21 de enero de 2024

Vigilando el cauce del Duero desde el Puente de Marialba

Después de las lluvias caídas durante la semana, unido al deshielo producido por las mismas, el cauce del río Duero ha experimentado una gran crecida. Hoy nos hemos erigido en vigilantes de esta y lo hemos hecho aguas arriba de Zamora, desde el Puente de Marialba.


Después de disfrutar ayer de un día espléndido, soleado aunque frío, todos pensábamos que hoy iba a ser muy parecido, y así lo vaticinaban las previsiones. Aún así habíamos quedado a las 10.00 h para dar tiempo a que la temperatura no fuera tan fría. 

Poco antes de esa hora empezaron a sonar mensajes de WhatsApp y eso un Domingo suele presagiar malas noticias, como así fueron. Los más madrugadores anunciaron que la niebla lo había invadido todo. Como ya hemos dicho alguna vez, niebla y temperatura bajo cero son malas aliadas para la bici. Dos de los cinco que habían confirmado que iban a salir se autoeliminaron de la ruta de hoy, así que solo fuimos tres los protagonistas.

Cuando comenzamos a pedalear hacía frío, no lo vamos a negar, en concreto -3º. Pasamos sobre el Puente de Cardenal Cisneros y nuestras labores de vigilancia del caudal del río comenzaron, constatando que el nivel era bastante alto y que el río bajaba con fuerza.


Al terminar el puente descendimos por las escalerillas y tomamos el Camino de San Miguel. Al frío del ambiente se unía, este ya subjetivo, el que producía ver la helada que cubría todo.


Poco a poco fuimos entrando en calor, bueno, siendo más fieles a la realidad, fuimos quitando algo el frío menos, como siempre, las manos. Y así poco a poco nos fuimos acercando a Villaralbo.


Lo positivo al menos era que, la niebla no era muy densa, estaba algo alta, y eso nos permitía albergar esperanzas de que abriera. Una vez que atravesamos Villaralbo continuamos por el GR-14 hacia Madridanos. El camino, bastante llano y sin una gota de barro pese a todo lo caído durante la semana, nos permitía rodar rápido. A estas alturas ya solo llevábamos fríos los dedos de las manos.


Poco antes de llegar a Madridanos el sol comenzó a abrirse un hueco entre las nubes y la luz comenzó a ser más intensa. 


Y poco después se obró el milagro. El mundo dejó de ser en blanco y negro, dando paso al tecnicolor, y la tristeza del gris dio paso a la alegría de los colores cálidos. Como las tierras comenzaban a recibir los rayos de sol aún mantenían la helada que, con esa luz, era más patente.


Tocamos Madridanos de refilón porque dejamos la mayoría de las viviendas a nuestra derecha. Una vez superado el pueblo pasamos junto a la Finca de la Diputación, donde se mantienen tres razas de ganado autóctonas de la provincia de Zamora en peligro de extinción: las bovinas Alistana-Sanabresa y Sayaguesa y la asnal Zamorano-Leonesa. De ellas solo vimos ejemplares de esta última, que nos miraron pasar. 


A continuación, tras una curva y una subida, giramos a la izquierda para seguir un camino que nos llevó hasta la localidad de Villalazán. Recorrimos algunas de sus calles y pasamos junto a la plaza, donde se encuentra la iglesia, con escaso valor artístico, salvo dos columnas colocadas en el pórtico, que pertenecían al desaparecido Monasterio de San Jerónimo, de Zamora. 

Siguiendo el track salimos a la carretera local, hoy sin ningún tráfico, que va hacia Peleagonzalo y por la que teníamos que transitar unos seis kilómetros. Rodamos por ella a muy buen ritmo. Al coger más velocidad percibíamos el viento más frío, y a esa sensación contribuía el que la niebla había vuelto a ganar la partida al sol y nos volvía a privar de sus rayos y de su calor.


Eso sí, ese estado de medio niebla y medio soleado nos permitía disfrutar de bonitas vistas, sobre todo a nuestra derecha, donde Las Contiendas trataban de abrirse paso en el horizonte.


Poco antes de pasar junto a las instalaciones de la Granja Florencia pasamos a un ciclista que iba paseando. Le dimos los buenos días y continuamos a nuestro ritmo.


Se conoce que le servimos de acicate porque como tres kilómetros después, cuando miramos hacia atrás para hacer una foto, lo encontramos pegado a nuestras ruedas. 


Después de una pequeña subida nos desviamos a la izquierda para dirigirnos al Puente de Marialba. En realidad creemos que no tiene nombre, pero lo hemos bautizado así por estar enclavado en el paraje de esa denominación. En mitad del mismo paramos para poder mirar, no, perdón, para poder vigilar hacia un lado y otro el cauce del Duero.

Así venía de Toro:


Y así iba para Zamora: 


El ciclista que se había puesto a nuestra rueda también paró allí y aprovechamos para charlar unos minutos con él, mientras uno de los bíkers aprovechaba para comer algo.

Poco después volvimos a nuestras bicis, el otro ciclista se fue hacia su pueblo, Villalazán, y nosotros seguimos hacia adelante, hasta que llegamos a la N-122. Según nuestro track nos teníamos que incorporar a ella menos de un kilómetro, pero al llegar al punto donde teníamos que tomar un camino a nuestra derecha, este había quedado dentro de una zona sembrada y no existía, así que continuamos por el asfalto otros dos kilómetros más. 

Comenzamos a ascender la cuesta que conduce a Fresno de la Ribera pero algo antes de culminarla nos desviamos a la derecha para comenzar a rodar por un excelente camino ascendente y que pasaba bajo las vías del ferrocarril tradicional y bajo las del AVE.


El ascenso continuó para después, tras un giro del camino, tornarse en una buena bajada. De nuevo el sol comenzaba a librarse de la niebla y de nuevo una inmensa gama de colores lo invadió todo.


Nos dirigíamos hacia Coreses, pero antes de llegar a esta localidad teníamos que ascender una larga cuesta, pasar por detrás de Fresno de la Ribera y descender de nuevo.


A ese descenso le seguiría algún pequeño ascenso más, seguido siempre de su consiguiente bajada. El suelo solo volvió a favorecernos solo descendiendo, sin subidas, cuando nos desviamos a la derecha para enfilar hacia Coreses.


Llegamos a esta localidad, pasamos por algunas de sus calles y enseguida la dejamos atrás, siguiendo el camino trazado en paralelo al Canal Toro-Zamora.

Este tramo tuvo poca historia, lo único a reseñar es que, aprovechando que es prácticamente llano, rodamos a una velocidad que, en muchos momentos, superaba los 25 km/h, por lo que íbamos "comiendo" los kilómetros rápidamente. También íbamos disfrutando de una temperatura mucho más agradable gracias al sol. Aunque solo había 3º, la sensación que producían sus rayos no tenía nada que ver con esa temperatura.

Después de seis kilómetros pasamos por encima de un viaducto bajo el que están las vías del AVE, al descender estábamos casi, casi, en el Barrio de Villagodio. Continuamos hasta salir a la N-122, la cruzamos y continuamos por el carril bici. 


Ya que estábamos junto al río Valderaduey, aprovechamos para vigilarlo también, constatando que también bajaba con mucho caudal a su inminente encuentro con el Duero, de hecho parecía un río de mayor entidad.


Pasamos junto a la desembocadura de ese y continuamos por el carril bici, inundado a esas horas de gente caminando y corriendo aprovechando ese sol que acababa de dar la cara. 

Como íbamos rodando junto al cauce del río fue inevitable no tomar un testimonio gráfico del nivel de sus aguas. También aquí se percibía el poderío que en días de grandes avenidas, como hoy, demuestra.


Seguimos por el carril bici hasta que pasamos bajo el Puente de Cardenal Cisneros, momento en el que lo abandonamos para dirigirnos hacia la calle Obispo Acuña. Al llegar al punto de salida dimos por concluida la ruta, nos bajamos de las bicis y recuperamos líquidos en la puerta del Bar CD, donde nos daba el sol de frente y se estaba de maravilla. 




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