27 de agosto de 2024

Trafalgar y Parque Natural de La Breña

En 1805 el Almirante Nelson al frente de la flota inglesa aniquiló a nuestra "Armada Invencible" frente al cabo de Trafalgar. Hoy hemos rodado hasta ese cabo y contemplado ese mismo mar que vio hundirse tantos navíos españoles en aquella batalla.


Alrededor de las diez de la mañana iniciamos nuestro recorrido desde Barbate. El cielo sin un nube y una temperatura de 26º prometían buenas condiciones para la ruta. Nos dirigimos hacia la salida de esta localidad. Pasamos junto al puerto y comenzamos a rodar por el carril bici que allí se inicia y que va en paralelo a la carretera que une Barbate con Los Caños de Meca. Esta vía para bicicletas está muy bien construido, no como la de Barbate a Zahara de los Atunes, repleto de grietas meses después de su inauguración. 


En cuanto dejamos atrás Barbate comenzamos a ascender y lo hicimos sin tregua casi dos kilómetros, con porcentajes de ascensión entre el 6 y el 9 por ciento. A ambos lados encontramos pinos piñoneros y enebros, fundamentalmente, y es que la carretera y el carril bici atraviesan el Parque Natural de La Breña. 

Después de esos dos kilómetros no es que se termine la ascensión, pero aparecen algunas pequeñas bajadas seguidas de los consiguientes ascensos. 

Unos seis kilómetros después de haber comenzado el puerto cambian las tornas y, de pronto, comenzamos a descender con unas vistas espectaculares, con el Atlántico de fondo. Solo con eso merece la pena la sudada.


Dos curvas más adelante las vistas mejoraron aún más, ya que podíamos vislumbrar Los Caños de Meca y el faro de Trafalgar.


Todo lo subido en unos seis kilómetros lo resolvimos en poco más de un kilómetro tras los que volvimos a estar a nivel del mar, entrando en Los Caños de Meca. Poco después tomamos una calle a nuestra izquierda que nos llevó hasta un paseo que discurría por la orilla del mar. 


Este paseo terminaba en una playa así que dimos la vuelta y seguimos por la primera calle que encontramos, que nos devolvió a la carretera que cruza la localidad. Seguimos por ella y pronto dejamos atrás este pueblo. Continuamos por un carril bici con mucha gente corriendo o caminando. Poco después llegamos al cruce que va hacia el cabo de Trafalgar.

Enseguida pasamos junto a un chiringuito muy especial que llamó nuestra atención. 


Unas decenas de metros más adelante encontramos una barrera que impide el paso a vehículos. En esa zona la duna había depositado mucha arena y nos tocó bajarnos de la bici, pero no más de diez metros. Después continúa la carretera que conduce al faro, en algunas zonas contiene bancos de arena, pero solo nos tuvimos que apear de la bicicleta en una ocasión. 


Los últimos metros antes de llegar al faro son un pequeño ascenso que concluye en la esplanada donde se encuentra ese.


Con la bicicleta en la mano comenzamos a rodear el faro y nos encontramos con unas vistas de la Playa de Zahora impresionantes. 


Continuamos unos metros sobre la bici rodando por la pasarela de madera y, finalmente, nos tuvimos que volver a bajar porque antes de llegar de nuevo a la esplanada había mucha arena.

Ya frente al faro de nuevo iniciamos el descenso para desandar el camino de ida y así regresar a Los Caños de Meca. Salimos del pueblo y volvimos a comenzar a rodar por el carril bici por el que habíamos llegado a la localidad minutos antes. 

Enseguida, sin tregua, empezamos a ascender y lo hicimos durante un kilómetro y medio. Tras este tramo nos desviamos a la derecha para introducirnos en un enorme pinar, que es parte del Parque Natural de La Breña. Este pinar realmente fue creado por la mano del hombre ya que los miles y miles de pinos fueron plantados para evitar la erosión de la zona. Desde hace unos está declarada Parque Natural.

En los primeros metros el camino permitía rodar, si bien teníamos muchas dudas de si podríamos seguir por él porque en cualquier momento temíamos encontrarnos con bancos de arena propios de los pinares.  Llegamos a un camino más ancho y en este, efectivamente, era imposible ciclar sobre la bici.


La portamos en la mano unas decenas de metros. Tras estos nos dimos cuenta de que por el lado izquierdo había un sendero paralelo que sí parecía ciclable. Y lo era. Seguimos por él, cambiamos de dirección varias veces y, con algunas dificultades, seguíamos avanzando. Para ello, a veces, fue necesario ir como un metro a la izquierda o derecha del camino. 


En algunos tramos el camino se convertía en un senderito y hasta nos estábamos divirtiendo, si bien pequeñas zonas de arena aparecían de continuo, la mayoría salvables sin dificultad.


Llegamos ya al camino que discurre en paralelo al mar, el llamado Camino del Acantilado. Este ya es más ancho y, aunque tenía tramos con arena, siempre había un sendero paralelo con menos que permitía rodar mejor. Poco después vimos un desvío de unos cien metros que iba hacia el mar. Lo recorrimos y desde allí pudimos ver este. 


Regresamos al camino principal y proseguimos. No tardamos mucho en encontrar otro indicador que mostraba el camino hacia un mirador. Nos dirigimos a este y mereció la pena porque desde él pudimos contemplar el tramo donde los acantilados son más altos, más de cien metros. También pudimos ver la Torre del Tajo.


Desde el mirador seguimos adelante por un senderito con algunos peldaños tallados en la piedra hasta la Torre del Tajo. 


Esta es una torre de siglo XVI construida para vigilar las incursiones de los piratas turco-berberiscos que por aquella época asolaban las costas andaluzas. Esta torre, junto con otras conectadas visualmente entre sí, formaba parte de un complejo sistema defensivo. Desde estas los torreros comunicaban la presencia de peligro a las otras torres y poblaciones mediante humo de día y con fuego durante la noche.

Siguiendo por el bonito Camino del Acantilado dejamos atrás la torre descendiendo por un camino, de pequeñas piedras compactadas que, en algunos momentos, permitía contemplar el mar. La bajada se prolongó durante casi tres kilómetros, si bien los últimos metros fueron un pequeño ascenso.


Este camino muere en un aparcamiento habilitado para que los senderistas dejen allí sus vehículos. Desde el parking salimos al carril bici por el que hicimos el camino de ida, pero ya muy cerca de Barbate. Solo tuvimos que descender un kilómetro por él para llegar a las instalaciones del Puerto. Unos cientos de metros más adelante llegábamos al Faro. Muy cerquita pudimos observar uno de los cinco bancos con la misma forma pero decoración diferentes que hay en la localidad. 


Desde ahí al punto de inicio y fin había solo unos cientos de metros así que en poco tiempo pusimos fin a este bonito recorrido por la costa andaluza. 



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