5 de febrero de 2023

De Fermoselle a la Presa de Almendra

Hubo una vez un río que fue erosionando durante miles de años su cauce. Así llegó a formar una profunda depresión geográfica conocida como arribes. Más de uno pensará que ese río era el Duero, pero no, nos estábamos refiriendo al Tormes y a sus arribes, que también los tiene. Parte de ellos los hemos podido ver hoy, pero otra parte importante quedaron sumergidos por el gigantesco embalse de Almendra. Unos y otra han sido los protagonistas de nuestra ruta.

Como planificamos iniciar la salida en Fermoselle, a las 9,30 h, justo una hora antes estábamos ya saliendo de Zamora con tres coches cargados con seis bicis. Finalmente, diez minutos más tarde de lo previsto comenzamos a rodar. Aún pudimos sentir los resquicios de la heladora noche porque partimos con un grado bajo cero. Como nos habíamos situado en el extrarradio de Fermoselle tardamos poco en salir del pueblo, y lo hicimos por el GR-14 (Senda del Duero), que no abandonaríamos hasta Trabanca. 

Poco después de dejar atrás la capital de Los Arribes comenzamos a rodar por un camino en buen estado rodeado de olivos. 


Más adelante el camino se estrechó y termino convirtiéndose en una senda, en muchos tramos una senda verde llena de encanto. Cuando el terreno lo permitía levantábamos la vista y nos encontrábamos con las laderas que abrigan al Tormes en este tramo que sirve también de límite natural entre las provincias de Zamora y Salamanca.


La bajada se fue haciendo más pronunciada y nos encontramos con algunos tramos con bastante piedra, pero nada que nuestras ruedas no pudieran salvar. Ya comenzamos a ver el puente de San Lorenzo pero aún teníamos que descender más. 


Y lo hicimos, con precaución porque el terreno no permitía otro modo, pero disfrutando mucho.


Tras varias revueltas del camino terminamos rodando, ya casi en llano, en paralelo al río. Finalmente ascendimos una pequeña cuesta y salimos a la carretera, unos metros antes del puente.

Hay que decir que los cinco kilómetros que terminábamos de realizar son de los de enmarcar y solo por esos merece la pena toda la ruta. 

Cruzamos el puente, y en el límite de las provincias de Zamora y Salamanca, paramos para hacer una foto de grupo. 



Cuando volvimos a las bicis fue para terminar de cruzar el puente y para comenzar la larga subida que teníamos por delante. Los dos primeros kilómetros fueron íntegramente por asfalto y fueron llevaderos porque la inclinación permitía rodar a buen ritmo. 


Tras ellos giramos a la izquierda y continuamos por un camino muy bueno pero siempre ascendente y salpicado de repechos que endurecían más la subida. Eso sí, las vistas cada vez era mejores.




A lo largo del ascenso hubo tramos con vegetación diferenciada, pero lo cierto es que todos bonitos... si no fuera por la inclinación :)




Durante la subida pasamos muy cerca de unos chiviteros primorosamente restaurados. Estas construcciones se solían hacer con retamas, piedras y tierra y las utilizaban los pastores para guardar y proteger los chivos (crías de la cabra) mientras llevaba a pastar a las cabras.

Después de seis kilómetros de ascenso continuado llegamos a una zona con pastos, algunas encinas y enormes rocas, algunas colocadas desafiando la gravedad. 

Como el camino era muy bueno y las subidas y bajadas eran cortas y muy suaves, no tardamos en avistar Trabanca, localidad a la que llegamos poco después. Nos dirigimos hacia el centro y nos dimos de bruces con un mercadillo que se celebra allí el primer Domingo de cada mes. Había puestos de todo tipo y mucho ambiente, a pesar de que allí corría el viento y provocaba una sensación térmica fría. Pasamos junto a la iglesia y, al salir a la carretera, comenzamos a alejarnos del pueblo. 


Cruzamos la carretera de Ledesma para tomar el camino que teníamos en frente y en él comenzamos a sufrir un viento de frente que, aparte de ser muy frío, era molesto. Nos tocó ir en su contra durante los tres kilómetros, aproximadamente, que nos separaban de la localidad de Almendra. Menos mal que el camino era estupendo y, prácticamente, llano.



Llegamos a dicha localidad e hicimos una tournée en toda regla recorriendo varias calles del pueblo y pasando, finalmente, junto a la iglesia.



Al salir de esta localidad cambiamos de dirección y eso permitió que el viento no nos molestara tanto. Recorrimos unos cinco kilómetros bastante llanos e invertimos poco tiempo en ellos porque las condiciones lo permitían. 


Tras ellos, nos desviamos a la izquierda para tomar un camino que nos llevaría hasta la cantera de donde se extrajo la piedra para la construcción de la presa.



El camino fue ganando inclinación. Desde una curva cerrada pudimos contemplar el "vaso" producido con la extracción de la piedra. Nos pareció enorme. También desde esta zona fuimos encontrándonos con distintas vistas de la presa inéditas para nosotros, que siempre la habíamos visto desde la propia presa.


Tras realizar varias revueltas de casi 180º iniciamos un tramo con mucha piedra suelta que provocaba inestabilidad en las bicis. Finalmente llegamos a la entrada y, si antes nos había parecido grande, ahora nos parecía gigantesca.
 


Nos hicimos una foto de grupo y, después del posado, continuamos abriendo la boca admirados por la cantidad de piedra que se había extraído de allí para hacer semejante agujero.


Unos minutos más tarde iniciamos el ascenso para ir hacia la presa. De vez en cuando nos asomábamos al precipicio que había a nuestra izquierda para ver el bonito cañón del río Tormes. Mirando de frente nos topábamos con la inmensa presa.

Teníamos previsto comenzar ese ascenso por el mismo camino que nos había llevado hasta la cantera en un primer tramo, para después tomar otro para ir hacia la presa, pero justo donde se iniciaba este se había hecho una grieta insalvable en el terreno, así que no quedó otra que continuar por donde habíamos hecho la bajada.

Los tres kilómetros del ascenso nos parecieron más suaves de lo que pensábamos. Al llegar al punto donde nos habíamos desviado para iniciar la bajada a la cantera giramos a la izquierda y enseguida llegamos a la carretera que atraviesa la presa. 


Nos incorporamos a ella y en unas decenas de metros comenzamos a rodar por encima de la propia presa. 


El día estaba precioso, con un sol que daba gusto, pero allí lo estropeaba en parte el viento, que era fuerte y frío. Aún así disfrutamos mucho de las vistas del embalse, conocido como el "Mar de Castilla" por lo enorme que es, el tercero de nuestro país en capacidad. De hecho, pese a las lluvias caídas, estaba al 50% de su capacidad. 


Al llegar a un ensanchamiento paramos para ver esta gran obra de ingeniería desde arriba. La verdad es que es impresionante, no en vano es la más alta de España. 

En breve volvimos a las bicis porque hacía frío y continuamos atravesándola. Al terminar los casi tres kilómetros de longitud continuamos por la misma carretera, pero unos cientos de metros más adelante nos desviamos hacia la derecha por un camino de cemento en sus primeros metros. 

Este, tras algunos cambios de dirección, nos llevó hasta un muro de contención que hay después de la presa. 

Hay una cancela para evitar que pasen vehículos pero por los laterales está lo suficientemente abierta para que pueda pasar un caminante o una bici. Y así como fue como empezamos a rodar por encima del este muro, desde el que se obtienen unas excelentes vistas del embalse y de le zona.



Terminado este salimos a un camino, cruzamos la carretera y nos encontramos con la valla de una finca, pero disponía de cancela, de las que se pueden abrir, así que la abrimos, pasamos y la cerramos. Descendimos un tramo y, en el posterior ascenso volvimos a pasar alguna cancela más. Finalmente hubo otra para abandonar la finca.


Después de atravesar una zona muy frondosa y con agua por doquier, nos incorporamos a un camino de más entidad que nos llevó en pocos minutos a recorrer un lateral de la gran extensión de viñedos de la Hacienda Unamuno. 

Terminados dichos viñedos comenzó un suave descenso que, como suele ocurrir, terminó con una subida corta pero muy empinada, la última del recorrido.

Poco más adelante, desde un alto, divisamos ya algunas edificaciones de Fermoselle y comenzamos una sinuosa bajada entre grandes rocas que afloran a la superficie. 


Terminada esta, prácticamente, entramos ya en la conocida también como Villa de las mil bodegas. Después de recorrer algunas calles de las afueras, llegamos a nuestros coches.

Después de cargar las bicis nos cambiamos allí mismo y acercamos los coches hacia la plaza. Allí nos esperaban Las Galanas, que en ese momento terminaban de realizar la visita guiada a las bodegas (realizada con Almudena, una guía de 10, que les hizo disfrutar mucho). Tomamos un vermú o una cerveza y fuimos al cercano restaurante donde teníamos concertada la comida. 

Nuestra intención era no entretenernos mucho en el restaurante porque queríamos realizar una caminata por la tarde, pero eso ya es otra historia... (y otra entrada del blog). 


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