Nuestros pueblos siguen sorprendiéndonos con nuevos caminos, nuevos rincones y nuevos paisajes. Hoy hemos rodado hasta las proximidades de Almendra del Pan y desde allí hasta una península y una isla (lo es cuando el embalse está alto). Ambos lugares nos han encantado y eran desconocidos para nosotros.
Parece ser que el verano aún no ha terminado del todo, y así lo demuestra el "éxito" de la convocatoria de hoy a la que solo acudimos tres bikers. Lo cierto es que el resto faltó por distintas razones, no solo por vacaciones.
Iniciamos la ruta cuando pasaban tres minutos de las nueve. En el cielo no había ni una sola nube y la temperatura era fresquita, 15º. Desde la Ciudad Deportiva fuimos hasta Valorio en paralelo al río Duero y por el carril bici. Ya en el bosque, atravesamos por el paseo la primera parte del mismo y subimos hacia el Alto de San Isidro.
Una vez en ese alto continuamos por el llamado Camino del Monte algo más de tres kilómetros en los que no dejamos de ascender suavemente mientras marchábamos entre campos cosechados de un color dorado intensísimo.
Cruzamos el viaducto bajo el que pasa la Variante de Zamora y, al descender de él, giramos ciento ochenta grados hacia la izquierda para tomar otro camino por el que continuamos ascendiendo. Después de unos cientos de metros, nos desviamos hacia la derecha, dejando a nuestra izquierda un enorme huerto solar. Poco después pudimos ver al lado opuesto un teso, también de un intensísimo dorado.
Unos cuatro kilómetros después de haber pasado por el viaducto llegamos a un cruce de caminos. Nosotros continuamos recto iniciando así el descenso hacia Palomares.
Una vez terminada la cuesta abajo iniciamos una subida, pasamos junto a las llamadas Casas de Palomares, y continuamos subiendo por el denominado Camino del Lomo. Este atraviesa una zona de encinas y pinares, la Dehesa de Palomares.
Realmente la ascensión duró unos cinco kilómetros. Bien es verdad que la subida es tendida y no ofrece gran dificultad. Además, aprovechamos para ir hablando de las maratones, a tenor de la maratón femenina que se estaba disputando mientras desayunábamos o del Campeonato del Mundo obtenido el día anterior por María Pérez en los 35 km Marcha en el Mundial de Atletismo de Tokyo. Con estas conversaciones se hizo mucho más llevadera y, cuando nos dimos cuenta, ya estábamos llaneando, si bien, previamente, habíamos cambiado de dirección un par de veces (izquierda primero y al lado opuesto poco después).
La zona más o menos llana se prolongó a lo largo de algo más de dos kilómetros. En ese tramo encontramos en algunos campos restos de lo que hubo sembrado en su día, y ahora ya cosechado. Se trataba de tallos como de un dedo de diámetro y unos 40 cm de altura y de un color paja muy intenso. Nos llamó poderosamente la atención y creemos que pueden ser los restos de la colza cosechada.
Tras esos dos kilómetros casi llanos comenzamos a descender hacia Valdeperdices, que ya veíamos a nuestra derecha.
En poca distancia descendimos mucho, lo cual siempre "mosquea" porque eso suele traer consigo después una subida de las mismas características. Y así llegamos al pueblo.
Realizamos un amplio recorrido por sus calles, siempre nos sorprende lo extenso que es, e incluso pasamos por la amplia y coqueta plaza donde se encuentra la iglesia.
Dejamos el templo a la derecha y seguimos de frente. Unos cientos de metros después, tras trazar una curva a la izquierda, salimos de la localidad por una carretera local, subiendo, claro, aunque más suavemente de lo que esperábamos.
Ascendimos como un kilómetro e inmediatamente comenzamos a bajar una distancia similar hasta llegar al pueblo de Almendra del Pan. Justo antes de entrar a alguna de sus calles giramos noventa grados a la derecha para seguir por el Camino de Retalfrade.
El recorrido por dicho camino resultó ser, prácticamente, una bajada continua de casi un kilómetro y medio que, además, tenía de premio unas vistas espectaculares e inéditas para nosotros del Embalse de Ricobayo y del Puente de Manzanal.
Cuando llegamos casi a pie de embalse pudimos ver justo en frente la zona llamada Peñas Rojas (precisamente a finales de junio estuvimos allí -
ver crónica-), donde hay decenas de chalés y está el embarcadero y las embarcaciones del Club de Vela.
Sin demorarnos mucho iniciamos el regreso hacia Almendra del Pan por el mismo camino que nos había llevado hasta allí pero, obviamente, ahora había que subir lo que habíamos bajado.

Al llegar al final del camino giramos a la izquierda y menos de cien metros después volvimos a girar de nuevo hacia el mismo lado.
Unos quinientos metros más adelante volvimos a cambiar de dirección, otra vez hacia la izquierda.
Descendimos como un kilómetro y, de nuevo, volvimos hacia ese mismo lado. Mirando hacia nuestra izquierda pudimos ver otra vez el embalse.
Continuamos bajando como un kilómetro más por una lengua de tierra. Cuando el embalse está más alto parte de ese istmo se cubre con agua, dejando al otro lado la Isla de los Conejos.
Ascendimos hasta el centro de dicha isla, hoy península, pero desde allí las vistas no eran mejores que desde la base, en gran medida porque la vegetación las ocultaba, así que enseguida nos dimos la vuelta y descendimos.
Según bajábamos la lengua de tierra se veía mucho mejor. Desde ese punto volvimos atrás por el mismo camino como un kilómetro, hasta el último cruce en el que habíamos cambiado de dirección.
Recorrimos como dos kilómetros con pequeños sube y bajas y en paralelo al embalse (en realidad a una cola del embalse, que no es otra que el cauce del Arroyo de la Rivera, que nace en Andavías y desembocaba en el río Esla, ahora en el embalse). Desde el camino pudimos ver el "esqueleto" del Puente de Almendra.
Cruzamos el puente, si bien hacia la mitad decidimos parar para hacernos un selfie que diera fe de que habíamos estado allí.
Inmediatamente después terminamos de cruzar el mismo. Al salir de él no nos quedó otra que comenzar una ascensión de cierta dureza de unos quinientos metros.
Lo bueno que tiene esa subida es que, si echas la vista atrás, te topas con una bonita panorámica del puente recién cruzado.
Terminado el ascenso comenzamos a vivir de las rentas obtenidas y así descendimos hasta, tras girar a la derecha, pasar junto a algunas edificaciones de Palacios del Pan. Desde allí continuamos hacia Andavías. Para ello bajamos como un kilómetro más y ni siquiera entramos en la localidad. No fue necesario porque, al estar el nivel del embalse bajo, pudimos atravesar otra de sus colas.
Ya del otro lado iniciamos un tramo de unos tres kilómetros con varios pliegues que hubo que subir y bajar.
Giramos a la izquierda y menos de quinientos metros después volvimos a girar, pero hacia la derecha. Iniciamos una bajada que se prolongó a lo largo de unos dos kilómetros.
Pero no estaba todo subido aún. Faltaba una última cuesta que apareció cuando volvimos a la izquierda justo antes de entrar en Palomares.
Después de esa última ascensión sí que empezamos a disfrutar de todos los réditos obtenidos en los kilómetros transcurridos, y así bajamos hacia La Hiniesta unos dos kilómetros. Continuamos bajando cuando atravesamos la localidad.
Y lo seguimos haciendo prácticamente hasta Zamora, muy suavemente, pero lo notábamos y nuestras piernas lo agradecían. Para llegar hasta la capital lo hicimos por el camino habitual y, tras pasar bajo un viaducto de la Variante de Zamora y continuar unos cientos de metros por la carretera de La Hiniesta, giramos a la derecha para continuar por la zona del Campo de Golf Valderrey.
Finalmente, cruzamos el Bosque de Valorio de cabo a rabo por el carril bici, por el que llegamos hasta el cruce de Doctor Fléming con la Avenida de la Feria.
Desde allí fuimos en busca del Duero y junto a él rodamos hasta llegar al Puente de Piedra. Allí nos desviamos hacia los Barrios Bajos. Atravesando estos llegamos al punto de partida. Allí mismo hicimos una parada técnica destinada a la recuperación de hidratos y a dialogar entre los participantes.
Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
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