En los últimos años, a finales de marzo o principios de abril, muchos campos de la provincia se tiñen de amarillo. Aprovechando la explosión de verdor de los campos de cereales, se generan unas cuadrículas de contrastes, entre el amarillo y el verde, dignas de ver. Eso es lo que hemos hecho hoy, ir a su encuentro. Algo hemos visto, pero aún no está la colza en su máximo esplendor. Aún así, ha merecido la pena.
Nos engañaron las previsiones. Siendo justos, pocas veces ocurre que fallen, pero hoy lo hicieron y los que las consultamos ayer vimos que la temperatura esperada entre las 9 y las 10 era de 7 u 8 grados. Esta mañana nos vestimos en función de esa temperatura, y en los primeros kilómetros pasamos algo de frío, porque la real era de 2º. Pero entre el solecito y el dar a los pedales se pasó pronto esa sensación.
La salida de Zamora la habíamos hecho cruzando el puente de Cardenal Cisneros, descendiendo las escaleras (con las bicis en la mano, que aún no estamos tan locos...), y haciendo ese galimatías de cambios de dirección que es necesario realizar para terminar saliendo a la carretera de Moraleja. La cruzamos y continuamos con la misma tónica, modificando continuamente la dirección porque hay que ir esquivando fincas para rodar por los caminos que están abiertos. Así llegamos a la carretera de Pontejos, por la que rodamos unos cientos de metros, si bien, al cruzarnos con la que va desde Morales del Vino a Arcenillas, continuamos por esta.
Tampoco fueron muchos metros por esta, porque pronto giramos a la derecha noventa grados para tomar un camino trazado casi en paralelo a la carretera de Pontejos.
No llegamos a entrar en esta localidad, la dejamos a nuestra derecha y continuamos siguiendo el mismo camino. Más adelante hicimos algunos giros y algunos kilómetros. Unos y otros terminaron por llevarnos a Casaseca de las Chanas. En ese tramo los campos de colza ya iban cobrando protagonismo.
Podríamos decir que rozamos el pueblo, pero no llegamos a pisar sus calles, lo bordeamos dejándolo a nuestra izquierda.
La tónica general de nuestro recorrido había sido, hasta el momento, caminos en excelente estado, anchos y con suavecísimo ascenso, y en esa misma tónica continuaron los siguientes kilómetros. Nuestro próximo destino era Jambrina y hacia él nos dirigimos a muy buen ritmo. También en este tramo encontramos colza.
Cuando aún quedaba algún kilómetro para llegar a esa localidad, atravesamos una zona muy frondosa en la que ahora predomina el verde, resguardada por los chopos que la preservan del sol y por la humedad que la ayuda a conservarse.
Tras los chopos se escondía otro bonito cultivo de colza, y un par de kilómetros más adelante Jambrina.
Cruzamos el pueblo de punta a punta, siendo en ese momento conscientes de lo alargado que es su trazado. Nada más traspasar las últimas casas giramos a la derecha para iniciar una subida. Tras el ascenso volvimos a la izquierda, enfilando así un tramo recto largo que nos acercó hasta un gigantesco huerto solar instalado ya hace años y junto al que hemos pasado más veces.
Rodeamos esta explotación energética y volvimos a cambiar de dirección, de nuevo hacia la izquierda, para comenzar un descenso que tiene su continuidad en una recta que conduce a Corrales del Vino.
Pero antes de llegar a esta localidad pudimos ver también bonitas estampas protagonizadas por la colza, los cereales y los baldíos.
Pasamos junto a la arcillera de la Cerámica Sa-Za, y también junto a la fábrica, y el camino desembocó en una rotonda que da entrada al pueblo a los que circulan por la autovía A-66.
Continuamos como si fuéramos a la localidad y, también en ese tramo, encontramos buenas vistas.
Sólo pisamos el extrarradio de Corrales porque nuestra intención era dirigirnos al llamado Alto El Cueto, aunque entre nosotros lo llamamos las antenas de Corrales. Cruzamos la N-630 y tomamos el camino que nos llevaría a ellas.
Poco a poco, y siempre ascendiendo, fuimos haciendo los kilómetros que nos separaban del alto. De hecho ya podíamos contemplarlo perfectamente.
Lo bordeamos dejándolo a nuestra izquierda y nada más sobrepasarlo giramos a la izquierda hasta llegar al inicio de la subida. Pusimos piñones grandes y los que tienen botón dieron más potencia, y para arriba. Como siempre, la dificultad estriba en lo mal que está el terreno. La subida es dura, pero las canaletas hechas por el agua y por las motos son las que la dificultan. En cualquier caso, cada uno hizo lo que pudo y en unos minutos estábamos todos arriba.
Los que tenían necesidad de comer algo aprovecharon el parón para hacerlo. Otros en ese tiempo hicieron alguna foto de las buenas vistas que hay desde allí, se mire para donde se miré.
Antes de iniciar el descenso nos hicimos una foto de grupo.
Nos volvimos a subir a las bicis, recorrimos de lado a lado el teso e iniciamos el descenso. Como siempre, tien algo de peligro, al igual que la subida, por el mal estado del terreno generado por las lluvias y por las motos.
Una vez todos reagrupados continuamos hasta que el camino no nos dio más alternativa que izquierda o derecha. Fuimos a la derecha porque nuestra intención era ir a Casaseca de Campeán.
Prácticamente un descenso continuo nos llevó hasta un pequeño puente sobre el que cruza el antiguo trazado férreo de la Ruta de la Plata. Eso sí, antes pudimos ver una bonita estampa del pueblo.
Como nos gusta ver un poco los pueblos por los que pasamos, hicimos un pequeño recorrido por el mismo para enseguida dejarlo atrás por un camino que, tras un ascenso, no llevó hasta la carretera que une esa localidad con El Perdigón.
Una vez en la carretera rodamos por ella, no llegó a cien metros, y tomamos el camino que encontramos a la derecha, una larga recta que nos llevó directamente a El Perdigón.
Recorrimos este pueblo, cuya plaza lucía engalanada al festejarse este desvirtuado, por el COVID, Domingo de Ramos, y terminamos saliendo a la carretera. Una vez en esta, y tras un pequeño tramo por ella, nos desviamos a la derecha para seguir hacia Morales del Vino, por el camino asfaltado que une ambas localidades.
Tardamos poco en llegar a esta localidad porque ahora el perfil nos favorecía y rodábamos rápido. Al llegar a Morales perdimos una unidad y el resto siguió hacia Zamora por carretera, porque había prisa en llegar. Rodando a velocidades en torno a 30 km el recorrido lo hicimos rápido y, una vez que entramos en la capital, fuimos tomando distintos caminos en función del lugar de residencia. Vamos, que pese a estar en Semana Santa, no entramos en procesión.
Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
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