y antes de las 9,30 estábamos ya en Arcillo, la localidad desde donde iniciamos la ruta.

Eso sí, entre que descargamos las bicis y nos preparamos tardamos no menos de quince minutos, así que cuando empezamos a rodar estábamos helados. Es verdad que no era el frío esperado pero la temperatura debía estar en torno a dos o tres grados.


Nada más salir de Arcillo nos unimos al GR-14, dirección Portugal, que en esta parte de su recorrido comparte trazado con la "Mirandesa". El primer kilómetro de ascensión suave no fue suficiente para entrar en calor y, además, como pasado este tramo comenzamos a descender, la sensación de frío era mayor. La bajada culminó en el bonito puente de la Albañeza. Allí hicimos una parada obligatoria para hacer una foto de grupo.


Continuamos siguiendo el trazado de la Mirandesa y disfrutando mucho del paisaje que, a pesar de la ausencia de sol, en esa zona es muy bonito, el verde ya invadiéndolo todo, las encinas, las grandes rocas... 


De vez en cuando, aún se encuentran tramos de la antigua calzada romana, como el que se puede ver en esta foto: 


En esta zona ya habíamos conseguido entrar en calor, salvo como suele ser habitual, las manos. No hay guantes que solucionen ese problema, pero como ya estamos acostumbrados, no pasa más. Poco después de pasar junto a los restos de las casas de La Albañeza, y antes de llegar a Avelón, giramos a la izquierda dejando así el GR-14/Mirandesa.


El camino era perfecto, como la mayoría de los de Sayago, buen firme, compactado, sin barro... y de vez en cuando adornado con joyas como la del pequeño arroyo que atravesamos por un puente y que a su derecha disponía de otro precioso para el uso de personas, no para vehículos.


Seguíamos avanzando a buen ritmo y sin problemas, disfrutando del propio camino, del entorno y de esas paredes que encontrábamos delimitando las fincas, que son una auténtica maravilla.



Unos cuatro kilómetros después de habernos desviado del GR-14 llegamos a Gáname. Pasamos, como siempre, junto a la iglesia y continuamos por un camino siguiendo más o menos la misma dirección que habíamos traído hasta entonces. 


A la salida de esta localidad pasamos junto a una finca en la que había dos toros que llamaron nuestra atención, sobre todo uno, que tenía un tamaño y envergadura enormes. Tanto es así que se ganó un retrato.


En esa zona el tipo de camino varió. Empezamos a encontrarlo cada vez menos marcado, de hecho empezaron a ser simplemente dos roderas. También el entorno era diferente, encontrando a nuestro alrededor mucha superficie de pradera y algunos robles. 


Las dos roderas terminaron por desaparecer y tocó seguir campo a través. Íbamos siguiendo el track que habíamos trazado y sabíamos que encontraríamos esas zonas sin camino, pero lo que fue una sorpresa fue encontrarnos con una valla que delimitaba una finca que no parecía tener fin.


Recorrimos en paralelo a la valla un buen tramo tratando de encontrar una cancela, pero esta no aparecía. A lo lejos vimos pasar un coche, consultamos el mapa del GPS y decidimos ir hacia la carretera por la que había transitado aquel vehículo, porque era la única opción para llegar a Bermillo de Sayago, adonde tendríamos que haber llegado también por camino si nos hubiéramos topado con el vallado.

La carretera era la que une Zamora con Fermoselle, así que rodamos por el arcén con cuidado unos cuatro kilómetros y en pocos minutos estábamos ya en la rotonda que da entrada a Bermillo.


Atravesamos el pueblo siguiendo la carretera hasta el cruce que va a Almeida de Sayago. Allí cogimos la carretera que va a esa localidad unos trescientos metros y nos desviamos a la izquierda para tomar un camino típico sayagués trazado entre fincas y en el que lograrnos zafarnos del viento frontal, si bien nos daba ahora por un lateral.



Rodamos por una larga recta a lo largo de unos cinco kilómetros. El camino fue empezando a perder visibilidad y terminó siendo dos roderas, con algún tramo, pocos, con algo de barro, pero en general seguíamos rodando a gusto.



Tras esos cinco kilómetros giramos a la izquierda y no mucho después estábamos entrando al siguiente pueblo de nuestro recorrido: Torrefrades. Al pasar junto a la iglesia varios sugirieron parar a comer algo y así lo hicimos. 


Como en estos casos parar suele significar quedarse frío, procuramos no demorar mucho este receso, no fueron ni diez minutos, pero aún así cuando volvimos a las bicis habíamos perdido temperatura y no estábamos cómodos, incluso el viento parecía más frío.

Salimos de Torrefrades por un camino que terminamos abandonando para seguir por una pradera que terminó por llevarnos a otro camino. 


Después de un par de cambios de dirección llegamos a la pequeña localidad sayaguesa de Piñuel. Hicimos un recorrido circular por una gran parte del pueblo y, después de ver la iglesia, volvimos al track para salir de este.


Y lo hicimos por la carretera de Malillos a lo largo de menos de un kilómetro, tras el cual giramos a la izquierda y volvimos a un camino. Poco a poco íbamos encontrando más frondosidad a ambos lados del mismo. Y tanta encontramos que incluso una parte invadió el camino ; ) Y es que nos topamos con una barrera hecha con ramas que impedía el paso. Imaginamos que la habría puesto un ganadero para evitar que el ganado abandonase su finca. El caso es que nos tocó ir pasando las bicis una a una.


De nuevo rodando, a medida de avanzábamos nos íbamos encontrando una zona cada vez más bonita, de hecho no parecía que estuviéramos en Sayago por la cantidad de vegetación que había..



Después de haber recorrido, más o menos, la mitad de esa zona de mayor vegetación comenzamos un descenso divertido y bonito que finalmente nos llevó hasta una ribera, allí giramos noventa grados a la izquierda para poder cruzarla por un bonito y típico puente de la zona.


Unos cientos de metros más adelante, tras una subida, entramos en Sogo, la última localidad por la que teníamos que pasar antes de terminar la ruta. 


Nada más salir del pueblo cruzamos una zona que nos encantó a todos. Tras atravesarla continuamos el camino y poco después nos encontramos con la carretera de Fermoselle que cruzamos para continuar rodando en la misma dirección que traíamos.


Después de cruzar dicha vía comenzamos un ligero ascenso que, al ser por buen camino, se hacía muy llevadero. Los cinco kilómetros que nos separaban de Arcillo los hicimos con rapidez, sin variar la dirección en ningún momento. Eso sí, al llegar a una finca la vacada estaba atravesando el camino y, como somos corteses, la dejamos pasar. Y que nadie diga que los cuernos que veíamos tuvieron que ver algo con la decisión de esperar, porque mentiría.


Después del paso de la vacada sólo otro impedimento nos frenó, y fue una zona tan embarrada que la única posibilidad de pasar sin llenarse de él era cargar con la bici por un lateral. Salvado este obstáculo continuamos rodando hasta que nos volvimos a encontrar con el GR-14.


El tramito de "Mirandesa" que recorrimos, y que ya habíamos "pisado" unas horas antes, nos llevó sólo unos minutos porque es un descenso continuo hasta Arcillo. Así que enseguida llegamos al pueblo y fuimos directos a la casa de un bíker que, a pesar de no habernos acompañado hoy, nos tenía preparada la manguera para proceder a adecentar las bicis.


Entra lavado y lavado, en el exterior de la casa, disfrutamos de un caldito excelente que nos había preparado para la llegada una de las Galanas. Nos supo a gloria. Y después del caldo no pudimos evitar la tentación de tomar una cerveza, adornada con unas rodajitas de chorizo y unas aceitunas. Estupendo final para una ruta muy bonita.

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