Hace quince días teníamos previsto ir a las Pilas de Almaraz (una serie de cascadas unidas del Arrooyo de los Molinos) pero la lluvia hizo que canceláramos la salida. Hoy no ha habido nada que nos impidiera llevarla a cabo y mereció la pena porque lucía como en sus mejores momentos.
Los seis bikers que habíamos confirmado la participación en esta ruta nos presentamos a las 9.30 h con más fresco del que esperábamos (4º) y con un cielo algo velado por nubes bajas. Sin dilaciones iniciamos nuestro recorrido que nos llevó a atravesar una parte de la ciudad (San Andrés, el Mercado, la calles Santiago y la calle El Riego, la Puerta de la Feria, la avenida del mismo nombre y Doctor Fleming). Al llegar al comienzo de Valorio continuamos por el carril bici aunque poco después entramos al bosque y sufrimos el primer calentón ascendiendo hacia el Alto de San Isidro dejando el bosque a nuestra derecha.
Una vez superada esta primera dificultad entramos en el llamado Camino del Monte, una buena pista con perfil ligeramente ascendente.
Después de unos tres kilómetros pasamos por encima de la variante de Zamora a través de un viaducto. Al descender de este hicimos un giro de 180º. Como un kilómetro y medio después nos desviamos a la derecha para continuar por el Camino de Palacios del Pan. Una vez ya rodando por él nos dimos cuenta de que, a veces, presenta mucho barro pero ya no era cuestión de dar la vuelta. Enseguida comprobamos que no era de las veces que peor ha estado, pero distaba mucho de ser un camino de rosas.
Hubo que bajarse de la bici una vez y hacer eslalon para esquivar charcos en varias ocasiones. Finalmente llegamos al cruce de caminos donde, prácticamente, comienza la bajada a Palomares. Allí nos dejamos caer pero poniendo mucha atención al firme que presenta hendiduras hechas por el agua en días de lluvia.
Una vez terminado el descenso continuamos de frente, pasando junto a las llamadas Casas de Palomares, ya en ruinas. En esos momentos la temperatura seguía siendo fresca, solo habíamos ganado un grado desde la salida y el sol no terminaba de abrirse paso.
En esa zona comenzamos un ascenso atravesando la dehesa que da nombre a la zona, o viceversa. Es cierto que la subida es tendida y se hace bien, pero es larga. Ayuda a superarla mejor que el paisaje es bonito, el camino está rodeado de pinos y el verde pre-primaveral ya se está empezando a adueñarse de todo el suelo.
Después de cuatro kilómetros de ascenso optamos por seguir por el camino que partía hacia la derecha.
Este seguía siendo una pista de excelente firme, flanqueada por extensos campos de cultivo de cereales con algunos árboles solitarios y aún desnudos.
Rodamos por esta pista unos tres kilómetros. La abandonamos al llegar a la carretera local que une Almaraz con Almendra.
Nos incorporamos a ella hacia la izquierda y, como unos quinientos metros después, cruzamos la N-122 y continuamos de frente. Nos esperaban otros quinientos metros de ligero descenso. Tras ese tramo inicial, la cuesta abajo se inclina muchísimo hasta llegar a una vaguada en la que comienza un ascenso empinadísimo. A pesar de la inercia generada en la bajada, las bicis se frenaron enseguida al llegar a la subida y hubo que tirar de piernas para culminarla.
Al terminar la cuesta nos desviamos hacia la izquierda para volver a pisar tierra. Poco después volvimos a realizar un giro de 90º al lado contrario y comenzamos un tramo que es un auténtico rompepiernas porque es una sucesión de "uves" (subidas y bajadas). Las hay de todos los tipos, más o menos largas y más o menos inclinadas, pero el caso es que terminan por cansar las piernas.
Si no nos fallan las cuentas son diez las "uves" en algo menos de cuatro kilómetros. Tras ellas una curva a la derecha nos puso en una cuesta abajo que desembocó en la carretera que habíamos dejado unos kilómetros antes.
Seguimos hacia la izquierda por este camino asfaltado y como un kilómetro y medio después entrábamos en el pueblo. Seguimos por la calle principal hacia la plaza.
En una bifurcación continuamos por la calle de la derecha para después girar al lado contrario y encarar hacia la iglesia.
Pasamos por delante de la puerta principal y unos metros más adelante pudimos ver a nuestro lado la denominada "fuente romana". Algunos atribuyen su construcción a los romanos (siglo II), sin embargo, podría tratarse de una fuente de época románica (siglos XII o XIII).
Continuamos adelante hacia la salida de la localidad con el Arroyo de los Molinos siempre a nuestra izquierda. Pronto pasamos junto a las últimas edificaciones para encarar el tramo que nos llevaría a las Pilas.
En cuestión de minutos el sol, al fin, consiguió disipar las nubes, tiñó todo de color y lo llenó de contrastes. El día parecía otro.
El camino hacia las Pilas es de, aproximadamente, 3,5 km y, aunque la tendencia es descendente, contiene varias subidas y bajadas.
En el trayecto pudimos deleitarnos con las vistas, ya casi primaverales, con los incipientes cereales dando un toque de verde a todo el paisaje.
Al terminar la última subida se logra ver el Duero, ya vestido de Arribes, y se desciende hacia él. El primer tramo es un camino en buenas condiciones.
Pero tras una pequeña curva se continúa descendiendo hacia el río pero por un camino estrecho, lleno de piedras sueltas y de muy mal firme. Eso sí, con muy buenas vistas.
Finalmente, hay una curva a la izquierda y se continúa descendiendo, pero ya en paralelo al Duero. Al fondo ya pudimos contemplar los restos de las antiguas viviendas que pertenecieron a mineros de una compañía inglesa que explotaba las minas de estaño de la localidad a finales del siglo XIX y principios del XX. Poco más allá también pudimos ver ya una porción de la caída de agua.
Ya cerca de los restos de las casas. el camino se convierte en sendero. Es el momento de bajarse de las bicis porque ya solo se puede seguir andando. Así lo hicimos nosotros, las dejamos junto al caminito y nos dirigimos a las Pilas.
Con las últimas lluvias caídas esta semana el Arroyo de los Molinos estaba potente y dejaba caer una buena cascada, que parece brotar de la roca que constituye la montaña. Sin duda, una espectacular forma de desembocar en el Duero.
Tras contemplarlas unos minutos y hacernos unas fotos llegó el momento de regresar hacia el lugar donde teníamos las bicis. Pero antes nos hicimos una foto de grupo para dejar constancia de que estuvimos allí.
De nuevo sobre los sillines comenzó la parte más dura de la ruta, subir la cuesta por la que habíamos descendido unos minutos antes. El ascenso tiene una longitud de un kilómetro, pero tiene tramos con un porcentaje de hasta el 22%, y si a eso le añadimos terreno suelto, se forma un cóctel que no es fácil de digerir. Lógicamente al que más le costó fue al que llevaba una bici muscular. Los que llevaban ayuda eléctrica hicimos diferentes usos de esa ayuda, en función de cómo se encontraban las piernas y las pulsaciones.
Culminada la subida nos reagrupamos y continuamos, con dirección a Almaraz, por el mismo camino que nos había llevado hasta allí en la ida.
Después de recorrer como un kilómetro y medio lo abandonamos para continuar por un camino que surgió a nuestra derecha. Este contenía dos curvas pronunciadas a uno y a otro lado para terminar en otro camino de mayor entidad con un firme escandalosamente bueno.
Recorrimos por él un kilómetro y medio de perfil ascendente y al llegar a la altura de Almaraz, que lo teníamos a nuestra izquierda, giramos noventa grados hacia la derecha para proseguir por otro camino por el que comenzamos un descenso continuado flanqueados por monte bajo, jara fundamentalmente, que ya llenaba la zona con su característico aroma.
Después de bajar casi dos kilómetros describimos como una "zeta" y nos unimos a otro camino. Este, ya en ligero descenso, nos llevó hasta un valle, muy cerca del río, en el que se cultivan olivos y almendros.
Junto al camino ya pudimos contemplar un almendro totalmente florido, siendo hoy 16 de febrero. Probablemente pague caro su premura.
Después de casi dos kilómetros llaneando por dicho valle el camino terminó por salir a la carretera que une Zamora y Almaraz, conocida popularmente como la de Los Infiernos.
Nos unimos a ella dirección Zamora y nos dio la bienvenida con una pronunciada cuesta. Eso sí, como ha sido renovada recientemente tiene un magnífico firme que facilita la rodadura y cualquier ascenso es más llevadero.
Desde la carretera pudimos contemplar varios ejemplares vacunos, imaginamos que pertenecientes a la ganadería municipal, un proyecto pionero que, desde hace algunos años, dinamiza la actividad económica del pueblo y limpia praderas y monte.
Este bonito recorrido por carretera con excelentes vistas del Duero se prolongó a lo largo de casi cuatro kilómetros.
Desde la parte más alta de la última subida pudimos contemplar la perspectiva del río hacia un lado y hacia el otro.
En el descenso que terminó por separarnos del Duero también pudimos contemplar una panorámica bien bonita, adornada con el verdor del sembrado de cereales que había por delante.
La mañana, gracias al sol, había caldeado mucho y ya teníamos unos 15º de temperatura, que hacía que nos empezara a sobrar ropa. Más nos iba a sobrar poco después ya que, al separarnos del río, comenzamos un ascenso largo, de tres kilómetros, que cada uno fue haciendo al ritmo que le pareció mejor. No es una subida dura porque tiene tramos bastante tendidos, pero también tiene alguno en el que cuesta mover la bici. Al culminar nos reagrupamos antes de continuar adelante.
Justo en el punto donde termina la subida nos desviamos ligeramente a la derecha para abandonar el asfalto y seguir por un camino descendente. Este nos llevó junto a una enorme plantación de almendros que nunca habíamos visto.
También pasamos junto a pequeñas fincas para terminar en paralelo a la carretera rodando junto a las llamadas Casas de Valdelaloba.
Poco más adelante ascendimos por un camino trazado entre varios chalets hasta llegar de nuevo a la carretera, por la que comenzamos un descenso que nos llevó sin ningún esfuerzo prácticamente hasta la antigua cárcel.
Poco antes de llegar al Colegio Corazón de María giramos a la derecha y enseguida a la izquierda para seguir por un camino con excelentes vistas.
Al terminar dicho camino seguimos por el carril bici, cruzamos el Puente de los Poetas y continuamos hacia el Puente de Piedra. Hicimos una parada en el Bar Restaurante del mismo nombre, nos hidratamos para recuperar líquidos, charlamos sobre rutas futuras y, poco después, iniciamos el trayecto hasta el punto de salida que también se convirtió en el de llegada.
Para descargar la ruta, haz clic en el logo de Wikiloc.
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