14 de enero de 2023

Las cascadas de Salce

Hace unos días apareció en La Opinión de Zamora una noticia que hablaba de un vídeo que se había hecho viral en Instagram. En ese vídeo se mostraba un riachuelo abriéndose camino entre grandes rocas, formando varias pequeñas cascadas para seguir su curso. En cuanto lo vimos supimos que no nos lo podíamos perder, así que trazamos sobre el mapa una ruta por Sayago, incluyendo esta zona, y la llevamos a la práctica sobre nuestras bicis.

La ruta partía de Almeida de Sayago, así que había que desplazarse hasta allí. Quedamos a las 9.00 h pero no logramos partir hasta casi media hora más tarde, y es que se nos complicó la colocación de las bicis en los portabicis. 

Llegamos a Almeida y, mientras descargamos y nos preparamos, nos dieron las 10.15 h. A esa hora logramos iniciar la ruta. El grupo habría estado al completo si no hubiera sido por el COVID, que afectó a un bíker el día anterior. Aún así daba gusto ver ciclar a un grupo grande, porque en lo que va de temporada, por unas causas o por otras pocas veces hemos estado más de 5 o 6 en las salidas.

Los primeros metros los hicimos callejeando por esta localidad, enseguida cruzamos la carretera y comenzamos un ascenso que nos fue alejando del pueblo. Íbamos en paralelo a la carretera de Bermillo.


La inesperada niebla quiso ser la protagonista si bien confiábamos que desapareciera en un corto espacio de tiempo. 

A pesar de que no había llovido desde el lunes aún había mucha agua por todos lados y pronto nos encontramos con un pequeño arroyuelo con su correspondiente puente, de esos que nos encantan.

Unos tres kilómetros más tarde encontramos una cruz casi a ras de suelo que llamó nuestra atención. Y poco después cruzamos de nuevo la carretera, abrimos una cancela y continuamos, también en paralelo al asfalto, pero por la izquierda. Enseguida llegamos a la ermita de Nuestra Señora de Gracia. 



Pasamos por delante de la entrada principal y unos metros más adelante tomamos un camino que no abandonaríamos en unos cinco kilómetros.

Este camino, abierto entre praderas salpicadas de encinas o extensiones de campos de cereales, tenía aún mucha agua que no había sido capaz de absorber. Enseguida vimos a un lado una gran charca, la primera de muchas que veríamos a lo largo de la ruta.


Las cunetas también estaban manteniendo el agua incapaces de tragar más. A todo esto nosotros íbamos rodando cómodos. La tendencia del perfil en esos kilómetros era ligeramente descendente así que se avanzaba con poco esfuerzo.


De vez en cuando nos encontrábamos nutridas cabañas de ganado pastando el verde que ha costado que llegase después de la gran sequía del verano, pero que ahora da gusto ver por todos lados.


Y también de vez en cuando aparecían tramos con más agua de la esperada, nada que no se pudiera atravesar.


Abandonamos ese camino al pasar bordeando unas viviendas y edificaciones ganaderas. Nos fuimos hacia la derecha. El paisaje nos seguía deleitando ahora que ya era más visible al haber levantado la niebla. 

No mucho después del cambio de dirección bordeamos una gran charca formada por el arroyo de Peña Vaquero.


A estas alturas, el camino que íbamos siguiendo era de menor importancia y estaba trazado entre cortinas delimitadas con las maravillosas paredes sayaguesas, en algunos casos hechas con verdaderas rocas.


En este tramos las encinas habían dejado de ser las protagonistas dejando paso a algunos robles.


Poco después, tras una pequeña bajada, pasamos sobre un puente bajo el que discurría una corriente de agua de cierta entidad. Paramos para verla mejor y nos encontramos con unas preciosas vistas a uno y a otro lado. Se trataba del arroyo de las Huelgas de Salce, el mismo que sería protagonista de nuestra ruta minutos después.


Tras cruzar este arroyo continuamos sobre las bicis como un kilómetro más y entramos en Villar del Buey.


Como es habitual, fuimos hasta la iglesia, que estaba nada más entrar a la localidad por donde nosotros lo hicimos. Tras pasar junto a ella enseguida nos alejamos del pueblo porque el track a seguir no hacía necesario pasar por otras zonas de la localidad. 

El camino por el que comenzamos a rodar era el típico sayagués, de buen firme, sin barro y por el que se rueda de maravilla. 


Enseguida, como a un kilómetro de Villar del Buey, vimos a nuestra izquierda una charca y un molino. Abandonamos el camino y nos dirigimos a él. 


Se trata del Molino de Abajo, también conocido como el de Marcelo. Construido para el aprovechamiento del arroyo de las Huelgas de Salce. Sin nosotros saberlo este arroyo se estaba haciendo el hilo conductor de nuestra ruta.


Tras el parón para disfrutar del molino volvimos a las bicis y continuamos nuestro recorrido. Tocaba ahora realizar unos ocho kilómetros, los que nos separaban de Salce. Fueron kilómetros con pequeños sube y bajas y con una tendencia generalizada descendente. A ambos lados del mismo íbamos encontrando terrenos delimitados con paredes y verde, mucho verde.


Estos kilómetros tuvieron poca historia y los hicimos a buen ritmo así que en poco tiempo divisamos una iglesia. Se trataba de la iglesia de San Miguel, actualmente sin culto y rehabilitada como edificio cultural, sede de las asociaciones culturales locales. En los momentos de crecida del embalse de Almendra sus aguas llegan a tocar el templo.


Pasamos junto a ella y nos adentramos en el pueblo. Pocos metros después, al pasar junto a una casa, nos fijamos que tras las puertas abiertas de un corral estaban de matanza. Pedimos permiso para hacer una foto, charlamos un momento con la pareja y continuamos adelante. 


Estábamos a punto de llegar a las cascadas. Dimos un pequeño rodeo para llegar a ellas para así evitar entrar y salir a la zona por el mismo camino. Este rodeo nos llevó por un camino precioso.


En ese momento salió el sol y pensamos que venía a acompañarnos para que las cascadas lucieran más aún, pero no, no vino para quedarse y poco después se volvió a ocultar.


Finalmente llegamos a un camino (el que da acceso a las cascadas), lo cruzamos y continuamos dirección al arroyo. Conseguimos llegar hasta la misma orilla. Eso sí, en esa zona aún no se produce ninguna cascada. Arroyo arriba esta Salce y aguas abajo el embalse de Almendra.


Volvimos de nuevo al camino que habíamos cruzado y seguimos por él dirección el embalse. Poco después iniciamos nuestra segunda incursión hacia el arroyo. Antes de llegar a la orilla ya tuvimos que rodar sobre rocas gigantescas. Poco antes de llegar al agua dejamos nuestras bicis y comenzamos a alucinar al ver ese paisaje en el que los protagonistas son las enormes masas de rocas y el agua formando pequeñas cascadas.



El espectáculo que estábamos contemplando es muy efímero y se tienen que dar dos circunstancias: la primera que haya llovido mucho, y la segunda, que el nivel del embalse esté bajo, porque estando alto toda la zona queda sumergida bajo sus aguas, y lo que ahora es el arroyo y sus caídas se convierte en una simple cola dicho embalse.

Volvimos a subirnos a las bicis para retornar al camino y seguir dirección al embalse unos cientos de metros más. 


Volvimos a hacer otro descenso hasta el arroyo. Dejamos las bicis junto a una pared y los últimos metros los hicimos a pie. Al llegar nos encontramos con el tramo más espectacular de todos. En él había más rocas aún y se sucedían varias pequeñas cascadas.



No nos cansábamos de hacer fotos, aún a sabiendas de que no iban a plasmar, ni  mucho menos, el espectáculo que estábamos viendo, ni a dar una idea real de las dimensiones de esas masas rocosas.

El tiempo iba corriendo y no podíamos demorar más nuestro retorno a las bicis, así que nos subimos de nuevo a ellas e iniciamos el último tramo, que nos devolvería a Almeida.

Ascendimos por el camino que nos llevó hasta Salce. Poco antes de llegar al pueblo nos encontramos con Las Galanas, que iban a ver el mismo espectáculo pero a pie. Tras una breve parada nos desearon Allí bordeamos la iglesia de San Miguel y cruzamos el puente sobre el arroyo. 


Poco después iniciamos un tramo que, sobre todo para las bicis pulmonares, se hizo duro porque, al ligero y continuo ascenso, se le unió el barro que hacía frenar enormemente las ruedas. Eso sí, se compensaba con su belleza.


Tras una zona de bastante vegetación pasamos a otra más abierta y delimitada por las preciosas paredes típicas de la zona. 


Antes de recorrer los poco más de cuatro kilómetros que separan Salce de Roelos, el camino desembocó en la carretera y por ella continuamos los últimos cientos de metros antes de esa localidad.


Rodamos por algunas de sus calles y al tratar de abandonar la localidad nos confundimos de camino. Tratamos de arreglarlo cruzando por unas fincas y, finalmente, tuvimos que salir por la puerta, pero no la puerta grande, sino una diminuta que, además, tenía una laguna debajo.


Tocaba ahora ir a Carbellino, y para ello no había más alternativa que el asfalto, si bien se trata de una carretera local con escaso tráfico. Los tres kilómetros que rodamos por ella los hicimos a buen ritmo, pese a que eran ascendentes en su mayoría.


En esta localidad hicimos como una "ele" y, tras pasar junto al Ayuntamiento con su bonita torre, giramos algo más de noventa grados para seguir por una calle que nos llevó enseguida hasta la carretera de Almeida.


Hicimos por carretera unos cientos de metros y, tras estos, nos desviamos ligeramente a la derecha para seguir por un camino ancho y de buen firme trazado en paralelo a esa.


Después de un par de kilómetros por este, volvimos a la carretera otros dos kilómetros, aproximadamente. La abandonamos al llegar al camino que indica el Balneario La Dama Verde y el Dolmen El Casal del Gato. Nuestra intención era visitar este último.


Tras recorrer el trecho de camino necesario para llegar al dolmen fuimos un poco torpes, mejor dicho, topos, y no conseguimos verlo (en el track de Wikiloc sí está marcado el lugar exacto), así que desandamos el camino hasta volver a la carretera. 


De nuevo en la carretera, recorrimos los tres kilómetros que nos separaban de Almeida en pocos minutos. A la entrada del pueblo nos desviamos a la izquierda para seguir por un camino que nos sumergió en las calles del pueblo.


Llegamos a los coches, cargamos las bicis, nos cambiamos y nos dispusimos a tomar una cerveza y a comer con Las Galanas, que llegaron casi al mismo tiempo que nosotros, en el Bar Restaurante Almeida, donde comimos bien y muy a gusto.

Tras la comida hicimos otra ruta, en esta ocasión una caminata, pero esa ya es otra historia... (De Almeida al Dolmen del Casal del Gato).

Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

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