3 de enero de 2021

Mucho frío camino del viaducto Martín Gil

Siendo sinceros tenemos que admitir que hoy hemos pasado frío. La temperatura en Zamora era de -3º a las 9.30, cuando quedamos. Contábamos con que el sol contrarrestaría esos grados negativos, pero no fue así. Se escondió por encima de una niebla que fuimos encontrando a medida que nos alejábamos de la capital. No logramos coger temperatura hasta la vuelta, pero ya se sabe... "Sarna con gusto no pica".

Para salir de Zamora recorrimos algunas de sus calles, terminando en la rotonda del C.C. Valderaduey. Desde allí nos dirigimos hacia el barrio de La Alberca, al que ascendimos y por el que callejeamos hasta coger el camino que buscábamos para abandonar la capital. Ya en campo abierto pudimos comprobar que la helada era de esas que no nos podíamos perder.


Nuestro destino inmediato era Roales, así que por esa buena pista por la que estábamos rodando continuamos, haciendo algunos cambios de dirección y casi siempre con una ligera tendencia ascendente, hasta las llamadas naves de Carro. Allí cruzamos entre algunas de ellas para terminar saliendo al denominado Corredor de Roales.


Pasamos por debajo de la rotonda, cruzamos la localidad de Roales y continuamos nuestra ruta por una pista ancha y, por fin después de tantos días, sin barro. Íbamos rodando a buen ritmo y bien pero el frío era cada vez mayor. Pensábamos que nos íbamos a encontrar un día soleado y a medida que nos alejábamos de Zamora el panorama iba empeorando. De hecho, ya en Roales nos habíamos sumergido en la niebla.


En algunos momentos el sol quería asomarse tímidamente, pero enseguida otro banco de neblina lo hacía desaparecer, a pesar de nuestros gritos de ánimo para que lograra vencer en esa pugna que se traían entre manos. La consecuencia era que los dedos de las manos y los pies los llevábamos adormecidos del frío.


Los kilómetros iban avanzando sin sobresaltos y ya empezamos a ver en el horizonte Montamarta que, por suerte, parecía haber escapado de las garras de la niebla y la veíamos iluminada por el sol. 



Pero antes de llegar a la localidad giramos a la izquierda para continuar por la carretera local que une Montamarta con Andavías. Poco después de empezar a rodar por ella dos bíkers se quedaron unos metros rezagados. Al momento uno de ellos nos llamó y acudimos enseguida porque vimos que el otro estaba tendido en el suelo. Al llegar comprobamos que había sufrido un mareo. Tratamos de calentarlo y de buscar su recuperación cuando, por suerte, paró un joven con una pequeña furgoneta. Se ofreció a ayudarnos y le pedimos que lo trasladara hasta el bar de Montamarta acompañado por otro bíker, claro. Una bici la introdujimos en la furgoneta. Nosotros cogimos nuestras bicis y también nos dirigimos al pueblo. Pero uno de los bíkers tuvo que ir montado en su bici y con la que sobraba de la mano.

Al llegar todos al bar ya estaba recuperado, dentro del coche, porque el establecimiento estaba cerrado. Como ya unos familiares estaban de camino para venir a buscarlo, se quedaron los dos bíkers con el chico de la furgoneta y nosotros continuamos porque nos estábamos quedando helados. Eso sí, antes agradecimos enormemente a Jose, el chico de la furgo, el detalle que había tenido y el rato que nos había dedicado, quitándoselo de pescar, que era adonde se dirigía por esa carretera. Con gente así da gusto, la verdad.

Cruzamos Montamarta y salimos de ella por un camino que nos llevó de nuevo a la carretera de Andavías. Comenzamos a rodar por ella y el frío se intensificó porque íbamos cara al aire y este era helador. 


Menos mal que tras un par de kilómetros nos desviamos ligeramente a la derecha, hacia un camino, y el viento, al darnos de costado, se notaba algo menos.  Ya veíamos los aerogeneradores a los que teníamos que llegar y eso nos motivaba. Además, la niebla había desaparecido y el sol, de vez en cuando, nos acompañaba.



El camino que llevábamos era bueno, si bien con tendencia ascendente. Aún así estábamos rodando rápido y los kilómetros iban avanzando, de hecho, no tardamos mucho en ver el embalse.



La verdad es que los paisajes que íbamos viendo a nuestra derecha merecían la pena el frío que habíamos pasado y que aún pasábamos, nos compensaban. El camino se fue conviertiendo en dos simples roderas, adornado, de vez en cuando con charcos, helados, eso sí.


Tras rodar unos kilómetros junto a los aerogeneradores llegamos a la cuesta abajo que conduce a la zona del viaducto. Un lugar desde donde se contemplan unas vistas impresionantes. 


La bajada la hicimos con ciertas precauciones porque tiene mucha inclinación y mucha piedra suelta, pero divirtiéndonos. Al llegar abajo, ya con el viaducto Martín Gil a nuestro lado, hicimos una parada para comer algo y hacer una foto de grupo, echando en falta a los dos que nos tuvieron que abandonar.



Pocos minutos después iniciamos la subida con la que comenzábamos el camino de vuelta. Tras el duro ascenso empezó un tramo que nos encanta, un estrecho camino rodeado de jaras y con vistas al embalse, si la vegetación lo permite.


Cuando el camino volvió a estar en paralelo a la vía del tren comenzamos a rodar fuerte, en torno a 25 km/h, así que los kilómetros iban cayendo rápido.



Abandonamos ese camino tras unos once kilómetros por él girando a la izquierda primero y a la derecha después para entrar en otro que nos llevó a La Hiniesta. Después de cruzar esta localidad continuamos por la ruta de bici habitual que une este pueblo con Zamora. Al llegar a Valderrey continuamos por la carreterita que une este paraje con Valorio.

Después de cruzar el puente Croix giramos a la izquierda para comenzar ese tramo que tanto nos gusta que asciende por la ladera en sus primeros metros, y va cresteando después mediante una estrecha y sinuosa senda.


Los dos que iban en cabeza al terminar esta descendieron hacia los campos de fútbol de Valorio, pero el resto no los vio y siguieron por el camino que va por la parte alta de esos campos, con tal mala suerte que dos de ellos cayeron, sin ninguna consecuencia, en una rampa que requiere pericia para ascenderla.

Ya todos juntos de nuevo nos dirigimos a las casetas de Valorio para tomar algo en una terraza aprovechando que el sol, por fin, se había hecho fuerte y era muy agradable dejarse calentar por sus rayos. Allí mismo supimos que el bíker mareado estaba totalmente recuperado y que se uniría a nosotros en la próxima salida. 

Tras la caña hubo desbandada general porque se había hecho tarde y más de uno tenía planes para después de comer que se podían retrasar si había tardanza. 


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