14 de febrero de 2021

Preciosa ruta por Sayago truncada por una avería

El relato de hoy está inacabado. Debería ser el de una preciosa ruta por Sayago, pero el final vino adelantado por una avería de una de las ebikes. De repente se rompió el motor y hubo que improvisar la logística para organizar la vuelta. Una pena, porque la estábamos disfrutando mucho de la ruta y de los paisajes, rodando por algunos parajes inéditos para nosotros y con el agua rebosando por todos lados.


Habíamos quedado a las 9 con las bicis ya cargadas en los coches. No teníamos claro qué ruta íbamos a hacer porque contábamos con dos alternativas con algo en común, ambas transcurrían por Sayago. Una partía de Sobradillo de Palomares y la otra de Moral de Sayago. Ya todos juntos decidimos que la de Moral y hacia allí salimos.

Eso sí, había un inconveniente... El día amaneció con niebla, además cerrada. Pensábamos que, quizás, al alejarnos de Zamora levantara, pero no fue así, y cuando llegamos a Moral, allí también estaba instalada.

Paramos junto al frontón y, tras preparar las bicis, partimos. Rodamos por un par de calles del pueblo y enseguida comenzamos a pisar el camino por el que hemos pasado (en sentido contrario) cuando hemos hecho la Mirandesa. Pronto hicimos una parada técnica para poner un sillín a la altura debida, pero en cinco minutos reanudamos la marcha.


A pesar de la niebla la zona era preciosa. Es más, con la niebla tenía un encanto especial. 


Tras poco más de un kilómetro desde la salida, el track nos indicaba que teníamos que girar hacia la izquierda para continuar por el GR-14. Pero antes vimos, justo al lado, un puente que ya conocíamos, pero que nos cautivó de nuevo, así que nos acercamos a verlo.


Volvimos esos metros atrás para retomar el track, y ya por el GR-14, en esta parte inédito para nosotros, continuamos disfrutando, porque a medida que avanzábamos íbamos encontrando rincones preciosos con el agua como protagonista. Rodábamos en paralelo a un riachuelo o rivera que avanzaba desbocado alimentado por las abundantes lluvias de los últimos días.


El camino transcurría entre vallas de piedras y serpenteando para seguir los caprichos del itinerario del riachuelo. Y a pesar de haber escogido Sayago por la bondades de sus caminos tras las lluvias, estábamos encontrando mucha agua en ellos.



Tras unos tres kilómetros desde la salida, llegamos a una pequeña presa que era imposible de atravesar en estos momentos, así que dimos un pequeño rodeo, salimos a la carretera que va a la presa de Villalcampo, rodamos por ella unos cientos de metros y la abandonamos para volver al camino e iniciar un ascenso largo y duro, complicado por su firme en mal estado. Tras la subida cruzamos de nuevo la carretera y entramos enseguida en otra zona muy bonita, repleta de encinas y monte bajo.


Después de una bajada bastante pronunciada llegamos a un valle que era un remanso de paz. Allí mismo volvimos a la izquierda para encontrarnos enseguida con otro precioso puente de piedras.




Tras pararnos a hacer algunas fotos subimos de nuevo a las bicis para comenzar allí mismo otro ascenso duro. Al terminar este fuimos conscientes de lo mal que íbamos de tiempo. Con tantos sitios bonitos y tantas paradas para disfrutarlos, llevábamos poco más de ocho kilómetros en casi una hora y media. 

Poco después salimos a un camino mucho mejor, ancho y de buen firme y allí comenzamos a rodar más alegres. También el sol quiso ya desembarazarse de la niebla y empezó, poco a poco, a teñirlo todo de color.


Estábamos ya cerca de Villadepera y por fin pudimos rodar rápido, y de este modo los kilómetros comenzaron avanzar a un ritmo más normal.


El camino terminó saliendo, frente a la piscina, a la carretera que lleva a esta localidad. Instantes después comienza un descenso que nos metió de lleno en el pueblo. Uno de los bíkers, originario de él, se sintió como en casa por unos minutos.


Casi en la parte más baja del pueblo nos desviamos la izquierda para seguir las indicaciones del GR-14. Poco después hubo que cruzar un regato. La mayoría optamos por no mojarnos los pies, bajarnos de la bici y pasar por unas piedras que había a un lado, pero no todos lo hicieron así...


Seguidamente tocó ascender para poco después realizar un descenso largo. Como el firme acompañaba avanzamos mucho en poco tiempo. Ya en la parte más baja cruzamos de nuevo un riachuelo o rivera y nos topamos con una nueva ascensión que culminaba en una zona con mucho barro pero con encanto.


No mucho después nos topamos con un ganadero. Por cortesía hablamos algo con él y le dijimos que nuestro siguiente destino era Villardiegua, que ya podíamos ver desde allí mismo, aunque aún estaba lejos. El hombre nos dijo que por donde íbamos era imposible y nosotros, a sabiendas de que estábamos siguiendo un track hecho por otros, le hicimos caso y tratamos de seguir las indicaciones que él nos dio. Un error.


En el camino  iban apareciendo bifurcaciones y dudábamos cuál coger. Se conoce que las que escogimos no eran las buenas, porque llegamos a una zona vallada que no tenía ninguna apertura. 

No nos quedó otra que dar media vuelta y empezar a deshacer el camino. En esas estábamos cuando de repente, sin previo aviso, a un bíker le dio la impresión de que, al dar una pedalada, se le había soltado la cadena. Miró y comprobó que la cadena estaba en su sitio así que enseguida se percató de lo que había sucedido: se le terminaba de romper el motor. 

Enseguida el grupo, como una piña, dijo que nos dábamos todos la vuelta. Recordamos que un bíker llevaba una cuerda de escalada en su mochila por si algún día fuera necesaria para remolcar a alguien, y ese día había llegado. Pasamos la cuerda por el sillín de la ebike que iba a ejercer de motriz y la llevamos hasta el manillar de la otra. 

Y así, tratando siempre de que la cuerda fuera estirada y con cuidado comenzamos a recorrer el camino hacia Villadepera. La idea era regresar a esta localidad, allí quedarse el averiado y otro, y el resto ir por carretera hasta Moral, traer al menos dos coches para así cargar las dos bicis que se quedaban en Villadepera, y ya regresar a Moral con un coche a recoger el otro vehículo.


Y así lo hicimos. Con el esfuerzo del que tiraba recorrimos los seis kilómetros que nos separaban de esa localidad. A pesar de la ayuda de su motor el esfuerzo lo notó en sus piernas porque el remolcado no podía ayudar en nada ya que sus pedales giraban locos. 

Finalmente se cumplieron todos los planes de la logística y a las 14.15 h lográbamos salir de Moral camino de Zamora. 

Una pena que esta ruta se viera truncada así, porque estaba siendo espectacular en todos los aspectos. Eso sí, esta queda pendiente, y en cuanto podamos, volveremos.

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