6 de marzo de 2025

Tierra de Campos bajo la lluvia

La Tierra de Campos no es acogedora con nosotros. Lo entendemos perfectamente. Durante años no hemos rodado por sus caminos, nunca habíamos transitado por esta comarca y este año nos pareció oportuno conocerla desde la bici. En la primera ruta que hicimos por ella la protagonista fue la niebla y hoy, que hemos hecho la segunda, la lluvia lo deslució todo. Aún así, lo volveremos a intentar y a la tercera será la vencida y podremos disfrutarla como se merece.

Durante el fin de semana se preveían lluvias para el miércoles, pero ayer, martes, el pronóstico cambió y se pronosticaba que iba a haber sol y nubes. Eso tuvo un efecto inmediato: buscar una ruta para hacerla, como ya es nuestra costumbre, el miércoles. El lugar elegido fue la Tierra de Campos. 

Para llegar hasta ella quedamos a las 9.15 para partir dos coches con cuatro bikers y otras tantas bicis. Llegamos a Villalpando y aparcamos en el aparcamiento de la Posada de los Condestables, ya que íbamos a comer allí. Después de descargar las bicis y prepararnos pusimos nuestros GPS en marcha y comenzamos. 


Eso sí, no habíamos recorrido ni 300 m cuando hicimos la primera parada en la Plaza Mayor. Y es que había que cumplir la costumbre de tomar "el café de la salida". Lo hicimos en la Cafetería Silvia, donde ofrecen profesionalidad y un excelente café. 

Unos minutos después de las 10.30 h volvimos a coger nuestras bicis y ahora sí, nos pusimos a pedalear en serio. A escasos metros de la plaza nos encontramos con la preciosa cabecera de la iglesia de Santa María La Antigua, de estilo románico mudéjar (siglo XIII) y que, lamentablemente, se derrumbó en 1.933, quedando en pie solo esta parte y algunos muros. 


Salimos del pueblo por el llamado Camino de Villalobos. Poco después de dejar atrás las últimas edificaciones tuvimos que cruzar un puente sobre el río Valderaduey, el río más importante de la comarca.


El camino era una buena pista por la que se rodaba bien. La temperatura era estupenda, casi 10º, si bien la sensación era menor cuando nos daba el viento de frente. Lo que no nos ofrecía ninguna confianza era el cielo plomizo y amenazante de lluvia. 


Y las amenazas se hicieron realidad enseguida porque pronto comenzó a pintear pero eso no nos desanimó en absoluto y continuamos rodando al tiempo que íbamos charlando y poniéndonos al día de los viajes realizados por algunos de los presentes el fin de semana.

Como a unos siete kilómetros de Villalpando comenzamos a rodar muy cerca y en paralelo a la autovía A-6, muy cerca de Cerecinos de Campos. Bordeamos dos subidas a sendos pasos elevados y en la segunda nos encontramos con este bonito palomar ya en ruinas. También en esta zona se nos cruzaron decenas de conejos que se refugiaban en alguna de los cientos de madrigueras que había.


En esa zona ya pinteaba algo más que cuando había comenzado pero nosotros continuamos nuestro camino hacia Villalobos. Antes de llegar a esta localidad la lluvia comenzó a ser persistente y ya no era un simple goteo. 

Llegamos a Villalobos tras haber recorrido unos 13 km y pensamos que lo mejor sería buscar un bar y tomar un café a ver si escampaba. El único bar del pueblo estaba cerrada así que nos refugiamos bajo los soportales del Ayuntamiento. 


Desde al lado del Ayuntamiento podíamos ver la grandiosa iglesia de Santa Clara, aneja al Monasterio de la Asunción, de las monjas Clarisas (de clausura).


Sin embargo, más que a la iglesia mirábamos a los charcos con el deseo de dejar de ver gotas caer sobre ellos. Estuvimos en esta tesitura unos veinte minutos y, transcurridos estos, comprobamos que había dejado de llover. Enseguida nos subimos de nuevo a las bicis e iniciamos de nuevo la marcha. Al llegar a la iglesia giramos a la derecha y pasamos junto al monasterio citado, que cuenta con una bonita portada.


Seguimos recorriendo el pueblo y, antes de abandonarlo, pasamos junto a otra iglesia, la de San Pedro.


Salimos de esta localidad por la carretera de Vega de Villalobos, pero a escasos metros del pueblo la abandonamos para continuar por un camino que partía a nuestra izquierda. Como nos temíamos, la lluvia estaba tan reciente que la tierra nos había drenado y el camino tenía barrillo que enseguida comenzó a cubrir nuestras bicis y nuestra ropa. 


Prácticamente sin cambiar de dirección fuimos recorriendo kilómetros a muy buen ritmo, porque había que recuperar el tiempo perdido. Cruzamos la N-610 y continuamos de frente. Como íbamos rápidos no tardamos en acercarnos a Valdescorriel. Antes de entrar en el pueblo pudimos contemplar dos bonitos ejemplares de palomares, muy típicos de Tierra de Campos. 


Finalmente entramos en esa localidad. Como es pequeño enseguida llegamos a la iglesia, de la que destaca su torre mudéjar, con forma de tronco de pirámide. 


Lo que no falta en ningún pueblo de la comarca son las paredes de adobe que, en este caso fuimos encontrando a lo largo de nuestro recorrido por el pueblo.


Abandonamos Valdescorriel y nos dirigimos a la cercana localidad de San Miguel del Valle, separada tan solo por poco más de dos kilómetros que recorrimos en paralelo a la carretera ZA-513. 

Hicimos un recorrido muy rápido por el pueblo porque, de nuevo, había comenzado a llover. 


Salimos del mismo cruzando la citada carretera y tomando un camino para dirigirnos a Roales de Campos. En dicha carretera, a escasos metros de nosotros, vimos la señal indicadora de la Provincia de Valladolid, así que transitando por el camino que íbamos enseguida entramos en territorio vallisoletano.


Después de recorrer 1,5 km por ese camino llegamos a Roales de Campos, un pueblo que goza de una situación especial junto a Quintanilla del Molar. Y es que forman un enclave, en concreto el Enclave de Roales y Quintanilla, que es un territorio con una extensión de 37 km² que pertenece a la provincia de Valladolid pero que es como una isla rodeada por tierras de Zamora y de León.

Como siempre, hicimos un recorrido por su calle principal y dejamos el pueblo tomando una larga recta.


La primera parte de la misma fue un suave ascenso que se convirtió en duro por el fuerte viento frontal y por el barro que frenaba mucho las ruedas. A unos tres kilómetros de Roales de Campos dejamos el Enclave de Roales y Quintanilla y volvimos a la provincia de Zamora. 


La enorme recta tiene unos 8 km y se nos hizo algo pesada por el citado viento, porque más de una vez temimos que el barro comenzara a pegarse en nuestras ruedas y porque seguía lloviendo. 

Llegamos a Villanueva del Campo. Las altas torres de una de sus iglesias nos hicieron saber, precisamente por su altura, que se ubican en una localidad importante.


Y no solo nos habla de su importancia la altura de la torre, sino el número de iglesias. Nosotros vimos tres. La primera, la de El Salvador, la más grande y, por ello, la parroquia del pueblo.


Después de pasar junto a esta, continuamos haciendo un tour por el pueblo y así rodamos junto a la Plaza Mayor. 


Siguiendo recto llegamos a una ermita, la del Cristo de la Vera Cruz, que alberga al patrón de la localidad. 


La tercera fue la iglesia de Santo Tomás Apostol, que posee una gran torre (tan alta que no nos entró en la foto), con dos cuerpos de sillares de piedra y el resto de ladrillo.


Nos alejamos de esta localidad por un camino que discurre en paralelo al arroyo Valdehunco, por la izquierda, y a la carretera que la une con Villalpando, por la derecha.


Poco después de dejar atrás Villanueva del Campo dejó de llover y lo agradecimos porque por din dejaba de molestarnos y porque cambió la luz.

El paisaje en esta zona es diferente al que habíamos visto hasta ese momento, las grandes extensiones de cereales ocupando grandes llanueras dieron paso a propiedades más pequeñas en un terreno con pequeñas ondulaciones y con algunas zonas de arbolado. 




Hubo algún momento en el que el camino casi se perdía al estar cubierto casi en su totalidad por hierba, pero tras esos tramos volvían a aparecer las roderas. En cualquier caso, se rodaba bien por él. 


Después de unos nueve kilómetros, que hicimos rápidos porque había cierta tendencia descendente y no nos daba el viento de cara, llegamos a la pequeña localidad de Prado. Tras cruzar la carretera que va a Villalpando, nos dieron la bienvenida al pueblo algunas bodegas. Pocos metros más adelante llegamos a la iglesia, afeada porque en la parte delantera hay un frontón que, salvo la torre, la cubre casi por completo. Atravesamos la plaza y giramos hacia la izquierda. Enseguida salimos del pueblo.


El camino seguía en paralelo a la carretera ZA-512, solo que ahora la dejamos a nuestra izquierda. Tras recorrer una recta de casi dos kilómetros pasamos junto a la localidad de Quintanilla del Olmo, hicimos un par de cambios de dirección y enfilamos otra recta. Al fondo de la misma ya divisábamos Villalpando perfectamente. 


Aunque pensábamos que esa recta nos llevaría a nuestro destino tuvimos que hacer un giro de noventa grados a la derecha porque el camino se terminaba unos cientos de metros después. Ese cambio de dirección nos llevó hasta otra recta con una pequeña elevación al fondo.


Antes de llegar a esa giramos de nuevo, esta vez a la izquierda, y ahora sí, encaramos hacia Villalpando por otra larga recta muy propia de Tierra de Campos. 


Unos cuatro kilómetros más adelante, que recorrimos muy rápido porque era de suave descenso, enlazamos con el camino que nos había alejado de Villalpando unas horas antes. Volvimos a pasar por el puente bajo el que discurre el Valderaduey y poco más adelante aparecieron las primeras edificaciones. Como traíamos bastante barro en las bicis nos acercamos a la gasolinera a lavarlas. Poco después entramos al centro de la localidad atravesando el Arco de Santiago. Villalpando estuvo amurallada y esta era una de sus cuatro entradas. Dicho arco estaba flanqueado por dos torres, aunque solo se conserva una.



Una vez "intramuros"  nos dirigimos a la plaza para tomar una cerveza. Recalamos de nuevo en la cafetería Silvia. Por cierto, la plaza ya lucía todo lo bonita que es (por la mañana, cuando pasamos por ella había mercadillo y varias furgonetas y puestos ocupaban parte de su espacio).


Tardamos poco en tomarla porque ya casi eran las 14.30 h. Desde allí nos dirigimos al aparcamiento donde teníamos los coches. Enseguida cargamos las bicis, nos aseamos y nos cambiamos para acudir presentables a la comida en la Posada Los Condestables, donde volvimos a estar muy a gusto. 



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