6 de agosto de 2025

La Culebra, el Tera y Valparaíso

La Sierra de la Culebra y el Embalse de Valparaíso son dos zonas diferentes pero muy próximas, tan próximas que las aguas del río Tera, que son las que alimentan el embalse, recorren los valles de la sierra. En la ruta de hoy hemos recorrido una parte de la sierra, las riberas del río y el entorno del embalse.  


Inmersos en plena ola de calor iniciamos este recorrido tarde, a más de las 10.30 h de la mañana. Cuatro bikers se desplazaron desde Zamora y uno desde Sanabria. A los primeros se les complicó la salida y eso lo retrasó todo. 

Comenzamos la ruta en la Playa de Villardeciervos, uno de los mejores lugares de la provincia para disfrutar del baño. Enseguida cogimos un camino asfaltado que también hace las veces de carril bici.


Recorrimos por él como un kilómetro y medio de suave ascenso que, aunque era leve, nos sentó mal por ser al comienzo. Cruzamos la carretera que va a Cional y continuamos de frente, también subiendo, pero con mayor inclinación. 

En ese tramo nos topamos, una vez más, con los vestigios de los incendios que asolaron la Sierra de la Culebra en 2022. Son ya pocos los árboles que no han sido talados, pero donde antes había cerrados bosques de pinos, ahora solo se pueden ver los tocones y monte bajo. Es muy triste saber que nuestra generación ya nunca logrará verla como era hasta hace tres años. Sigue siendo desolador recorrer esta zona....


Después de esas dos primeras subidas, descendimos y cambiamos de dirección en un par de ocasiones. 


Poco más adelante nos enfrentamos a un tramo llano en el que pudimos ver a nuestra izquierda dos parejas de ciervos, dos machos y dos hembras. Fueron caminando en paralelo a nosotros durante casi un kilómetro, pero a una distancia grande. Nos encantó poderlos observar durante tanto tiempo.


Realmente este avistamiento era el segundo de la mañana porque a uno de los bikers, según iba en su coche a Villardeciervos, se le habían cruzado en la carretera cinco corzos. 

Con el "buen sabor" que nos dejaron los ciervos comenzamos a subir de nuevo afrontando una larga recta por una ancha pista por la que se rodaba muy bien. 


Pese a la ola de calor que estamos sufriendo, lo cierto es que estábamos rodando a gusto, de hecho, en el GPS indicaba 24º en ese momento. Después de cambiar de dirección y de camino en varias ocasiones, tras un giro a la izquierda nos enfrentamos a una subida en la que había una zona de carga de la madera quemada talada en la sierra. En una ladera próxima vimos arrastrarse como una oruga a una máquina en busca de su botín de pinos calcinados. 


Esa subida empalmó con otra tras un giro a la derecha, pero esta última fue más corta  y dio paso a una zona en la que pudimos disfrutar de los réditos obtenidos con los ascensos anteriores. 


A los lados del camino seguían apareciendo muestras de la desolación que provocaron los dos incendios de hace tres años. 


Pero también dejamos una puerta abierta a la esperanza porque en una zona que hasta 2022 era un cerrado bosque de pinos, ahora la ocupaba hierba seca, algunas escobas, los tocones de los árboles talados y pequeños pinos que han ido surgiendo espontáneamente. No es la repoblación que nos gustaría, pero es la que la propia naturaleza ha propiciado. 


El tramo descendente se prolóngó a lo largo de unos cuatro kilómetros, si bien entre medias hubo algún pequeño repecho. Una buena parte la hicimos por una buena estupenda. 


Tras un desvío a la derecha nos sumergimos en un camino que, en algunos puntos, estaba casi cerrado por la vegetación. 


Poco más adelante nos unimos a uno de mayor importancia y por este llegamos a las cercanías de la primera localidad de paso, Boya. Antes de entrar en el pueblo un robledal nos dio la bienvenida. Aunque había sido afectado por el fuego, se había recuperado y sus copas aparecían llenas de hojas. 


Atravesamos el pueblo rodando por varias de sus calles, en las que todavía se conserva el encanto de la arquitectura tradicional. 



Salimos del pueblo descendiendo y poco después continuamos por un senderito que nos llevó hasta la entrada de un puente sobre el arroyo de la Rivera de Valdalla. Cruzamos por él y seguimos por ese tramo de asfalto unos quinientos metros. 


Un giro a la izquierda nos devolvió de nuevo a un camino, en sus primeros metros descendente, pero enseguida cambiaron las tornas y comenzó una subida larga y tendida de unos tres kilómetros.


En un punto de la subida nuestro track nos llevó hasta una zona vallada. Pudimos atravesarla porque alguien había tumbado un tramo de la misma (el correspondiente al camino). El ascenso se fue endureciendo y temíamos que el esfuerzo no sirviera para nada si más adelante nos encontrábamos con la valla sin salida. Descendimos siguiendo en paralelo al vallado y, por suerte, había otro tramo tirado por el que pudimos salir (también el correspondiente al camino). 


Nos unimos al camino al que salimos hacia la izquierda, subimos algo más para, posteriormente comenzar a descender, girar a la derecha y continuar por un camino ancho y de buen firme.


La bajada nos llevó hasta la localidad de Codesal, que debía de estar en fiestas porque sus calles estaban engalanadas con banderines. Recorrimos varias calles para, finalmente, salir a la carretera que lo cruza. 


Salimos del pueblo por ella y, nada más pasar sobre un pequeño puente, giramos a la izquierda e iniciamos una subidita hasta las antiguas escuelas. Junto a ellas cogimos un camino por el que continuamos bajando suavemente. Más adelante cambiamos de dirección un par de veces y seguimos descendiendo. 


Unos cuatro kilómetros después de haber dejado atrás Codesal, nos desviamos a la izquierda para descender hacia el río Tera. El trayecto fue casi todo cuesta abajo, atravesando una zona con robles, que nos acompañaron hasta prácticamente la orilla del río. 


Allí descubrimos una pequeña playita. En esta zona el río toma unas dimensiones impropias de él. Se debe a que, al estar muy próximo el Embalse de Valparaíso, el nivel de sus aguas crece y ensancha su cauce. 


Una vez vista la zona dimos la vuelta y regresamos por el mismo camino hasta el punto en el que nos habíamos desviado. Eso sí, lo que habíamos bajado hubo que subirlo. 

Ya de nuevo en ese camino recorrimos otros cuatro kilómetros por él. Este seguía teniendo buen firme, lo rodean zonas de monte bajo, hierba y algunos árboles, y la tendencia era de suave descenso, si bien eso no impedía que, de vez en cuando, aparecieran pequeñas subidas. 


Superados esos cuatro kilómetros volvimos a desviarnos a la izquierda para ir de nuevo en busca del rio. Para llegar a él tuvimos que recorrer un poco más de un kilómetro por un camino con dos roderas marcadas y cercado de escobas. El último tramo era descendente y eso nos permitió contemplar el Tera antes de llegar a él. 


El camino no llega hasta el agua así que cuando terminó nos paramos. Desde allí teníamos una buena vista del río y nos conformamos. Al estar más próximo al embalse tenía más anchura aún que en la parada anterior. 


Allí mismo dimos la vuelta y recorrimos en sentido contrario el tramo por el que habíamos llegado hasta allí. De nuevo en el camino principal proseguimos nuestra marcha. En ese momento nuestro GPS marcaba 28º y se sentía algo de bochorno debido a la canícula existente, pero seguíamos sin pasar calor. 

Recorrimos unos tres kilómetros en este tramo con características similares al anterior, buen firme, escobas, algunas jaras y eso sí, algo más de arbolado. La tendencias seguía siendo descendente con pequeñas subidas de vez en cuando. 


Superados los tres kilómetros llegamos a las inmediaciones de Cional. Realmente no llegamos a pisar sus calles, solamente vimos algunos edificios desde el camino y bordeamos el pueblo descendiendo hacia el encuentro con la carretera. 


Teníamos que llegar a ella porque alberga el puente que cruza sobre lo que siempre habíamos creído que era una cola del embalse y que, según leímos en un cartel a la entrada del mismo, es el río Valdalla. 


Cruzamos el puente y nada más terminarlo continuamos por el camino que parte hacia la izquierda. Este va bordeando el río en su recorrido hacia el Embalse de Valparaíso, aunque es imposible saber donde termina uno y empieza el otro. Junto a él seguimos encontrando imágenes de la destrucción del fuego, que llegó hasta la mismísima orilla del agua. 


Este tramo del recorrido que hicimos es lo mejor de la ruta, ya que se va recorriendo una zona con mucho monte bajo, algunos árboles, los pocos que se salvaron, buenas vistas del embalse, sinuoso, con un par de subidas y una bajada técnicas. Tenía todos los ingredientes para disfrutar de él y así lo hicimos. 




El recorrido de este tramo es de poco más de dos kilómetros y medio, que nos supieron a poco. Además, en esa zona la temperatura era estupenda para ir sobre la bici, 25º en ese momento. 


En los últimos metros el camino atraviesa un robledal. Al salir de él llegamos a la playa fluvial de la que habíamos partido. 


Casualidad o no, el final del camino nos llevó directamente al chiringuito de la playa. ¿Y qué íbamos a hacer, pasar por delante sin parar? Claro que no, nos sentimos con la obligación moral de parar y tomar una caña, como así hicimos. 

Saciada la sed, cargamos las bicis en los coches, nos pusimos los bañadores y nos dimos un baño en las frescas aguas del embalse. Aparte de refrescarnos nos sirvió para quitarnos de encima el polvo acumulado del recorrido. Después del chapuzón, nos vestimos y fuimos con el coche hasta Villardeciervos, en concreto hasta el Restaurante El Salao, donde comimos muy a gusto. También se puede comer en Restaurante Remesal, donde hemos estado muy bien otras veces. Y, recientemente, ha crecido la oferta gastronómica ya que ha abierto sus puertas el Restaurante Sierra Brama (que hoy estaba cerrado al ser los miércoles su día de descanso). 

Tras la comida y la agradable sobremesa iniciamos el regreso a nuestros hogares, si bien antes ya hablamos algo del miércoles que viene...




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