29 de enero de 2023

Pisando agua por las Lagunas de Villafáfila

Hacer una ruta por la Reserva Natural Lagunas de Villafáfila es ya casi un clásico de enero, de hecho esta es la quinta o sexta vez que visitamos las lagunas en bici. Siendo el paisaje el mismo siempre hay algo que diferencia cada versión. Una vez fue la baja temperatura, otra los pinchazos, y en esta ocasión el exceso de agua que, aunque nos encanta verla por todas partes, hoy ha complicado nuestro camino. 

Pasaban unos minutos de las 8.45 cuando partimos de Zamora los seis bíkers en tres coches camino de Villafáfila. Poco antes de las 9.30 llegamos allí y nos preparamos, que en invierno lleva un rato... 

En el momento que empezamos a rodar había -4º que, como siempre, donde más se notan es en las manos. El resto del cuerpo, en cuanto se empieza a rodar va calentando, siempre que haya sol, como hoy, que lucía radiante.

Salimos de Villafáfila recorriendo algunas calles y dejando atrás el pueblo a través de un buen camino. Cuando habíamos recorrido poco más de kilómetro y medio empezamos a rodar en paralelo a la Laguna Salina Grande. Poco después nos acercamos al agua para tratar de divisar aves. La helada lo cubría todo.


Había muchas sobre el agua. Algunas levantaron el vuelo pese a que tratamos de ser sigilosos.


Volvimos de nuevo al camino y continuamos por él hasta que llegamos a la carretera de Otero de Sariegos. Una vez en ella rodamos sobre su asfalto unas decenas de metros, hasta llegar a la que une Villarrín y Villafáfila, que cruzamos para continuar por el camino que teníamos en frente.


Trazamos una especie de "C" invertida para llegar a Villarrín. En ese tramo, de unos cinco kilómetros, nuestras manos ya empezaron a coger temperatura así que el problema del frío ya estaba resuelto. En esta localidad recorrimos algunas calles, pasamos junto a su enorme iglesia con su altísima torre y abandonamos el pueblo por un camino inédito para nosotros.


Este era similar a los anteriores, ancho de buen firme, llano... Y, de vez en cuando, adornado a un lado u otro con algún palomar.



Según el track que llevábamos preparado y cargado en nuestros GPS, en este tramo queríamos bordear, primero por un lado y posteriormente por el otro, la Laguna de las Salinas. 

Dicha laguna comenzamos a verla a nuestra derecha mientras pedaleábamos a buen ritmo, el que permite el terreno, ya que es llanísimo. De hecho, casi todas las bicis eléctricas iban apagadas.


Poco más adelante, en lo que debía ser camino, había agua. Tratamos de rodearla campo a través, pero tras rodar por tramos un poco anegados tuvimos que dar la vuelta porque llegamos a un punto en el que había que atravesar una zona con más anchura de agua. 


Regresamos de nuevo al camino y pensamos que por un lateral era posible continuar y sí, el primer tramo lo conseguimos, si bien en algunas zonas había como 15 cm de agua que hizo que todos la tocáramos una y otra vez, como mínimo, con la punta de nuestro calzado (¡bentido Goretex!).


Pero salvado ese primer tramo no encontramos el camino, sino que había más agua aún, y más profunda. Menos mal que la capa de hielo que íbamos rompiendo con nuestras ruedas ayudaba a que estas no se hundieran más. Aquí el Goretex ya servía de poco porque en algún momento el agua llegó, y sobrepasó, los bordes de las botas.


Salvado el segundo tramo nos encontramos con un tercero, que era más largo y daba la impresión de más profundo también. Un valiente trató de pasarlo y lo consiguió, pero comprendimos que el resto no debíamos hacerlo, por preservar los motores de las bicis eléctricas y porque los que llevaban musculares podían tener problemas para salir de un terreno tan pantanoso.


Vimos que cerca de donde habían empezado nuestros problemas había una carretera, así que fuimos hacia ella por un camino apenas marcado y campo a través. El "valiente", que había quedado del otro lado, salió hasta nuestro encuentro. Nos volvimos a juntar junto a un precioso palomar, que se encontraba al lado de la carretera de Otero de Sariegos.


Ya en el asfalto recorrimos los poco más de quinientos metros que nos separaban de ese pueblo abandonado.

En ese punto decidimos acortar la ruta porque habíamos perdido mucho tiempo, así que suprimimos el volver hacia Villarrín por la otra orilla de la Laguna de las Salinas y desde allí regresar de nuevo a Otero por otro camino.

Al entrar en este pueblo fantasma nos desviamos a la izquierda para dirigirnos a uno de los principales miradores de aves que hay en la Reserva. Pero antes pasamos junto a otro primorosamente restaurado.
 

El que alberga el Mirador de Aves es otro, también restaurado, que está dotado en su interior dos telescopios para avistar las aves de la Laguna de Salina Grande.


Después de "echar un ojo" a través de ellos volvimos a nuestras bicis y continuamos adelante para seguir bordeando la Laguna de Salina Grande, para después dirigirnos a las más alejada, la de Barillos.

De nuevo tocó rodar por buenos caminos sin ninguna dificultad, así que los kilómetros iban pasando deprisa. Hicimos unos seis sin cambiar de dirección y, cuando la variamos fue para hacer terminar girando hacia la izquierda para ir al encuentro de la de Barillos. En ese tramo uno de los bíkers se fue al suelo de una forma tonta, se le metió la rueda delantera en una rodera y esta le terminó tirando, afortunadamente sin consecuencias.


Antes de llegar a esa laguna fuimos encontrando muchas zonas inundadas. Pequeñas lagunas que no recordábamos haber visto otras veces. Las lluvias caídas durante los últimos meses, también aquí, han hecho maravillas.


También pasamos cerca de dos de las consideradas pequeñas, la Laguna de la Fuente y la Laguna Rosa. A la altura de la primera, a la derecha del camino, encontramos otro palomar restaurado como Mirador de Aves. 

Finalmente el camino nos llevó hasta la carretera que une Villafáfila con Villalpando. Rodamos por ella unos cientos de metros y nos desviamos a la izquierda para contemplar desde un Mirador la Laguna de Barillos.


Como no era la mejor hora para avistar aves, ni llevábamos prismáticos, poco pudimos observar, así que en pocos minutos volvimos a las bicis y continuamos por la carretera algo más de un kilómetro.


Dejamos el asfalto para seguir por un camino que surgía a la izquierda, pero lo hicimos con cierto recelo porque este apenas se notaba y, después del episodio del agua, y yendo rodeando la Laguna de Barillos como íbamos, nos temíamos tener problemas de nuevo.


Pero no, la verdad es que pudimos disfrutar de las vistas y solo encontramos alguna zona con algo de barro, pero no anegada. Lo que sí vimos fue a un grupo de 7 u 8 avutardas caminando y comiendo. Se trata del ave más voluminosa de las especies que hay en toda la península y una de las aves voladoras más pesadas que se conocen (los machos pueden llegar a pesar 18 kg). España alberga la mitad de la población mundial. 

Las que nosotros vimos no sabemos si eran machos o hembras porque, aún estando lejos y sin hacer ruido, se percataron de nuestra presencia y echaron a volar. Solo nos dio tiempo a fotografiarlas iniciando el vuelo.


Continuamos bordeando la laguna y comenzamos a ver a lo lejos, pero cada vez más cerca, la silueta de Villafáfila. No nos cuadraban los kilómetros porque no llevábamos ni 30 y ya íbamos a terminar. Aunque habíamos acortado la ruta no podía ser tan corta ya que el plan era hacer 47 (ya en casa nos daríamos cuenta de que se trataba de un error del track que seguíamos). El caso es que enseguida llegamos a esa localidad, pero antes de llegar tuvimos que evitar en la medida de lo posible, algún tramito más anegado. 


Pudimos superarlos, menos uno de los nuestros, que metió el pie bien metido en uno de los charcos. 

Y así llegamos al final de la etapa con tan solo ¡31 km a la espalda y 43 m de desnivel! Eso sí, hacer tan poco recorrido tiene sus ventajas, nos dio tiempo a cargar las bicis con calma, a algunos a limpiar las botas en una fuente, y a todos a tomar un caldito caliente en el Mesón Las Lagunas que nos supo a gloria. Incluso al llegar a Zamora algunos pudieron lavar las bicis. 

Cierto que muchas aves no avistamos, pero lo que sí podemos decir es que nuestras ruedas han pisado bien de agua salada, bien.



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