En la segunda jornada de nuestra estancia en la Montaña Palentina ascendimos en el funicular de Fuente Dé al corazón del Parque Natural de los Picos de Europa. Allí arriba, a 1.823 m de altitud, hicimos una pequeña caminata en la que disfrutamos del paisaje y la nieve que aún perduraba en muchas zonas. Tras el descenso visitamos el coqueto pueblo de Mogrovejo, comimos en Potes y regresamos hacia la zona del hotel, en concreto a un pueblecito llamado Casavegas, donde teníamos previsto realizar una caminata.
De nuevo el tiempo quiso aliarse con nosotros y a las 17.00 h, cuando íbamos a comenzar a caminar, se había levantado una suave brisa que evitaría que pasásemos calor. Tras llegar a Casavegas, nada más entrar en el pueblo, giramos a la derecha y allí, junto a una fuente y un abrevadero, dejamos los coches. Subimos por la cuesta que teníamos delante y enseguida giramos casi 180º a la izquierda. Entramos en una pista de tierra que no abandonaríamos en cinco kilómetros.
Tras un repecho inicial con bastante inclinación, la subida se suavizó algo y eso nos permitió caminar más cómodos. Flanqueaban el camino algunas praderas, pero poco más adelante lo empezaron a flanquear brezos (urces para nosotros).
Y si lo hacíamos hacia la derecha la panorámica tampoco estaba nada mal...
Retrocedimos como un kilómetro por la pista que nos había llevado hasta allí y, poco después de empezar a encontrar hayas junto al camino, abandonamos este y nos sumergimos en el hayedo.
Internados en el hayedo perdimos mucha luz porque debido a su espesura y a su inclinación costaba que los rayos de sol penetrasen en su interior.
El recorrido entre la arboleda se prolongó durante un kilómetro. Tras salir de la espesura fue como si hubiéramos ganado dos o tres horas de luz porque volvimos a encontrarnos con el radiante día que habíamos perdido al penetrar en el bosque.
Las pequeñas corrientes de agua producto de los deshielos estaban por todas partes, así que nuestro camino lo iban marcando el track que teníamos, pero en gran medida también por dónde podíamos pasar sin mojarnos mucho.
Las pequeñas corrientes se fueron uniendo y, todas a una, ganaron en presencia y anchura, convirtiéndose en un arroyo. En los mapas aparece como arroyo del Pisuerga, pero no se trata del que será el río del mismo nombre, que nace a pocos kilómetros de allí, sino uno de tantos arroyos cuyas aguas se van uniendo a las de otros formando un pequeño río que, más adelante, eso sí, desemboca en el recién nacido Pisuerga.
Una vez que se conformó el arroyo fuimos caminando a su lado pero eso sí, tan pronto por una orilla como por la otra, porque no siempre se podía por ambos lados, así que íbamos por donde nos dejaba. Cada vez que había que cruzarlo había que inspeccionar la zona, buscar un paso más estrecho y después comenzar a jugar al juego llamado "A ver donde piso sin meter el pie en el agua", que consiste en dar saltitos y tener suerte.
Tras unos dos kilómetros desde que dejamos atrás el hayedo llegamos a una mina abandonada. Por el color del suelo, negruzco, deducimos que se trataba de una pequeña mina de carbón. De ella quedaban aún restos con muestras de abandono.
Nada más dejar atrás la mina ya comenzamos a ver edificaciones del pueblo. Pasamos junto a unas naves ganaderas y poco después llegábamos al lugar donde teníamos aparcados los dos coches. Y lo hicimos con un magnífico sabor de boca porque nos había encantado la ruta. El caso es que la subida no nos pareció bonita por ser una pista con el único aliciente de las vistas que íbamos teniendo al ganar altura, pero lo que vimos desde el mirador natural y el descenso por el hayedo y sorteando los arroyuelos nos encantaron.
Eso sí, para realizar la vuelta como nosotros la hicimos es muy conveniente llevar la ruta en un GPS o utilizar la app IGN (Instituto Geográfico Nacional), apoyada por el GPS del móvil y con la ruta cargada en la memoria del mismo.
Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
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