30 de enero de 2022

Los Hociles (donde la rivera de Sobradillo desaparece)

El paraje Los Hociles es un tramo en el que el riachuelo o rivera de Sobradillo desaparece bajo un caos de rocas. Más adelante vuelve a resurgir, pero en esa zona cientos de rocas, posiblemente derrumbadas sobre el cauce, esconden el riachuelo. 

El termómetro marcaba -6º cuando a las 9.30 h iniciamos la ruta los cinco bíkers que nos reunimos en esta ocasión. Teníamos dos opciones para escoger el destino y nos decantamos por volver hacia la zona de la rivera de Sobradillo de Palomares, a Los Hociles, en concreto. 

Empezamos a dejar atrás la ciudad cruzando el Puente de Piedra y yendo desde Cabañales a San Frontis por el llamado Camino del Pastelero. Desde él pudimos contemplar una bonita panorámica del casco viejo.


Nos desviamos después por el Camino de San Jerónimo y terminamos junto a las escuelas de San Frontis. Cruzamos la carretera de Bermillo y seguimos por el GR-14.

Poco después de pasar junto al Polígono Industrial Los Llanos abandonamos la Senda del Duero para tomar una alternativa a la misma. Al estar menos transitada hay zonas donde la hierba invade el camino. Esta tenía aún tanto hielo que las cubiertas de las ruedas iban recogiendo parte para vestirse de invierno.


Esta alternativa termina por unirse al GR-14 antes de Tardobispo. Por esa zona nuestras manos comenzaron a reaccionar porque hasta ese momento no sabíamos qué hacer con ellas. No hay guantes que, con estas temperaturas, nos libren de llevarlas heladas en los primeros kilómetros. A base de moverlas, de subir y bajar los brazos y de golpearlas conseguimos que, poco a poco, vayan entrando en calor, con la ayuda del sol, claro, porque sin él posiblemente no lo consiguiéramos.

En Tardobispo pasamos de largo el desvío del GR-14 y seguimos por la carretera unos cien metros más. Nos desviamos a la derecha y rodamos entre pequeñas fincas. Poco después, de nuevo giramos hacia la derecha, para terminar saliendo a un camino por el que habíamos pasado alguna vez más buscando alternativas al camino habitual.


Tras un tramo de ligera ascensión terminamos volviendo a la Senda del Duero, justo donde hay una zona con piedra que aflora a la superficie que marca el inicio del descenso hacia La Pueblica de Campeán. Llegamos sin novedad a los pies de esta localidad y, antes de pasar el puente Potato, giramos a la derecha y cruzamos otro puente, este moderno. Desde él pudimos contemplar la rivera de Campeán, totalmente helada.


Continuamos unos metros más por ese camino asfaltado pero pronto nos desviamos a la izquierda para iniciar una subida tendida, pero larga, que nos llevó hasta la carretera de Bermillo. La cruzamos y continuamos de frente por un nuevo camino creado tras la concentración parcelaria del municipio. No tardamos en cambiar el rumbo y enseguida volvimos hacia la izquierda para ir enfocando hacia Pereruela. Tras algún giro más llegamos a las inmediaciones del pueblo, entrando en él por un estrecho camino que discurre entre paredes de fincas.


Recorrimos una buena parte del pueblo, realizando un laberíntico itinerario por varias calles, pasando junto a la bonita iglesia y su coqueta plaza, sin duda estropeada por el edificio del Ayuntamiento, revestido con una piedra que nada tiene que ver con la de la zona.


Dejamos atrás las últimas casas del pueblo saliendo del mismo por un camino que discurre casi en paralelo a la carretera y por el que se rodaba que daba gusto. Tras unos dos kilómetros por él teníamos que haber encontrado una salida a la carretera, pero esta había desaparecido, así que cruzamos la cuneta, pasamos al otro lado de la carretera e hicimos lo mismo, saltar la cuneta, porque la entrada que también debía haber del otro lado había sido cubierta con la arena extraída al hacer la cuneta. 

Tomamos el camino que es, prácticamente, perpendicular a la carretera. En los primeros metros ya nos dimos cuenta de que terminábamos de entrar en Sayago. Donde antes encontrábamos tierras de labor ahora veíamos encinas y carrascos. Empezamos a disfrutar de lo lindo.


Como un kilómetro después giramos noventa grados a la derecha, ascendimos ligeramente y fuimos volviendo ligeramente hacia la derecha. El camino seguía avanzando siguiendo orientación derecha y, poco más de un kilómetro después, el camino se terminó. Miramos un poco más allá y nos encontramos un riachuelo, helado en su mayor parte. ¡Era la rivera de Sobradillo! Ya estábamos junto a Los Hociles. 


Bajamos de las bicis y estudiamos por dónde cruzar esta rivera. Enseguida vimos un par de zonas donde había menos de una cuarta de agua, así que de uno en uno fuimos cruzando a la otra orilla.



Ya del otro lado volvimos a dejar las bicis sobre el suelo y, caminando, seguimos el cauce del riachuelo para explorar la zona y ver Los Hociles. Poco después llegamos a una montaña donde están apiladas decenas de piedras. Justo donde comienza este caótico apilamiento es donde la rivera de Sobradillo se esconde. No parece que sea que se sumerge, da la impresión de que, en su momento, hubo derrumbamientos que cayeron sobre el cauce del pequeño río, pero sin llegar a obstaculizarlo, sino haciendo como un túnel bajo el cual él sigue corriendo.


Disfrutamos enormemente de lo que veíamos pero no podíamos estar ahí toda la mañana, así que nos hicimos una foto de grupo y desandamos el trecho recorrido para volver de nuevo a coger las bicis. 


La ruta la habíamos trazado sobre el mapa marcando un itinerario que pensábamos que podía sacarnos de allí, y fue acertado porque, siguiendo más o menos la dirección que marcaba el GPS, lo logramos. Eso sí, antes ascendimos por un precioso senderito que discurría entre mucha vegetación y después salimos a una zona más abierta por donde no había camino marcado.
 

Más adelante la vegetación se abría y atravesamos una pradera, continuamos zizagueando entre encinas y unos cientos de metros después llegamos a un camino en toda regla. 



Por este camino, sayagués de pura cepa, sinónimo de buen firme, ausencia de barro y estupendo para rodar, recorrimos unos tres kilómetros. La temperatura era ya agradable gracias al sol. Esto, unido a la zona tan bonita que terminábamos de recorrer y lo a gusto que íbamos, hacía que estuviéramos disfrutando mucho, mucho.


Además, solo había que levantar la vista del camino para contemplar bonitas estampas propias de esta comarca.


En un momento dado nos dimos cuenta de que íbamos fuera del track. Giramos a la izquierda y haciendo una diagonal, tras pasar junto a preciosas paredes sayaguesas, enlazamos enseguida con el recorrido previsto.


Y este no era otro que la bajada sembrada de piedras que lleva al cauce de la rivera de Sobradillo. Hubo quienes se atrevieron a realizar el recorrido sobre la bici y quienes lo hicieron con ella en la mano. En cualquier caso, al llegar al precioso puente nos juntamos.


El puente nos tienes enamorados desde la primera vez que lo vimos. La zona es una maravilla, pero con él lo es más aún. Como no podía ser de otra forma, nos hicimos una foto todos juntos.


Una vez retratados para la posteridad, lo cruzamos y comenzamos el ascenso que nos llevaría hasta un camino. Lo atravesamos y seguimos por una senda bordeada por la izquierda con tapias sayaguesas.


Ya con Sobradillo de Palomares a la vista comenzamos a rodar sobre grandes afloramientos de granito, muy propios de la zona. Y enseguida entramos en el pueblo.


No fuimos hacia el centro del mismo, sino que lo bordeamos por la derecha. Como siempre, en él encontramos bonitos rincones con excelentes muestras de la arquitectura tradicional sayaguesa.


Salimos de la localidad cruzando la carretera y siguiendo recto por una calle que pone fin al pueblo. Al terminar las casas giramos a la izquierda, rodamos por un camino escoltado por finquitas. Al final de estas giramos a la derecha, ascendimos por un buen camino y al llegar a lo alto volvimos a cambiar de dirección, en este caso hacia la izquierda.

Hicimos como una escuadra. Tras el giro de noventa grados ascendimos a lo largo de unos cientos de metros y, en lo alto, abandonamos la pista por la que íbamos desviándonos a la izquierda y tomando un sendero, bueno, para nosotros un "single track:), que nos hizo disfrutar de lo lindo. Este va serpenteando entre pequeñas encinas y piedras. Quisimos hacerlo a la velocidad que nuestras piernas nos permitían, así que había que concentrarse en agacharse para no darse con ramas e ir esquivando las rocas. Tanta concentración impidió hacer fotos, pero mereció la pena porque nos permitió gozar durante dos kilómetros.

El sendero termina saliendo a un camino e, inmediatamente después, se gira a la derecha y se continúa por una bajada. Al final de la misma volvimos a la izquierda, dejando a un lado la localidad de La Tuda.


El camino continúa totalmente recto unos tres kilómetros. Al final de los mismos se gira a la derecha y se pasa junto Las Enillas.


Dejamos Las Enillas atrás subiendo una cuesta. En lo alto hay como un dintel de una puerta inexistente. Encima del mismo un cartel luce: "Marquesado del Churrero". Siempre que hemos pasado por allí nos ha hecho mucha gracia.


Inmediatamente después tocó descender. Al terminar la bajada giramos hacia la derecha y no mucho después a la izquierda para así tomar la pista que lleva a San Marcial. Desde que dejamos atrás Sobradillo veníamos rodando muy rápido, así que no tardamos en llegar a las inmediaciones de esa localidad.


Poco después de pasar junto a las primeras viviendas giramos a la derecha y tomamos un camino larguísimo y recto, pero no tardamos en girar a la derecha.


Cruzamos la carretera y continuamos por otra pista que, también recta, pero con una subida y bajada entre medias, nos llevó hasta El Perdigón.


Atravesamos esta localidad, pasamos junto a la plaza y tomamos la carretera de Zamora. Al terminar el pueblo nos desviamos a la derecha para continuar por el camino, recientemente asfaltado, que une El Perdigón y Morales del Vino.


Pasamos junto a los restos de la antigua cerámica, con su esbelta chimenea, hoy coronada por una cigüeña y su nido.


También transitamos junto a la, también abandonada, estación de tren que compartían El Perdigón y Morales del Vino.


Si antes íbamos rápidos, por asfalto ni que decir tiene que íbamos más cerca de 30 km/h que de 20 km/h, así que llegamos a Morales en un plis plas. Bordeamos la carretera por la vía de servicio y continuamos por el carril bici que lo une con la capital.

Como el primer tramo es un descenso "nos dejamos caer" viendo ya en el horizonte Zamora.


Al llegar a la carretera la cruzamos y enseguida tomamos por un camino, esa alternativa al asfalto que hemos encontrado y que, poco después se une al carril bici de nuevo, pero ya superado el Cristo de Morales.


En pocos minutos estábamos en la rotonda del Cementerio. Continuamos por la calle Salamanca, pero como había tráfico, poco después de la gasolinera, callejeamos por las calles de Pinilla, saliendo al Camino Viejo de Villaralbo. Proseguimos por él y nos desviamos, como un kilómetro después, a la izquierda, hacia el río. Al llegar al viaducto que hay al terminar el puente de Cardenal Cisneros nos apeamos de la bici, subimos las escalerillas y cruzamos el río Duero sobre dicho puente. 

Este rodeo tenía un fin y no era otro que nos llevara hasta las proximidades del bar donde tomar una caña que pusiera el broche de oro a esta bonita ruta. Y así fue. Eso sí, tras ese broche de oro cada mochuelo tiró hacia su nido pero eso sí, ya pensando en la ruta del Domingo que viene.


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