7 de febrero de 2021

Peña La Mora y El Modorrón

Pese a que habíamos planificado una ruta por carreteras locales para evitar de nuevo el barro producido por las persistentes lluvias de toda la semana, somos chicos facilones y nos dejamos engatusar por la mañana soleada que apareció esta mañana. Nos dio pena desaprovechar un día bonito así que finalmente fuimos a la Peña La Mora y al Modorrón, dos atalayas naturales sobre el Duero. Bonitos lugares que desconocíamos, aunque habíamos estado cerca alguna vez.


Hoy la puntualidad de todos permitió que a poco más de las 9,30 estuviéramos saliendo del lugar habitual. Rodamos junto al río y nos separamos de él para tomar la carretera de Almaraz, algo que empieza a ser un clásico este año. Pero es que es un lugar muy socorrido porque hay muy poquito tráfico y está repleto de sube y bajas. 

Después de entrar en calor subiendo la cuesta de después de la cárcel, tomar aliento en la pequeña bajada que la sigue y volver a perderlo en la siguiente subida, viene un descenso de unos tres kilómetros que da hasta para poner posturas aerodinámicas sobre la bici.


Y también da para contemplar bonitos paisajes, justo al terminar la bajada y un poco más adelante, donde nos volvimos a encontrar con el Duero.




Continuamos siguiendo dirección Almaraz sin novedades, salvo las propias del terreno, subidas, bajadas y buenas vistas.



Los kilómetros fueron avanzando y sobre el kilómetro 20 llegamos a las puertas de Almaraz. No llegamos a entrar al pueblo, sino que nos desviamos ligeramente y tomamos la carretera de Villaseco del Pan.


También este tramo lo hicimos sin novedad, salvo que el viento, una ligera brisa, nos iba dando de frente y nos frenaba algo. A ambos lados de la carretera, en cuanto había una zona más baja, pudimos contemplar las balsas de agua producidas por las lluvias acumuladas.


Y así llegamos a la entrada de Villaseco, un pueblo que mantiene mucho encanto, con fincas delimitadas con vallas de piedra y muchas viviendas hechas con ese mismo material.


Cruzamos el pueblo y no nos cruzamos con nadie, pese a que es una localidad que sorprende porque es más grande de la idea que teníamos de él. Pero cuando menos lo esperábamos nos encontramos con un admirador. Un precioso ejemplar, como se puede observar.


Salimos de Villaseco por un camino, por fin decíamos adiós al asfalto, no muy ancho pero de buen firme y, aunque parezca mentira, sin barro. Nada más dejar atrás las últimas edificaciones del pueblo pudimos comprobar mirando al frente que el paisaje había cambiado por completo.


 
Tras unos tres kilómetros sin cambiar de dirección giramos noventa grados a mano derecha, al llegar a un cruce poco después, giramos a mano izquierda para seguir por un camino que ya nos llevaría a la zona de la Peña La Mora.




Vimos la masa granítica bautizada, como tantas otras, con el nombre de Peña La Mora, pero no paramos allí, continuamos por el camino hasta que este se terminó. Aún así, seguimos sobre la bici algo más, esquivando escobas y alguna que otra piedra. Tras una pequeña caída sin consecuencias del que ejercía de guía hoy, escarmentamos todos en cabeza ajena y echamos pie a tierra. Al levantar la vista vimos esa otra masa granítica llamada, creemos, El Modorrón.


Subimos hasta donde pudimos a pie y por un lateral pudimos acceder a una preciosa vista del río Duero.


Aprovechamos la parada para comer algo, unos plátanos, otros barritas, y volvimos sobre nuestros pasos para subirnos de nuevo a las bicis y continuar. Se estaba empezando a hacer tarde y hasta allí habíamos hecho 30 kilómetros.

Tocó ascender lo que habíamos descendido, como es lógico, y tras poco más de un kilómetro de ascenso por el mismo camino que nos había llevado hasta allí, giramos a la derecha y comenzamos a descender hacia el Duero.



Un descenso prolongado con rampas con un tanto por ciento considerable de inclinación que nos dejaron a las misma orilla del río Duero, en un lugar con muchísimo encanto. Allí mismo hace un ensanchamiento por lo que en la orilla se produce un remanso de sus aguas. Para adornar más la escena frente a nosotros caía una cascada, alimentando así, un poco más, el crecido cauce. Una pena que el sol se hubiera ocultado porque con él habría sido más espectacular aún.



Pensar en la subida daba pereza, pero como no quedaba otra no alargamos mucho la parada y volvimos "al tajo". Por delante teníamos casi dos kilómetros de ascenso con rampas muy, pero que muy inclinadas. Las bicis con motor echaban chispas y los que montan musculares tuvieron que darlo todo, sin tener en cuenta todo lo que ya llevaban sobre sus piernas.

Llegamos de nuevo al camino que habíamos abandonado para visitar ese lugar y seguimos hacia la derecha. Poco después llegamos a un cruce donde cogimos la opción de la izquierda que nos terminó llevando a otro camino con un firme espectacular, liso, sin nada de barro y por el que se rodaba que daba gusto.

Siguiendo por él no tardamos mucho en recorrer los poco más de dos kilómetros que nos separaban de Villaseco. El llamado "Crucero de Villaseco" nos avisó de que estábamos llegando.


Incluso en el interior del pueblo encontramos bonitas fincas enmarcadas con vallas de piedra que desafían la gravedad.


Salimos de la localidad pisando asfalto de nuevo, pero por poco tiempo porque unos cientos de metros después nos desviamos a la derecha para tomar un camino y así evitar la carretera. Al llegar al cementerio tomamos el desvío de la izquierda para así proseguir por una camino que, tras cuatro kilómetros, nos llevaría hasta Almaraz.



Para no repetir el itinerario de la ida, que ya se sabe que este grupo tiene una ley no escrita que obliga a hacer lo posible por no pisar el track, salimos de Almaraz con dirección a la N-122. Rodamos por ella sin mayor novedad que empezó a pintear, tal y como estaba previsto, a lo largo de unos cinco kilómetros.


Tras ellos tomamos un camino a la derecha. Seguíamos sin encontrar barro y rodábamos a buen ritmo porque la hora se nos había echado encima. 


Después de más o menos un kilómetro nos desviamos ligeramente a la derecha y comenzamos un precioso descenso de unos tres kilómetros. Nuestras piernas se lo merecían después del esfuerzo acumulado durante toda la mañana. Lo malo de las bajadas es lo pronto que se terminan y en menos y nada estábamos en la intersección de la cuesta abajo con la carretera de Almaraz.

De nuevo sobre el asfalto, y pisando el track de la ida :( , empezamos a rodar cada uno a nuestro ritmo. De nuevo subidas y bajadas. Las piernas que ya empezaban a notar que llevaban 60 km sobre ellas, daban pedales por inercia pero los kilómetros iban restando.


Tardamos poco en ponernos de nuevo en La Barrosa, sólo que ahora se veía con otra perspectiva totalmente distinta a la unas horas antes. La bajamos rápido, pasamos junto a la cárcel y enseguida llegamos a la rotonda que, de algún modo, señala la entrada a Zamora. Allí nos juntamos todos y, ya agrupados, continuamos de nuevo junto al río. 

Nos dio alegría encontrar paseando cerca de Las Aceñas a nuestro bíker convaleciente del COVID. Tras despedirlo, al llegar al Puente de Piedra continuamos por los Barrios Bajos para dirigirnos desde allí al lugar de salida, si bien continuamos un poco más para llegar a una terraza y poder tomar allí una caña muy rápida, porque eran ya las 14,00 h. No dio tiempo casi ni a comentar la jugada.


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