1 de enero de 2024

La primera de 2024

Año nuevo, vida nueva, y así ha sido hoy, porque después de estar una gran parte de la Navidad sumergidos en la niebla y la otra parte con días nublado y cielos plomizos, el nuevo año nos ha dado la bienvenida con un día radiante, soleado, sin una nube. Así da gusto empezar 2024, sin duda presagio de que va a ser un buen año para la bici.

Es cierto que, después de la celebración de la Nochevieja, de comer más de la cuenta, de beber más de lo debido y de trasnochar, es posible que salir a las 9.30 h en bici no sea, a priori, el mejor plan. Por eso, en estos casos, lo mejor es comprometerse el día anterior y así, por la mañana "te obligas" a cumplir con tu palabra. Realmente, en días como hoy, ese esfuerzo es solo para saltar de la cama, porque al ver el día que hacía no fue necesaria mayor motivación.

Solo "nos motivamos" tres bíkers. Tras abrazarnos y desearnos un feliz 2024 comenzamos a rodar. Como ya hemos dicho, la mañana estaba radiante, digna de un día de Año Nuevo. Eso sí, hacía algo de fresquito, unos tres grados, pero nada que un poco abrigados no se supere bien.

Salimos de Zamora cruzando el Puente Nuevo o de Cardenal Cisneros. Al finalizar este bajamos las escalerillas y continuamos por el llamado Camino de San Miguel hasta Villaralbo. Ese tramo nos sirvió para calentar y para ponernos al día de cómo habían transcurrido nuestras respectivas celebraciones de Nochevieja.

Atravesamos una buena parte del pueblo y continuamos por el GR-14. A pesar de que había llovido el día anterior y que la tierra estaba aún húmeda, no había barro y se rodaba bien.

Siguiendo la Senda del Duero giramos noventa grados y continuamos con dirección a Molacillos, pero poco después nos desviamos a la derecha para seguir por un camino inédito para nosotros, a pesar de que hemos pasado a su lado cientos de veces. Poco después, en una bifurcación, continuamos por la opción de la derecha, una recta que nos llevó hasta Moraleja del Vino.

No entramos en el "cogollo" de la localidad sino que la cruzamos por calles laterales, cruzamos la carretera que va a Sanzoles y seguimos por una pista que encontramos de frente. Por ella rodamos más de tres kilómetros casi totalmente rectos y descendentes. La abandonamos para continuar por nuestra derecha. 

En el nuevo camino ya empezamos a encontrar la tierra más blanda y se empezó a pegar ligeramente en nuestras ruedas. Además, tocó subir. La inclinación no era excesiva pero costaba mover la bici por el ascenso y porque las ruedas se pegaban mucho al firme. Eso sí, daba gusto mirar a un lado u otro del camino.

Después de más de un kilómetro de ascenso comenzamos una ligera bajada. Desde esta comenzamos a ver un pueblo a lo lejos. Se trataba de Gema del Vino.

Llegamos a esta localidad por la parte más baja de esta, recorriendo algunas calles llegamos a una parte más alta, cruzamos la carretera y continuamos por el camino que teníamos frente a nosotros.

Descendimos unos cientos de metros y giramos a la izquierda al llegar a un soto. Bordeamos este y, al terminar, giramos a la derecha. 

El nuevo camino nos trajo recuerdos de mucho barro y un pequeño arroyo. Lo uno y lo otro no tardaron en aparecer. El barrizal pudimos esquivarlo por un lateral, pero el riachuelo no quedó otra que cruzarlo, pero sin más problemas que sumergir unos 20 cm las ruedas y tener cuidado de no meter las botas en el agua.

Nos incorporamos a un camino de más importancia girando a la izquierda. En este ya no había barro y se rodaba bien por él. , ya sin barro. Poco después giramos a la derecha y ascendimos junto a campos de cereales ya teñidos de verde y algunas viñas. En uno de esos, en un solitario árbol, nos vigilaba un milano real que después nos acompañó planeando sobre nosotros un par de minutos.


El ascenso suave se fue prolongando a pesar de ligeros cambios de dirección que íbamos haciendo y solo terminó al llegar a Cazurra, tres kilómetros después de dejar atrás Gema.


Poco después de entrar en el pueblo llegamos a la plaza donde se encuentra la iglesia. En la espadaña del campanario una cigüeña tomaba plácidamente el sol. Un año más ha decidido no emigrar.


También llamó nuestra atención la "Casa de la Parra", una típica vivienda de la Tierra del Vino, con una parra erigiéndose como protagonista de la misma.


Salimos del pueblo por la prolongación del camino que nos había traído hasta el mismo. Este tenía algo de barro y también se prolongaba el ascenso, que seguía en la misma línea. Solo se cambió la tendencia y comenzamos a descender cuando nos incorporamos a otro camino y fuimos al encuentro de la carretera que entra en Cazurra desde la N-630.


Al llegar al asfalto giramos a la derecha para llegar enseguida a una rotonda. Allí hicimos una parada para quitar algo de barro, que ya se empezaba a acumular en algunas zonas de las bicis. Retirado lo que pudimos, cruzamos la rotonda, pasamos bajo la Autovía y nos desviamos a la derecha para iniciar otro ascenso por un camino en el que ya había menos barro.


Tras unos quinientos metros de subida llegamos a un alto desde el que había unas bonitas vistas de la zona. Al fondo se podía ver El Perdigón, nuestro siguiente destino.


Descendimos disfrutando de la inercia y después de un par de giros en uno y en otro sentido terminamos en un camino asfaltado que nos llevó hasta la entrada de El Perdigón.


Recorrimos varias calles por las que nunca habíamos pasado para llegar finalmente a la iglesia, que rodeamos por la derecha.


Continuamos recto y, bajando, salimos del pueblo. El track nos indicó que debíamos girar en dos momentos y así terminamos cruzando la carretera y continuando por otro camino al otro lado de la misma.


En esos momentos seguíamos disfrutando de la mañana, del sol, que ya empezaba a tener más fuerza y de las vistas.


El camino nos llevó hasta la zona de bodegas de Entrala, o lo que es lo mismo, a un lateral del pueblo. Siguiendo por él llegamos al camino que va a la Yagona, y ya en este continuamos hasta la carretera que va a Morales del Vino. 

Enseguida llegamos a esta localidad, donde decidimos hacer una parada técnica para darle un agua a las bicis. No tenían muchísimo barro, pero este estaba muy pegado, de hecho nos costó mucho dejar las ruedas impolutas.

Tan impolutas las dejamos que nos dio pena ensuciarlas así que decidimos variar la ruta prevista y descender hacia Zamora por carretera. Y el trayecto lo hicimos rapidísimo, a todo lo que daban nuestras piernas más lo que empujaba la gravedad, que era bastante. Entramos en la capital por el barrio de Pinilla, cruzamos el Puente de Hierro y para finalizar del mejor modo posible esta primera ruta del año, decidimos hidratarnos un poquito. Lo hicimos en Cambalache porque era de los pocos bares que estaba abierto. Está claro lo que decíamos al principio, empezando así nadie duda de que va a ser un buen año para la bici.



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