Por fin, aunque solo sea por una vez, hemos sido previsores. En las dos últimas semanas ha llovido y eso contribuyó, además, a deshelar la nieve y el hielo. La noche del viernes al sábado siguió cayendo agua, y bastante. Así que hoy decidimos, para evitar llenarnos y llenar las bicis de barro, hacer una ruta de asfalto, procurando ir por carreteras poco transitadas y haciendo más kilómetros para compensar. Finalmente fuimos hasta Peñausende.
A la hora habitual y en el sitio de siempre nos encontramos pocos bíkers. Uno de los usuarios de ebike había olvidado cargar su batería y acudió con la muscular. También hubo otro olvido, la cámara de fotos, por lo que esta crónica apenas contará con reportaje gráfico. De hecho la foto de arriba está tomada de Street View, de Google. Lo que no diremos es si los dos olvidos fueron de la misma persona, para evitar mofas y befas del resto.
Sabíamos que íbamos a contar con viento en contra, por eso la ruta llevaba dirección Peñausende, pero por mucho que se sepa uno nunca se hace a la idea de lo cansino que puede llegar a ser desde el primer momento. Ya rodando por la avenida del Mengue y el Puente de Piedra fuimos percibiéndolo y después de cruzar San Frontis y salir de Zamora lo notamos más.
Rodamos por la ZA-430, carretera de Ledesma, sin novedad hasta Tardobispo. Tras dejar atrás el pueblo continuamos por la misma y poco después atravesamos La Pueblica de Campeán. Poco después de dejar atrás las últimas casas del pueblo la carretera se bifurca. Nosotros tomamos la opción de la izquierda, la ZA-306.
Desde que se sale de Zamora se va ascendiendo. No hay ninguna cuesta grande pero cada poco surge una pequeña ascensión, de hecho la diferencia de altitud entre la capital y Peñausende es de doscientos metros. Eso, aparte de en las piernas, también lo íbamos notando en el viento, a más altura mayor velocidad de este.
Pasamos junto al cruce de Las Enillas, poco después cruzamos otra localidad, La Tuda y continuamos adelante. En frente, grandes rectas desprotegidas y con el viento impidiendo coger velocidad. Pero eso sí, los kilómetros iban cayendo. La carretera en esta zona tiene a ambos lados grandes dehesas y el paisaje es muy agradable, sobre todo en esta época en la que el verdor lo invade todo y encinares a ambos lados del asfalto.
Cerca ya de Tamame de Sayago comenzó a llover. Era una lluvia fina y molesta que, además restaba visibilidad, de hecho la impresión era como si hubiera niebla. Nos desviamos hacia el pueblo para verlo mejor y fuimos hasta el precioso puente medieval que hay en el lado opuesto de la localidad. Allí nos hicimos un par de fotos, eso sí, con un móvil.
Volvimos atrás hasta salir del puente y giramos a la izquierda para salir de nuevo a la carretera. Cada vez llovía más y había como niebla. Unos cuatro kilómetros después llegamos a una rotonda. En ella cogimos la opción de la izquierda, girando así noventa grados provocando que, al fin, nos libráramos del viento.
Llevábamos dos horas luchando contra él, haciendo un buen tanto por ciento de esfuerzo más para lograr velocidades menores que un día en el que está calmado, pero además no permite hablar entre nosotros y produce un zumbido que termina por aturdir. Así que es difícil de explicar con palabras lo que gusta quitárselo de encima así, de repente, por un simple giro de noventa grados.
Llevábamos treinta kilómetros que nos habían llevado dos horas, pero con el viento a favor la cosa cambió, empezamos a volar. Así llegamos a una rotonda que hay a los pies de Peñausende en muy poco tiempo. Desde allí pudimos contemplar una buena panorámica del pueblo, si bien esa lluvia fina restaba algo de visibilidad.
No ascendimos al pueblo, lo bordeamos por la circunvalación y terminamos llegando a un cruce. Giramos a la izquierda, dirección Zamora. Poco después vimos el indicador que marcaba 23 km hasta la capital. Ayudados por el viento y con el perfil descendente comenzamos a rodar a ritmos altísimos, por encima de los 30 km/h y en algunos momentos de los 40 km/h. Además dejó de llover y mejoró la temperatura, lo que permitió que nuestra ropa se fuera secando.
Íbamos viendo que tardábamos poquísimo en ir de un punto kilométrico a otro así que en muy poco tiempo vimos de lejos San Marcial. Tras pasar junto a esta localidad proseguimos avanzando y pronto estábamos entrando en Entrala. Al llegar a este pueblo, y ya que estábamos cerca de Morales, se nos ocurrió ir a ver al bíker aquejado de COVID, que ya abandonó el hospital y se está recuperando.
Al llegar a esta localidad nos dirigimos a su vivienda, si bien por el camino fuimos ensayando una canción para cantarle y que se asomara. Ya enfrente de su casa se la cantamos y terminó asomándose. Nos dio una gran alegría comprobar que había recuperado su voz y verle su buen aspecto después de los malos ratos pasados en el hospital.
Abandonamos Morales con muy buen cuerpo, la verdad y nos dirigimos a Zamora por el llamado "Carril bici", si bien al llegar al Cristo de Morales ya no seguimos por él, sino que hicimos la rotonda y continuamos por la N-630 unos cientos de metros, hasta coger el desvío que va al cementerio. Atravesamos Pinilla y el Puente de Hierro y terminamos donde debe terminar una buena ruta, en un lugar donde sirvan cañas. Eso sí, como otras veces, la tomamos al otro lado de la terraza, separados y con mascarilla, que no queremos más disgustos. Ahora esperaremos toda la semana a ver si con suerte ya no llueve y podemos volver a lo nuestro: los caminos.
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