9 de febrero de 2025

Incursión en Monte la Reina

Zamora es una provincia variopinta, incluso el alfoz de la capital también lo es. Hoy lo hemos podido comprobar porque basta alejarse poco más de 15 km (en línea recta) para encontrarse con un paisaje totalmente diferente a lo que podemos ver en los alrededores de la ciudad: montículos, encinas, pinos, caminos arenosos... ¡Y hasta un palacio!

Con exquisita puntualidad nos presentamos a las 9.30 h en el lugar de costumbre los seis bikers que habíamos confirmado nuestra participación en la ruta de hoy. Nada más salir de nuestras respectivas casas a todos nos sorprendió la temperatura porque había 8º, cuando en días anteriores había estado bastante más baja. 

Comenzamos a rodar con dirección al carril bici que bordea el río Duero, eso nos permitió comprobar que su nivel sigue siendo alto y disfrutar de buenas vistas. El sol trataba de abrirse paso entre las nubes que mayoritariamente cubrían el cielo.


Como dicho carril bici sigue también el cauce del río Valderaduey, una vez que este se ha entregado al Duero, al llegar al puente que pasa por encima también comprobamos su nivel, que igualmente era alto.


Cruzamos la N-122 y continuamos de frente, pasamos por el viaducto elevado bajo el que están las vías del AVE y, nada más descender, hicimos un giro de 180º para tomar un camino que va paralelo a dichas vías.

A medida que se va avanzando por dicho camino este se va separando del trazado férreo para dirigirse hacia la localidad de Coreses. Los ocho kilómetros que recorrimos por esa larga recta no tienen mayor protagonismo porque transcurrieron sin novedad, rodando a buen ritmo, ya que el terreno es completamente llano y que el viento nos iba empujando levemente.

Poco después de entrar en el pueblo nos desviamos a la derecha y continuamos en paralelo al Canal Toro-Zamora. Más adelante debíamos seguir recto pero una cadena impedía el paso. Tuvimos que buscar alternativa y pronto la encontramos. Finalmente, abandonamos la localidad por un camino ascendente.


Después de esa primera subida se fueron encadenando algunas más ya que íbamos atravesando una zona con muchos tesos, muy propios de este territorio. También hubo sus correspondientes bajadas, pero están eran menores y en el cómputo final ascendimos más que bajamos. Eso sí, estaba permitido mirar a los lados y disfrutar de las vistas.




El primer tramo de sube y bajas después de Coreses se prolongó a lo largo de algo más de cuatro kilómetros. Tras ellos, descendimos, giramos a la derecha, enseguida al lado contrario y comenzamos a rodar por otro camino paralelo a la vía del AVE. 


Eso sí, la tónica seguía siendo la misma, ascensos largos y pequeñas bajadas. Terminaba uno y comenzaba otro...



Este segundo tramo fue de casi cuatro kilómetros. En el transcurso de ellos dejamos a nuestra derecha la localidad de Fresno de la Ribera y a nuestra izquierda, una vez más, el recuerdo de ese amigo que cada Domingo viene con nosotros aunque ya no esté, porque su "chollo" estaba a ese lado.

Un último ascenso por este camino nos llevó hasta un granja. Allí debíamos tomar un camino hacia la izquierda pero enseguida nos encontramos con una cancela. Vimos en el mapa que, poco más atrás había un camino que, tras unos cientos de metros, se reencontraba con el track. Nos dirigimos hacia él, lo tomamos y, efectivamente, poco después estábamos rodando perfectamente sobre el recorrido previsto. Llegamos a un gran parque solar que rodeamos. Después había una viña de generosas dimensiones, hacia la mitad de esta debía haber un camino, pero no existía. 


Seguimos adelante porque, de nuevo en el mapa, encontramos una solución. Debíamos bordear la viña y volveríamos a encontrarnos con el track, y así fue.



Realizamos una curva muy abierta (un semicírculo) y nos desviamos a la derecha para sumergirnos en un paraje distinto, singular  y que nada tiene que ver con lo que hay a su alrededor: Monte la Reina.

Justo antes de adentrarnos en esta zona dejamos a nuestra derecha una máquina inmensa encargada de extraer la remolacha de la tierra. La pena fue no verla trabajar ya que justo en ese momento estaba parada. 


Monte la Reina nos recibió con una subida tendida por un camino arenoso por el que se rodaba bien salvo donde hay alguna vaguada porque se acumula la arena arrastrada por el agua de las lluvias y forma verdaderos bancales


Monte la Reina debe su nombre a una concesión real del S.XI por la que la Corona de Castilla otorgó al pueblo de Toro el privilegio de la explotación del Monte en agradecimiento a su fidelidad y apoyo.

Ahora la zona está cubierta de encinas, pinos y jara, fundamentalmente. También podemos dar fe de que alberga fauna propia de la zona porque vimos decenas de encinas con el terreno de alrededor hocicado por jabalíes y también vimos muchas huellas de corzos o ciervos. 

Después de culminar esa primera subida tendida hubo una pequeña bajada seguida de un rampa inclinadísima, en torno al 16% de ascensión, y con un firme sobre el que era difícil traccionar. 


Después de culminar la subida pudimos disfrutar de la merecida bajada y, por fin, fue más larga que el ascenso, en concreto de casi un kilómetro. 

Tras el descenso apareció otra ascensión, eso sí, más tendida que la anterior y de casi un kilómetro. Al final de la misma había una guinda, un tramo muy inclinado y con mal firme que costó mucho subir.


Una vez superado ese tramo comenzó una bajada que, enseguida, nos permitió ver un enorme viñedo que hay por delante del llamado Castillo de Monte la Reina. 


En realidad no se trata de un castillo, sino de un palacio neogótico, construido en el siglo XIX por el I Conde de Villapadierna. Actualmente, esa viña, otras, el palacio (hotel rural), la bodega anexa, el restaurante y otras tierras de cultivo, pertenecen a la familia Inaraja, poseedora de esta finca de 1.400 hectáreas desde 1983.

Al llegar al palacio, pasamos por delante y continuamos bordeando un bonito olivar y la parte de atrás del restaurante y la bodega.


Descendimos por la cuesta adoquinada que da acceso al complejo enoturístico y cruzamos bajo el arco metálico que marca la entrada al recinto.  



Nada más cruzar este pasamos por un túnel bajo la vía férrea tradicional y enseguida sobre la vía del AVE por un viaducto. Al descender de este hicimos un giro de 180º y continuamos por un camino. Enseguida pasamos junto a  instalaciones del Canal Toro-Zamora.


Continuamos por el mismo camino y pronto pasamos junto a un gran campo de cultivo. Enseguida supimos que se había cultivado allí porque a lo largo del borde del terreno había muchas zanahorias, desechadas no sabemos por qué.



Terminado esta tierra pasamos junto a una laguna, lo suyo habría sido bordearla y seguir recto, porque allí se encontraba el camino que debíamos tomar después, pero esa posibilidad no existía y continuamos por el que íbamos.


Este nos llevó hasta una gran gravera. Pasamos por sus instalaciones y salimos por su entrada/salida (no está cerrada) a la N-122.


Nos incorporamos a la carretera hacia la izquierda y seguimos por su arcén como un kilómetro y medio. Tras este tramo giramos a la derecha para seguir de nuevo por un camino.


Otro kilómetro y medio después, y tras un par de cambios de dirección, llegamos a la carretera que une la N-122 y la ZA-P-1022 y que alberga el único puente que hay sobre el Duero desde Zamora hasta Toro.

Aprovechamos el paso por el puente para que, quien quisiera, comiera algo, si bien también aprovechamos para vigilar, de nuevo, el nivel de las aguas del río :)



Tras el mini descanso nos volvimos a subir a las bicis y continuamos por la carretera dirección Villalazán. Recorrimos por ella algo menos de tres kilómetros, al comienzo de suave ascenso y después llano o de pequeño descenso. Pasamos junto a las instalaciones de la Granja Florencia y poco después nos desviamos a la izquierda para seguir por un camino que va en paralelo al Canal San José a lo largo de casi dos kilómetros (este camino no debe cogerse en verano u otoño porque en esa época hay muchos abrojos).


Después de separarnos del canal seguimos recto unos cientos de metros más y giramos a la derecha. No tardamos en realizar un giro al lado contrario, dejando la localidad de Villalazán a nuestra diestra. Ascendimos y al terminar la subida nos unimos a otro camino, el GR-14, hacia la derecha, por el que fuimos bajando el kilómetro y medio que nos separaba de Madridanos.


Bordeamos esta localidad y continuamos por el GR-14. Nos parecía que el tramo hasta Villaralbo iba a ser coser y cantar pero nos encontramos con uno de nuestros mayores enemigos: el viento.


Aunque no era muy fuerte, soplaba lo suficiente como para hacernos daño desgastándonos poquito a poco porque cada pedalada cuesta un pequeño esfuerzo más. Para evitarlo en la medida de lo posible comenzamos a rodar en fila.


Con esfuerzo íbamos rodando entre 20 y 23 km/h pero los diez kilómetros que separan Madridanos de Villaralbo se nos hicieron un poco largos. Al llegar a esta localidad no entramos a su núcleo, sino que lo bordeamos yendo a parar al lado del río. Sin duda, una nueva oportunidad para vigilar su nivel.


Enseguida pasamos junto a las instalaciones de la Central Hidráulica de Villaralbo y continuamos en paralelo al Duero por el camino asfaltado que va hacia Zamora, si bien pronto lo dejamos para proseguir por el llamado Camino de San Miguel que nos puso, pese al viento, junto al Puente de Cardenal Cisneros en un plis plas. Ascendimos por las escalerillas y cruzamos dicho puente, volviendo a calibrar el nivel del Duero una vez más.



Ya en la otra orilla dejamos a las bicis que nos condujeran hasta donde quisieran y no sabemos, si por costumbre o porque tenían interiorizado todo el recorrido a realizar, pero el caso es que nos dejaron a la puerta del Bar CD, y claro, ya de estar allí, qué menos que tomar una cerveza juntos. Y eso hicimos :)




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