28 de abril de 2024

La Tierra del Vino por asfalto para evitar barro

Estamos hartos de rodar por barro y lo que implica después: lavar la bici, la ropa, el calzado...Como el sábado llovió planteamos una ruta con mucho asfalto para evitar el barro. Hemos recorrido una gran parte de la Tierra del Vino y hemos llegado impolutos a casa. Eso sí, la ruta no habría tenido nada de historia si no fuera por lo precioso que está el campo. 


A pesar de estar rozando mayo la temperatura de esta mañana no era propia de esta época, había 6º cuando nos encontramos, donde siempre, a las 9.30 h. Pasados unos minutos de esa hora los cuatro que nos presentamos iniciamos la marcha, pero eso sí, otros dos nos esperaban desayunando en Pinilla. Ya los seis juntos nos dirigimos hacia Morales del Vino. Nada más pasar la rotonda del cementerio continuamos por el carril bici Zamora-Morales. Los primeros kilómetros sirvieron para ponernos al día de los viajes realizados en el puente por algunos del grupo y también para quitar algo el fresquito que muchos sentíamos. En ese tramo comprobamos que apenas había barro pero como nuestro track ya estaba marcado por varias carreteras locales lo mantuvimos. 

Al llegar a la altura del Cristo de Morales continuamos por el camino, más adelante hicimos un giro de noventa grados y salimos, prácticamente, al inicio de la Cuesta Blanca.


Como siempre ocurre, esta subida nos pilla fríos, si bien al mismo tiempo nos hace entrar en calor. En esos momentos el sol aún no había logrado zafarse del manto de nubes que lo cubría y echábamos en falta su calor.


Llegamos a Morales saliendo a la N-630, seguimos por ella unos cientos de metros y nos desviamos a la derecha para tomar la carretera local que une esta localidad con El Perdigón. Por ella se rueda de maravilla, así que hicimos los poco más de tres kilómetros que separan ambas a buen ritmo.


Llegamos a esta localidad al tiempo que comenzamos a notar el suave calor del sol, y lo agradecimos. Atravesamos varias de sus calles para dejarla atrás tomando la carretera que la une con Casaseca de Campeán.


Los cinco kilómetros que teníamos por delante son, al principio de suave subida que apenas se nota, más adelante hay una subida para alcanzar la parte alta de un teso, para terminar descendiendo hacia el pueblo.


Aprovechamos la bajada para mirar a uno y otro lado y disfrutar del verde y del, ya comenzado a apagar, amarillo de la colza.


Esa bajada nos dio inercia suficiente para llegar a Casaseca sin apenas pedalear. Al llegar a la altura de la iglesia nos dirigimos a ella porque nos parecía que nunca habíamos pasado justo a su lado.


Llegamos a ella y nos llamó la atención que la espadaña está situado a un lado de la nave central, justo encima de una puerta con arco de medio punto que está cegada. 


Enseguida volvimos a la carretera para salir del pueblo enseguida y, tras una pequeña subida para pasar por el puente que salva la antigua línea férrea Ruta de la Plata, comenzamos el descenso hacia Corrales del Vino, al que ya veíamos al fondo.


Al llegar a esta localidad cruzamos la N-630 y continuamos de frente con dirección a la plaza del pueblo.


Después de pasar por ella continuamos por otras calles hasta llegar a la carretera que va hacia Santa Clara de Avedillo. En los primeros metros se desciende hasta pasar bajo un paso sobre el que discurre la autovía Vía de la Plata. Nada más cruzar este comienza una subida de más de un kilómetro, eso sí, adornados, ahora en primavera, con buenas vistas.



Una vez culminada esta se desciende algo pero pronto nos tuvimos que enfrentar a otro ascenso, también muy bien adornado por los laterales.


Después, como era lógico, nos esperaba un descenso que ya nos permitió llegar a Santa Clara de Avedillo con mínimo esfuerzo.


Al entrar en el pueblo continuamos de frente hasta cruzar un puento sobre el río Ojuelo, que cruza el pueblo de lado a lado. Enseguida giramos a la derecha y nos encontramos con una pequeña construcción de piedra que pensamos que era una fuente romana. Pero la rodeamos y no había ningún hueco, tan solo una ventana, lo que nos hizo dudar. A un lado tenía una manivela. Mirando por la ventana vimos que se trataba de un molino manual para extraer agua, por lo tanto sí se trataba de una fuente. La denominación es "romana" pero no está probado su origen. Allí mismo aprovechamos para detenernos unos minutos y, los que quisieron, comieron algo.


Enseguida nos volvimos a subir a las bicis, rodeamos el pueblo para tomar la carretera que va hacia Jambrina. Nada más dejar atrás Avedillo (como lo llaman los locales) nos enfrentamos a una pequeña subida.


Pero después, los casi siete kilómetros que separan una localidad de la otra, tienen un ligero descenso, apenas perceptible para la vista pero muy agradecido para las piernas. 


En ese tramo también pudimos disfrutar de buenas vistas a un lado y otro de la carretera. El sol y el cielo, también ayudaban a resaltarlo todo.



Aprovechando ese ligero descenso rodamos casi de continuo a cerca de 30 km/h, y eso dio sus frutos, porque llegamos a las inmediaciones de Jambrina en muy poco tiempo.


En realidad no llegamos a entrar al pueblo, nos fuimos por la tangente, nunca mejor dicho, porque lo rozamos por un lateral y continuamos por la carretera que lo une con Gema del Vino. El recorrido, de unos tres kilómetros, está salpicado de sube y bajas y, en estos días, de increíbles vistas.


A pesar de esas pequeñas subidas y bajadas nos presentamos pronto en Gema. Al llegar, cruzamos la carretera, continuamos recto y giramos a la izquierda para ir hacia la parte baja del pueblo. Allí nos encontramos con la cabeza de un toro tallada sobre el tronco de un árbol. Una estupenda iniciativa.


Salimos del pueblo por la antigua carretera que unía Gema con Bamba, ahora con tramos de algo que algún día se quiso parecer al asfalto y otros de tierra directamente. Los seis kilómetros, aproximadamente, que separan ambos pueblos son prácticamente llanos.


También en esta zona las nubes y el propio paisaje, resaltado por la luz del sol lograban formar panorámicas bien bonitas.


Antes de llegar a Bamba cruzamos la carretera de Moraleja pero continuamos recto, entrando poco después en el pueblo. Continuamos hasta la iglesia y, al llegar a ella, nos dimos cuenta de que nos habíamos pasado el cruce del camino que va a Moraleja, pero decidimos improvisar tomando la calle que parte frente al templo.


Este camino, por el que no habíamos transitado nunca, nos llevó en línea recta hasta la carretera que une Moraleja y Madridanos, pero no nos incorporamos a ella, sino que continuamos de frente.


No mucho después llegamos a un camino, lo tomamos girando a la izquierda y nos llevó hasta Moraleja del Vino.


Moraleja también lo tocamos tangencialmente, por un lateral, y al llegar a la calle de la residencia de ancianos continuamos por ella y ya tomamos el camino habitual para ir desde esta localidad a Villaralbo. Fuimos al encuentro del GR-14 y, una vez en él, enfilamos hacia esta localidad, a la que llegamos enseguida porque los cuatro kilómetros de distancia entre uno y otro son una bajada y una zona llana, así que rodamos rápido. 

Ya en Villaralbo hicimos un recorrido prácticamente longitudinal hasta la iglesia, después continuamos hacia el río y desde este, por el llamado camino de San Miguel, hacia Zamora.


La distancia desde la zona del río de Villaralbo a la entrada de Zamora es de unos 4 km y los hicimos en torno a 30 km/h, había ganas de llegar y ganas de irse exigiendo, que la ruta del verano está cada vez más cerca y hay que estar preparados.

Al llegar a Zamora pasamos por Los Tres Árboles para ver el cocodrilo que ha "emergido" allí y que, al igual que ocurría con el toro que vimos en Gema, ha sido tallado aprovechando el tronco de un pino. Está muy bien hecho y nos sorprendió su tamaño, mayor de la idea que nos habíamos hecho tras verlo en una noticia del periódico.


Desde allí fuimos a la terraza del CD, donde pudimos degustar una caña que reguló nuestra hidratación y hacer algunos planes para el miércoles, festivo al ser 1 de mayo.



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