Alrededor de las diez de la mañana iniciamos nuestro recorrido desde Barbate. El cielo sin un nube y una temperatura de 26º prometían buenas condiciones para la ruta. Nos dirigimos hacia la salida de esta localidad. Pasamos junto al puerto y comenzamos a rodar por el carril bici que allí se inicia y que va en paralelo a la carretera que une Barbate con Los Caños de Meca. Esta vía para bicicletas está muy bien construido, no como la de Barbate a Zahara de los Atunes, repleto de grietas meses después de su inauguración.
Después de esos dos kilómetros no es que se termine la ascensión, pero aparecen algunas pequeñas bajadas seguidas de los consiguientes ascensos.
Unos seis kilómetros después de haber comenzado el puerto cambian las tornas y, de pronto, comenzamos a descender con unas vistas espectaculares, con el Atlántico de fondo. Solo con eso merece la pena la sudada.
Dos curvas más adelante las vistas mejoraron aún más, ya que podíamos vislumbrar Los Caños de Meca y el faro de Trafalgar.
Este paseo terminaba en una playa así que dimos la vuelta y seguimos por la primera calle que encontramos, que nos devolvió a la carretera que cruza la localidad. Seguimos por ella y pronto dejamos atrás este pueblo. Continuamos por un carril bici con mucha gente corriendo o caminando. Poco después llegamos al cruce que va hacia el cabo de Trafalgar.
Enseguida pasamos junto a un chiringuito muy especial que llamó nuestra atención.
Los últimos metros antes de llegar al faro son un pequeño ascenso que concluye en la esplanada donde se encuentra ese.
Ya frente al faro de nuevo iniciamos el descenso para desandar el camino de ida y así regresar a Los Caños de Meca. Salimos del pueblo y volvimos a comenzar a rodar por el carril bici por el que habíamos llegado a la localidad minutos antes.
Enseguida, sin tregua, empezamos a ascender y lo hicimos durante un kilómetro y medio. Tras este tramo nos desviamos a la derecha para introducirnos en un enorme pinar, que es parte del Parque Natural de La Breña. Este pinar realmente fue creado por la mano del hombre ya que los miles y miles de pinos fueron plantados para evitar la erosión de la zona. Desde hace unos está declarada Parque Natural.
En los primeros metros el camino permitía rodar, si bien teníamos muchas dudas de si podríamos seguir por él porque en cualquier momento temíamos encontrarnos con bancos de arena propios de los pinares. Llegamos a un camino más ancho y en este, efectivamente, era imposible ciclar sobre la bici.
La portamos en la mano unas decenas de metros. Tras estos nos dimos cuenta de que por el lado izquierdo había un sendero paralelo que sí parecía ciclable. Y lo era. Seguimos por él, cambiamos de dirección varias veces y, con algunas dificultades, seguíamos avanzando. Para ello, a veces, fue necesario ir como un metro a la izquierda o derecha del camino.
Siguiendo por el bonito Camino del Acantilado dejamos atrás la torre descendiendo por un camino, de pequeñas piedras compactadas que, en algunos momentos, permitía contemplar el mar. La bajada se prolongó durante casi tres kilómetros, si bien los últimos metros fueron un pequeño ascenso.
Desde ahí al punto de inicio y fin había solo unos cientos de metros así que en poco tiempo pusimos fin a este bonito recorrido por la costa andaluza.
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