26 de febrero de 2025

Por el erial de la Sierra de la Culebra

El verano de 2022 fue trágico para la Sierra de la Culebra. Se quemaron más de 30.000 hectáreas de su superficie, la mayoría de pinares. Nunca imaginamos que las consecuencias serían tan graves. Se ha talado la totalidad de los pinos y las verdes laderas de antaño se han convertido ahora en auténticos eriales.

Cuando planificamos esta ruta establecimos la salida en Tábara, por lo que con partir de Zamora sobre las 9.30 h nos pareció suficiente y así lo hicimos. Nos desplazamos en dos coches los cuatro bikers participantes. Al llegar a esa localidad descargamos, preparamos todo y nos tomamos un café en el Bar-Asador Las Cumbres, donde ya dejamos reservado para comer a nuestro regreso.

Entre unas cosas y otras comenzamos a rodar casi a las 10.30 h. Ciclamos por algunas calles del pueblo, llenas de recuerdos para dos de los ciclistas porque disfrutaron de muchos veranos de su infancia correteando por ellas, y dejamos atrás las últimas viviendas al continuar por un camino que nos llevó hasta el llamado Monte Las Fuentes. 



Seguidamente cambiamos de dirección varias veces y terminamos en la carretera local que une Tábara con Escober. El asfalto nos estaba esperando para ascender un puertecito que se nos atragantó un poco porque aún estábamos fríos y no solo por la temperatura, de unos 2º, sino porque llevábamos poco sobre la bici.


Después de un kilómetro por esta carreterita nos desviamos ligeramente a la izquierda para comenzar una bajada que nos llevó hasta la entrada de Escober de Tábara. 


Hicimos, como es tradición, un pequeño recorrido por el pueblo, ascendimos hasta la iglesia, de poco valor artístico, y volvimos a la parte baja de la localidad para encarar hacia la salida.


Nada más abandonar Escober cruzamos por un puente el arroyo de Moratones y continuamos por la izquierda, por un camino asfaltado, unos cientos de metros. 



Seguidamente nos desviamos a la izquierda para volver a rodar por tierra. En los cuatro kilómetros que separan Escober de San Martín de Tábara nos encontramos con varias subidas consecutivas y alguna bajada. 


En el trayecto pudimos ver aún los estragos causados por el incendio de 2022. En esta zona el monte bajo ya cubre el suelo pero encontramos a nuestro paso muchos árboles pequeños calcinados.


Un último descenso nos llevó hasta la entrada de San Martín de Tábara. Ya en sus calles vimos la iglesia y ascendimos hacia ella. Tampoco esta cuenta tiene valor artístico o histórico.


Lo que sí encontramos por sus calles son muchas edificaciones con muros de piedra colocada con primor a pesar de ser piezas de pequeño tamaño.



Al terminar el pueblo giramos noventa grados a la derecha y unos cientos de metros después hacia el lado opuesto. Entramos en un camino ascendente en su primera mitad, trazado en paralelo a la carretera, la ZA-902. 


Tras una bajada llegamos a dicha carretera y nos unimos a ella girando hacia la derecha. Poco después llegamos a un cruce, donde continuamos con dirección a Ferreruela (la opción de la derecha).


Por delante teníamos unos cuatro kilómetros por el asfalto pero con escasísimo tráfico. Poco después de coger el desvío pudimos observar en las cunetas evidencias del incendio como las balizas dobladas por el calor del fuego.


Y las evidencias continuaron a ambos lados de la carretera.


El tramo asfaltado fue una ascenso continuo, eso sí, llevadero. Finalmente, poco antes de entrar en Ferreruela, nos desviamos a la derecha y poco después a la izquierda, de este modo nos internamos en esta localidad por un camino aunque, eso sí, terminó desembocando de nuevo en la carretera. 


Desde la plaza fuimos hacia la iglesia. Al llegar a ella nos tentó la escalera que subía al campanario, así que uno de nosotros subió con la cámara y pudo hacer unas fotos del pueblo desde una perspectiva distinta.



Salimos de la localidad en paralelo a la vía del tren. Recorrimos unos tres kilómetros de sutil ascensión. 


Seguidamente hicimos un giro a la izquierda para pasar bajo esa vía por un pequeño túnel y comenzamos un suave descenso. El camino era realmente una pista ancha, pero la abandonamos porque nuestro track nos decía que debíamos girar a la derecha para continuar por un sendero apenas perceptible, de hecho, un tramo había sido arado y no se había respetado el paso. Poco después terminamos de nuevo en la pista que habíamos dejado minutos antes, pero unos cientos de metros más adelante.


Los kilómetros que nos separaban de Abejera, menos de cuatro, los hicimos bastante rápidos porque se rodaba muy bien. Aunque ya habíamos estado por la zona varias veces este camino era nuevo para nosotros. Todo parece indicar que ha sido hecho a raíz de la concentración parcelaria, que se terminó de realizar hace poco más de un año, a pesar de haberse iniciado 30 años antes. 


Un poco antes de entrar en la localidad nos topamos con una ermita, la del Bendito Cristo de la Vera Cruz. 


En su fachada lateral pudimos ver una placa en la que ponía: "Ermita del Bendito Cristo de la Vera Cruz. Plegaria. Por mucha prisa que tenga/cuando pase por aquí/no olvidaré Jesús mío/que en la cruz estás por mí."


Y también en la fachada principal hay otra placa. En esta se informa de que esta ermita ocupa el lugar de otra anterior y que fue construida entre 1951 y 1954 por los vecinos del pueblo y sufragada por las aportaciones de los mismos. 


Poco después entramos en Abejera. Hicimos un buen recorrido por varias de sus calles y continuamos ascendiendo hacia la salida de la localidad. 


Poco antes, tras una cerca de piedra, nos topamos con un grupo de ocas a las que le rompimos su momento de paz y se alborotaron algo. 


Unos cientos de metros más adelante pasamos junto a las escuelas. Continuamos recto y terminamos en el Apeadero de Abejera. 


Para pasar al otro lado de las vías no nos quedó otra que cagar con la bici en la mano (también se puede pasar saliendo de Abejera por la carretera y después pasar por un túnel bajo las vías).


Para continuar con la tendencia del día, ascendimos de nuevo, esta vez a lo largo de un kilómetro con rampas importantes, algún tramo de entre el 14 y el 16%.


Pero como todo lo que sube, baja, poco tiempo después estábamos descendiendo hacia el valle. 


Un poquito antes de terminar el descenso hicimos una parada para poder contemplar los corrales o apariciones. 


Según se explica en un cartel informativo: "Son construcciones emblemáticas de la Sierra de La Culebra utilizadas por los pastores para proteger al ganado de las inclemencias climáticas y del ataque del lobo. Se construían en terrenos comunales al pie de la sierra hasta mediados del siglo XX formando grupos o majadas. El municipio de Riofrío de Aliste llegó a tener 172 corrales repartidos en 16 majadas."


De nuevo sobre la bici descendimos unos metros más, terminando esta bajada al llegar a la carretera, la cruzamos y seguimos viendo más corrales, tanto las anteriores como estos pertenecían a la misma majada.


El camino que llevábamos era una estupenda pista. Rodamos por ella como cuatro kilómetros prácticamente rectos para acercarnos a la ladera de la sierra que teníamos en frente. En el trayecto levantamos expectación.


Cuando estábamos ya cerca de la ladera comenzamos a ver las zonas, donde, hasta antes del incendio había pinos, pobladas de algo de monte bajo pero ni rastro ya de los árboles, que han sido talados y extraídos durante los dos años posteriores a la gran catástrofe.


Comenzamos a ascender haciendo una curva muy abierta hacia la izquierda que después trazamos hacia el lado contrario. Subimos unos tres kilómetros pero cómodamente porque la ascensión era bastante tendida. 


Poco antes de terminar esa primera parte de la subida nos encontramos con un pino que han dejado de recuerdo porque es el único que vimos por toda la zona.


Enseguida llegamos a un tramo llano En él hicimos una parada para contemplar las vistas mejor y para hacernos una foto de grupo. 


Miramos hacia donde iba nuestro camino y nos dimos cuenta que dos edificaciones que veíamos más adelante, en el valle, era El Casal. Se nos cayó el alma a los pies porque recordábamos esa zona como una gran masa verde formada por las copas de los pinos que lo rodeaban todo. Sin embargo, ahora solo veíamos un valle y unas laderas desnudas, sin siquiera monte bajo que le dé un toque de vida. En estos momentos es un erial. Esperamos que la repoblación con especies autóctonas comience pronto.


Descendimos hacia el valle donde se encuentra El Casal, lo bordeamos y en el interior del recinto, como si de un oasis se tratara, deambulaban varios burros que nos observaron con atención. 


Enseguida, tras un ligero desvío a la derecha, comenzó la segunda parte del ascenso. Fueron como dos kilómetros también de subida cómoda que nos llevaron hasta los 1000 m de altitud.


Poco antes de terminar el ascenso se nos cruzó un grupo de seis corzos que, aunque de forma borrosa, pudimos captar con la cámara. 


Desde la cumbre de nuestra subida las vistas eran espectaculares, al tiempo que desoladoras. 


Llegó el momento de rentabilizar las subidas realizadas durante toda la mañana y comenzamos a descender. Y lo hicimos por varios tramos similares compuestos de una larga recta terminada en una curva que empalmaba con otra recta.


A ambos lados de la pista seguíamos encontrando tocones de los pinos talados y muy poco monte bajo.


Un poco más adelante estaban, como mudos testigos, los pequeños árboles que ni siquiera merecieron ser talados esperando que un viento fuerte, ya secos como están, los rompa y los tumbe.


Al no haber pinos cubriéndolo todo se tiene mucha visibilidad a ambos lados del camino y pudimos ver otro grupo de siete corzos que venía desde nuestra izquierda hacia el camino. Los primeros cruzaron muy cerca de nosotros.


Y los que iban un poco más rezagados lo hicieron unos metros por delante. En cualquier caso nos encantó verlos tan cerca. 


Continuamos descendiendo varios kilómetros más (en total, desde el punto más alto al que llegamos recorrimos unos diez kilómetros, la mayoría bajando).


Finalmente llegamos al paraje llamado La Folguera, donde volvimos a ver árboles y zonas verdes, aquello nos pareció un vergel. 


Desde la Folguera fuimos hacia Tábara, primero bajamos una pequeña cuesta para después iniciar una subida que nos llevó hasta las primeras casas del barrio de San Lorenzo.


Desde allí continuamos recto hasta llegar a la Plaza Mayor, desde donde pudimos contemplar la bonita torre de la iglesia de Santa María.


Bordeamos dicha plaza, pasamos junto a la iglesia de Nª Sª de la Asunción y giramos para dirigirnos al punto desde donde habíamos iniciado la ruta. 


Al llegar a ese, cargamos las bicis, nos aseamos un poco y nos tomamos una cerveza en la terraza del Bar-Asador Las Cumbres. Se estaba allí de maravilla. Una vez recuperados los líquidos perdidos pasamos al comedor porque comimos allí mismo, aunque volvimos a la terraza para tomar el café. En conjunto fue un día perfecto porque la ruta nos encantó, la mañana no pudo estar mejor, soleada y con 14º al final del trayecto, y porque estuvimos comiendo muy a gusto. Después de tomar el café regresamos a Zamora.




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