13 de marzo de 2022

Disfrutando del verde (y de los charcos)

A pesar de que no nos gusta nada el barro ya teníamos ganas de pisar charcos. Y es que ya era tan necesaria la lluvia para el paisaje, para el campo y para los agricultores, que no nos ha importado en absoluto sufrir el barro gracias a que, por fin, ha llovido. Aparte del barro hemos disfrutado muchísimo esta ruta que discurre por la zona de Palomares y Los Infiernos, pero por caminos que, en una gran parte, eran inéditos para nosotros.

La tarde-noche del sábado había llovido bastante y varios bíkers habían dicho que no saldrían por las consecuencias de esa lluvia, es decir, por el barro, así que, en principio, a la cita solo íbamos a acudir tres bíkers. A última hora se unió un cuarto con el que ya no contábamos.

Lo que se perdió el resto..., porque todos nos sorprendimos con el espléndido día que nos regaló el Domingo. Nadie esperaba que no hubiera ni una nube en el cielo después de cómo estaba cuando nos habíamos acostado.

Comenzamos a rodar y nos alejamos de Zamora recorriendo el paseo de la margen derecha del río. Al pasar junto al Puente de Piedra este lucía precioso.


Continuamos bordeando el río hasta Olivares y allí ya nos separamos de él yendo hacia Valorio. Desde el bosque ascendimos hasta el alto de San Isidro y allí tomamos el llamado Camino del Monte. Unos tres kilómetros después pasamos por un viaducto sobre la autovía y contemplamos desde lo alto la "sábana" que teníamos por delante.


A pesar de toda la lluvia caída por esta pista se rodaba bien, no había charcos y había drenado bastante, si bien las ruedas se agarraban algo al suelo, como es lógico.


Las lluvias caídas en las últimas dos semanas, aún muy escasas para todo lo que se necesita, pero no han podido sentar mejor a los cereales, que han tomado un verdor lleno de vida. Hoy ha sido una gozada poder contemplar los cientos de campos repletos de ese verde.


Cuando llegamos a las proximidades de Palomares hicimos un giro a la izquierda y, tras una pequeña ascensión, tomamos el Camino de Zamora a Palacios, que no es otro que la bajada a esa dehesa. Pero en esta ocasión hubo una novedad, como trescientos metros después de iniciar el descenso nos desviamos a la derecha y comenzamos una bajada técnica por un camino estrecho, sinuoso, con roderas abiertas por el agua y con mucha vegetación: jaras, encinas y algunos robles.


Poco después los pinos fueron sustituyendo al otro arbolado y nosotros continuamos divirtiéndonos arriba y abajo, giro aquí y giro allá.


También tuvimos que enfrentarnos a una subida casi imposible. Dos de las tres bicis con ayuda eléctrica lo lograron, pero la muscular también lo logro. Bueno, la bici no, el que iba sobre ella.


Terminamos saliendo a un camino principal de los muchos que recorren esta zona. Seguimos por él pero pronto volvimos a abandonarlo para continuar por un sendero que apareció a nuestra izquierda.


Tuvimos que realizar una pequeña ascensión. Al culminarla giramos noventa grados a la derecha y nos enfrentamos a una especie de cortafuegos con una gran inclinación, pese a que en la imagen no lo parezca.


Llegamos de nuevo a otra pista de importancia. La cogimos hacia la izquierda y comenzamos una ligera, pero continua, ascensión. Al culminar esta giramos a la izquierda pero para seguir por un camino de la misma entidad.


Cuando volvimos a campo abierto continuamos disfrutando con los campos que íbamos viendo a nuestro paso que, con la luz y el cielo que había, lucían más aún.


Sin cambiar la dirección seguimos avanzando y, en un momento dado, atravesamos la carretera que va a El Campillo. Al otro lado de esta el camino se transformó en uno de poco tránsito con apenas dos roderas marcadas. Pensamos que el terreno iba a estar mal y blando, pero no, se rodaba perfectamente sobre él. 


Terminó esta zona de paso en la profunda cuneta de la N-122. Tuvimos que apearnos de las bicis para poder acceder a la plataforma de asfalto. La atravesamos y, al otro lado, continuamos por un camino de idénticas características al que traíamos hasta ese momento.

Enseguida giramos a la izquierda y unos cientos de metros después a la derecha, entrando en un buen camino ancho y de buen firme. Por un lado, por otro y miráramos hacia donde miráramos, seguíamos encontrando preciosas estampas propias de la primavera a la que nos estamos acercando.


Siguiendo el camino enseguida nos enfrentamos a las "Hexauves", así hemos bautizado a la sucesión de seis "uves" encadenadas, algunas de las cuales da vértigo comenzar a bajar por la inclinación que tienen. 

Tanta es esa inclinación que hay que bajar frenando, y como no prepares el cambio con un piñón grande te clavas en cuanto comienza el correspondiente ascenso, porque la inercia se termina en diez metros.


Una a una nos fuimos enfrentando a las seis uves, mejor dicho, las hexauves a partir de hoy. 


El camino se termina en una zona inundada de jara desde las que se contempla una panorámica de la zona espectacular. Hacia la izquierda el Duero viniendo hacia Los Infiernos.


Y hacia la derecha el mismo río camino del término de Almaraz.


Allí mismo comienza un descenso espectacular, un single track en el que aparecen, de vez en cuando, lajas que sobresalen del suelo a modo de obstáculos que hay que ir pasando.



Finalmente se llega a una pequeña meseta en la que se gira ligeramente a la izquierda y se desciende una última bajada muy inclinada que termina en la carretera de Almaraz.

Recorrimos por esta carretera poco más de quinientos metros. La dejamos para seguir por un camino que apareció a nuestra derecha. Desde el primer metro es ascendente y nada más comenzar hace un giro de 180º. La subida es larga, unos dos kilómetros, pero tendida.


Se llega después a una zona llana que viene bien para descansar algo las piernas pero enseguida vuelven a aparecer pequeñas subidas y bajadas. Finalmente el camino termina en la carretera que une Almaraz de Duero con la N-122.


Nos metimos en la carretera y tomamos dirección derecha. Enseguida nos enfrentamos a la famosa "uve". Después de la espectacular bajada realizamos el ascenso de la parte opuesta y al terminar esta abandonamos el asfalto para seguir por un camino que partía a nuestra derecha.


Por el camino comenzamos rodando bien, pero no tardamos en notar que el barro comenzaba a pegarse en nuestras cubiertas. Saltaron las señales de alarma porque, de continuar, llega un momento que la acumulación del mismo bloquea las ruedas.



Por suerte poco después debió cambiar la composición del suelo y de las ruedas comenzaron a salir despedidos pequeños misiles de barro hacia todos lados. Ir detrás de alguien era un auténtico peligro. Superado ese tramo continuamos rodando a buen ritmo porque, por fin, el viento que el resto de la mañana habíamos llevado de cara, nos ayudaba en nuestra marcha. A nuestros lados algunas encinas se mostraban engalanadas con el manto verde del que se han dejado rodear.


Llegamos a un punto en el que comenzamos una bajada. Hacia la mitad de la misma, aunque el track nos indicaba un leve giro a la izquierda, no le hicimos caso porque parecía que el camino seguía de frente, y a la derecha había como un terraplén, pero no un camino. Pero fue un error porque nos dimos de bruces con jaras que ponían fin a dicho camino. Tocó dar media vuelta (en el track ya está corregido) y seguir por esa especie de terraplén que habíamos obviado.

Nada más bajar el primer tramo el camino se ensancha y se puede descender a buena velocidad.


En la última parte se va estrechando y la vegetación termina casi por cerrarlo iniciándose en ese punto una zona de sendero en el que hay que bajar con cierta técnica.


En la parte más baja había un regato y en la orilla opuesta una subida casi imposible. Como el primero no logró subirla encontramos una alternativa siguiendo hacia la derecha unos metros el curso del riachuelo. Lo cruzamos más allá y ascendimos entre encinas al encuentro del otro camino en el que ya nos esperaba el otro bíker. 


Nos enfrentamos en ese momento a una subida muy rota en la que si no escoges el lado bueno posiblemente pierdes tracción y toca echar el pie a tierra. Pero se conoce que lo hicimos bien porque casi todos lo logramos.




En la parte alta la vegetación se abrió y continuamos rodando por esta senda por la que no habíamos ido nunca.


Poco después comenzamos un descenso muy divertido por un senderito estrecho que iba haciendo eses entre jaras.


El sendero continuó bajando, llevando siempre a nuestra derecha una zona vallada correspondiente a una dehesa. Aunque este tramo tiene muy poco tránsito, en realidad se corresponde al Cordel de Sanabria. Un cordel es una vía pecuaria, un camino de trashumancia que une lugares tradicionales de pastoreo. Dependiendo de la anchura de la vía pecuaria esta puede ser Cañada (su anchura no excede de 75 m), Cordel (no excede de los 37,50 m) o Vereda (si no supera los 20 m).


El último tramo era una bajada que se nos antojó imposible de hacer sobre la bici. De hecho nos costó sujetarla cuando íbamos bajando con ella en la mano.


Abajo del todo nos esperaba un regato que parecía muy profundo. Pudimos esquivarlo por un lado, pero unos metros más allá había una zona de profundos charcos y mucho barro, parecía un manglar :).


El colofón era una subida corta e intensa junto a unos zarzales, pero también pudimos con ella.


Finalmente, entramos en un camino que podríamos denominar "normal" por el que ya empezamos a rodar a buen ritmo. No tardamos mucho en llegar a otro. Enseguida nos dimos cuenta de que era el llamado Camino de la Higuera.


Nos incorporamos a él y fuimos al encuentro con la N-122. Dicho encuentro lo realizamos a la altura de la gasolinera que hay próxima a Guimaré. Al llegar a ella continuamos por el camino trazado en paralelo a esa. Este termina justo al llegar a la raqueta que hay para dirigirse a Valcabadino y Guimaré. Cruzamos la carretera y continuamos hacia este último paraje.

Poco después de entrar en el camino giramos a la izquierda para cruzar toda esta zona y salir a la carretera de Almaraz.


Eso sí, antes tuvimos que atravesar una zona que no sabemos cómo denominar, si un charco enorme o una laguna pequeña.


Ya en la carretera de la cárcel, por cierto jalonada con decenas de almendros, rodamos a todo lo que nos daban las piernas así que en pocos minutos estábamos girando a la derecha hacia las Aceñas de Gijón, si bien al llegar a esos molinos abandonados volvimos a la izquierda para encarar hacia San Frontis.


Desde este camino pudimos contemplar en la otra orilla una zona también con almendros adornados con su característica y temprana flor.


Por último, nos incorporamos al carril bici por el que nos habíamos alejado del punto de partida, pero al llegar al Puente de Piedra nos desviamos hacia los Barrios Bajos, que atravesamos para ir hacia Puerta Nueva y, poco después, al final de la ruta. 

Teníamos muchas ganas de recuperar fuerzas con una caña, así que sentados al sol la disfrutamos al máximo.


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