5 de abril de 2021

El Salto del Nervión desde la bici

El Salto del Nervión es un lugar que encandila y deja boquiabierto a todo aquel que lo visita, incluso aunque no caiga una gota de agua, como ocurrió el pasado Jueves Santo. Pero la sima en la que se ubica es tan enorme y tan, tan profunda, que es difícil de imaginar si no se ve. En nuestra primera ruta por Las Merindades dejamos esta "guinda" para el final de la misma.

Después de una larga espera de más de un año, el Jueves Santo volvimos a cargar las bicis en nuestros coches para salir de nuestra provincia, eso sí, sin olvidarnos nunca de todas las medidas necesarias y responsables que exige la actual pandemia. Partimos a poco más de las 8.00 h de Zamora con dirección al Monumento Natural Monte Santiago, en Burgos, si bien rozando con las provincias de Vizcaya y Álava. 

Al llegar al párking que hay a la entrada nuestra sorpresa fue mayúscula porque estaba casi abarrotado y teníamos que "colocar" cinco coches. Con algún trabajo lo conseguimos, y tras ello descargamos y nos preparamos para comenzar nuestras rutas, nosotros con las bici y las Galanas caminando.

Partimos del aparcamiento por la carretera dirección el Puerto de Orduña. Fueron dos kilómetros de ascenso cómodo. Tras superar la parte alta del puerto comenzamos a descender y enseguida tomamos un camino a nuestra izquierda. Dicho camino también tenía tono ascendente y discurría entre pinos.


La subida no era dura, pero la endurecía el tipo de firme que, en algunos momentos, parecía el balastro propia de las vías férreas. Poco a poco fueron desapareciendo los árboles y el camino se aproximó a un gran barranco.


Nos quedamos impresionados con las vistas, y eso que el día estaba nublado y la luz no ayudaba nada a engrandecer el paisaje.

Después de hacer algunas fotos continuamos. Descendimos algo y tras la bajada iniciamos una subida más larga y dura que las anteriores. Esta culminó en la ermita de la Vírgen de Orduña, una gran mole de cemento con una gran escalinata que da acceso a la propia ermita y a un mirador sobre el valle. Todo lo que se ve desde este pertenece ya al País Vasco.




Después de la parada en la ermita volvimos a subirnos en las bicis y nos encontramos con un descenso repleto de rocas, por lo que hubo que bajar con cautela. Tras él, y después de una suave subida coincidiendo con un cambio de dirección, continuamos descendiendo, pero ya con buen firme, un camino poco marcado.


Poco más adelante, sobre el kilómetro 9, el camino se fue perdiendo y comenzamos a rodar sobre un tapiz verde. Bordeamos una charca y continuamos, esquivando las decenas de caballos salvajes que había en esa zona.


Más adelante ya volvimos a seguir un camino, aunque estaba en tan malas condiciones por haber circulado por él con vehículos cuando era barro, que salía a cuenta ir por los lados del mismo. En esa zona seguíamos las indicaciones del GR-282, Camino Natural del Pastoreo. 

Aproximadamente en el kilómetro 12 descendimos por un sinuoso camino hacia el pequeño pueblo de Mijala. Entramos hasta la zona alta del pueblo, donde divisamos la iglesia. Dimos una vuelta a su alrededor y descendimos de nuevo para seguir por el camino que traíamos.


Salimos del pueblo por una estrecha carretera local rodeada de prados verdes repletos de flores. La primavera había explosionado y estaba en todo su esplendor.



Tras dos kilómetros, más o menos, por esta carretera giramos noventa grados a la izquierda para así continuar por un camino de excelente firme por el que se rodaba igual o mejor que por el asfalto. A ambos lados del mismo seguíamos gozando de campos de cereales muy verdes. 


Cambiamos levemente de dirección y poco después entramos en otra pequeña localidad, Murita, en la que nos llamó la atención su iglesia abandonada. A pesar de ello lucía bonita.
 

Salimos de Murita por una carretera muy estrecha que nos sacó, unos quinientos metros después, a otra de mayor entidad. En ese punto esta carretera entraba en la localidad de Berberana. Cruzamos este pueblo, cogimos un pequeño atajo y terminamos saliendo a la carretera de Orduña. Iniciamos allí los dos kilómetros de ascenso que realizamos por asfalto. 


Tras ellos tomamos un camino que salía a nuestra derecha. Unos metros después, un pequeño prado nos pareció el lugar idóneo para sacar nuestros bocadillos y comer, ya que eran casi las 3 de la tarde. Después de la comida no hubo ni café, ni copa, ni puro, ni siesta, sino que hubo que volver al tajo... 

Una vez sentados de nuevo en nuestras bicis no sabíamos muy bien por donde seguir porque no había camino marcado. Enseguida nos dimos cuenta de que había que abrir una cancela. Tras pasarla, comenzamos a ascender por un tramo muy incómodo para rodar porque estaba lleno de rocas que afloraban y dificultaban nuestro paso.


Sobrepasada este pedregal continuamos por una zona de pasto en la que no había camino pero por la que se rodaba bien.


Después de unos dos kilómetros por esta zona, realizamos un giro a la izquierda, con dirección al camino por el que los vehículos pueden introducirse en el Monte Santiago. Cuando llegamos al mismo lo cruzamos y seguimos por una senda en paralelo a dicho camino. Esta senda nos llevó hasta un torno vertical para evitar el paso de vehículos y animales. Por él las bicis no entraban así que salimos al camino y continuamos por él unas decenas de metros, hasta el segundo párking. Entramos en este y allí mismo nos introdujimos en el hayedo característico de este espacio natural. 

El recorrido a través del hayedo fue divertidísimo y espectacular, siguiendo el sinuoso camino trazado esquivando las hayas y aderezado con piedras con las que había que tener mucho cuidado.



Los casi dos kilómetros de hayedo fueron una gozada porque, aparte de la diversión, la zona es preciosa, a pesar de que el momento más bonito de estos bosques es el otoño y no la primavera. Terminados estos dos kilómetros llegamos a la Casa del Parque y allí mismo comenzamos a rodar por una pista en muy buen estado que nos condujo, a toda velocidad, hasta la llamada Lobera y los monumentos al lobo y al pastor.



Realizada la visita, y después de las fotos de rigor, continuamos nuestra ruta. La siguiente parada era ya el Salto del Nervión, del que tan sólo nos separaban quinientos metros.

Cuando llegamos al mirador desde el que se contempla esta caída de agua de 220 metros, la más alta de España, sufrimos una pequeña decepción porque no caía una sola gota.  Lo único que había en el lecho del río que la alimenta era gente estúpida arriesgando su vida en busca de una buena foto para subir a las redes sociales.


A pesar de esa pequeña decepción, al mirar hacia el resto de esa sima se nos quitó ese regusto amargo de no haber visto la caída, porque los trecientos metros que nos separaban de lo que veíamos al fondo de la misma era un espectáculo nunca visto para la mayoría. Una auténtica pasada.


Nuestra ruta continuaba por el borde de dicha sima, siendo la misma de los senderistas, pero enseguida vimos que era un imposible, por la estrechez del camino en muchos puntos, por las molestias que producíamos a los caminantes y porque veíamos que más adelante se complicaba mucho como para hacerla con la bici. Eso propició que después de haber realizado un tramo como de un kilómetro, decidiéramos ir al aparcamiento desde donde habíamos partido y donde teníamos que terminar, volviendo sobre nuestros pasos hasta la Casa del Parque, y utilizando a continuación el mismo camino que usan los vehículos para entrar y salir del Monte Santiago. 



Nos separaban unos seis kilómetros del párking, y los recorrimos a una media muy alta, por encima de los 30 km, pero es que el terreno ayudaba, llano en su mayoría y con un firme sobre el que daba gusto rodar. 

Terminamos algo antes de lo previsto, por lo que tuvimos que esperar a las Galanas, que aún no habían terminado de realizar la ruta circular del Monte Santiago, que recorre el parque y tiene una longitud de unos 10 km.

Aprovechamos el tiempo realizando una especie de asamblea extraordinaria, revisando presupuestos de una nueva equipación que pretendemos realizar y presentando el logotipo del Camino del Norte 2ª parte, ruta que tenemos previsto realizar, si las autoridades nos lo permiten.

Cuando llegaron ellas cargamos las bicis que aún no estaban en los portabicis por falta de llaves de los coches e iniciamos el viaje hasta nuestro alojamiento, el Hotel Restaurante La Alhama, en Medina de Pomar; si bien en el camino paramos a visitar la preciosa ermita de San Pantaléon de Losa, construida sobre una inmensa mole rocosa que asemeja la quilla de un barco. Un estupendo colofón para un gran día.





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