22 de enero de 2023

Vigilando el nivel del embalse de Ricobayo

Durante el verano nos preocupó, como a casi todos, la sequía. Por suerte, el otoño ha sido muy lluvioso y todo parece que vuelve a la normalidad. Aún así, el Embalse de Ricobayo no parecía estar aumentando su nivel hasta hace poco. Alguien nos dijo que ahora ya era más que evidente lo que había crecido y hoy quisimos comprobarlo in situ.

Para hoy se preveía una caída de temperaturas y así fue, las previsiones no fallaron. Cuando nos levantamos los termómetros marcaban -4º y a las 9.30 h, cuando quedamos, había subido algo y teníamos -2º, pero había sol y eso siempre es una garantía.

Los seis que hoy acudimos a la cita comenzamos a rodar a las 9.35 h y lo hicimos bordeando el río, donde pudimos, porque algunas zonas están cortadas por la crecida. Poco después, en un tramo del carril bici, el sol quiso regalarnos un autorretrato.


Siguiendo el carril bici llegamos a Valorio. Cruzamos el paseo, después la zona de pinares y llegamos al Puente Croix. Continuamos por el carril bici y, al terminarse, por la antigua carretera de La Hiniesta. A estas alturas aún pasábamos algo de frío al atravesar zonas sombrías, pero en las que daba el sol se aguantaba bien. El problema casi todos lo teníamos donde siempre, en la punta de los dedos de las manos. 

Pasamos junto al campo de golf de Valderrey, salimos brevemente a la carretera de La Hiniesta, tomamos la ruta habitual para llegar a esa localidad y así, intentando calentar los dedos y contándonos novedades de la semana, llegamos a este pueblo. Pasamos junto a la iglesia y su espectacular pórtico y continuamos hasta prácticamente finalizar las viviendas.


Nos desviamos hacia la izquierda, pasamos bajo los puentes de las vías y giramos a la derecha para comenzar un ascenso largo y tendido de algo más de 2 kilómetros.

Después del ascenso comenzamos a bajar algo y ya pudimos ver en la lejanía las localidades de Andavías y Palacios del Pan.


Estando ya muy cerca de la primera, ya conseguimos ver una cola del embalse, una primera visión del mismo de las muchas que íbamos a disfrutar a lo largo de la mañana. Enseguida nos desviamos a la derecha para enfilar hacia el pueblo. Al llegar a la carretera que lo cruza, la pisamos y enseguida la abandonamos metiéndonos en una calle que surgía a la izquierda. 


Pronto salimos del pueblo pero apenas se notaba el camino por el que debíamos rodar según el track que íbamos siguiendo. Lo que sí se notaba era la helada, que teñía la hierba de blanco y brillo.


En un momento dado el track nos dirigía a Palacios del Pan, pero atravesando una zona que estaba inundada por las aguas del embalse. Como esto no podía ser, tocó improvisar. Continuamos unos cientos de metros campo a través por una pradera hasta que llegamos a un camino que seguía la orilla del embalse. La idea era llegar a un puente que habíamos visto a lo lejos.


Al echar la vista atrás nos encontramos con una buena panorámica de Andavías.


A la salida de una curva del camino ya vimos el puente a poca distancia. Siguiendo bordeando la orilla llegamos hasta la misma entrada del mismo. Gracias a este tramo que improvisamos descubrimos un bonito camino, no hay mal que por bien no venga...


Nada más cruzar el puente el camino realizaba un giro a la derecha y ascendía hacia Palacios del Pan. Tocó levantar el culo del sillín y tirar de piernas para llegar al final de la cuesta. Eso sí, la subida estaba amenizada por las excelentes vistas del embalse de las que disponíamos gratuitamente.


Al terminar volvimos a retomar el track, que nos hizo girar a la izquierda para pasar junto a unas edificaciones de Palacios, pero sin llegar a entrar al pueblo. De hecho, pronto realizamos otro giro a la izquierda que nos alejó, subiendo una cuesta, definitivamente de esa localidad.


Tras la subida comenzamos un descenso pronunciado que, enseguida, nos obsequió con una vista excelente de esta zona del embalse. Definitivamente ya podíamos certificar que este ha subido notablemente su nivel. Eso sí, aún puede hacerlo bastante más porque a día de hoy se encuentra al 65% de su capacidad.



Al salir del puente giramos noventa grados a la derecha para tomar un camino inédito para nosotros. Continuamos bordeando esta cola del embalse, brindándonos este tramo una zona con un tremendo barrizal...


Pero también unas vistas preciosas, en buena medida propiciadas por la excelente mañana que teníamos con el sol luciendo espléndido, lo que tenía de un precioso azul el agua y realzaba los verdes del campo.



Y así, disfrutando, enseguida llegamos a Almendra del Pan. Pasamos por algunas de sus calles y también junto a la iglesia.


Junto a esta, continuamos por una calle empinada que nos fue alejando del pueblo. Terminó conviertiéndose en camino, uno de excelente firme que no abandonaríamos hasta pasados casi cuatro kilómetros. Primero siguiendo una larga recta con algún sube y baja.


Más adelante el camino realiza una curva de amplio radio al tiempo que baja hacia una vaguada preciosa.


Para terminar ascendiendo hacia El Campillo, eso sí, pasando antes junto a una explotación ganadera en la que algunos ejemplares se acercaron a la valla para animarnos.


Entramos en El Campillo. Seguimos por su calle principal y, sin cambiar de dirección, seguimos recto, sin realizar el giro que nos habría llevado hasta la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave.


Justa a la salida del pueblo, junto a un abrevadero hicimos un receso para llevar algo a la boca. Tras la breve parada continuamos de frente, alejándonos del pueblo por la misma calle en la que estábamos, que pronto se convirtió en un bonito camino descendente.


El camino nos llevó bordeando una ladera y, tras algunas curvas, volvimos a encontrarnos con el protagonista de hoy, el embalse.


Durante algo más de un kilómetro fuimos escoltando esta cola de agua, que nos iba ofreciendo unas muy bonitas imágenes de la zona.


Una cerrada curva nos puso de espaldas al agua y tocó subir, y bien, alejándonos así, con poco aliento definitivamente del embalse. 


Viéndolo sobre el mapa, comenzamos a trazar una especie de cuatro invertido, tras la subida descrita, una bajada, y otro ascenso. Después de este, rodamos por un tramo en el que no fue necesario cambiar de dirección a lo largo de unos dos kilometros en los que seguíamos disfrutando de las vistas.


No tardamos mucho en cruzar la carretera que une Almendra con Muelas, y poco después salimos a la une la N-122 con El Campillo, por la que continuamos unos cientos de metros. Tras estos giramos a la izquierda para proseguir hacia la localidad de Valdeperdices, a la que llegamos pronto porque una parte de este tramo era descendente.


Pasamos junto a algunas naves ganaderas, pero no llegamos a entrar al pueblo, lo dejamos a nuestra izquierda. Cruzamos la carretera que entra en la localidad y continuamos de frente, iniciando una subida muy pronunciada. 

Tras esa subida se sucedieron varios cambios de dirección acompañados de otros tantos sube y bajas. Finalmente llegamos a la entrada de la zona conocida como Palomares.


Fue entonces cuando, por fin, comenzamos a descender. Y lo hicimos bien, nada menos que cuatro kilómetros, rodeados de pinos en alguna zona, encinas en otras, y un manto verde bajo unos y otras.


Tras la bajada iniciamos el ascenso correspondiente. Ya arriba de Palomares dibujamos un cuatro sobre el mapa siendo el último tramo de este número una larga recta, comunmente llamada "sábana", por los pliegues que tiene y que, cuando se llevan casi 50 km recorridos, es un rompepiernas.


Después de pasar por encima de la autovía continuamos por el llamado Camino del Monte. Cuando este nos puso en paralelo a la N-122 cruzamos esta para entrar en Zamora por el barrio del Alto de San Isidro. Eso sí, hubo primero que atravesar un "pequeño" charquito.


Descendimos hacia el barrio del Espíritu Santo bajo la mirada de la torre de la Catedral. Ya en la parte baja continuamos un tramo por el carril bici y otro por la Avenida del Mengue.


Al llegar al Puente de Piedra giramos hacia los Barrios Bajos, que atravesamos hasta llegar al lugar de salida. Allí mismo disfrutamos de una hidratación vegetal, hecha de zumo de cebada, disfrutando de la misma y del sol, poniendo así fin a esta bonita ruta.


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