27 de enero de 2024

La espectacular ruta de los Molinos (Fariza de Sayago)

Son muchas las ocasiones en las que recorremos kilómetros y kilómetros para visitar un lugar bonito, ignorando que en nuestra propia provincia tenemos rincones que, si estuvieran en otras provincias, estarían llenos de turistas disfrutando de ellos. Hoy hemos recorrido la Ruta de los Molinos, en Fariza de Sayago, una maravilla.

La provincia de Zamora se caracteriza por su variedad paisajística. Alberga lugares que, si las autoridades pusieran empeño, les dieran visibilidad, invirtieran en señalización y potenciaran el turismo (sostenible) sería un aliciente más para dotar de más vida a nuestros pueblos. El recorrido que hemos realizado hoy no puede ser más bonito y, sin embargo, no nos hemos cruzado ni con veinte personas. Es una pena...

Antes de comenzar a caminar tuvimos que quedar para iniciar el viaje. Lo hicimos a las 9 de la mañana. Por fin la niebla había levantado un poco en la capital cuando iniciamos el viaje. Teníamos que desplazarnos hasta Fariza de Sayago y, para ello, recorrer poco más de 50 km (unos 45 minutos). 

Al llegar a esta localidad, aparcamos junto a la iglesia y comenzamos a caminar por la calle que teníamos frente a nosotros. En la primera bocacalle que encontramos, giramos a la derecha, y en la siguiente hacia el mismo lado también. En ese momento dejamos de pisar asfalto o cemento para empezar a caminar sobre hierba o barro.

Enseguida vimos frente a nosotros el primero de los puentes típicos sayagueses que veríamos a lo largo de nuestro recorrido. Pasamos por él al otro lado del arroyo del Pisón, al que acompañaríamos casi a lo largo de toda la mañana.


Aunque el sol no brillaba con todo su esplendor porque había cierta bruma, agradecimos enormemente verlo, aunque estuviera algo velado. Sus rayos contribuían a mejorar la temperatura, que a esas horas todavía era fresquita.

Comenzamos a caminar en paralelo al arroyo, pero nos desviamos algo de él, dejándolo a nuestra izquierda. Pasamos por un camino abierto entre cortinas y bajo una cubierta natural que las propias copas de los árboles han tejido entre ellos para cubrir con una bóveda natural ese tramo.



Pronto volvimos a acercarnos al arroyo y empezamos a mirarnos unos a otros porque no nos creíamos que pudiéramos estar en un lugar tan bonito. Allí mismo pudimos ver el primer molino de los muchos que encontraríamos a lo largo de todo el recorrido. Nos separamos unos metros del camino para verlo más de cerca. 


Después de disfrutar unos minutos de la zona volvimos al camino y pocos metros después, a nuestra izquierda, nos encontramos con otro, el llamado del Maestro, totalmente restaurado y que nos da idea de cómo estarían todos cuando se encontraban aún en uso. Bajamos hacia él para verlo más de cerca.


Al llegar a su altura miramos a nuestra izquierda y encontramos unos metros aguas arriba un pequeño puente, bajo el que corría el agua enfurecida, y que daba paso a otro molino, este en ruinas, que había al otro lado.


Desde el puente la panorámica era preciosa. Sin duda a esta belleza contribuía la cantidad de agua que arrastra el arroyo en estos días.


Volvimos sobre nuestros pasos y regresamos al camino, que está balizado con postes con una raya blanca y otra amarilla. Siguiendo el camino y las balizas no tardamos en encontrarnos con el siguiente molino, también conservado en bastante buen estado.


Lo que estábamos viendo nos estaba gustando tanto que nos dimos cuenta de que a ese ritmo no íbamos a hacer la ruta prevista ni en cinco horas, así que tratamos de acelerar un poco nuestro ritmo. Pero el intento fue en vano porque seguíamos encontrando lugares de interés cada poco. De nuevo otro molino, este en ruinas, llamó nuestra atención.


El recorrido estaba resultando sencillo. El camino no presentaba dificultades, tan solo algunas piedras hacían que tuviéramos cuidado al pisar sobre ellas por miedo a que nos hicieran resbalar. Desde Fariza habíamos descendido ligeramente y en ese tramo íbamos llaneando junto al arroyo.

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De nuevo, poco después, encontramos otro puente permitiendo el paso a la otra orilla, pero este no lo atravesamos y continuamos adelante.


No mucho después una mole de piedras llegaba hasta el propio arroyo, el camino en ese punto deja de ser camino para convertirse en un paso entre rocas. Tocó ascender algo, pero esa ganancia de altura permitía tener una perspectiva diferente del arroyo El Pisón.


Después de atravesar esa zona de grandes rocas descendimos de nuevo hasta el nivel de la corriente de agua que no perdimos de vista en ningún momento y llegamos a otro precioso puente. Este sí debíamos utilizarlo para pasar a la otra orilla y así poder ir hacia la ermita.


Prácticamente desde ese punto hasta la ermita es un ascenso constante. También ahí nos separamos del arroyo dejándolo a nuestra derecha. A pesar de quedarnos huérfanos del agua, el camino seguía siendo muy bonito, muy verde y escoltado por mucha vegetación. Seguíamos disfrutando.


La subida hizo que nos empezar a sobrar ropa y comenzamos a ver prendas atadas a la cintura. Continuamos ascendiendo y se abrió un claro en la vegetación. Vimos frente a nosotros una tapia y una cancela. Al acercarnos vimos que la cancela daba paso al recinto de la ermita de Nuestra Señora del Castillo.



Pasamos junto a ella pero no nos detuvimos, sino que seguimos adelante para tomar el carmino que desciende hasta el Mirador de las Barrancas, del que nos separaban unos quinientos metros. Al estar tan cerca de Portugal nuestros teléfonos comenzaron a recibir mensajes de los operadores portugueses y cambiaron de hora. Eso nos hizo darnos cuenta de que habíamos tardado casi dos horas en hacer cuatro kilómetros, pero había merecido la pena haber realizado tantas paradas.

En el trayecto hacia el mirador fuimos disfrutando de una bonita vista de Cozcurrita, a nuestra derecha y, finalmente, llegamos a este, desde donde pudimos contemplar al río Duero, ya encajonado por los Arribes. Como en este mirador hemos estado un buen número de veces no nos detuvimos mucho en él y pronto iniciamos el regreso a la ermita.

Una vez en la ermita continuamos por el mismo camino que nos había llevado hasta ella, solo que en sentido contrario. Teníamos que descender ahora hasta casi el puente que habíamos cruzado minutos antes, para tomar allí la senda que lleva a Cozcurrita.

Al llegar al cartel que indica dicha senda nos confundimos y descendimos hasta la orilla del arroyo, nos dimos cuenta del error y volvimos a ascender hasta casi el poste informativo y allí continuamos hacia la izquierda por un pequeño sendero que descendía por una ladera hacia el arroyo.

Antes de llegar al nivel de este encontramos otro molino semiderruido en la orilla opuesta. 


Cuando llegamos al arroyo nos dimos de bruces con algo que nos imaginábamos. El arroyo, al venir con tanta agua, no permitía el paso al otro lado. Estuvimos estudiando opciones pero no había ninguna que posibilitara cruzarlo, así que no nos quedó otra que "recular" y cambiar nuestro plan. No era posible ir a Cozcurrita ni de esta localidad a Fariza, así que volvimos al camino que habíamos hecho a la ida y que nos devolvería de nuevo al lugar de salida.

Lejos de ser un contratiempo, no nos molestó volver a pasar por los mismos sitios porque, sin duda, la perspectiva iba a ser diferente y la luz también lo era, así que estábamos seguros de que íbamos a seguir disfrutando.


Al llegar al puente, lo cruzamos en sentido contrario, y ya del otro lado estuvimos sopesando la posibilidad de ir al encuentro del camino que no habíamos podido tomar por no poder cruzar al otro lado del arroyo. Pero no lo vimos claro, así que continuamos por el camino ya conocido.


Ahora se trataba de disfrutar más de todo lo que íbamos encontrando y lo íbamos haciendo porque nos seguíamos topando con lugares increíbles.


El grupo se fue estirando porque se hicieron pequeños grupos y había quien se paraba a recrearse en algún punto. Nos podíamos permitir ese lujo ahora que ya podíamos calcular la hora de llegada y sabíamos que nos iba a sobrar tiempo.


Como ya no es necesario explicar el recorrido simplemente vamos a mostrar algunos de los pequeños rincones que fuimos encontrando en nuestro regreso a Fariza.





Ya cerca de nuestro destino la temperatura no podía ser más agradable. El grupo se encontraba más estirado aún, si bien nos reagrupamos antes de llegar a las primeras casas del pueblo.


Al llegar a este, en lugar de girar a la derecha para seguir por el camino de ida, continuamos recto. El camino nos llevó hasta un bonito puente.

Lo cruzamos y continuamos por la calle que sale justo en frente. Esa misma calle nos llevó justo hasta el lugar que queríamos, el bar Tropical, donde queríamos tomar algo para hacer gasto en el pueblo, ya que la comida iba a ser en Almeida de Sayago.

Dicho bar cuenta con una terraza cubierta y no hace falta explicar lo bien que se estaba allí tomando una cerveza al sol, al tiempo que descansábamos después de los casi nueve kilómetros recorridos.

Cuando nos pareció regresamos a los coches e iniciamos el pequeño recorrido que nos llevó hasta Almeida, donde teníamos encargada la comida en el Bar Restaurante Almeida. Allí pusimos un buen colofón a este precioso día.


Esta fue la ruta que realizamos. Bajo ella también enlazamos a la que teníamos previsto hacer y que, cuando no hay tanta agua, se puede realizar cruzando el arroyo pasando por varias rocas.


Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.

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Ruta prevista: https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/fariza-ruta-de-los-molinos-ermita-virgen-del-castillo-mirador-de-las-barrancas-cozcurrita-arribes-d-130479050


















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