¡A la cuarta fue la vencida! Cuatro veces habíamos reservado habitaciones en una casa rural en la Montaña Palentina, ya rozando Cantabria. Las tres primeras tuvimos que cancelar las reservas porque la climatología era horrible para las fechas elegidas. La espera tuvo su premio porque esta vez lo logramos y hemos vivido unos días geniales, empezando por la ruta que ahora pasamos a describir.
Al igual que hemos hecho en otras ocasiones madrugamos para poder aprovechar el tiempo y hacer una ruta nada más llegar a nuestro destino. A las 7.00 quedamos para salir, ya con bicis, equipajes y personas cargados, y a esa hora estábamos todos los implicados e implicadas. Es cierto que no éramos multitud ya que en esta ocasión, los días grandes de la Semana Santa, solo logramos cuadrar fechas siete, cuatro bíkers y tres galanas. Llegamos al Hotel Posada Fuentes Carrionas, de Camasobres (Palencia) poco después de las 10.30, tras un viaje sin incidentes y con una parada técnica en Frómista. Tras descargar el equipaje y las bicis, quitar los portabicis y terminar de prepararnos logramos empezar a pedalear pasadas las 11.00 h.
Comenzamos la ruta en la misma puerta del hotel, porque este se encuentra a pie de la carretera CL-627, la que une el norte de Palencia con Cantabria, a través del Puerto de Piedrasluengas. Precisamente a este puerto nos dirigimos al salir, y lo hicimos rodando por dicha carretera. Por mucho que buscamos no encontramos alternativas por camino sin dar mucho rodeo. Nos nos importó porque no había mucho tráfico y porque nada más salir empezamos a recibir regalos para la vista: prados que no podían estar más verdes, riachuelos recorriendo estos, grandes bloques de piedra conformando la propia montaña...
Tan ensimismados estábamos con lo que íbamos viendo que los cinco kilómetros de subida se nos hicieron cortos y los hicimos casi sin darnos cuenta.
El descenso por el hayedo duró unos seis kilómetros que fueron una auténtica gozada. Aproximadamente en el kilómetro 13 llegamos a una pequeña aldea llamada Cueva. La atravesamos de lado a lado y salimos de ella por un camino asfaltado.
Este camino asfaltado continuaba descendiendo. Estaba trazado entre enormes prados y las vistas desde él eran magníficas.
Al llegar a un puente sobre nuestro conocido río Bullón dudamos por donde iba el track. Tras algunos titubeos dimos con la dirección a seguir, un camino a la izquierda, con un cierre artesanal para evitar que el ganado escape. Lo abrimos, pasamos y cerramos y nos encontramos con un lodazal. Tras lograr pasarlo con los menores daños colaterales posibles, continuamos por un sendero, en mucha zonas invisible, que nos seguía llevando en paralelo al río y atravesando zonas preciosas.
Recorrimos por ella unos cientos de metros y, enseguida, giramos a la izquierda para seguir por otra carretera, pero local que, tras un sinuoso ascenso, nos llevó hasta otra pequeña aldea llamada Basieva.
No nos demoramos mucho, así que en pocos minutos estábamos de nuevo sobre las bicis. Tocó seguir subiendo y, poco después, nos encontramos con un valle que no podía ser más bonito.
Para llegar a esta localidad recorrimos distintos tramos, saliendo de Piasca uno asfaltado, corto, después un camino, otro de asfalto y, por último, de nuevo camino. Y siempre, al fondo, las enormes montañas con sus cumbres nevadas de los Picos de Europa.
Y así fue, entramos a esta turística localidad cántabra por un lateral. Poco después el track nos llevó a la carretera que la recorre de punta a punta y por ella continuamos hasta el centro. Eran las 3 de la tarde y nos sorprendió el gran número de terrazas de restaurantes que íbamos viendo a nuestro paso y que todas estaban llenas.
También en el cruce había un poste con los lugares donde se puede ganar el jubileo. Solo son cinco en el mundo, Jerusalén, Roma y tres españolas, Santiago, Santo Toribio y Caravaca de la Cruz (de esta se olvidaron). Justo al Desde el primer metro comenzamos un ascenso que terminaría en Santo Toribio.
El origen de este monasterio se remonta al siglo VI, cuando Toribio de Palencia y unos pocos monjes lo fundaron para vivir entregados a la oración y la vida.
Por otro lado, en la catedral de Astorga se encontraba la reliquia del Lignun Crucis, traída desde Jerusalén hasta allí por Santo Toribio, el primer obispo de esa ciudad. Alrededor del siglo VIII los cristianos de Astorga, a fin de proteger la reliquia del Lignun Crucis (Leño de la Cruz) del avance árabe en la península, la llevaron a este pequeño monasterio.
El Lignun Crucis es una reliquia de la Cruz de Cristo. En este caso es la más grande conservada de dicha cruz. En Santo Toribio se encuentra dentro de un relicario.
Foto de https://astorgaredaccion.com/ |
El hecho de albergar esta reliquia convirtió al monasterio en un importante centro de peregrinaciones, lo que hizo que el Papa Julio II en 1512, concediese a este lugar el privilegio del Año Santo Lebaniego cada vez que el 16 de abril, festividad de Santo Toribio, coincidiera con domingo.
Pocos después volvimos al monasterio, nos lavamos la cara y lo que pudimos en una fuente y nos hicimos una foto en la puerta de la iglesia adosada al propio monasterio.
Como cuando llegamos al monasterio se encontraba aún cerrado porque no eran las 16.00 h, hora de su apertura, continuamos rodando por la carretera, que giró a la derecha y nos llevó unos cientos de metros después hasta una pequeña capilla, la de San Miguel, donde está también el mirador del mismo nombre y desde donde pudimos contemplar unas vistas increíbles.
Poco después llegaron la Galanas en sendos coches. Cargamos las bicis y, como ya había abierto sus puertas, pudimos entrar a ver la famosa reliquia. Al no ser Año Santo Lebaniego no ganamos el jubileo pero sí que ganamos para nuestra memoria una de las rutas más bonitas que hemos hecho.
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