Zamora es una provincia variopinta, incluso el alfoz de la capital también lo es. Hoy lo hemos podido comprobar porque basta alejarse poco más de 15 km (en línea recta) para encontrarse con un paisaje totalmente diferente a lo que podemos ver en los alrededores de la ciudad: montículos, encinas, pinos, caminos arenosos... ¡Y hasta un palacio!
Con exquisita puntualidad nos presentamos a las 9.30 h en el lugar de costumbre los seis bikers que habíamos confirmado nuestra participación en la ruta de hoy. Nada más salir de nuestras respectivas casas a todos nos sorprendió la temperatura porque había 8º, cuando en días anteriores había estado bastante más baja.
Comenzamos a rodar con dirección al carril bici que bordea el río Duero, eso nos permitió comprobar que su nivel sigue siendo alto y disfrutar de buenas vistas. El sol trataba de abrirse paso entre las nubes que mayoritariamente cubrían el cielo.
A medida que se va avanzando por dicho camino este se va separando del trazado férreo para dirigirse hacia la localidad de Coreses. Los ocho kilómetros que recorrimos por esa larga recta no tienen mayor protagonismo porque transcurrieron sin novedad, rodando a buen ritmo, ya que el terreno es completamente llano y que el viento nos iba empujando levemente.
Poco después de entrar en el pueblo nos desviamos a la derecha y continuamos en paralelo al Canal Toro-Zamora. Más adelante debíamos seguir recto pero una cadena impedía el paso. Tuvimos que buscar alternativa y pronto la encontramos. Finalmente, abandonamos la localidad por un camino ascendente.
Este segundo tramo fue de casi cuatro kilómetros. En el transcurso de ellos dejamos a nuestra derecha la localidad de Fresno de la Ribera y a nuestra izquierda, una vez más, el recuerdo de ese amigo que cada Domingo viene con nosotros aunque ya no esté, porque su "chollo" estaba a ese lado.
Un último ascenso por este camino nos llevó hasta un granja. Allí debíamos tomar un camino hacia la izquierda pero enseguida nos encontramos con una cancela. Vimos en el mapa que, poco más atrás había un camino que, tras unos cientos de metros, se reencontraba con el track. Nos dirigimos hacia él, lo tomamos y, efectivamente, poco después estábamos rodando perfectamente sobre el recorrido previsto. Llegamos a un gran parque solar que rodeamos. Después había una viña de generosas dimensiones, hacia la mitad de esta debía haber un camino, pero no existía.
Seguimos adelante porque, de nuevo en el mapa, encontramos una solución. Debíamos bordear la viña y volveríamos a encontrarnos con el track, y así fue.
Realizamos una curva muy abierta (un semicírculo) y nos desviamos a la derecha para sumergirnos en un paraje distinto, singular y que nada tiene que ver con lo que hay a su alrededor: Monte la Reina.
Justo antes de adentrarnos en esta zona dejamos a nuestra derecha una máquina inmensa encargada de extraer la remolacha de la tierra. La pena fue no verla trabajar ya que justo en ese momento estaba parada.
Monte la Reina nos recibió con una subida tendida por un camino arenoso por el que se rodaba bien salvo donde hay alguna vaguada porque se acumula la arena arrastrada por el agua de las lluvias y forma verdaderos bancales
Ahora la zona está cubierta de encinas, pinos y jara, fundamentalmente. También podemos dar fe de que alberga fauna propia de la zona porque vimos decenas de encinas con el terreno de alrededor hocicado por jabalíes y también vimos muchas huellas de corzos o ciervos.
Después de culminar esa primera subida tendida hubo una pequeña bajada seguida de un rampa inclinadísima, en torno al 16% de ascensión, y con un firme sobre el que era difícil traccionar.
En realidad no se trata de un castillo, sino de un palacio neogótico, construido en el siglo XIX por el I Conde de Villapadierna. Actualmente, esa viña, otras, el palacio (hotel rural), la bodega anexa, el restaurante y otras tierras de cultivo, pertenecen a la familia Inaraja, poseedora de esta finca de 1.400 hectáreas desde 1983.
Después de culminar la subida pudimos disfrutar de la merecida bajada y, por fin, fue más larga que el ascenso, en concreto de casi un kilómetro.
Tras el descenso apareció otra ascensión, eso sí, más tendida que la anterior y de casi un kilómetro. Al final de la misma había una guinda, un tramo muy inclinado y con mal firme que costó mucho subir.
Una vez superado ese tramo comenzó una bajada que, enseguida, nos permitió ver un enorme viñedo que hay por delante del llamado Castillo de Monte la Reina.
Al llegar al palacio, pasamos por delante y continuamos bordeando un bonito olivar y la parte de atrás del restaurante y la bodega.
Descendimos por la cuesta adoquinada que da acceso al complejo enoturístico y cruzamos bajo el arco metálico que marca la entrada al recinto.
Continuamos por el mismo camino y pronto pasamos junto a un gran campo de cultivo. Enseguida supimos que se había cultivado allí porque a lo largo del borde del terreno había muchas zanahorias, desechadas no sabemos por qué.
Terminado esta tierra pasamos junto a una laguna, lo suyo habría sido bordearla y seguir recto, porque allí se encontraba el camino que debíamos tomar después, pero esa posibilidad no existía y continuamos por el que íbamos.
Nos incorporamos a la carretera hacia la izquierda y seguimos por su arcén como un kilómetro y medio. Tras este tramo giramos a la derecha para seguir de nuevo por un camino.
Aprovechamos el paso por el puente para que, quien quisiera, comiera algo, si bien también aprovechamos para vigilar, de nuevo, el nivel de las aguas del río :)
Bordeamos esta localidad y continuamos por el GR-14. Nos parecía que el tramo hasta Villaralbo iba a ser coser y cantar pero nos encontramos con uno de nuestros mayores enemigos: el viento.
Aunque no era muy fuerte, soplaba lo suficiente como para hacernos daño desgastándonos poquito a poco porque cada pedalada cuesta un pequeño esfuerzo más. Para evitarlo en la medida de lo posible comenzamos a rodar en fila.
Ya en la otra orilla dejamos a las bicis que nos condujeran hasta donde quisieran y no sabemos, si por costumbre o porque tenían interiorizado todo el recorrido a realizar, pero el caso es que nos dejaron a la puerta del Bar CD, y claro, ya de estar allí, qué menos que tomar una cerveza juntos. Y eso hicimos :)
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