27 de junio de 2021

La clasica hasta El Cubo, pero con novedades

Lo que empezó siendo una ruta larga como último entrenamiento para nuestra "gran ruta" ha terminado siendo una tradición. Hoy hemos cumplido con ella yendo hasta El Cubo de la Tierra del Vino, y además lo hemos hecho estrenando un nuevo tramo que nunca habíamos hecho. Lástima que se nos pegara un acompañante no invitado, el viento.

Como íbamos a hacer kilómetros quedamos pronto, a las 8.30 h, aunque algunos madrugaron más para desayunar en el bar CD. Poco después de esa hora estábamos cruzando el Puente de Hierro y atravesando el barrio de Pinilla. Salimos de Zamora por el llamado "carril bici Zamora-Morales", aunque antes de llegar a la ermita del Cristo hicimos una variante novedosa, si bien terminamos igualmente en la rotonda.

Tras pasar por delante de dicha ermita continuamos a Morales por la vía de servicio y, posteriormente, por el camino que hay paralelo a la carretera, y desde la rotonda por la carretera que da entrada al pueblo.

Al llegar a la iglesia se nos unió la última unidad, con él ya éramos siete, si bien percibimos que se nos había "pegado" alguien más sin ser invitado: el viento. Cierto es que no nos daba totalmente de frente, pero molestaba y frenaba.

Dejamos atrás Morales por el camino de Pontejos, pero después de cruzar por debajo de la autovía continuamos por el camino que sale a la derecha y que bordea el viaducto.

El viento ciertamente molestaba, pero a su favor hay que decir que propiciaba que hubiera un cielo muy cambiante y repleto de nubes, algunas parecía que estaban tremendamente bajas, y, en contraste con las tierras con los cereales ya agostados o con los baldíos, generaba un bonito espectáculo.

Después de ir unos cientos de metros junto a la autovía giramos levemente hacia la izquierda y continuamos por una pista que nos llevó, prácticamente en línea recta, a pasar junto a Cazurra en primer lugar, y después terminó por llevarnos hasta la carretera que une la autovía con Peleas de Abajo. Continuamos por el asfalto dirección Peleas, pero antes de llegar a las primeras casas del pueblo cambiamos de rumbo tomando el camino que teníamos a nuestra derecha.

Este camino lo hemos transitado muchas veces y se rueda muy bien por él. Va hasta Corrales. Al ir hacia esta localidad "pica" un poquito hacia arriba pero prácticamente no se nota. Se percibe más en sentido contrario, cuando se termina yendo deprisa aunque no se quiera.

Después de recorrer los, aproximadamente, cinco kilómetros que tiene de longitud entramos en Corrales del Vino. Junto al silo de grano paramos porque uno de los bíkers tenía un pequeño problema técnico. Tratamos de solucionarlo aunque con relativo éxito. Pero como no le impedía seguir, continuamos. 

Salimos a la N-630, que cruza la localidad de lado a lado, y seguimos por ella dirección Salamanca. Después de pasar la rotonda de salida y recorrer como un kilómetro, seguimos por un camino que parte en oblicuo a la carretera. 

Tras cruzar por lo que queda de lo que un día fue la vía férrea, seguimos en paralelo a este trazado algunos cientos de metros para separarnos de ella no mucho después.

Terminamos volviendo a cruzar sobre la vía y, tras un descenso, giramos a la derecha para dirigirnos hacia Peleas de Arriba, que ya divisábamos cerca.

No tardamos en aproximarnos a este pueblo, además desde un lateral, consiguiendo así una perspectiva bonita de la localidad, situada en un alto a nuestra izquierda. 


Cuando nos pusimos frente a la iglesia giramos noventa grados y nos dirigimos hacia el promontorio en el que se erige.


Bordeamos dicho promontorio para ascender hacia el pueblo. Recorrimos algunas de sus calles y emprendimos el descenso por una de ellas para terminar desembocando en la carretera, en la N-630.

La cruzamos y continuamos de frente, por el llamado camino de Fuente el Carnero, solo que lo abandonamos poco después, por suerte para todos, porque en ese punto es donde se inicia una subida dura hacia esa localidad. Por el camino que nosotros continuamos, y aquí es donde iniciábamos el tramo inédito hasta El Cubo, en principio no había ascenso, sino que recorría una zona con bastante vegetación, comparada con los alrededores. 

Después ya sí, tras una suave subida el track nos indicaba que debíamos seguir hacia la derecha. Lo hicimos, pero con poca convicción porque el camino estaba poco marcado. Poco después nos encontramos con una cuesta por la que nos habría costado muchísimo trabajo subir con las bicis en la mano, porque sobre ellas era imposible.

Volvimos sobre nuestras roderas y continuamos por el camino que habíamos traído hasta ese momento, a ver hacia dónde nos llevaba. Hubo que ascender hacia la autovía, para después terminar junto a ella.


Y junto a ella rodamos algo más de un kilómetro. En un momento dado vimos en nuestro GPS que nos volvíamos a unir al track original que estábamos recorriendo, así que la alternativa que habíamos escogido resultó ser buena.

Nos separamos de la autovía girando en ángulo recto hacia la derecha, entrando poco después en una zona que, paisajísticamente, no tenía que ver nada con todo el recorrido anterior.


Y es que nos acabábamos de sumergir en Valparaíso. En ese tramo rodamos rodeados de vegetación: jaras, encinas, alcornoques y algunos robles. Aunque imaginamos que los caminos no son muy usados, lo cierto es que están en perfectas condiciones.


El recorrido por esta zona fue de algo más de tres kilómetros. Transcurridos los cuales, de forma paulatina, se fue perdiendo vegetación, volviendo en pocos cientos de metros a rodar por un paisaje similar al del resto del recorrido.


En menos de dos kilómetros cruzamos la carretera que va desde la entrada de El Cubo hacia Fuentesaúco, eso quería decir que ya casi habíamos llegado. Pero antes tuvimos que realizar un rodeo para poder pasar por debajo de la N-630, que en esa zona, la circunvalación del pueblo, va totalmente cerrada por los guardarraíles.

Pasamos bajo el viaducto sobre el que va la carretera y nos dejamos caer hacia la localidad, porque es una cuesta abajo. Enseguida entramos en ella y nos dirigimos hacia donde hacemos la parada siempre, un parque idílico con un cesped recién segado, bancos, barbacoa, fuente, etc.


Allí mismo nos tomamos una barrita, un plátano o lo que se terció y no nos dimos más tregua porque uno de los componentes tenía prisa por llegar a Zamora. Pensamos que lo haríamos rápido porque el viento nos ayudaría...sí, sí...

Salimos de El Cubo por la carretera, dirección Zamora, pero enseguida nos desviamos a la izquierda, empezando a seguir desde ese momento por la Vía de la Plata. Los primeros seis kilómetros son una gran recta, casi toda trazada en paralelo a la antigua vía, y en la que perduraban charcos enormes que evitamos como pudimos y que nos recordaron el día que la recorrimos en sentido contrario en nuestra primera etapa hacia Sevilla. En aquella ocasión había habido tormenta la noche anterior y en esa misma zona llenamos las bicis, las alforjas y las zapatillas de barro, a pesar de que recorrimos algunos tramos por encima de las traviesas de la vía.

El viento, que creíamos que nos iba a empujar, hacía todo lo contrario porque nos daba fronto lateralmente. Cuando giramos a la izquierda y enseguida a la derecha, lo encontramos más molesto aún porque, aunque nuestra orientación era la misma, el camino estaba más despejada y no había nada que lo frenara. De vez en cuando encontrábamos los mojones que nos indicaban que seguíamos por el camino correcto.


Después de unos dos kilómetros de pelea contra el viento volvimos noventa grados a la derecha y comenzamos a recorrer una zona llamada El Abrojal, en la que la tierra nos está trabajada y hay encinas y monte bajo. Allí mismo se inicia un descenso hacia Villanueva de Campeán. Este tramo, sobre todo en la parte más baja, siempre ha estado mal, pero ahora lo malo empieza mucho antes, con muchas zonas con bancos de arena, que te frenan y te pueden hacer perder el equilibrio, enormes torrenteras y un firme en pésimo estado. Este descenso, que podía ser una gozada, se convierte así en una zona en la que hay que rodar con mucha precaución y despacio.


Una vez que se vuelve a llanear el suelo mejora algo, aunque aún siguen apareciendo de vez en cuando zonas con mucha arena. Los tres kilómetros, aproximadamente, que hay hasta Villanueva de Campeán son mejores, pero hay que tener precaución. 

Eso sí, percibimos que habíamos entrado en la denominada "Tierra del Vino", porque comenzamos a ver viñas a un lado y otro del camino.



Salimos de Villanueva por una enorme recta, ya con el firme en buen estado, y que tiene ligero descenso, así que con todos los ingredientes para ir deprisa, y eso hicimos, en la medida que el viento nos dejaba, claro.

Cuando teníamos San Marcial ya a la vista la señalización indicaba a la derecha, y eso hicimos. No mucho después tuvimos que hacer lo propio a la mano contraria. Esos cambios de dirección nos venían bien porque, al menos, en algunos momentos, nos librábamos del viento. Tocó poco después girar hacia la derecha. Por si había dudas, un miliario indica la ruta, si bien nosotros en ese momento nos separamos de ella.


Después de ese último giro tuvimos que realizar una subida que hay antes de El Perdigón. El caso que no es demasiado larga ni demasiado inclinada, pero no nos gusta nada porque cuesta mucho subirla, no sabemos exactamente por qué. Tras ella una suave bajada lleva hasta prácticamente esa localidad. Antes de llegar a ella giramos a la izquierda y la bordeamos, dirigiéndonos ahora hacia Entrala.

Tampoco llegamos a entrar en esta, la bordeamos y seguimos por distintos caminos hasta llegar de nuevo a pisar la Vía de la Plata. Ya en ella, recorrimos la recta que va hasta el Brocal de las Promesas.


Al llegar a este monumento, giramos hacia la derecha y continuamos por ese camino hasta llegar a la carretera que va hacia "Los Llanos".  La cruzamos y seguimos rumbo ya a Zamora, que la tenemos cerca. El último tramo, que desciende hacia San Frontis, nos regaló una bonita vista de la Catedral.


Como estábamos por esa zona decidimos que la hidratación hoy fuera en el bar "Puente de Piedra". Cuando llegamos había sitio en varias mesas, así que nos sentamos y disfrutamos de una cañita que, tras 70 km, la teníamos merecida. Sin duda un buen entrenamiento para la que se nos viene encima...



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