16 de febrero de 2021

Ribera del Arroyo de los Arroyos (Moral de Sayago)

El pasado Domingo  hicimos una ruta en bici que partió de Moral de Sayago. Los primeros kilómetros los hicimos con niebla y aún así lo que vimos nos encantó. Quedamos que a la primera de cambio volveríamos para disfrutar de esa zona caminando y así lo hemos hecho hoy. El recorrido que hemos realizado es sencillo y con múltiples paradas para admirar los innumerables bonitos rincones que hemos ido encontrando.

No madrugamos mucho porque no era necesario, así que a las 10,00 h partimos de Zamora camino de Moral de Sayago. Al llegar a esta localidad aparcamos junto al Ayuntamiento y desde allí partimos. Comenzamos a caminar dejando el frontón a nuestra izquierda, como a los cien metros giramos a la derecha y en la bifurcación que encontramos tomamos la opción de la izquierda. Allí mismo ya empezamos a ver señalización del GR-14 (un pequeño ramal para entrar al pueblo). 

Dejamos atrás las últimas viviendas y empezamos a encontrarnos fincas o cortinas insultantemente verdes, bordeadas de vallas hechas de piedra primorosamente colocada.



Poco después nos encontramos con la señalización del GR-14. El trazado sigue por nuestra izquierda, el verdadero trazado, porque, como decíamos, la señalización que va a hasta el pueblo es un pequeño ramal para quien quiera entrar en la localidad.

No nos metemos al camino que hacia donde indica la placa del GR-14, sino que avanzamos unos metros más para contemplar un puente que pasa por encima del Arroyo de los Arroyos.


Visto el puente volvemos sobre nuestros pasos los escasos metros que nos habíamos desviado del camino que debemos seguir.  Ya por este enseguida vemos un molino junto al arroyo. Lo llaman Molino del Puerto y está reconstruido. Es muy bonito.


Regresamos al camino y seguimos disfrutando  de todo lo que vemos alrededor porque no hay nada feo. De un lado vamos viendo el agua del arroyo, y del otro cortinas, arboledas y todo, absolutamente todo, con mucho verde adornándolo. En algunas ocasiones hasta las grandes rocas graníticas también se ponen su verde peluca de musgo para no desentonar del resto del paisaje.


En ese tramo encontramos más molinos, pero no en el mismo estado del primero. En todo momento seguimos las balizas del GR-14. No hay opción a equivocarse, porque siempre están en cualquier cruce, pero además en los caminos que no son correctos también hay una baliza con un aspa, para que no haya lugar a dudas.


Algo más adelante cruzamos el Arroyo de los Arroyos por otro puente. A partir de este punto continuaremos por su margen derecha.


Según vamos avanzando, cuando la vegetación lo permite, nos vamos encontrando con bonitas estampas. Las lluvias de las semanas anteriores hacen que haya agua por todas las partes, no solo en el cauce del arroyo, pero en este han hecho que discurra con mucha fuerza y da gusto contemplarlo.



Llega el momento de realizar un pequeño ascenso. Al alejarnos unas decenas de metros del arroyo cambia un poco el paisaje, menos árboles y más monte bajo. Al terminar el ascenso seguimos por un llano que está prácticamente pegado a la loma donde se iba a construir la central nuclear de Sayago.

Las indicaciones del GR-14 nos llevan poco después a descender de nuevo a pie de agua, en la llamada presa de Valcuebo. Allí nos encontramos con una serie de bloques que permiten poder cruzar el arroyo. La otra opción es dar un pequeño rodeo, llegar a la carretera, caminar por ella unos doscientos metros y volver de nuevo a enlazar con el GR-14.

Nos atrae la idea de cruzar por la presa, el problema es que las primeras piedras están cubiertas de agua y habría que mojarse hasta el tobillo o algo más. Vemos una opción metiéndonos entre dos árboles, pisar sobre una roca, de esta pasar a otra y ya enlazar con el primer bloque. Poco a poco lo hacemos todos y en poco tiempo estamos ya en la otra orilla.



Abandonamos la presa ascendiendo por un camino que bordea una loma. Al llegar a la carretera giramos a la izquierda y continuamos ascendiendo por un terreno en mal estado (piedras sueltas). Desde la parte más alta observamos el lecho del Arroyo de los Arroyos y también la presa.


Dejando atrás la ribera el paisaje cambia, no sólo porque nos alejamos del agua, sino también porque casi repentinamente el sol ha quedado cubierto por un batallón de nubes. Caminamos ahora por una zona con profusión de monte bajo y algunas encinas. El camino es cómodo, trazado casi en paralelo a la carretera, y ahora sí, avanzamos mucho más rápido, sin paradas porque no hay nada que llame la atención y por buen terreno.


Cuando volvemos a encontrarnos con una salida hacia la carretera tomamos el camino opuesto, es decir, a la izquierda. Vamos bordeando un encinar que justo en ese momento está podando una cuadrilla. Serpenteamos siguiendo el camino y continuamos por una senda que va entre fincas, más adelante salimos a otro camino y este nos lleva a otro de mayor importancia que nos aboca de nuevo a Moral.

Poco antes de llegar a una nave de ganado que podemos considerar el comienzo del pueblo, seguimos encontrando vistas que bien merecen una fotografía.



Llegamos a las primeras viviendas y nos dejamos guiar por la intuición, y no lo hace mal porque pronto vemos ya el frontón junto al que aparcamos. Poco antes nos damos de bruces con una casa muy, muy sayaguesa, toda de piedra, con un banco del mismo material delante y asentada sobre una gran masa granítica.


Ya junto a los coches vemos un cartel de un bar algo más adelante. Aunque tenemos bebidas en uno de los vehículos queremos hacer uso de nuestra máxima para estos casos: si podemos dejar un euro en el pueblo al que vayamos, lo dejamos. Pero está cerrado, así que nos montamos en los coches y nos dirigimos a Villadepera, donde una pareja del grupo tiene casa familiar donde poder tomar esas bebidas y hacer algo de comer a la brasa. 

Hacemos muy bien todos esos menesteres, comiendo y bebiendo al aire libre, pese a que el tiempo cada vez era peor. Teníamos idea de hacer otra ruta por la zona tras la comida, pero se desvaneció cuando comenzó a llover. La tarde se puso desapacible así que, en vez de caminar, dedicamos un buen rato a charlar amigablemente y a disfrutar de la compañía. Hay que amoldarse, no queda otra. 

Y así, cuando nos pareció, recogimos todo, limpiamos y para Zamora. No se cumplieron los planes previstos pero eso sí, hemos pasado un día estupendo.


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