Parecía que el 1 de julio no iba a llegar nunca, pero finalmente llegó. Era la fecha en la que iba a dar comienzo nuestra aventura veraniega, la gran ruta que esperamos cada año y que preparamos con mimo y con mucha ilusión desde meses antes. Como no podía ser menos, el día amaneció espléndido, un sol radiante y un azul intenso en el cielo. Poco a poco, en torno a las 9.30 h fuimos llegando todos al punto de encuentro, la Catedral de Zamora. También allí estaban algunas Galanas para despedirnos y una persona que quiso darnos una sorpresa, un bíker, que no podía realizar esta aventura con nosotros, estaba allí para realizar parte de la primera etapa. A mayores, contamos también con la compañía de un amigo del grupo, que nos acompañará las tres primeras etapas.
Aunque ya llevamos unas cuantas rutas de este tipo a nuestras espaldas aún no sabemos contener los nervios del primer día, y a todos se nos notaba nerviosos, intranquilos... Es el momento de hacernos las fotos de salida. Una vez inmortalizados nos despedimos y ¡empezamos!
Etapa 1. Zamora - Villanueva de las Peras. 86,18 km. 629 m de ascensión.
Callejeamos por el Casco Antiguo, vamos hasta la Puerta de la Feria y ascendemos por la Cuesta La Morana y la Carretera de La Hiniesta. Al terminar el polígono comenzamos a rodar por camino. Pasamos por Roales y, en los sube y bajas que hay después de esta localidad, se rompe el grupo. En el segundo un bíker tiene un problema en un descenso, se le mete una alforja en los radios, su bici frena en seco y casi cae al suelo. Tras un arreglo provisional seguimos hasta que nos juntamos con el primer grupo, que nos espera en un viaducto sobre las vías de AVE. Allí el mismo el bíker del incidente pasa junto a las alforjas de otra bici, las de uno y otro se enganchan y en la alforja del primero se le suelta un remache. Más de uno de nosotros pensó que esta no era la mejor manera de comenzar, en menos de veinte kilómetros dos incidentes...
Solucionamos provisionalmente el problema y al llegar a Montamarta vemos una pequeña nave abierta. Es de un agricultor, le pedimos un tornillo o un remache y nos facilita y pone en la alforja el primero. Asunto arreglado. Podemos seguir.
Dejamos atrás Montamarta, como la cola del embalse está seca cruzamos por su cauce hacia la ermita de la Virgen del Castillo.
Ya al otro lado, bordeamos esta, ascendemos una cuesta de cierta dureza y continuamos hasta la rotonda del desvío hacia la N-631. Poco antes abandonamos el camino y seguimos por asfalto. Enseguida llegamos a dicha rotonda y tomamos dirección Benavente. Como un kilómetro después nos desviamos ligeramente a la derecha y volvemos a rodar sobre tierra. En pocos minutos llegamos a las ruinas de Castrotorafe. Como hacía como quince días que habíamos estado allí, decidimos no parar y continuar adelante.
Poco después pasamos por Fontanillas de Castro. La siguiente localidad que atravesamos es Riego del Camino y continuamos hacia Granja de Moreruela. Es la hora del Ángelus, así que paramos en un bar junto a la carretera. Ocupamos un pequeño patio sombrío que terminan de regar por lo que se está allí de maravilla, y mejor cuando nos sacan la bebida y unos montados de lomo.
No nos entretenemos y en cuanto terminamos nos montamos en las bicis y continuamos hacia el Monasterio de Granja de Moreruela. Pero antes, en el propio pueblo, vemos la bifurcación que allí realiza la Vía de la Plata, o bien se va hacia Astorga para unirse al Camino Francés o se continúa hacia Orense, para llevar a cabo el Sanabrés.
Volvemos a las bicis y seguimos nuestra ruta. Después de unos seis kilómetros nos incorporamos a la carretera y descendemos por ella hacia el Puente Quintos.
Después de cruzarlo continuamos por la carretera unos tres kilómetros, todos de ascensión, una subida prolongada pero llevadera.
Al estar cortada por obras las N-631 mucho tráfico se desvía por aquí por lo que hay más tráfico del habitual. Cada uno sube a su ritmo y nos reagrupamos al llegar al cruce de Santa Eulalia de Tábara, hacia donde nos desviamos. Seguimos por esta carretera, ya sin apenas tráfico, descendemos los réditos ganados minutos antes en la subida, y poco después nos desviamos hacia un camino que, tras algún cambio de dirección, nos lleva hasta Faramontanos de Tábara.
Allí nos esperan, en un parque con la comida, la mujer del bíker que nos dio la sorpresa de acompañarnos y su hija. Se lo agradecemos enormemente, sobre todo por la bebida, porque, aunque el calor no es excesivo, todos tenemos sed.
Bebemos, comemos y descansamos unos minutos y, pese a la pereza, volvemos a la bici, ya solo nueve porque allí termina la ruta el bíker que nos iba a acompañar en este tramo de la primera etapa. Nuestra intención es parar en Tábara, de donde proceden dos bíkers y adonde se han empeñado en invitarnos a un café. Nos separan siete kilómetros llanos que hacemos a buen ritmo, pero enseguida nos encontramos con las huellas del terrible incendio que asoló la Sierra de la Culebra el año pasado.
Nos despedimos con mucho cariño del bíker que ya no sigue con nosotros y de su mujer e hija. Abandonamos la localidad por el mismo camino por el que entramos en ella. Los kilómetros que nos separan de la llegada no son muchos, pero tienen una tendencia constante hacia arriba.
Al llegar encontramos sin problemas el Albergue y tomamos posesión de él, ya que va a ser todo para nosotros. Sabemos de la existencia de una piscina fluvial en Santa Croya de Tera, así que seis de nosotros decidimos volver a subirnos a nuestras bicis para recorrer los seis kilómetros que nos separan de esa localidad y darnos allí un baño, que al ser en agua muy fresquita nos ayuda a relajar los músculos.
Estando allí recibimos la visita sorpresa de la pareja de uno de los bíkers, tomamos algo en un chiringuito y regresamos a Villanueva de las Peras. Nos cambiamos y poco después nos dirigimos al restaurante "La Moña" para cenar, conocido en la zona por sus carnes. Cenamos muy bien. Nos despedimos de la Galana que nos dio la sorpresa y que ha cenado con nosotros, damos un pequeño paseo por el pueblo y no tardamos en irnos al albergue.
Etapa 2. Villanueva de las Peras - Puebla de Sanabria. 81,01 km. 728 m de ascensión.
Lo hacemos por un camino en el que, enseguida, encontramos una subida que nos termina sumergiendo en una zona de bosque cerrado. Posteriormente descendemos y llegamos a Santa Croya de Tera. Recorremos varias calles del pueblo y lo dejamos atrás cruzando el puente sobre el río Tera, entrando así en Santa Marta de Tera. Allí es visita obligada la iglesia de Santa María, que ya conocemos casi todos porque en varias ocasiones nos hemos desplazado hasta allí para contemplar la luz equinoccial.
Regresamos a nuestro sillines y rodamos por buenos caminos, realizando varios cambios de dirección y siempre con el río Tera a nuestro lado.
Al salir de Olleros hubo un pequeño lío. Seis seguimos las indicaciones de nuestro GPS y dos siguen las flechas del Camino que indicaban por otra calle. Cuando los del primer grupo recorremos unos cientos de metros, al ver que no vienen los otros dos, sale uno a su encuentro. Los otros cinco seguimos por un camino de buen firme sin preocuparnos en exceso porque dos de los tres que han quedado atrás tienen GPS con la ruta. El camino empieza a ascender y comenzamos a encontrar encinas y monte bajo.
Terminamos saliendo a una antigua carretera en desuso y esta nos traslada a otra que nos lleva, descendiendo, hasta la Presa de Agavanzal.
Los tres primeros kilómetros los hacemos en paralelo a la N-525 , continuamos por un camino en el que ya encontramos algunos robles y así continuamos hasta la localidad de Valdemerilla, que ninguno de nosotros conocía.
Hay algunas subidas pero ninguna larga ni excesivamente dura. Llegamos al pequeño pueblo de Remesal, que cruzamos en un abrir y cerrar de ojos y continuamos por un camino del mismo tipo que el anterior.
Ascendemos hasta el centro y allí mismo damos por finalizada la etapa, ya que la casa rural donde nos alojamos está allí mismo. La tormenta al final se quedó solo en amenaza y vuelve a lucir el sol con fuerza, así que llegamos con sed. A la misma puerta de nuestro alojamiento nos tomamos una caña que nos sabe a gloria. Una vez instalados algunos decidimos bajar a la playa fluvial a darnos un baño. De nuevo el agua fría nos ayuda a tonificar nuestros músculos. Tomamos algo en el chiringuito, donde tenemos reservado para cenar por la noche. Subimos al pueblo a ducharnos y cambiarnos y de nuevo regresamos para la cena. Las hamburguesas de carne sanabresa que degustamos allí gustan a todos. Tras una pequeña sobremesa regresamos a la casa rural con la intención de dormir, salvo tres que deciden tomarse una copa antes.
Etapa 3. Puebla de Sanabria - A Venda do Bolaño . 70,86 km. 1.337 m de ascensión.
De nuevo amanece un día espléndido. Comenzamos la etapa a las 9 y 20 después de desayunar en un restaurante que hay próximo a la casa rural. Como tenemos algo de masoquistas decidimos subir hasta la plaza del Ayuntamiento para comenzar desde allí.
Y allí nos hacemos la foto de salida, con la iglesia de Nuestra Señora del Azogue a nuestras espaldas.
Descendemos por el lado opuesto al que subimos y enseguida encontramos el track. Cruzamos el río Castro sobre un puente y continuamos por la carretera que va hacia la N-525. Antes de llegar a esta nos desviamos a la izquierda para comenzar a rodar en paralelo a ese río. El camino es muy bonito, muy verde y con mucha vegetación. Una zona preciosa.
Aproximadamente en el kilómetro 5 hay que cruzar el río para pasar al otro lado. Algunos intentan evitar meter los pies en el río e intentan cruzarlo sobre la bici, pero en el intento ponen el pie en el agua. El resto ni lo intenta y lo cruzan con la bici en la mano. Es el momento de que todos refresquemos nuestros pies.
Cuando termina el pueblo seguimos por la prolongación del mismo, una carreterita estrecha. Al llegar a la bajada que va a la antigua estación de tren ascendemos por ella para ir a la N-525, ya que hay un cartel que indica que el Camino de Santiago está cortado por obras.
Nos incorporamos a la carretera y comprobamos que es toda para nosotros porque está cerrada al tráfico, así que eso nos permite subir despreocupados.
Ascendemos poco a poco hasta el túnel de Padornelo, cada uno al ritmo que va cómodo porque son siete kilómetros de subida, si bien el porcentaje no es muy alto, sobre el 5%, por lo que la ascensión es relativamente cómoda.
Cruzamos el túnel ya todos juntos. Al salir de él nos desviamos a la izquierda para seguir por un camino que nos lleva hasta una carreterita local.
Esa carreterita local nos mete en A Canda, el primer pueblo de Ourense y de Galicia. Cruzamos este pequeño pueblo y seguimos adelante. Poco después el asfalto se termina y seguimos por una pista de tierra.
Por donde nos indica el track que debemos seguir no parece ciclable, buscamos una alternativa y nos damos de bruces con una cancela así que volvemos sobre nuestros pasos con la bici en la mano porque tenemos que subir un cuestón.
Buscamos otra alternativa y la encontramos. Pronto empezamos a rodar de nuevo por el track y pasamos por otra localidad, Vilavella.
Una vez atravesado este pueblo continuamos por un camino muy bonito, sombrío y con mucha vegetación.
Disfrutamos mucho de los tres o cuatro kilómetros que separan Vilavella de O Pereiro, además son los últimos en los que nos aprovechamos de la tendencia hacia abajo que arrastrábamos desde La Canda. Justo antes de llegar a O Pereiro encontramos una ermita. Allí esperamos para reagruparnos antes de entrar en el pueblo.
Pasado O Pereiro comienza un calvario. Empezamos a encontrarnos zonas con ascensos en los que hay muchas rocas aflorando en el suelo. Esto hace prácticamente imposible ciclar y, cuando lo conseguimos durante unos metros, aparece otra zona rocosa.
Salvar estos tramos, de unos cuatro kilómetros, nos lleva mucho tiempo y nos hace sudar. Finalmente el camino comienza a ser camino de verdad y ya podemos rodar con normalidad.
Enseguida llegamos a una carretera local y esta, en unos cientos de metros nos lleva hasta la N-525. Un poco antes nuestro track nos indica a la izquierda pero, como hemos quedado un poco hartos de la zona de piedras, decidimos seguir por la Nacional. Tres prefieren continuar por ese camino por lo que quedamos en vernos en A Gudiña.
Los que vamos por la carretera nacional llegamos a O Cañizo enseguida porque solo dos kilómetros nos separaban de este pueblo.
Siguiendo la carretera toca ascender un poquito y después, ya llegando a A Gudiña comienza una larga bajada que nos deja a las puertas de esta localidad. Los que siguieron por camino también llegan a O Cañizo, pero cruzan al otro lado de la carretera y llegan a A Gudiña unos cinco minutos después de nosotros, ya que el camino seguido era muy bueno y permitía rodar bien.
Paramos en el primer local que vemos, un restaurante, para beber algo, pero están sirviendo comidas y no nos atienden. Seguimos por la carretera y paramos en un bar. Allí mismo pedimos la bebida y unos bocadillos. Las cervezas nos saben a gloria y los bocadillos a gloria bendita. Al terminar hacemos tiempo hasta las 16.00 h para que abran un supermercado porque tenemos que comprar todo lo necesario para hacer la cena y desayunar porque la casa rural en la que nos vamos a alojar está en una pequeña aldea donde no hay nada. Toda la compra nos la sube en el coche el dueño de la casa, eso sí.
A las 16.45 h llega el momento de subirse de nuevo a las bicis y lo hacemos con cierto pesar porque allí dejamos al amigo que nos ha acompañado durante las tres primeras jornadas. Queda esperando a un amigo que viene de Galicia con una autocaravana y lo llevará hasta Zamora.
Atravesamos A Gudiña por la Rua Mayor, que es muy bonita. En ella vemos la bifurcación del Camino, por Verín o por Laza. Nosotros seguimos por la opción de la derecha, Laza. En el pueblo abundan las flechas y los símbolos del Camino.
Al terminar el pueblo continuamos por una carretera local como un kilómetro, tras el cual nos desviamos a un camino que va en paralelo a esta. Esa será la tónica de los trece o catorce kilómetros que separan A Gudiña de nuestro destino: carreteras locales y caminos compactados y eso sí, casi todo subida.
Como tenemos ya energías, el día está precioso, la temperatura es muy agradable y vemos el final de la etapa ya cercano, vamos disfrutando mucho del recorrido. Como no dejamos de ascender las vistas van siendo cada vez mejores.
A lo largo de este tramo cruzamos varias aldeas. La primera es A Venda do Espiño. Más adelante pasamos por A Venda da Teresa.
Al llegar le damos "un agua" a las bicis y aprovechamos para limpiar también las alforjas. Dejamos el equipaje en las habitaciones, nos cambiamos y hacemos uso de la pequeña, pero suficiente, piscina que tiene la casa. De nuevo el agua fresquita nos sirve para tonificar y para que nuestras piernas descansen. Cuando nos aburrimos de la piscina comenzamos a cocinar la cena y, tras degustarla, recogemos todo lo ensuciado y nos vamos a descansar.
Etapa 4. A Venda do Bolaño - Ourense. 80,76 km. 1.149 m de ascensión.
Salimos de esta localidad también por carretera local y seguimos por ella los tres kilómetros que nos separan del siguiente pueblo. El primer tramo es de subida. Al culminarla no podemos por menos que parar para contemplar las vistas.
Después de unos cuatro kilómetros bajando llegamos a una pequeña localidad, Eiras. Al abandonarla volvemos a rodar por una carreterita local que nace (o muere, según se mire) allí.
Una vez regresan con los víveres dejamos atrás Laza por la OU-113, una carretera provincial con muy poco tráfico. Llaneamos unos tres kilómetros y llegamos a otra localidad, Soutelo Verde.
Después de una ligerísima bajada llegamos a Alberguería. Nos sumergimos en el pueblo, que tiene mucho encanto.
Paramos en un bar de peregrinos que está decorado con miles y miles de conchas dejadas por otros tantos caminantes o ciclistas que han pasado por allí. Las conchas cubren la fachada, el interior (paredes y techo), están por todos lados.
Al salir del pueblo desaparece el asfalto. Nos enfrentamos a una subida poco inclinada que culmina en una bifurcación donde hay una cruz de madera.
Continuamos por carretera local enseguida llegamos a una aldea llamada Bóveda de Limia. Se nota que estamos en la Galicia profunda y ya encontramos preciosos hórreos en todas las localidades.
En él nos encontramos con un árbol centenario que nos pide que lo abracemos. Ya se sabe aquello de la buena energía que pueden transmitir estos árboles...
Seguimos adelante en busca de Xunqueira de Ambía. Toca ahora descender, y lo hacemos por preciosos caminos escoltados por robles, castaños, helechos y paredes de piedra y, como es lógico, muy sombríos. Antes de llegar a Xunqueira atravesamos algunas pequeñas aldeas más.
Como cuando cruzamos Xunqueira de Ambía es la hora de comer, paramos junto a la bonita Colegiata de Santa María en la terraza de un bar donde da la sombra. Pedimos permiso para poder hacer allí nuestros bocatas a cambio de consumir bebidas y cafés y nos dejan sin problemas. Tanto las bebidas como los bocatas nos saben a gloria.
Para algunos cualquier momento y cualquier lugar es bueno para echar una cabezadita después de comer y así queda reflejado en esta foto.
Cruzamos por dos veces el río por sendos puentes. Al salir del segundo la calle por la que vamos desemboca justo en la Fuente de las Burgas, donde hacemos una parada.
Los que no las conocían se sorprenden, como es lógico, al comprobar a la temperatura a la que sale el agua es, nada más y nada menos que entre 64 y 68º. Además se le atribuyen a estas aguas propiedades medicinales gracias a los minerales que contiene, fundamentalmente flúor, litio y sílice, y ya se usaban para estos fines hace 2000 años.
Una vez duchados y vestidos "de calle", tomamos algo en una terraza, pero en breve nos levantamos, recorremos las principales calles de la zona antigua y también visitamos la Catedral. Cuando el cansancio comienza nos sentamos en una placita muy coqueta a tomar algo. Desde allí nos vamos a cenar a una pulpería. Después de la cena regresamos al hotel a descansar.
Etapa 5. Ourense - Silleda. 76,22 km. 1.683 m de ascensión.
A medida que vamos realizando etapas cada día nos vamos encontrando con una más dura que la anterior. Así, en la etapa 4 superamos los 1.000 m de subida pero en la que vamos a comenzar casi superamos los 1.700. Esta tiene dos variantes, la que va directa a Silleda o la que da un pequeño rodeo para pasar por el Monasterio de Oseira. Como hemos oído que merece la pena, hacemos la variante larga.
En esta ocasión conseguimos hacernos la foto de salida a las 8.55 h. pero es gracias a que el hotel nos ofrece el buffet de desayuno.
Hacemos un recorrido por la ciudad que nos lleva a descender hasta el Puente Romano. Lo cruzamos y desde la salida de este comenzamos a subir.
La subida que tenemos por delante es la más dura de todo el Camino Sanabrés, primero nos enfrentamos a 3 km infernales que, además nos pillan a todos "fríos", si bien nos hacen sudar de lo lindo aunque no hace calor.
Después comienzan subidas y pequeñas bajadas entre propiedades y casas durante otros tres kilómetros más.
Los siguientes kilómetros hasta Cea, que está aproximadamente en el kilómetro 23 siguen la misma tónica: subidas y bajadas entre bosques tupidos de vegetación, carreteritas locales, aunque mayoritariamente caminos, pequeñas aldeas que vamos encontrando a nuestro paso con edificaciones de piedra, muchas de ellas abandonadas.
En Cea recorremos algunas de sus calles. Es la localidad más importante de la zona y cuenta con bastantes servicios, así que hacemos una parada en un supermercado para comprar comida.
Poco después de salir de esta localidad vemos un cartel en la carretera que pone Monasterio de Oseira y, sin pensarlo, seguimos esa indicación. Más adelante nos damos cuenta de que nuestro track no iba por la carretera pero tendríamos que volver atrás varios kilómetros si quisiéramos seguir el previsto, así que decidimos continuar por asfalto.
Recorremos unos seis kilómetros, los primeros muy bonitos, mucho verde por todos lados. Cuando llegamos a las proximidades del monasterio y nos encontramos con él al salir de una curva es un sorpresón para todos nosotros porque es inmenso.
Se trata de un monasterio trapense de la Orden del Císter con más de ocho siglos de historia y que jugó un importante papel económico y social en la comarca.
Lo admiramos por el exterior y nos prometemos volver con tiempo un fin de semana (tiene alojamiento) para verlo y conocerlo en profundidad.
Tomamos algo, es decir, hacemos el Ángelus, junto a una de las entradas al recinto y en el bar dos bíkers ponen a cargar sus bicis eléctricas. Uno por miedo a que no le llegue la batería al final de etapa y otro porque pensó que había cargado la suya durante la noche pero no había sido así y le queda muy poco carga.
Cuando terminamos la consumición los dos que están cargando y dos más se quedan para disponer de más tiempo para cargar más las baterías. Los cuatro restantes dejamos Oseira por carretera porque nos han dicho que el camino ofrece muchas dificultades.
Después de ascender unos dos kilómetros giramos a la izquierda para continuar por una carretera de menor importancia que hemos visto en el GPS que nos llevará a retornar al track. Continuamos subiendo y, finalmente, nos encontramos con nuestra ruta. Comenzamos a subir y bajar entre bosques y bonitos paisajes y a rodar por carreteritas locales entre aldeas.
En el kilómetro cuarenta y algo pasamos por un pueblo llamado O Castro y seguimos algún tramo de carretera.
La idea es llegar al kilómetro 54, donde hemos visto que hay un pueblo, para hacer allí una parada, esperar a los tres que vienen detrás y comer. Al llegar a ese pueblo no hay ningún bar ni restaurante, pero cruzamos una carretera y allí una señora nos dice que a unos 3 km hay un bar. Ascendemos, cruzamos la autovía por un puente, descendemos mucho y llegamos a Botos, junto a la estación de tren de Lalín.
Allí nos desviamos del camino unos 50 m y paramos en un restaurante. Tomamos algo esperando a los que faltan pero finalmente pedimos unos bocadillos porque tardan. Hablamos con ellos y aún están lejos. Cuando llegan nos explican el recorrido que han hecho y han rodeado mucho porque no se dieron cuenta de la carreterita que salía a dos kilómetros de Oseira y que retornaba al track. Se sientan con nosotros en la terraza y piden bocata o huevos fritos con patatas.
Las dos bicicletas musculares salen para ir tomando ventaja y el resto lo hacemos como diez minutos después. Nos encontramos con subidas y bajadas continuas por carreteritas locales.
También hay tramos por camino y por las llamadas "corredoiras", que nos encantan (caminos estrechos, bordeados, muchas veces, por paredes de piedra y con mucha vegetación).
Cerca de una localidad llamada Taboada descendemos mucho y el camino nos lleva hasta un bonito puente, Ponte Taboada, sobre el río Deza.
Los últimos kilómetros siguen la misma línea, subidas y bajadas constantes pasando por varias pequeñas aldeas y campos de cultivo.
Ya cerca de nuestro destino atravesamos una zona con mucha piedra y uno de los bíkers rompe un tornillo de una alforja. Hace un arreglo provisional "in situ" y continuamos para culminar los tres o cuatro kilómetros que nos quedan para llegar a Silleda.
Finalmente llegamos a esta localidad. Nos confundimos y no vamos directos al hotel, cuando nos damos cuenta rectificamos y logramos llegar después de callejear por el pueblo.
Al terminar la ruta, dos bicis eléctricas llegan sin batería, eso nos da idea de la dureza de esta etapa.
Hacemos el check-in y algunos nos cambiamos rápido con la idea de darnos un baño en la piscina que tiene el hotel, pero en recepción nos informan de que es una piscina interior incluida dentro de un circuito termal, así que todo nuestro gozo en un pozo. Nos duchamos y nos arreglamos. El que había roto el tornillo acude a una ferretería para comprar lo necesario para arreglar la pequeña avería y el resto damos una vuelta por el pueblo. Tomamos algo en la calle principal mientras lavamos la ropa en una lavandería autoservicio, pero hace fresquito, así que, en cuanto está la ropa, nos vamos hacia el restaurante que nos han recomendado un par de personas a las que hemos preguntado. Allí cenamos bien y al terminar vamos al hotel dando un paseo.
Etapa 6. Silleda - Santiago de Compostela - Mazaricos. 95,5 km. 1.816 m de ascensión.
Siguiendo con la escala de dureza que se va incrementando cada día, esta etapa es más dura que la anterior, de hecho es la etapa reina con casi cien kilómetros y casi dos mil metros de ascensión. Le tenemos respeto porque las fuerzas pueden fallar, la batería de las bicis eléctricas se puede agotar, o ambas cosas a la vez. En cualquier cas,o queremos poner todo de nuestra parte y comenzamos madrugando más, así que a las 8.30 estamos ya con la foto de salida hecha dispuestos a comenzar.
Recorremos algunas calles de Silleda para posteriormente coger un camino y un carreterita hasta llegar al Camino. Ciclamos por carreritas locales y caminos entre bosques y pequeñas aldeas hasta llegar a la N-525 a la altura de A Bandeira.
Después de dejar atrás esta localidad seguimos de nuevo por carreteritas locales entre vaquerías y maizales. Más adelante salimos a una carretera de mayor importancia y también pasamos por caminos rodeados de eucaliptos y pinos. Llega el momento de descender y lo hacemos bien, como cinco kilómetros por una carretera estrecha con mucha inclinación y sumergida en un cerrado bosque. La bajada termina al llegar al río Ulla, que cruzamos por un puente que nos mete en la localidad llamada, como no podía ser menos, Ponte Ulla.
Salimos de esta localidad ascendiendo por una cuesta con mucha piedra que nos lleva hasta las N-525 por la que rodamos unos cientos de metros, después la cruzamos y comenzamos un largo ascenso por caminos de tierra y caminos asfaltados y rodeados de bosque.
A partir de ahí se suceden los sube y bajas continuos, cruzando aldeas, bosques, campos de cereales o incluso de hortensias.
Nos vamos acercando a Santiago y se nota porque cada vez hay más edificaciones y fincas. En una de estas hay varios caballos. Con uno de ellos hasta hicimos migas, o al menos lo intentamos...
También a medida que nos vamos acercando a Santiago de Compostela vamos encontrando más gente, más peregrinos haciendo su última etapa.
Pasamos por Piñeiro y continuamos en la misma línea, arriba y abajo, hasta Angrois. Paramos en la famosa curva donde el accidente del AVE provocó la muerte de 80 personas, 81, según nos dijo una vecina del lugar, ya que una fallecida estaba embarazada. Algunos objetos en la valla, una cruz de piedra y una placa de agradecimiento a los vecinos de Angrois, nos recuerdan lo que ocurrió y nos provocan mucha pena.
El azar quiso que en esos momentos en los que estuvimos allí pasara el AVE por la misma vía y en el mismo sentido que aquel trágico 24 de julio de 2013.
A Santiago ya queda poco pero seguimos subiendo y bajando hasta la misma entrada de la ciudad. Entramos por una bonita calle y continuamos callejeando hasta llegar a la Plaza del Obradoiro.
Como siempre ocurre en verano, esta plaza es una auténtica fiesta y un hervidero de gente feliz por haber logrado terminar el Camino. Además, las nubes con las que había amanecido el día han desaparecido y luce el sol para contribuir así a mejorar más este momento festivo.
Nos bajamos de nuestras bicis, nos abrazamos, nos hacemos unas fotos y seguimos adelante porque tenemos aún muchos kilómetros por delante.
De nuevo callejeamos para salir de Santiago y dejamos atrás las edificaciones bajando por un camino hasta un riachuelo, el Sarela, que cruzamos por un puente o por el agua, según los gustos.
Allí mismo comienza un ascenso por un camino que recorre un bosque cerrado. Al terminar la subida podemos ver una bonita panorámica de la ciudad.
Continuamos por caminos y carreteritas locales y empezamos a ponernos nerviosos porque hemos sobrepasado la hora del Ángelus y no encontramos ni un solo sitio donde poder parar.
Finalmente, en el kilómetro 48 aproximadamente, lo hacemos desviándonos ligeramente del Camino, casualmente en el mismo bar donde lo habíamos hecho dos años antes, cuando hicimos el Camino del Norte II. No estamos todos porque un bíker paró, dijo que siguiéramos y no termina de llegar. Cuando lo llamamos está más adelante en otro bar porque no vio que nos habíamos desviado ligeramente. Tomamos algo y continuamos adelante. Nos encontramos con el otro bíker en el restaurante donde él había parado y seguimos todos juntos.
Rodamos por una carretera y, posteriormente, comenzamos a bajar, una buena parte de la bajada por una inmensa recta.
Al terminar el descenso nos desviamos para continuar por un camino en el que una señal avisa que por delante tenemos 2 km de subida con media del 10% de desnivel.
Ascendemos con esfuerzo, más de un kilómetro por camino y el resto por una carretera, como siempre, cada uno a su ritmo. Donde culmina la subida nos reagrupamos.
Comenzamos a disfrutar de los réditos de haber subido y descendemos hacia la preciosa localidad de Ponte Maceira. Atravesamos su puente y ascendemos por su calle principal.
Posteriormente cruzamos la carretera y rodamos entre esta y enormes maizales. Enseguida comienza un nuevo ascenso que culmina junto a la bonita entrada del Pazo de Albariña.
De ahí a Negreira solo queda descender. Entramos en este pueblo y paramos a comprar pan (tenemos jamón para hacer los bocadillos al no haberlos hecho el día anterior) y algún que otro caprichito. Ya con la compra hecha salimos de Negreira tras atravesar bajo los arcos del Pazo do Cotón.
Nada más dejar atrás esta localidad no nos queda otra que subir, y lo hacemos recorriendo muchas corredoiras, también descendemos, pero en el cómputo final ascendemos más que bajamos.
Sobre el kilómetro 69 vemos un chiringuito nuevo para peregrinos donde no hay nadie y decidimos parar allí a tomar algo y a comer bajo una carpa que posee. Hablamos con el dueño y no tiene inconveniente en que hagamos los bocadillos. Los hacemos, los comemos, tomamos café y chupito (algunos) o helado (otros). Mientras, uno de los bíkers pone su bici a cargar porque aún faltan 25 km y no le va a llegar la carga de la batería.
Una vez sobre las bicis, comenzamos a subir y subir, y a veces bajar, por carretera unas ocasiones (con un arcén especial para los peregrinos), por buenas pistas otras.
En todo este tramo hay dos constantes: los campos de maíz y las granjas de vacas. Bueno, y una tercera, que a medida que avanzan los kilómetros cuestan más las cuestas.
Ya cerca de Mazaricos, nuestro destino, un grupo de bíkers que va en cabeza se despista y toma una carreterita equivocada, esto provoca que tengan que ascender (de regalo) una subida casi imposible. Más adelante nos encontramos todos de nuevo. Al pasar por As Abeleiroas nos desviamos del Camino de Fisterra. Lo hacemos porque los únicos alojamientos que hay por la zona están en Mazaricos.
Ya solo nos queda una guinda final para llegar, un ascenso pronunciado, pero tiene premio ya que al finalizar este ya entramos en el pueblo.
Cuando creemos que ya hemos llegado resulta que no, que para llegar a nuestro alojamiento hay que seguir subiendo. Al llegar el dueño nos dice que somos ocho y que solo tenemos reservado para 6. Comprobamos que, efectivamente, es así y que se trata de un error nuestro. Después de muchas cábalas consigue arreglarlo y quedamos tranquilos y muy agradecidos.
Una vez que tomamos posesión de los apartamentos algunos nos cambiamos y nos damos un baño, pese a que el calor es muy justito, en la piscinita que posee el alojamiento. Después nos duchamos, cambiamos y tomamos algo en un bar del pueblo. Más tarde nos desplazamos hasta una pizzería donde cenamos estupendamente. Desde la pizzería nos vamos directamente a la cama, estamos cansados de la dureza de la etapa y, además, al día siguiente hay que madrugar.
Etapa 7. Mazaricos - Muxía - Fisterra. 70,89 km. 1.216 m de ascensión.
Última etapa de nuestro Camino Sanabrés. Pese a ser la última no es una "vueltecita" sino que por delante tenemos más de 70 km y más de 1.200 m de subida. Queremos llegar a Fisterra con tiempo porque tenemos apalabrada la comida en el hotel donde nos alojamos, así que no queda otra que madrugar. Por ello a las 7.30 estamos de nuevo en la pizzería porque nos dijeron que a esa hora ya daban desayunos. Entramos en ella dejando a la puerta un día despejado y cuando salimos nos encontramos con una niebla cerrada que lo cubre todo.
A las 8.05 estamos sobre las bicis, aunque olvidamos hacer la foto de salida. Los primeros tres o cuatro kilómetros los hacemos por carretera y con bastante frío porque la temperatura, al no haber sol, ha caído en picado. Además, esos primeros kilómetros tienden hacia abajo así que la velocidad ayuda a acrecentar la sensación de frío. Este recorrido es para volver a retomar el Camino a Fisterra que abandonamos el día anterior para pernoctar en Mazaricos.
Poco después empezamos a ascender por un camino. Se trata de una subida larga y tendida en muchos tramos. El sol ya empieza a abrirse paso entre la niebla, casi la vence y vuelve a teñir todo de color. A nuestra izquierda está el cauce del río Xallas, que luce espectacular. En esta zona encontramos a bastantes peregrinos que alargan su "Camino" hasta Fisterra y/o Muxía.
De nuevo toca subir, ahora por un caminito con bastante inclinación pero, por suerte, el ascenso no es muy largo.
Vamos atravesando distintas aldeas, muchas con encanto, con hórreos, ermitas, cruceiros o con una fachada aprovechada para plasmar en ella la bandera gallega.
Continuamos adelante, toca ascender para posteriormente hacer lo contrario y, de repente, nos encontramos con algo que nos sorprende y nos encanta por igual, una vista del mar, en concreto de la Ensenada de Merexo.
Volvemos hacia el pueblo y una vez en él seguimos por varias calles orientadas hacia la derecha. En breve lo dejamos atrás y rodamos con el mar a nuestra derecha, una gozada. Y al fondo el Parador de Muxía.
Al llegar a la playa de Lourido descendemos hacia ella, continuamos por donde nos indica el track pero la vegetación cierra el camino. No vemos alternativas así que damos la vuelta y, por lo tanto, nos toca subir lo que antes era bajada y ahora es una endiablada cuesta.
Continuamos por carretera y seguimos ascendiendo. Al llegar al primer cruce tomamos un desvío que nos lleva a una aldea llamada Xurarantes.
Al terminar esta continuamos ascendiendo, pero ahora por tierra. Ya llevamos subiendo desde que dejamos atrás la playa, pero aún tenemos por delante como dos kilómetros y medio de ascensión con tramos de hasta el 17% de desnivel.
Como es habitual, cada cual va subiendo acorde a sus fuerzas, pero eso sí, al llegar a la parte más alta nos reagrupamos. Aprovechamos también para abrigarnos para la bajada porque aunque una hora antes, en Muxía, hacía un sol espléndido, ahora se ha nublado y hace viento fresco.
Es el momento de vengarse de los ascensos así que iniciamos una bajada que, salvo algún repechito intercalado, tiene como nueve kilómetros. Después de los tres primeros atravesamos una aldea llamada Morquintián, vemos un pequeño bar y allí mismo paramos para hacer el último Ángelus.
No nos entretenemos y en cuanto podemos volvemos a subirnos a los sillines para seguir descendiendo.
Alternamos la tierra con el asfalto y atravesamos varias aldeas más. Después de una llamada Baosilveiro cruzamos por un puente el río do Castro.
No entramos a Fisterra por la Playa Langosteira, sino que lo hacemos en paralelo, por la ladera. Después ya nos unimos a la carretera que sube hasta al faro en el centro del pueblo. Seguimos por ella y empiezan a aflorar los nervios.
El madrugón de la mañana sirvió de algo porque vamos a llegar a la hora prevista, sobre las 13.30 h. Los dos kilómetros y medio de subida desde el pueblo hasta el faro los hacemos sin ningún esfuerzo, es como si las bicis fueran solas. Los que vamos atrás vamos disfrutando viendo a todo el equipo en fila pedaleando al unísono.
Al tiempo que nos aplauden oímos música zamorano de fondo. Es imposible no emocionarse, no sentir el vello erizado ante esto. No es solo el recibimiento, siempre original y caluroso, es todo lo que significa llegar, terminar el esfuerzo, culminar un proyecto en el que llevamos meses pensando, satisfacción por haberlo logrado, suerte de no haber tenido ningún percance y muchas cosas más que se piensan al terminar.
Después de los abrazos y los besos nos hacemos una foto todos juntos, no olvidando, aunque no puedan estar, a los dos bíkers que comenzaron con nosotros esta aventura.
Abandonamos la esplanada del faro para tomar algo, ya todos juntos, en el Semáforo de Fisterra. Al terminar hay que recorrer los seis kilómetros, aproximadamente, que nos separan del hotel y donde nos esperan para comer.
Al iniciar la bajada nos encontramos con un Renault Arkana caído hacia la cuneta. La conductora nos dice que lo han estrenado ese día y que se ha liado con el cambio automático, que no había utilizado nunca hasta ahora, y que en lugar de ir hacia atrás, como pretendía para aparcar, se fue de frente. Como todo quedó en el susto continuamos adelante.
En el trayecto hasta el hotel más de uno va pensando en que terminar está genial y nos provoca un subidón pero, al mismo tiempo, da pena volver a la normalidad y al día siguiente levantarnos y no pedalear, con esfuerzo, sí, pero por muchos sitios por los que merece la pena pasar. También todos pensamos en la suerte que hemos tenido, siendo diez personas al principio, de no haber tenido ninguna avería de importancia, ni un solo pinchazo, ni ninguna caída de cierta gravedad, ni un día de lluvia, ni calor extremo o frío... Es que aunque nos lo hubiéramos propuesto no habría salido mejor. Por no hablar de la convivencia, ni un solo problema ha surgido a pesar de estar 24 horas juntos durante siete días.
Con todos estos antecedentes, ¿cómo no vamos a estar pensando desde este mismo momento en la ruta del año que viene?
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