26 de febrero de 2023

En busca de nieve..., encontramos barro

El jueves de esta semana nevó en prácticamente toda la provincia de Zamora. En la capital, al día siguiente, ya no quedaba rastro de nieve por ninguna parte, sin embargo sabíamos que en las zonas altas y sombrías aún quedaban restos, así que decidimos ir en su busca. Y haberla la había, pero también nos encontramos barro arcilloso por muchos de los caminos por los que teníamos que ciclar, así que la segunda mitad de la ruta ha sido un desastre.

Los seis bíkers que habíamos confirmado que íbamos a salir nos presentamos con puntualidad en el sitio de costumbre. Hacía frío, sí, pero no esas temperaturas gélidas con las que nos habían amenazado desde los boletines de noticias durante toda la semana. En concreto el termómetro marcaba -2 grados. La pega es que no hacía sol, y bajo cero, sin sol y rodando en bici, es un cóctel que sí puede producir frío.

Pero nada más empezar a rodar comprendimos que el frío no iba a ser esa mañana nuestro enemigo. Suponemos que será porque no había helado, pero ni nuestras manos se helaron en los primeros kilómetros, ni se hacía necesario cubrirse hasta la nariz.

Para abandonar Zamora cruzamos el Puente de Cardenal Cisneros, bajamos las escalerillas y nos incorporamos al llamado Camino de San Miguel, que nos llevó hasta Villaralbo. Esos primeros kilómetros sirvieron para ponernos al día unos y otros de lo sucedido de relevancia durante la semana. 

Antes de llegar a esa localidad el sol quiso acompañarnos y nos pareció muy bien. Tan bien que hasta comenzamos a pasar un poco de calor, porque a su poder calorífico unimos que íbamos rodando rápido.


Al calentar la tierra esos primeros rayos hizo que se desprendiera vapor, creando así un bonito efecto.


Atravesamos algunas calles de Villaralbo, cruzamos su circunvalación y nos incorporamos al GR-14 por el que rodamos a buen ritmo hacia Madridanos. Ya cerca de esta localidad uno de los bíkers comentó que creía que su ebike no le iba asistiendo. Al llegar a una pequeña subida que hay antes de esa localidad comprobó que estaba en lo cierto, así que decidió darse la vuelta antes de alejarse más.

El resto continuamos. Cruzamos este pueblo de lado a lado por la calle principal. Al llegar a su coqueta plaza pudimos comprobar, justo a continuación de esta, que la noche anterior había habido fiesta. Una fiesta con mucha gente incívica, a tenor de cómo lo habían dejado todo de bolsas, botellas y vasos.


Una vecina nos dijo que había actuado la Orquesta Selvátika, y ese era el motivo de la suciedad.


Abandonamos Madridanos con dirección al Viso por un camino que asciende suave, pero incesantemente, durante tres kilómetros. 


Durante ese trayecto ya pudimos ver campos verdeando y, de algún modo, anunciando que la primavera está cerca, pese al frío. También pudimos comprobar que, efectivamente, aún se conservaban zonas con algo de nieve donde esperábamos, en El Viso.


Al terminar la subida tuvimos que girar a la derecha noventa grados para encarar hacia el comienzo de la rampa de subida a esa elevación. Nada más entrar en el camino comprendimos (y recordamos) que es de los "malditos", de esos arcillosos que pegan una capa de barro en la rueda en cada vuelta que da la misma. Nos pusimos todos en fila tratando de ir por la hierba del borde y así evitar, en la medida de lo posible, pisar el barro. 


Aún así, cuando llegamos a la carretera que inicia el ascenso a El Viso, paramos para quitar de las ruedas y de otras partes de las bicis el barro que pudimos. Cuando quitamos lo mayor comenzamos el ascenso, cada uno a su ritmo, como siempre.


En el trayecto fuimos testigos de algunas contradicciones, como la de este almendro respaldado por una ladera que aún conservaba algo de nieve.


Poco a poco fuimos ganando metros y, como el ritmo no era muy malo, en pocos minutos pudimos coronar los 90 metros de ascenso en el kilómetro con doscientos metros que tiene de longitud.



Desde arriba, como siempre, las panorámicas de la planicie que rodea esta altura son estupendas, incluso a pesar de la bruma que invadía el horizonte. 





Mientras unos hacían fotos, otros seguían limpiando barro (como si más tarde no fuera a coger más...) y otros aprovechaban para comer algo.


Pero en unos minutos comenzamos a descender por la misma carretera por la que habíamos subido.


Al terminar esta giramos a la izquierda, como si fuéramos a Bamba. Pero al llegar al camino que lleva hasta esa localidad continuamos recto hasta que llegamos a la carretera que une Moraleja y Sanzoles.


Cruzamos esta y la cogimos, hacia la izquierda, no llegó ni a cien metros, para tomar un camino que surgía a la derecha. Empezamos a rodar por este y enseguida comprendimos que era, de nuevo, uno arcilloso, así que nos dimos la vuelta y tomamos que el que salía frente al camino que nos había llevado hasta allí.

Qué gusto nos dio volver a un buen firme sin problemas de barro. Recorrimos una gran recta de casi dos kilómetros y, al llegar a un cruce en el que hay una edificación, íbamos a girar a la izquierda cuando de repente escuchamos una voz y vemos a un ciclista. ¿Quién era? Nuestro compañero, el de los problemas con el ebike. En su camino de regreso no le volvió a dejar de asistir, así que decidió salir a nuestro encuentro. Nos alegró mucho verlo de nuevo.


Ya todos juntos de nuevo continuamos por esa alternativa que estábamos improvisando para ir adonde nos debería haber llevado el camino embarrado, al llamado Pino de Gema. En este recorrido continuamos encontrando rastros de la nieve en los sombríos.


Y también inmensos campos sembrados de cereales asomando ya por encima de la tierra y cubriéndolo todo de verde.


Un kilómetro y medio después de haber iniciado este camino tuvimos que darnos la vuelta otra vez, porque de nuevo comenzamos a rodar por una zona arcillosa y las ruedas comenzaron a engordar a pasos (vueltas, en este caso) agigantados.

Antes de llegar al punto donde comenzaba ese camino hicimos otra intentona en uno que surgía a nuestra izquierda, pero a los quinientos metros tuvimos que abortar de nuevo por la misma razón


Regresamos otra vez al punto donde habíamos encontrado a nuestro amigo. Nos olvidamos del Pino de Gema y pusimos rumbo a la localidad del mismo nombre, a Gema del Vino. No íbamos a tener problemas de barro, seguro, porque se trata de una carretera abandonada en la que aún permanecen algunos rastros del asfalto. 

Junto a esa chopera que siempre nos regala estampas bonitas, en esta ocasión encontramos aún nieve, justo la que cubre la sombra de los chopos.


A pesar de que pensamos que no íbamos a tener problemas, los tuvimos, porque continuamos por el camino que traíamos y, después de pasar la entrada a una nave, la tierra dio paso a la hierba, y se terminó, no tenía salida.

Una vez más no nos quedó otra que darnos la vuelta. En la vuelta atrás cogimos el primer camino que encontramos a la derecha que, tras un pequeño ascenso, y un nuevo giro a la derecha, nos permitió ya ver una panorámica del pueblo. En los tejados orientados hacia el norte aún permanecía una buena cantidad de nieve. Ascendimos hasta la iglesia y recorrimos varias calles, cruzamos la circunvalación y continuamos por el camino que salía justo enfrente. Tenía buen firme y estaba adornado de nieve en la cuneta de la izquierda.  


Poco después, tras dos curvas, comenzó a haber algo de barro, algunos tratamos de esquivarlo, pero era misión imposible y uno de nosotros hasta perdió el equilibrio, metiendo un pie y una mano en un charco embarrado. Al ver esto los tres que iban más atrás decidieron dar la vuelta y seguir por carretera. Los otros tres decidieron seguir porque volver atrás era peor que continuar adelante. Estos cruzaron un riachuelo, que también les sirvió para quitar algo de barro a las ruedas, atravesaron otra zona muy embarrada pero, por fin, lograron empezar a rodar por un firme "normal". Siguieron dirección al pueblo y, al llegar a la carretera, se incorporaron a ella dirección Zamora.

De los otros ya ni rastro, los minutos que habíamos perdido en el barrizal podían ser un par de kilómetros rodando por la carretera, así que nosotros tres comenzamos a rodar rápido y así, sin más historia, pasamos por Casaseca de las Chanas, enseguida cruzamos Arcenillas y encaramos la larga recta que termina en la gran rotonda que dirige el tráfico hacia Moraleja, Villaralbo, Zamora y Fuentesaúco.


Poco antes de llegar a dicha rotonda vimos a lo lejos a dos de nuestros bíkers (imaginamos que el tercero había puesto rumbo a Morales). Nuestra "misión" era pillarlos pero nos sacaban mucho aún. Justo antes de llegar al segundo paso elevado giraron a la derecha para dirigirse al Puente de Cardenal Cisneros. Nosotros hicimos lo mismo y,, justo cuando descabalgaron de sus bicis para subir las escalerillas, los pillamos. Ya todos juntos cruzamos el puente y nos dirigimos a tomar una cervecita en un bar cercano. Allí no pudimos comentar lo bonita que había sido, sino que el barro se había cargado todos nuestros planes. Aún así disfrutamos de una mañana soleada, hicimos algo de deporte y socializamos, ¿qué más se puede pedir? Aquí, el que no se conforma es porque no quiere : )




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