12 de febrero de 2025

Peña Blanca, Peña Centigosa, Molino del Cubo y Puente Pino

Realmente hoy pensábamos hacer una ruta de bici por el Alfoz de Toro, pero la lluvia caída durante toda la tarde de ayer nos quitó las intenciones y rescatamos una de senderismo que teníamos pendiente. Ha sido un acierto porque hemos realizado un recorrido precioso por las cercanías de Villadepera. 

Los cinco andarines que participamos de esta ruta no tuvimos que madrugar porque quedamos a las 10.00 h para salir hacia Villadepera. Al llegar tomamos un café en el bar e iniciamos la ruta.

El día no podía haber amanecido mejor. La temperatura en esta localidad estaba en 8º y un cielo azul salpicado de algunas nubes era una auténtica invitación para disfrutar de la mañana. 

Pasaban unos minutos de las 11 cuando comenzamos a caminar. Partimos de la zona cercana al bar, pasamos junto a la iglesia y continuamos de frente para dirigirnos a Peña Blanca. En este recorrido por el pueblo pudimos disfrutar de innumerables muestras de la arquitectura popular propia de la zona.


Poco después de salir de Villadepera, en una finca encontramos a un par de gemelos que se fijaron en nosotros. 


Y también en las proximidades del pueblo pudimos seguir admirando otro tipo de arquitectura popular, las paredes para delimitar fincas, verdaderas obras de arte. 


Enseguida comenzamos a descender, primero lo hicimos suavemente, por una zona con el camino poco marcado pero despejado de vegetación. Aún íbamos encontrando fincas con arbolado y con sus paredes de piedra con un precioso manto de musgo.



Poco a poco íbamos bajando, atravesando zonas con encinas y otras más despejadas. Y con agua que, tras las lluvias, estaba presente por todas partes. En cuanto había una ladera allí había una pequeña corriente de agua cayendo hacia una zona más baja. 


Siguiendo el camino,  perfectamente señalizado con balizas, pronto encontramos como una zanja excavada en una ladera rocosa. Un cartel nos aclaró que se trataba de una "calicata", es decir una cata que se hizo en la pared rocosa en busca de minerales como el estaño, muy abundante en la zona. Esta primera calicata era a cielo abierto, es decir, se excavó a lo largo de varios metros en una roca quedando ahora a la vista un hueco alargado.

Descendimos algo más y, mirando a nuestra derecha, ya pudimos ver el río, pero eso sí, aún nos quedaba un buen trecho para llegar junto a él. 


Atravesamos una zona en la que el sendero se abría paso ante una zona arbolada muy bonita. Como entra poco la luz del sol todas las piedras estaban cubiertas de musgo.


Poco más adelante nos topamos con otra calicata. Esta no era a cielo abierto, como la anterior, sino que era como la entrada a una cueva. La han llamado Galería-Fuente porque, en su momento, no se encontraron filones de estaño, por lo tanto se abandonó, pero al fondo surgió un manantial que sirvió para saciar la sed de pastores y cabreros. 


Entramos hasta el fondo y pudimos comprobar que, efectivamente, manaba agua fresca y cristalina.

Continuamos avanzando y al lado derecho del camino la ladera estaba cubierta de verde, la mayoría de este color lo proporcionaban  las piedras cubiertas de musgo.


La bajada continuó y seguíamos avanzando por un senderito con mucha vegetación alrededor. Casi de repente se abrió un claro y como ya nada impedía la vista nos encontramos de frente con una enorme roca con una curiosa forma, y que estaba como hincada junto a la orilla del río. Se trataba de Peña Blanca.


Después de hacer algunas fotos y de disfrutar unos minutos de la vista del río encajonado por las inclinadas laderas, nos pusimos en marcha de nuevo. Al principio bajamos algo más y comenzamos a caminar en paralelo al río y, prácticamente, llaneando. Por la zona encontramos una calicata más. 


Unos quinientos metros más adelante de Peña Blanca llegamos a un pequeño valle cruzado por un regato por el que bajaba agua después de las lluvias de días anteriores. Lo cruzamos y comenzamos un ascenso suave también trazado en paralelo al Duero.


En ese trayecto nos encontramos con los restos de un horno. En él se realizaban pequeñas fundiciones de ciertos materiales extraídos por la zona, incluida una mina que había al otro lado del río.


En esa zona el sendero comenzó a estar invadido por las escobas. Se podía pasar, pero como no lo desbrocen pronto terminarán cerrando el paso. 


Como íbamos ascendiendo, el sol nos daba de lleno y estábamos arropados por la ladera junto a la que íbamos caminando, en ese tramo pasamos calor. Las vistas seguían siendo espectaculares a uno y otro lado del río.



Subimos algo más y el sendero se convirtió en un camino más ancho. Era un camino realizado por la mano del hombre amontonando piedras para terminar haciendo un pared que las sujetara. Su fin era permitir pasar a los carros. Y así, poco a poco, llegamos al punto más alto de la zona. Una vez superado este comenzamos a descender. Llegamos a una vaguada en la que volvimos a encontrar preciosos paisajes.



Tocó volver a ascender para después hacer lo contrario. Se iban sucediendo altibajos, si bien siempre subíamos más que bajábamos. Al ir en paralelo al río ya pudimos ver el precioso Puente Pino.


Una última subida nos acercó a nuestro segundo objetivo, la Peña Centigosa. 



Ese último ascenso nos llevó hasta una esplanada, desde allí, a la izquierda, parte un camino hacia el mirador de Peña Centigosa. Caminamos por él unos cien metros y llegamos hasta dicho mirador.


Desde él hay una panorámica espectacular del Puente Pino o Puente de Requejo y de una parte de los Arribes del Duero. 


Aprovechamos la parada en el mirador para comer algo y pocos minutos después recorríamos de nuevo los cien metros de camino para llegar a la esplanada. Allí continuamos a la derecha para seguir por un sendero que descendía. Este resultó muy bonito porque todo estaba muy verde, con mucha vegetación y musgo por todas partes. En este tramo las balizas eran diferentes a las anteriores y el itinerario al Molino del Cubo al que nos dirigíamos estaba muy bien marcado con ellas. 



El camino fue serpenteando hasta llegar a una zona boscosa que parecía un vergel, con hiedra y musgo por todas partes y el agua corriendo a nuestro lado. 



Existe una canalización que lleva el agua a una especie de pozo donde cae unos ocho metros. La boca está protegida por una reja pero pudimos ver el agua caer. 


Como no disponíamos de la llave del molino continuamos con nuestro itinerario. Tuvimos que volver unas decenas de metros sobre nuestros pasos para después continuar hacia la derecha. Cruzamos un pequeño regato pisando sobre unas piedras y comenzamos una sinuosa y empinada subida que nos llevó hasta la carretera. Ya en ella continuamos hacia el puente del que nos separaba como un kilómetro. Un kilómetro con vistas porque íbamos viendo el río y el puente durante todo el trayecto.


Poco antes de llegar al puente pasamos por el mirador que hay cien metros antes. Desde él la vista es magnífica.


Después de hacer unas fotos volvimos a la carretera. Enseguida entramos en el puente y lo cruzamos hasta el otro lado.

El puente de Requejo o Puente Pino fue inaugurado el 15 de septiembre de 1914. En su época fue el de mayor luz, 120 m, y el de mayor altura, 90 m sobre río, de toda España, es decir, que fue una obra de ingeniería muy importante que permitió la comunicación entre las comarcas de Sayago y Aliste. Hasta entonces la única vía de comunicación entre ambos territorios consistía en una barca que navegaba entre Pino del Oro y Villadepera.

Lleva el nombre de Requejo porque un sayagués, de Bermillo de Sayago, Federico Requejo, siendo Director General de Obras Públicas logró sacar adelante la carretera que unía las dos citadas comarcas, y con ella el puente. Los componentes del puente los realizó la Sociedad Duro Felguera. Da fe de ello el texto que aparece en las farola que hay a la entrada. 


Aunque nuestra intención era seguir adelante para desviarnos después hacia un mirador y descender por el Camino del Embarcadero hasta los restos de la Ermita de San Esteban, no fue posible porque la hora se nos hechó encima. Por ello regresamos a Villadepera, tramo que había que hacer por la carretera y sin dejar de ascender durante dos kilómetros. 
 

Mientras subíamos pudimos contemplar el Molino del Cubo, así como las canalizaciones y el pozo. 


Unos cientos de metros antes de llegar a la localidad nos desviamos a la izquierda para tomar un atajo. Tras superar una cuesta muy empinada nos desviamos a la derecha y enseguida encontramos ya edificaciones.


Esa calle que tomamos hacia la derecha, tras una subida, nos llevó hasta las proximidades de la iglesia.


A punto de entrar en la plaza pudimos contemplar la entrada a varias bodegas. Resulta curioso ver que estaban dentro del pueblo y no en las afueras, como suele suceder casi siempre. 



Desde la plaza donde se encuentra la iglesia nos dirigimos hacia el punto donde habíamos comenzado, el Bar Restaurante La Sierra. Allí habíamos reservado para comer pero antes pusimos una mesa y unas sillas al sol y disfrutamos de una merecida cerveza después de la caminata de 11 km adornada con subidas y bajadas continuas. Después comimos estupendamente y, tras la comida, volvimos al sol para tomar el café y, algunos, incluso una copa. Y en cuanto terminamos, caminito a casa.



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