14 de noviembre de 2024

Molinos y pontones de Sayago

Sayago nunca defrauda y si la recorres en primavera u otoño, menos. Hoy hemos realizado una ruta recomendada por el Patronato de Turismo de Zamroa que hace un precioso recorrido en torno a pequeños arroyos y riberas, jalonados de molinos y pontones, una maravilla que, si tienes ocasión, no te deberías perder.

Como los kilómetros previstos eran en torno a 40, no madrugamos mucho. A las 9.15 emprendimos el viaje hacia Muga de Sayago en dos vehículos para poder transportar las cuatro bicis de los que íbamos a participar en la ruta. 

Al llegar a esta localidad descargamos las bicis. En ese momento nos dimos cuenta de que era cierto que las temperaturas habían caído y que había mucho viento. Para entrar en calor tomamos un café en el bar restaurante La Brasería de Muga, donde teníamos reservado para comer al terminar.

Tras el café comenzamos a rodar. Salimos del pueblo con dirección oeste por un buen camino y pedaleando con poco esfuerzo porque el perfil nos ayudaba. Poco a poco fuimos cogiendo temperatura, pero es que había como 6º y con el viento la sensación térmica era menor. 


No tardamos mucho en llegar a la ermita del Cristo de la Agonía, ya próxima a la localidad de Zafara. 


De hecho, como un kilómetro después entrábamos en esta localidad. Recorrimos una parte del pueblo y pasamos junto a la iglesia de San Miguel Arcángel, románica en su origen (s. XIII). 



Salimos de esta pequeña localidad con dirección a Fariza de Sayago por un camino que, prácticamente va en paralelo a la carretera que une Muga y esta localidad. Este está flanqueado por bastante vegetación.


Empleamos poco tiempo en recorrer los poco más de cuatro kilómetros que separan ambas localidades. Algo nos ayudó que la tendencia era descendente. El camino desembocó en la carretera y entramos a Fariza pasando junto a la iglesia y siguiendo recto con dirección a la ermita. 


Antes de terminar el pueblo nos desviamos a la derecha y enseguida a la izquierda para tomar un precioso camino, lleno de verde por las lluvias otoñales y rodeado de pequeñas cortinas o vegetación.


En un momento dado el camino nos llevó hasta la carretera que va a la ermita. Justo antes de la intersección pasamos junto a esta bonita cruz .


Recorrimos unos cientos de metros por el asfalto y enseguida nos desviamos a la derecha para seguir ahora por un sendero que nos llevó casi hasta la ermita. Poco antes de llegar a esta volvimos a salir a la carretera y, tras un pequeño tramo por ella, nos desviamos hacia una bifurcación que partía a nuestra izquierda. Este camino descendente nos trasladó hasta una cancela. La abrimos, continuamos descendiendo y llegamos a una zona con mucha roca. 


Dejamos las bicis allí y continuamos unas decenas de metros a pie para llegar hasta el Mirador de Las Barrancas, desde donde la vista del Duero y los Arribes no podía ser más bonita. 


Allí era necesario e imprescindible hacer una foto de grupo, y así lo hicimos, eso sí, con miedo a que el fuerte viento, que allí no encontraba ningún obstáculo para soplar a su antojo, nos tirara la cámara al suelo.


Tras la fotos regresamos al punto donde habíamos dejado las bicis, montamos sobre ellas y comenzamos a desandar el último tramo realizado, pero obviamente, lo que habíamos descendido había que subirlo ahora, pero eso sí, desviándonos hacia la ermita. 


Esta ermita es la de la Virgen del Castillo, famosa por ser el lugar de celebración de la romería de los Viriatos o de los Pendones que se celebra anualmente a primeros de junio todos en honor de la virgen del mismo nombre. A ella acuden feligreses de todos los pueblos de alrededor llevando sus pendones. 

Para pasar a la esplanada donde se encuentra tuvimos que pasar una puerta y para salir otra. 


Esta última nos dio paso a una bajada donde comienza la Ribera de los Molinos, un precioso camino, sendero en muchos tramos, que va siempre en paralelo al arroyo del Pisón. Son poco más de tres kilómetros, pero cunden como si fueran 10 o 15 como demuestra el tiempo que tardamos en recorrerlos (una hora y diez minutos).


El primer tramo se realiza por la margen izquierda del arroyo y en este no hay problema, el camino está bien, es muy bonito y, además, es descendente hasta que se cruza dicho arroyo por un gran pontón.


Una vez que empezamos a rodar junto a la margen derecha el panorama cambió por completo porque se suceden las zonas con gran cantidad de rocas que impiden que sean ciclables. De las cuatro bicicletas que llevábamos tres eran eléctricas y mover estas tirando de ellas es costoso, pero todos estuvimos de acuerdo en que merece la pena.


Tuvimos que bajarnos no menos de seis o siete veces. Tras cada tramo de piedras se sucedía uno de decenas o alguna centena de metros en los que se podía rodar sobre la bici. En la actualidad el cauce del arroyo está seca en muchas zonas, pero podemos asegurar (porque la primavera pasada hicimos este recorrido caminando) que con agua es más bonito aún.



Esta ribera se llama de los Molinos y pudimos ver más de uno, como el que se encuentra situado tras el grupo de árboles.


Poder rodar unos metros se agradecía enormemente pero no se podía cantar victoria porque sabíamos que no tardaría en aparecer otra zona rocosa.



Si cuando íbamos tirando de la bici, salvando algunas rocas grandes, mirábamos alrededor, nos confirmábamos en la afirmación de que merecía la pena. 




Cuando vimos el llamado Molino del Maestro supimos que lo peor ya lo habíamos pasado porque recordábamos que tras él ya había un camino en toda regla. 


Recorrimos por este camino el kilómetro escaso que nos separaba de Fariza y entramos en el pueblo por un extremo lateral.


Pasamos junto al puente de origen romano y nos unimos al GR-14 (Senda del Duero) por el que rodaríamos un buen tramo.


Aquello nos parecía una autopista y nos daba mucho gusto rodar sin tener que parar y a cierta velocidad. Además se iban sucediendo preciosos tramos con encinas y paredes de piedra delimitando el camino.
 


En pocos minutos llegamos a un nuevo pontón. Al salir de él el track continuaba recto sin entrar en Cozcurrita, pero nosotros decidimos que había que visitarlo, aunque para ello tuviéramos que ascender a lo largo de unos cientos de metros.


Rodamos por dos o tres calles del pueblo y fuimos hasta la coqueta plaza donde se encuentra la iglesia de Sta. María Magdalena, románica del siglo XIII. 


Una vez realizada la visita descendimos por un camino que partía detrás del templo. Enseguida nos encontramos con la Fuente el Lugar. 


Continuamos bajando por un camino muy inclinado hasta llegar de nuevo al pontón por donde habíamos cruzado minutos antes. Allí volvimos a seguir las marcas rojas y blancas de la Senda del Duero. El camino desembocó en una carretera, rodamos por ella varios cientos de metros y la abandonamos girando a la derecha y retomando un camino a cuyos lados podíamos ver enebros, encinas y escobas, principalmente.


Desde la salida del Cozcurrita el recorrido que íbamos haciendo era sinuoso, la razón no era otra que íbamos junto al arroyo de la Mimbre y el camino estaba trazado en paralelo, siguiendo también sus caprichosas formas.

En este tramo pudimos contemplar varios pontones, algunos grandes como el que dejamos a nuestra izquierda no mucho después de dejar atrás Cozcurrita.


Pero no tardamos en encontrar otro similar, que tampoco cruzamos. 


Si la Ribera de los Molinos nos había encantado, este fragmento de la Senda del Duero nos estaba pareciendo espectacular por el verde que ya lo invade todo, por las caprichosas formas de las encinas centenarias o por las preciosas paredes hechas con primor.



Justo antes de llegar a Badilla, nuestro siguiente destino, pasamos junto a otro molino, el llamado Pachón.


El camino nos llevó hasta la carretera, nos incorporamos a ella, cruzamos un puente y nos desviamos a la derecha, pasamos junto a la iglesia, que tiene un curioso nombre, Nuestra Señora de la Expectación. Seguidamente tocamos el resto del pueblo de soslayo y proseguimos por el GR-14.



Nada más dejar atrás Badilla pasamos junto al molino Pachón, como los demás, muy bien reconstruido. 


Menos de un kilómetro después también rodamos muy cerca del molino Cabildo


Y escasos minutos más tarde junto al molino Matarranas.



Poco después de sobrepasar dicho molino realizamos un giro de casi noventa grados a la izquierda y comenzamos a rodar en paralelo al arroyo de la Saz, también en este caso haciendo las mismas curvas que el caprichoso cauce del arroyo. Y para cruzar este qué mejor que un bonito pontón o puente de lanchas, en este caso llamado puente de la Manzanal. 


El recorrido seguía siendo muy bonito e íbamos disfrutando un montón pero empezando a mirar el reloj porque llevábamos dos horas y media sobre las bicis y no habíamos recorrido ni la mitad del trayecto.


En este tramo fueron incontables los molinos que fuimos viendo a nuestro paso.


Al igual que sucedía con los pontones.


También esta zona nos estaba gustando mucho, conocíamos los últimos kilómetros hasta Gamones, pero el tramo desde Badilla era inédito para nosotros.


Un molino más apareció muy cerca de nosotros.


A medida que íbamos avanzando el camino pasó a ser sendero y, en algunos momentos, ni eso siquiera porque el manto verde lo cubría todo.


También en este trecho tuvimos que apearnos de la bici en algún momento, dos o tres veces y para salvar algún tramo de pocos metros. Pero sabíamos que al llegar a un nuevo pontón que teníamos que cruzar entraríamos en un buen camino. Y ahí estaba el pontón.


Lo cruzamos y pasamos junto a otros dos preciosos molinos.




Y comenzamos a rodar por una autopista en toda regla. Volvimos a agradecer poder rodar a cierta velocidad.


Antes de entrar en Gamones nos desviamos a la derecha y volvimos a cruzar otro espectacular puente tradicional de lanchas. 


Continuamos bordeando el arroyo de la Saz y, de nuevo, otro molino apareció a su vera.


Enseguida el camino nos puso frente a una primorosa pared sayaguesa, una obra de arte como todas las que se encuentran en esta comarca, un verdadero patrimonio que tenemos que cuidar.


Y a pocos metros, un nuevo puente.


Finalmente entramos en Gamones, el track nos condujo hasta la plaza donde se encuentra la iglesia de la Inmaculada o de la Purísima Concepción.


Salimos de la localidad por el sur de la misma, por un camino típico sayagués, liso, bien compactado y por el que daba mucho gusto rodar. Solo tenía el inconveniente de que era ligeramente ascendente.


A pesar de ese ligero ascenso los cuatro kilómetros que separan Gamones de Monumenta, nuestro siguiente destino, los hicimos a muy buen ritmo.


Antes de llegar al pueblo atravesamos uno de esos tramos tan peculiares de la comarca, que nos encantan.


Llegamos a Monumenta, una pequeñísima localidad de menos de 30 habitantes. Casi fue inevitable pasar junto a la iglesia de San Clemente, que data del siglo XVI.


Atravesamos la localidad pero salimos de ella de nuevo dirección sur. Nada más dejar las últimas edificaciones atrás nos topamos con otra fuente romana.


De nuevo el camino a seguir era propicio para rodar a buena media. En esos momentos el fuerte viento nos daba lateralmente y ligeramente por la espalda. Si bien no nos ayudaba, tampoco nos entorpecía.


A ese ritmo empleamos poco tiempo en llegar a Villamor de la Ladre. Poco después de entrar en el pueblo una gran plaza se abrió ante nosotros. La localidad también es muy pequeña, en torno a 50 habitantes, pero cuenta con una iglesia románica, la de Nuestra Señora de los Ángeles.


En la misma plaza cambiamos de dirección y esta vez fuimos hacia la derecha, hacia el oeste. Antes de abandonar el pueblo pasamos junto a una fuente romana. Aunque hay muchas similares en la provincia, no todas son de origen romano ya que algunas fueran hechas en épocas posteriores siguiendo este modelo, pero esta parece ser que sí lo es.


Finalmente, en una bifurcación nos desviamos hacia la derecha para enfilar el camino que ya nos llevaría hasta nuestro último destino.


De nuevo nos esperaba un buen camino en el que, además, contábamos con la propulsión del viento. Se notaba una barbaridad, tanto que en este último tramo en pocos momentos bajamos de 30 km/h y en muchos rodamos en torno a 40 km/h.


Antes de llegar a Muga de Sayago tuvimos que bordear una explotación (aunque nuestro track la cruzaba en diagonal) porque ahora está vallada y salimos a la carretera. Solo tuvimos que cruzarla y seguir recto porque ya era la entrada del pueblo. 


Enseguida llegamos al punto de partida, la plaza. Allí cargamos las bicis y, como nos gusta nos gusta hacer gasto en las localidades a las que vamos, teníamos reservado para comer en la Brasería de Muga, pero para repartir, tomamos la caña en el bar Kahoba, acompañada de unos trocitos de cueros que hacen allí de maravilla. 

Poco después de empezar a comer comenzó a llover, así que tuvimos mucha suerte de haber podido disfrutar con relativo buen tiempo de una de las más bonitas rutas que hemos hecho por Sayago.



Para descargar la ruta, haz clic en el logo de Wikiloc.

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