El mayor lago artificial de la provincia de Zamora se encuentra en el término de San Vicente de la Cabeza. Allí, la Consejería de Medio Ambiente ha invertido casi 300.000 euros en rehabilitar la antigua pizarrera y todo su entorno para convertirla en una estupenda zona recreativa donde hay merenderos, aparcamiento, una zona de arena y lo más importante, un lugar donde disfrutar del agua. Como teníamos ganas de conocerlo hoy hemos comenzado y concluido una ruta desde allí, la Poza de Valdillón.
A las 9.00 de la mañana quedamos los cuatro bikers participantes en esta ruta para salir de Zamora con idea de estar en la
Poza de Valdillón una hora más tarde. Cumplimos el horario previsto y, tras descargar las bicis y prepararnos, comenzamos a pedalear unos diez minutos después de llegar. En esos momentos había 17º, si bien por el camino habíamos visto hasta 11.
Pasamos junto al Área Recreativa y enseguida nos enfrentamos a una cuesta. No era un mal comienzo...
Seguimos avanzando por el camino, que también se ha mejorado en estas actuaciones, llaneamos un tramo para después descender hasta la carretera.
Ya en esta continuamos hacia la izquierda y enseguida nos desviamos por una bifurcación (hacia la derecha) que nos llevó hasta el corazón de la localidad de San Vicente de la Cabeza, distante de la zona de baño dos kilómetros.
Cruzamos este pueblo de lado a lado siguiendo la antigua carretera y desde allí nos dirigimos a Bercianos de Aliste, yendo en paralelo al cauce del río que da nombre a la comarca (ahora seco) por una carreterita que une ambas localidades.
La ribera del río, a pesar de estar ya a mediados de septiembre, aún luce bonita. Los chopos ya dejan entrever con su colorido que el otoño está próximo.
Después de llanear unos tres kilómetros entramos en Bercianos de Aliste. Como estábamos en la zona baja del pueblo no nos quedó otra que ascender hacia la zona de la iglesia.
Tras sobrepasar esta continuamos hasta la carretera, la cruzamos y seguimos recto, si bien poco después el camino realiza un giro a la izquierda. Ascendimos por él como un kilómetro rodeado de encinas y monte bajo.
Después del ascenso nos enfrentamos a una zona llana que, poco después, se convirtió en un descenso. Al terminar este hicimos un giro de noventa grados a la derecha y comenzamos otra subida que se alargó unos tres kilómetros.
El primer tramo fue el más duro y más adelante se fue suavizando. En esa zona comenzamos a ver las consecuencias del llamado Incendio de Puercas, que arrasó del 11 al 15 de agosto 6.200 hectáreas de la maltrecha Sierra de la Culebra.
El ascenso terminó, como no podía ser de otra forma, con una bajada como de un kilómetro que nos llevó hasta la carretera que une Riofrío de Aliste con Sarracín de Aliste.
Cruzamos la carretera y continuamos adelante de frente, descendiendo hacia la parte central del pueblo. Pasamos junto a la iglesia, al Ayuntamiento y dejamos a nuestras espaldas el bonito mural pintado con la temática de Los Carochos, la mascarada invernal que se celebra cada 1 de enero.
Al llegar a la carretera la cruzamos y continuamos de frente por el denominado Camino de Abejera, si bien desde hace muchos años es una carreterita local. Antes de salir del pueblo pasamos junto a una pequeña y coqueta ermita, la del Cristo de la Vera Cruz.
Antes de terminar el pueblo volvimos a encontrarnos con las consecuencias del incendio. Prácticamente estaban quemadas todas las "cortinas".
Unos cientos de metros después de la ermita, cuando nos encontrábamos a la altura de la pizarrera de Riofrío, nos desviamos a la derecha para acercarnos a ver esta impresionante mina a cielo abierto.
Regresamos al camino y continuamos por la misma carreterita unos dos kilómetros y medio hasta llegar a Abejera. Todo lo que había a ambos lados de ese tramo estaba quemado. Ya en el pueblo hablamos con un vecino y nos contó que el fuego llegó y pasó por Abejera en muy pocos minutos por las ráfagas de viento cambiante, con unas llamas que llegaron a alcanzar la copa de los chopos.
Con el alma encogida por el relato del hombre, seguimos nuestro itinerario, haciendo un pequeño recorrido por la localidad.
Salimos del pueblo por la carretera, si bien poco después de dejar atrás las antiguas escuelas (desde hace más de 20 años ya si niños) nos desviamos hacia la derecha para continuar por un camino. Enseguida pasamos por un túnel bajo la vía férrea y, al salir de este, seguimos hacia la izquierda. Habíamos comenzado a ascender desde el centro del pueblo y así continuamos unos dos kilómetros.
Al llegar a la carretera que une Tábara con Sarracín la cruzamos y continuamos por el camino de frente. Empezamos a bajar pero solo como un kilómetro. Entre el debe y el haber de las subidas y bajadas, seguíamos acumulando déficit de descensos.
En ese espacio pasamos junto a un bonito apeadero del tren, abandonado a su suerte y que no tardará en venirse abajo al carecer ya de techumbre.
No mucho después de sobrepasar este edificio comenzamos un suave ascenso que se alargaría casi cinco kilómetros. En ese tramo primero continuamos recto, unos dos kilómetros después giramos noventa grados a la izquierda y, tras otro kilómetro, continuamos hacia el lado contrario.
Por último, casi dos kilómetros más adelante pasamos junto a las llamadas Corralas de la Mayada. Estas corralas eran construcciones rurales tradicionales para el pastoreo ubicadas en esta zona de la Sierra de la Culebra. Estaban hechas de piedra seca y techos de brezo y escobas y protegían a las ovejas del lobo y las inclemencias del tiempo. Podían ser circulares y cuadradas.
Poco después de pasar junto a algunas de ellas descendimos hacia un pequeño valle y enseguida nos enfrentamos a un nuevo ascenso. En esa zona también el fuego se había cebado con el campo.
Después las tornas se cambiaron y pudimos disfrutar de las rentas descansando algo nuestras piernas hasta las cercanías de Sarracín de Aliste. No llegamos a entrar en el pueblo, lo dejamos a nuestra izquierda, al igual que la vía, más adelante pasamos por un túnel bajo la carretera y al salir del mismo continuamos hacia la izquierda.
Desde el primer metro de ese camino comenzamos a subir. Cierto es que el ascenso era tendida, pero había algún tramo en el que el porcentaje de inclinación subía al mismo tiempo que lo hacían nuestras pulsaciones.
Fueron algo menos de cuatro kilómetros de subida en los que pudimos ver las consecuencias de los incendios que asolaron la Sierra de la Culebra en 2022: las laderas que antes estaban repletas de pinos ahora aparecen solo con monte bajo y atravesadas por los caminos utilizados por la maquinaria para extraer la madera quemada.
La subida concluyó al mismo tiempo que trazábamos una amplia curva hacia la izquierda. Sin transición llana comenzamos a descender. Enseguida nos desviamos ligeramente, de nuevo a la izquierda, para dirigirnos a la localidad de Cabañas de Aliste.
Antes de llegar al pueblo tuvimos que pasar entre cientos de admiradoras que se habían concentrada en la zona para vernos pasar.
Como cuando cuesta poco pedalear se avanza mucho, enseguida llegamos a las primeras viviendas del pueblo.
Avanzamos por la calle por la que entramos en él, pero más adelante giramos noventa grados a la derecha. Ascendimos por otra calle y terminamos saliendo de esta localidad. En un primer momento lo hicimos rodeados de jaras y rodando ascendiendo ligeramente.
Tras una curva hacia la izquierda nos fuimos aproximando a la vía del tren y comenzamos a descender suavemente. Cruzamos por un túnel al otro lado del trazado del ferrocarril y avanzamos por un buen camino algo menos de un kilómetro y torcimos a la izquierda.
El nuevo camino nos generó cierta desconfianza porque, en realidad, eran dos roderas. Eso sí, continuábamos descendiendo ligeramente.
Y así continuamos a lo largo de cuatro kilómetros más. Era un premio justo porque llevábamos acumulados mucho déficit de bajadas y lo supimos aprovechar rodando a muy buena velocidad y disfrutando.
Ya con el pueblo de Palazuelo de las Cuevas a la vista realizamos un giro a la izquierda y nos aproximamos a esta localidad por otro camino más estrecho y entre arbolado.
Finalmente, entramos en Palazuelo por una calle perpendicular al río Aliste, que divide al pueblo en dos barrios. Cruzamos por un puente sobre el seco cauce del río para pasar al de la margen derecha.
Ya del otro lado giramos a la izquierda y marchamos en paralelo al cauce para terminar llegando a una carreterita junto a la que había un precioso molino.
Unos metros más adelante otro puente nos devolvió de nuevo a la otra margen. Al salir del mismo continuamos recto y llegamos a la carretera. Seguimos por ella hacia la derecha y enseguida la abandonamos desviándonos hacia la izquierda para realizar los últimos kilómetros por un camino ascendente.
El caso es que la distancia que recorrimos por él no llegó a dos kilómetros, pero hemos de decir que se nos atragantaron un poco porque la subida fue constante hasta llegar al final de la ruta y eso de "postre" no gusta. Además, ya hacía calor (29º grados nos indicaba el GPS).
Sea como fuere, llegamos a la zona donde habíamos aparcado los coches y se nos hicieron largos los minutos que empleamos en cargar las bicis porque ya estábamos pensando en el baño.
En cuanto terminamos, nos quitamos la ropa y nos fuimos al agua. La verdad es que el día no podía estar mejor para hacerlo. Aún así nos metimos con precaución por miedo a que el agua estuviera fría, pero estaba solo lo necesario. Fue un final feliz que nos supo a gloria. Nos sirvió para refrescamos y para lavarnos. Al salir del agua nos secamos, nos vestimos "de paisano" y nos fuimos a Rabanales (12 km). Allí comimos en el
Restaurante Matellán Hermanos. Un broche de oro para un día perfecto.
Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
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