Sayago nunca defrauda y si la recorres en primavera u otoño, menos. Hoy hemos realizado una ruta recomendada por el Patronato de Turismo de Zamroa que hace un precioso recorrido en torno a pequeños arroyos y riberas, jalonados de molinos y pontones, una maravilla que, si tienes ocasión, no te deberías perder.
Como los kilómetros previstos eran en torno a 40, no madrugamos mucho. A las 9.15 emprendimos el viaje hacia Muga de Sayago en dos vehículos para poder transportar las cuatro bicis de los que íbamos a participar en la ruta.Al llegar a esta localidad descargamos las bicis. En ese momento nos dimos cuenta de que era cierto que las temperaturas habían caído y que había mucho viento. Para entrar en calor tomamos un café en el bar restaurante La Brasería de Muga, donde teníamos reservado para comer al terminar.
Tras el café comenzamos a rodar. Salimos del pueblo con dirección oeste por un buen camino y pedaleando con poco esfuerzo porque el perfil nos ayudaba. Poco a poco fuimos cogiendo temperatura, pero es que había como 6º y con el viento la sensación térmica era menor.
Dejamos las bicis allí y continuamos unas decenas de metros a pie para llegar hasta el Mirador de Las Barrancas, desde donde la vista del Duero y los Arribes no podía ser más bonita.
Para pasar a la esplanada donde se encuentra tuvimos que pasar una puerta y para salir otra.
Una vez que empezamos a rodar junto a la margen derecha el panorama cambió por completo porque se suceden las zonas con gran cantidad de rocas que impiden que sean ciclables. De las cuatro bicicletas que llevábamos tres eran eléctricas y mover estas tirando de ellas es costoso, pero todos estuvimos de acuerdo en que merece la pena.
Tuvimos que bajarnos no menos de seis o siete veces. Tras cada tramo de piedras se sucedía uno de decenas o alguna centena de metros en los que se podía rodar sobre la bici. En la actualidad el cauce del arroyo está seca en muchas zonas, pero podemos asegurar (porque la primavera pasada hicimos este recorrido caminando) que con agua es más bonito aún.
Si cuando íbamos tirando de la bici, salvando algunas rocas grandes, mirábamos alrededor, nos confirmábamos en la afirmación de que merecía la pena.
Pasamos junto al puente de origen romano y nos unimos al GR-14 (Senda del Duero) por el que rodaríamos un buen tramo.
Aquello nos parecía una autopista y nos daba mucho gusto rodar sin tener que parar y a cierta velocidad. Además se iban sucediendo preciosos tramos con encinas y paredes de piedra delimitando el camino.
En pocos minutos llegamos a un nuevo pontón. Al salir de él el track continuaba recto sin entrar en Cozcurrita, pero nosotros decidimos que había que visitarlo, aunque para ello tuviéramos que ascender a lo largo de unos cientos de metros.
Rodamos por dos o tres calles del pueblo y fuimos hasta la coqueta plaza donde se encuentra la iglesia de Sta. María Magdalena, románica del siglo XIII.
Continuamos bajando por un camino muy inclinado hasta llegar de nuevo al pontón por donde habíamos cruzado minutos antes. Allí volvimos a seguir las marcas rojas y blancas de la Senda del Duero. El camino desembocó en una carretera, rodamos por ella varios cientos de metros y la abandonamos girando a la derecha y retomando un camino a cuyos lados podíamos ver enebros, encinas y escobas, principalmente.
Desde la salida del Cozcurrita el recorrido que íbamos haciendo era sinuoso, la razón no era otra que íbamos junto al arroyo de la Mimbre y el camino estaba trazado en paralelo, siguiendo también sus caprichosas formas.
En este tramo pudimos contemplar varios pontones, algunos grandes como el que dejamos a nuestra izquierda no mucho después de dejar atrás Cozcurrita.
Pero no tardamos en encontrar otro similar, que tampoco cruzamos.
Si la Ribera de los Molinos nos había encantado, este fragmento de la Senda del Duero nos estaba pareciendo espectacular por el verde que ya lo invade todo, por las caprichosas formas de las encinas centenarias o por las preciosas paredes hechas con primor.
Justo antes de llegar a Badilla, nuestro siguiente destino, pasamos junto a otro molino, el llamado Pachón.
El camino nos llevó hasta la carretera, nos incorporamos a ella, cruzamos un puente y nos desviamos a la derecha, pasamos junto a la iglesia, que tiene un curioso nombre, Nuestra Señora de la Expectación. Seguidamente tocamos el resto del pueblo de soslayo y proseguimos por el GR-14.
Nada más dejar atrás Badilla pasamos junto al molino Pachón, como los demás, muy bien reconstruido.
Menos de un kilómetro después también rodamos muy cerca del molino Cabildo
Y escasos minutos más tarde junto al molino Matarranas.
Poco después de sobrepasar dicho molino realizamos un giro de casi noventa grados a la izquierda y comenzamos a rodar en paralelo al arroyo de la Saz, también en este caso haciendo las mismas curvas que el caprichoso cauce del arroyo. Y para cruzar este qué mejor que un bonito pontón o puente de lanchas, en este caso llamado puente de la Manzanal.
El recorrido seguía siendo muy bonito e íbamos disfrutando un montón pero empezando a mirar el reloj porque llevábamos dos horas y media sobre las bicis y no habíamos recorrido ni la mitad del trayecto.
En este tramo fueron incontables los molinos que fuimos viendo a nuestro paso.
Al igual que sucedía con los pontones.
También esta zona nos estaba gustando mucho, conocíamos los últimos kilómetros hasta Gamones, pero el tramo desde Badilla era inédito para nosotros.
Un molino más apareció muy cerca de nosotros.
A medida que íbamos avanzando el camino pasó a ser sendero y, en algunos momentos, ni eso siquiera porque el manto verde lo cubría todo.
También en este trecho tuvimos que apearnos de la bici en algún momento, dos o tres veces y para salvar algún tramo de pocos metros. Pero sabíamos que al llegar a un nuevo pontón que teníamos que cruzar entraríamos en un buen camino. Y ahí estaba el pontón.
Y comenzamos a rodar por una autopista en toda regla. Volvimos a agradecer poder rodar a cierta velocidad.
Continuamos bordeando el arroyo de la Saz y, de nuevo, otro molino apareció a su vera.
Enseguida el camino nos puso frente a una primorosa pared sayaguesa, una obra de arte como todas las que se encuentran en esta comarca, un verdadero patrimonio que tenemos que cuidar.
Y a pocos metros, un nuevo puente.
Finalmente entramos en Gamones, el track nos condujo hasta la plaza donde se encuentra la iglesia de la Inmaculada o de la Purísima Concepción.
A pesar de ese ligero ascenso los cuatro kilómetros que separan Gamones de Monumenta, nuestro siguiente destino, los hicimos a muy buen ritmo.
Poco después de empezar a comer comenzó a llover, así que tuvimos mucha suerte de haber podido disfrutar con relativo buen tiempo de una de las más bonitas rutas que hemos hecho por Sayago.
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