Cuando planificamos la ruta desde Quintanar de la Sierra a las Lagunas de Neila ni se nos pasó por la imaginación que la nieve pudiera hacerse con el protagonismo del recorrido, pero así fue, la encontramos y, unida al espléndido día que hacía y al paisaje, la disfrutamos mucho.
Si bien teníamos planificados hacer poco más de 40 km, decidimos salir a la hora que lo hacemos todos los Domingos, a las 9.30 h. Y así lo hicimos. Partimos del Hotel Casa Ramón III con frío, 0º y una gran helada, pero con la inestimable ayuda del sol, que reinaba en un día espléndido de un azul radiante. Desde allí fuimos hacia el pueblo porque teníamos que tomar la llamada Carretera las Lagunas. Nada más cogerla, y pasando aún junto a viviendas del pueblo, ya estábamos ascendiendo, es decir, no hubo tiempo ni para calentar.
Por delante teníamos más de trece kilómetros de subida, en algunos casos con porcentajes del 11 y el 12%, pero también con tramos más suaves y con alguno llano que permitía cierto descanso.
Después de unirnos a la carretera que suelen utilizar los vehículos para subir a las lagunas comenzaron las rampas más duras. Enseguida llegamos al Mirador de San Francisco, donde paramos unos minutos para contemplar unas impresionantes vistas.
Volvimos a las bicis y, poco después, vimos que en una zona sombría había un tramo con nieve. Como también nos había pasado el día anterior subiendo a Tazaplata no le dimos más importancia.
Donde daba el sol no había problema, ...con la nieve, pero sí con la empinada cuesta.
El problema surgía donde había zonas en las que el agua del deshielo se había congelado y esas resbalaban muchísimo. Tanto que uno de los nuestros se dio un buen zarpazo yendo con la bici en la mano y los demás dimos varios resbalones. Por precaución continuamos ascendiendo tirando de las bicis.
Pero después de una curva entramos en una zona con menos nieve, aunque más peligrosa por las placas de hielo que apenas se distinguían, y eso nos permitió albergar la esperanza de que íbamos a conseguir llegar a las lagunas.
Allí pudimos volver a subirnos a las bicis y eso ya nos dio alas. Comprobamos que rodando por la nieve no íbamos mal y así lo hicimos.
Pasamos junto al aparcamiento, cruzamos al otro lado de la valla que impide el paso de vehículos y allí nos encontramos un camino totalmente cubierto de nieve pero por el que se rodaba bien.
Al llegar al mirador Sierra de la Demanda hicimos una parada para contemplar las vistas. Al fondo del valle pudimos ver la Laguna de la Cascada.
Después de hacer unas fotos y de disfrutar de las vistas, nos volvimos a subir en la bici y continuamos gozando de ese regalo inesperado que habíamos encontrado por azar, además, el día no podía estar más bonito, ni una nube, un sol radiante y una temperatura muy agradable.
Recorrimos el kilómetro y medio que nos separaba de la Laguna Larga haciendo pasar la rueda por las zonas pisadas, si bien más adelante nos dimos cuenta de que lo mejor era ir por zonas vírgenes porque las ruedas no se hundían, era más liso y se rodaba mejor.
Es difícil explicar con palabras lo que íbamos disfrutando. Sin duda el encontrarnos con algo que no es nada habitual para nosotros le daba un gran valor. Además, el paisaje de la zona es impresionante.
Llegamos al pequeño puente y a la pasarela/mirador que hay junto a la orilla de la Laguna Larga y allí paramos para contemplarla, helada y con algo de nieve sobre su superficie, y para hacernos alguna foto.
Después de la parada nos subimos de nuevo en las bicis y nos dirigimos hacia la Laguna Negra (que no es la misma que la de Vinuesa). Junto a la orilla de la otra laguna la nieve se había deshecho pero enseguida entramos en otra zona con una capa de no menos de 30 cm.
Recorrimos los algo más de quinientos metros que separan ambas lagunas con esfuerzo porque costaba mover las ruedas con tanta nieve. Finalmente, llegamos y paramos unos minutos junto a la orilla.
Después de la pausa era el momento de regresar por donde habíamos venido y así lo hicimos. En esos momentos en los que habíamos ganado en seguridad sobre la nieve seguíamos disfrutando mucho de la experiencia.
Poco después de pasar la barrera que evita el paso de vehículos nos encontramos con las Galanas que iban hacia la Laguna Larga. Ellas también habían sufrido dos caídas por pisar sobre hielo. Nos despedimos y comenzamos a descender. Como habíamos perdido mucho tiempo ya no entramos a ver las lagunas de las Pardillas y Brava.
La bajada la hicimos despacio pero con cierta seguridad, siempre pisando sobre nieve ahora que sabíamos que era lo mejor. Después de dos kilómetros llegamos al aparcamiento. Giramos a la izquierda y continuamos como unos quinientos metros más, hasta otro cruce donde giramos a la izquierda para entrar en un camino por el que recorrimos casi un kilómetro y medio.
Íbamos atravesando un cerrado pinar, pero llegamos a una zona abierta y enseguida nos topamos con la Laguna de la Cascada. Lucía una fina capa de hielo. Una pareja de senderistas de la zona que llegó en ese momento nos comentó que a estas alturas debería de estar cubierta por 30 cm de hielo.
No demoramos el momento de subirnos de nuevo a las bicis y regresamos a la carretera, atravesando de nuevo el puente y cruzando la pradera.
La segunda parada fue para entrar a la piscina municipal, pensando que desde ella podríamos acceder al restaurante Arlanza, para tomar en su terraza una cerveza. Pero no había esa posibilidad así que volvimos a la carretera y, poco después, entramos en Quintanar.
No nos demoramos mucho allí, por lo que nos sentamos en los sillines y volvimos a recorrer el camino que nos había llevado hasta esta última laguna. Al llegar de nuevo a la carretera continuamos hacia la izquierda comenzando un descenso que se prolongó a lo largo de 5 km.
Y lo que es el poder del sol... Descendiendo a mayor velocidad que el día anterior y menos abrigados y no tuvimos sensación de frío más que en la cara.
La bajada era la típica de carretera de montaña, llena de curvas a uno y otro lado y rodeado de arbolado, pinos en en este caso. Ya casi terminando el descenso, según nuestro track, teníamos que tomar un camino hacia la izquierda pero no lo hicimos y continuamos por la carretera para no demorar más nuestra llegada.
Los réditos de la larga subida que habíamos hecho hacía unas horas se terminaron al llegar a otra carretera de mayor importancia. Era la que une Quintanar de la Sierra con Neila. Nos incorporamos a ella y enseguida comenzó una cuesta que se nos atragantó un poco. Esta se prolongó casi dos kilómetros, hasta llegar al llamado Collado Morro de San Cristobal. Allí volvimos a encontrarnos con nuestro track. Nos pensamos el continuar por asfalto pero sabíamos que el tramo por el monte que se tomaba justo allí era muy bonito, así que tiramos hacia este.
Se trata solo de un kilómetro y medio, pero de auténtico mountain bike. Es un senderito sinuoso, muy inclinado en algunos tramos y que recorre un cerrado pinar. Tuvimos que bajarnos de la bici varias veces para salvar algún obstáculo, pero no nos importó en absoluto.
El sendero termina en la carretera. Continuamos por ella unos cientos de metros y nos desviamos hacia la izquierda para entrar en una bonita pradera. Al fondo de la misma hay un puente, lo cruzamos y llegamos a una cascada. Justo encima, manando de unas piedras que hay en la ladera, se encuentra la Fuente Sanza, donde nace el río Arlanza. Desde ese punto recorrerá 160 km por las provincias de Burgos y Palencia, hasta desembocar en el Pisuerga.
Antes de llegar al asfalto teníamos previsto cruzar otro puente y seguir por un camino en paralelo al río. Este debería habernos llevado hasta la Necrópolis de Cuyacabras y al Eremitorio Cueva Andrés antes de llegar a Quintanar, pero no teníamos tiempo así que proseguimos por carretera los seis kilómetros que nos separaban de ese localidad.
Durante el trayecto, que lo hicimos muy rápido porque casi todo era de una sutil cuesta abajo, hicimos dos paradas. Una en el Mirador Peña El Cuervo, al que subimos para contemplar las vistas. Estas eran bonitas, pero después de contemplar el espectáculo de las Lagunas de Neila con nieve nos supieron a poco.
La segunda parada fue para entrar a la piscina municipal, pensando que desde ella podríamos acceder al restaurante Arlanza, para tomar en su terraza una cerveza. Pero no había esa posibilidad así que volvimos a la carretera y, poco después, entramos en Quintanar.
Hubo quien se quedó en el hotel al pasar, pero también hubo quienes fueron a Casa Ramón, en la plaza, para tomar allí una cerveza y un torrezno, combinación que nos supo a gloria bendita. Un perfecto colofón para un inolvidable día de bici. Después a la ducha, a cargar las bicis, a comer en el Restaurante Arlanza y a regresar a Zamora tras un fin de semana muy aprovechado y bonito.
Para descargar la ruta, haz clic en el logo de Wikiloc.
Powered by Wikiloc
No hay comentarios:
Publicar un comentario